Opulencia y locura en la Rusia zarista

Piotr Ilich Chaikovski creó sus dos mejores óperas, Eugene Onegin y Pikovaia dama, a partir de los relatos del padre de la literatura romántica rusa, Aleksandr Pushkin. El compositor estrenó el libreto de La dama de picas en 1890, siendo plenamente consciente de que era una de las mejores obras que había realizado nunca: tres actos y siete escenas altamente exigentes a lo largo de tres horas y cincuenta minutos.

Pikovaia dama pertenece a la época de Giacomo Puccini y Umberto Giordano, momento en el que la ópera se caracterizaba por tener una gran verosimilitud, precisión y respeto por la fuente literaria original. Es como si en el ánimo del director de escena belga Gilbert Deflo, tantas vueltas polémico, hubiera vuelto por una vez a la tradición, sin dobles sentidos. En una época en la que la dirección de ópera ha tomado el camino de la posmodernidad con recursos tecnológicos de última generación e interpretaciones conceptuales, esta versión de Pikovaia dama aparece como una producción retro que sigue al pie de la letra el texto primigenio, como deja claro la ópera pastoral que se representa en el segundo acto, que es un homenaje a Wolfgang Amadeus Mozart.

La acción se sitúa a finales del siglo XVIII, en San Petersburgo, bajo el reinado de la zarina Catalina II, apodada la Grande. Al principio de la ópera conocemos a Hermann, un militar enamorado de una joven noble, Lisa. Su abuela es una vieja condesa de la que se susurra que conoce un truco mágico para ganar en las cartas. Cuando Hermann se entera, a Lisa ya sólo le interesa como vía de acceso a la condesa, a la que acaba asaltando en su habitación en el segundo acto para que le revele el secreto y, accidentalmente, le causa la muerte de un susto. El cuarto de la condesa se muestra polvoriento y oscuro, como si fuera el refugio de una bruja: el amor ha sido vencido por la irracionalidad que turba la mente de Hermann.

Uno de los aciertos de la producción de Deflo es la dimensión psicológica que muestran los cantantes a través de la interpretación dramática. Hermann, por ejemplo, aparece con los ojos fuera de las órbitas, cada vez más cerca de la fatalidad, y Lisa alterna la mirada piadosa con la expresión derrotada de quien tiene el corazón roto. Al final, todo confluye para completar un montaje altamente satisfactorio, donde la historia es la protagonista y que ofrece decorados suntuosos, un vestuario impresionante y un repertorio de bel canto, firme melodía y conexión con el pasado que ya anticipa las nuevas corrientes del simbolismo y el expresionismo, por medio de la tortura psicológica y la mirada al abismo.

Podéis conocer a los protagonistas del reparto y adquirir vuestras entradas en este enlace. Para celebrar el 175 aniversario de su inauguración, el Gran Teatro del Liceo ofrece dos entradas para asistir a La dama de picas por 175 euros. Encontraréis las indicaciones durante el proceso de compra online.