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Conectar innovación y creatividad

No basta hacer inteligente una ciudad con el uso masivo de la tecnología. Se requiere una ciudadanía participativa, emprendedora, arriesgada y curiosa. El proyecto BCNLab sigue la huella de las ciudades que hacen avanzar al mundo.

© Eva Vázquez

Pusimos guapa Barcelona. La abrimos al mar, la dimos a conocer, hicimos de ella la mejor tienda del mundo. Ahora hemos adquirido el compromiso de hacerla inteligente. Para ello no basta la información de sensores repartidos por calles, plazas, edificios y semáforos, sino que se requiere una ciudadanía abierta, participativa, emprendedora, arriesgada, curiosa e innovadora. Una ciudadanía inteligente, que ya lo es, y que hay que estimular y hacer visible en la línea trazada por las grandes capitales del mundo.

La arquitectura y el diseño barceloneses saltaron al mapa internacional con los Juegos Olímpicos. Después la Groupe Spéciale Mobile Association (GSMA) reconoció el potencial innovador de la ciudad convirtiéndola en sede del Mobile World Congress. Y este año la Unión Europea le ha otorgado el título de iCapital por “su dedicación al uso de las nuevas tecnologías en beneficio de los ciudadanos”.

Superada la reconversión industrial, la democratización del conocimiento y de las TIC confiere una nueva transversalidad a la innovación y la creatividad, que ya no son competencias exclusivas de laboratorios de investigación ni de empresas. Hacer está al alcance de todo el mundo. Las ciudades son laboratorios vivos donde ocurren cosas, tanto en las universidades como en los departamentos de I+D de las empresas, pero también en los museos y en los teatros, en las bibliotecas, en los centros cívicos, en el aparato administrativo, en el espacio público y en los hogares.

Barcelona Laboratorio (BCNLab), un proyecto impulsado por la nueva Dirección de Creatividad e Innovación del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), es el reflejo de un camino emprendido por las ciudades que hacen avanzar al mundo. Una iniciativa que nace del Ayuntamiento para hacer ciudad, no para subvencionarla. Cultura, ciencia, tecnología, empresa y ciudadanía caminan juntas y la administración las acompaña. Les facilita la realización de proyectos o el acceso a Europa, pero no gobierna su actividad. El acuerdo entre la universidad y los centros de investigación, el mundo empresarial, la ciudadanía y las instituciones, lo que se ha denominado cuádruple hélice, es el camino a seguir para hacer que las ciudades avancen. Unos y otros se necesitan en la innovación y la creatividad del siglo xxi.

Cultura en el siglo XXI

La llegada de ingenieros a la gestión de la cultura ha facilitado la adopción de proyectos como BCNLab. Que haya videojuegos que son arte, que haya científicos que exponen resultados o experimentos buscando aproximaciones artísticas para llegar a la sociedad, o que haya artistas que hacen uso de la tecnología para expresarse no es novedad. Son manifestaciones plenamente aceptadas en nuestros días.

Ars Electronica hace 35 años que combina arte, ciencia y tecnología en Linz (Austria). En Manchester, FutureEverything lleva 19 explorando las posibilidades de internet desde todos los puntos de vista. La Waag Society holandesa, con sede en Ámsterdam, también trabaja las interacciones entre software, probetas y pinceles con un retorno a la ciudadanía. Y poco a poco las ciudades europeas se nutren de instituciones y plataformas que fomentan esta ruptura de barreras entre disciplinas para explorar, experimentar y aportar nuevas soluciones a la ciudadanía a la que pertenecen. Barcelona se suma a esta nueva cultura de la innovación. La estrategia Innovation Europe, directiva comunitaria para el periodo 2014-2020, se hace eco de esta manera de actuar y la eleva a principio. Reclama una conexión entre el mundo digital y el cultural, así como un retorno ciudadano de las convergencias entre ámbitos. Y este es el planteamiento de BCNLab: hacer emerger la creatividad y la innovación de cualquier disciplina que se lleve a cabo en la ciudad y ponerla al servicio de los barceloneses. Y que los ciudadanos puedan ser actores de los proyectos, no solo receptores.

