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Fiestas de alrededor del mundo - El Colacho o la lucha del bien contra el mal

14JUN2018

En Castrillo de Murcia, una localidad del municipio de Sasamón, en Burgos, se celebra cada año una tradición en la que El Colacho, un personaje vestido de demonio salta sobre los bebés nacidos aquel año en la localidad, en una especie de bautismo singular que representa el triunfo del bien sobre el mal.

Dicen que la fiesta se celebra desde el siglo XVII, concretamente desde 1620, y tiene unos orígenes claramente paganos, aunque como tantas otras celebraciones de este estilo logró sobrevivir a la cristianización fusionándose con los rituales religiosos. La fiesta se ha suavizado notablemente en los últimos años, a pesar de mantener intactas sus señas de identidad. La organiza una cofradía de la localidad entre el jueves y el domingo de Corpus y la protagoniza uno de los dos “mayordomos” de la cofradía, que se viste con un disfraz de colores vivos, se pone una máscara que simboliza al demonio y sale a la calle con una castañuela en una mano y una cola de caballo a la otra. La misión de esta extraña criatura será intentar obstaculizar tanto como pueda los actos de devoción católica que, esos días, se celebran en la localidad, empezando por un servicio religioso en el cual, de manera tradicional, irrumpe El Colacho, imitando de manera buslesca al cura que oficia la ceremonia. Hay que decir que las irrupciones en la iglesia de El Colacho son hoy más suaves y respetuosas del que lo fueron en el pasado. Y aún así, en tiempos muy recientes han provocado incluso algún llamamiento de las autoridades eclesiásticas a limitar la implicación de los sacerdotes en la fiesta, visto su carácter irreverente.

El momento más conocido de la celebración llega, sin embargo, cuando se celebra la procesión, el domingo de Corpus, presidida por el Santísimo Sacramento. Ese día, El Colacho sale a la calle haciendo sonar la castañuela para advertir a los vecinos de su presencia. Niños, niñas y muchos vecinos de la localidad insultan y provocan al personaje, hoy con una intensidad moderada pero, en tiempos, de una manera durísima y especialmente virulenta que incluso llegaba a aludir a las circunstancias personales del mayordomo de la cofradía que aquel año interpretaba a El Colacho. No es extraño que, en respuesta a las agresiones verbales, El Colacho fustigue a quienes no se apartan a tiempo con una especie de fusta hecha con una cola de caballo, de ahí el nombre de “Colacho”.

Durante la procesión, los vecinos y vecinas colocan en diversos puntos del recorrido unos altares adornados con flores y con agua y vino que serán bendecidos durante el paso de la procesión. Y donde se colocan estos altares se disponen también, en el suelo, unos colchones sobre los cuales se depositan los bebés nacidos aquel año. Mientras los chicos y chicas que acaban de hacer la primera comunión aquel año lanzan flores sobre los niños y niñas recién nacidos, El Colacho salta por encima de los niños. El gesto representa la fuga de un demonio derrotado y la victoria del Santísimo Sacramento que encabeza la procesión y que ha bendecido a los bebés haciendo huir, de un salto, al personaje maléfico.

La fiesta nació como una forma de contrarrestar la herejía protestante que negaba la presencia de Cristo en la Eucaristía. Por eso se fomentaron fiestas que, como ésta, ponían en valor el Santísimo Sacramento, especialmente durante las festividades del Corpus. Con el fin de atraer a la población a estos actos, los responsables eclesiásticos no sólo  introdujeron bailes y danzas, sino también un  personaje burlesco procedente de rituales paganos anteriores al cual identificaron con el diablo, ese Colacho que, hoy, constituye el centro de una celebración que tiene tanto de tradición y de acto religioso como de representación teatral.

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Museu Etnològic i de Cultures del Món

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