"Hoy, no se puede mantener la separación entre la cultura humanística y la científica"

Judit Carrera
07/04/2022 - 15:46 h - Cultura y tiempo libre Octavi Planells

Centra su interés en el pensamiento crítico, la cultura y todo lo que tiene que ver con el mundo contemporáneo. Escogió las Ciencias Políticas como carrera que abre más puertas de las que cierra y después de realizar un posgrado en París y trabajar en la UNESCO durante una temporada, regresó a Barcelona, donde inició su aventura en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), del que es directora desde 2018.

Hablamos con Judit Carrera sobre el rol de la ciencia y la tecnología como elementos clave de la cultura de hoy y de sus vínculos con la sociedad.

¿Cómo has vivido estos años de directora?

Han sido muy apasionantes, intensos y complejos; no estaba previsto que hubiera una pandemia global de por medio. Han sido unos años de mucho aprendizaje, de mucha actividad y vocación, de servicio público y también de liderazgo de un gran equipo, el del CCCB. Es un honor y un orgullo representarle.

¿Qué objetivos te fijaste cuando asumiste el cargo?

Para mí, la del CCCB es una historia de éxito de una institución muy singular. El CCCB es un centro de debate crítico sobre el mundo contemporáneo a través de distintos lenguajes culturales, que se basa en la interdisciplinariedad y aspira a ser un cruce de mundos. Cuando empecé como directora asumí de lleno este legado con la voluntad a la vez actualizarlo con algunos de los temas que marcan la sociedad contemporánea, que quizás no estaban tan presentes en el origen del centro, en 1994.

¿Por ejemplo?

El posthumanismo, tal y como lo define la filósofa Rosi Braidotti, consiste en asumir el legado de la Ilustración europea para incorporar, entre otros, la reflexión en torno a los grandes retos de los progresos científicos y tecnológicos, como por ejemplo los ligados a la robótica, la inteligencia artificial o la nanotecnología. Estos avances están transformando radicalmente la misma noción de condición humana, algo que las humanidades clásicas nunca se habían planteado. Hoy no puedes entender la naturaleza humana sin desligarla de todos estos campos que están provocando un salto cualitativo muy importante en lo que significa ser humano.

Pienso que es relevante hacerlo desde la mirada crítica de las humanidades y ponerlo en el ágora para analizar sus potencialidades, pero también las dificultades y desafíos que plantean en ese momento.

Durante todos estos años, ¿cómo ha impactado el CCCB en el entorno local?

Barcelona y el Raval es nuestro lugar, el entorno que nos ha hecho nacer. Somos muy conscientes del barrio y la ciudad donde nos insertamos y de los múltiples ecosistemas de los que formamos parte. El CCCB nace de esta realidad y nuestra función es ser un espejo ya la vez un motor de la ciudad que nos acoge. Tenemos una doble vertiente: reflejar las pulsiones y grandes ejes de debate de nuestra sociedad, y al mismo tiempo proponer nuevos y participar en los debates mundiales sobre los grandes retos contemporáneos. Para nosotros, estar profundamente arraigados en el entorno local es compatible con ser un centro internacionalmente abierto. Creo que la trayectoria del CCCB así lo demuestra.

El CCCB hace una clara apuesta por la ciencia.

Nosotros somos un centro de humanidades y no queremos renunciar a serlo, pero con las transformaciones científicas y tecnológicas de hoy no puede mantenerse más la separación entre la cultura humanística y la científica. Tiene que haber espacios que vinculen las dos tradiciones en esta revolución de gran envergadura que estamos viviendo.

¿En qué momento surge ese interés?

La tecnología ha causado la transformación más profunda y radical de la cultura en los últimos veinte años. Ha cambiado radicalmente la forma de crear, compartir, distribuir y acceder a la cultura. En CCCB desde hace muchos años hemos impulsado una reflexión sobre Internet y su impacto. Luego incorporamos los avances ligados a la ciencia que están causando un cambio radical en la noción de condición humana. A esto, hay que añadirle la crisis climática. Por tanto, el interés surge de la combinación de dos factores: esta nueva revolución industrial vinculada a la ciencia y la tecnología, y la idea del Antropoceno, según la cual, nuestra huella ecológica ha traspasado su límite.

Esta doble confluencia ha hecho que, sin abandonar la mirada tradicional de las humanidades, incorporemos la necesidad de sacar el conocimiento científico del laboratorio para debatirlo críticamente, divulgarlo y acercarlo a la ciudadanía. Así, intentamos cubrir esta necesidad y dar herramientas para afrontar los retos científicos y tecnológicos que tenemos delante.

En esta línea ha realizado exposiciones como Big Bang Data, +Humanos, Marte. El espejo rojo o Ciencia fricción. ¿Cómo crees que personas de campos como el arte y la ciencia han convivido en proyectos así?

Ha sido un diálogo muy fructífero que ha ido a más. Quizás al principio había algunas reticencias al mezclar disciplinas, pero hay un interés creciente tanto de personas del ámbito artístico como del científico en abrir nuevas puertas. La pandemia ha demostrado que no se puede compartimentar el conocimiento, sino que es necesaria una mirada muy amplia. La pandemia no es solo el virus; es fruto de una confluencia de factores ecológicos, sociales, económicos y geopolíticos en un mundo plenamente interdependiente. Es imprescindible tener espacios interdisciplinares. El mundo está dando la razón.

¿Cuál ha sido la respuesta del público ante exposiciones como Cuántica, que incluye conceptos difíciles de comprender?