“Es una historia muy nueva y todavía no existen reglas del juego que establezcan cuál es el ecosistema de la creatividad”, indica Inés Garriga, directora de Creatividad e Innovación del Instituto de Cultura de Barcelona, desde donde se ha impulsado la puesta en marcha de BCNLab.

© Albert Armengol
Un detalle de la instalación artística Prison uniforms, del norteamericano Chris Jordan, que se puede ver en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona hasta finales de noviembre de 2014. Es un ejemplo de representación artística elaborada a partir de información open data de las instituciones.

Creatividad local e internacional

Con este espíritu, BCNLab avanza en dos direcciones al mismo tiempo: escuchar la actividad local y fomentar la participación europea. Porque aunque el camino a seguir esté claro, todavía no hay ninguna ciudad en el mundo que ejemplarice a la perfección la ciudad-laboratorio. Es un proceso en marcha. Barcelona quiere posicionarse y erigirse como uno de los referentes a tener en cuenta; la competencia de urbes como Copenhague, Londres, Estocolmo, Nueva York, Manchester, Helsinki o Ámsterdam sitúa el listón muy alto.

Desde el verano de 2013 Barcelona forma parte de la Red Europea de Laboratorios Vivos (ENoLL). Esto quiere decir que la ciudad se ha comprometido, y así se le reconoce, a promover la cocreación (participación de los usuarios en el diseño de productos y estrategias), la exploración, la experimentación y la evaluación de propuestas. Desde la empresa, desde los centros de investigación, desde casa o desde la administración, la ciudad ha rubricado este intercambio de experiencias y la innovación.

La capital catalana también es y ha sido pionera de la puesta en marcha de proyectos europeos en los que arte y tecnología punta han ido de la mano. Así lo demuestra Specifi, iniciativa que explora las posibilidades del internet avanzado al servicio de manifestaciones artísticas. Más recientemente la propuesta CreatiFI pretende facilitar el acceso de pequeñas y medianas empresas y de emprendedores creativos a la red de internet del futuro. La Unión Europea ha aportado casi cinco millones de euros para que las comunidades creativas de Cataluña, Bruselas, Trento y Helsinki, regiones reconocidas como hubs creativos del continente, exploren las posibilidades de esta combinación.

Precisamente las empresas creativas no tradicionales de Barcelona (investigación científica, empresas de software o videojuegos, edición electrónica) han sido los sectores que mejor han soportado la crisis económica. Así lo destaca el informe Barcelona metrópolis creativa 2013. Economía de conocimiento y economía creativa en Barcelona, que también indica que un 11% de los ocupados en la Ciudad Condal trabaja en el ámbito de las industrias creativas.

Barcelona dispone de actores y recursos para impulsar la creatividad y la innovación. Ahora hace falta que se entiendan y trabajen juntos para que la sociedad se beneficie de ello, y tal es el objetivo de BCNLab. Con dos años de vida, la plataforma ya engloba una veintena de proyectos de innovación que se proponen hacer aflorar la participación ciudadana. Se trata de niciativas individuales o de propuestas que se enmarcan en la actividad de grupos, tal como ejemplarizan la Oficina de Ciencia Ciudadana, el Grupo de Tecnología Musical o la comunidad de juego.

BCNLab también se manifiesta en grandes acontecimientos de ciudad. La obra M.U.R.S. de La Fura dels Baus, que inauguró el Festival Grec, la presentación de la cantante virtual Ona durante la Mercè 2013 o el Festival de Ciencia, Tecnología e Innovación son buenas muestras de ello. Apps&Cultura, una nueva convocatoria que interpela a desarrolladores, a creativos y a cualquier persona que tenga una idea para llevar a cabo una aplicación para dispositivos móviles relacionada con la cultura, es una de las últimas iniciativas de BCNLab destinadas a convertirse en un clásico en el calendario innovador de la urbe.