Cuántica fue probablemente el proyecto más difícil de la historia del CCCB y al mismo tiempo fue una gratísima sorpresa. Atrajo a más de 90.000 personas y toda la actividad que hicimos en torno a la muestra sobre un tema tan complejo y anti intuitivo como es la física cuántica también tuvieron muy buena respuesta.

La acogida ha confirmado que todos estos retos científicos y tecnológicos despiertan fascinación y curiosidad. Por tanto, se demuestra la necesidad social de encontrar espacios donde debatir estas cuestiones y hablar críticamente, sin ningún apriorismo, sin ninguna frontera de conocimiento previa.

¿Por qué todavía nos cuesta percibir la ciencia como parte de nuestra cultura?

Es una separación ancestral entre lo que es naturaleza y lo que es cultura. También es cierto que ha habido grandes renacentistas que han vinculado ambos conocimientos, pero en el imaginario colectivo todavía sigue habiendo una estricta separación.

Sin embargo, creo que esto está cambiando y que el interés por los temas científicos que comentaba antes para un público general o más humanístico ha ido creciendo.

¿Qué ha empujado ese cambio?

La importancia de los avances científicos y tecnológicos actuales ha jugado un papel importante. También creo que Cataluña se ha posicionado muy estratégicamente en materia científica y que en los últimos veinte años se han hecho esfuerzos para tener algunos de los centros de investigación más pioneros de Europa en diferentes ámbitos y eso ha hecho que se vaya impregnando el conjunto de la sociedad de esa semilla que está empezando a romper barreras. Esto se está traduciendo, por ejemplo, en muchos grados universitarios que comienzan a mezclar ambas tradiciones.

¿La pandemia ha contribuido a acercar la ciencia a la sociedad?

La pandemia ha confirmado una tendencia que ya veíamos. Por ejemplo, con la muestra Ciencia fricción pudimos dar voz a una enorme cantidad de artistas y creadores que hace muchos años están trabajando inspirados por Lynn Margulis o Donna Haraway. Así, la ciencia y la tecnología interpelan de forma muy directa a los creadores y ha dado un sentido renovado a la ciencia ficción. La pandemia nos ha puesto frente a un escenario difícil de creer. Parecía imposible que el mundo se llegara a detener, que dejáramos de volar, que nos cerráramos a casa… Esto, que fue un choque brutal desde puntos de vista psicológico, económico y social, la ciencia ficción en cierto modo ya lo había anticipado.

Por tanto, la pandemia ha consolidado el interés creciente por la ciencia, pero a la vez la ciencia se ha dado cuenta de que quizás necesita los instrumentos de la imaginación, la literatura o la ciencia ficción, propios del ámbito cultural.

¿Cómo consideras que han evolucionado las políticas de promoción de la cultura científica adoptadas por las administraciones en los últimos años?

Se ha confirmado la preeminencia de la investigación científica en la cultura, tanto a nivel local como catalán, con la implantación de centros de investigación que han generado todo un conocimiento a su alrededor, que han atraído talento de todo el mundo. Es una evidencia de que la ciencia ha impregnado la agenda pública de nuestro país y nuestra ciudad.

¿Y de la cultura en general?

Aún nos falta mucho camino por recorrer para comprender que la cultura no es accesoria sino un instrumento prioritario. Estamos muy lejos de que la cultura sea percibida como una prioridad en las políticas públicas y en los presupuestos correspondientes. Pienso que aquí, la ciencia ha dado un paso mayor que la propia cultura, que sigue estando entre las últimas prioridades políticas. Tenemos mucho camino por delante y ahora estamos en un momento de mucha incertidumbre al que se suma la pérdida de capital cultural. Por ejemplo, los equipamientos e instituciones culturales no nos hemos recuperado todavía de la crisis financiera de 2008.

¿En qué lugar se encuentra Barcelona en el escenario cultural internacional?

Barcelona tiene un enorme potencial de convertirse en la capital de Europa en el terreno cultural y científico. Creo que deberíamos plantearnos la cultura y la ciencia como las principales banderas de recuperación de Barcelona y de transformación del modelo turístico de la ciudad.

El pasado otoño, Barcelona y Madrid fueron reconocidas como capitales culturales y científicas del estado. ¿Qué representa ese reconocimiento para Barcelona?

Es un importante reconocimiento de una realidad, la capitalidad cultural y científica de Barcelona. Aspiramos a que se convierta en un soporte estable y estructural para poder sacar adelante proyectos ambiciosos para la ciudad.

La ciencia y la tecnología evolucionan tan rápido que nos cuesta adaptarnos a su progreso. ¿Centros como el CCCB contribuyen a esta adaptación?

La pandemia nos ha demostrado la necesidad de romper los compartimentos estancos entre disciplinas. El mundo está profundamente interrelacionado y no existe una única disciplina que nos ayude a entender la complejidad del mundo. Necesitamos espacios que vinculen conocimientos, disciplinas, lenguajes y experiencias y que fomenten el encuentro entre mundos y públicos diversos. Las respuestas a los problemas del mundo no vendrán ya de una única voz, de una única disciplina; serán soluciones corales. Las soluciones vendrán de la suma de perspectivas artísticas, literarias, cinematográficas, científicas, filosóficas, antropológicas…

¿En el futuro, necesitaremos más CCCBs?

En un mundo que se cierra cada vez más, donde se ponen nuevas fronteras y las tecnologías nos cierran dentro de nuestra burbuja, hacen falta espacios que abran mundos, generen vínculos, contribuyan a imaginar otros mundos posibles y refuercen los principios democráticos de la libertad de expresión y el pluralismo. Estos espacios son más necesarios que nunca.