Acerca de Cristina Sáez

Periodista especializada en ciència

La atención a los niños y los jóvenes, prioridad del Plan de Salud Mental

Foto: Arianna Giménez

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Barcelona pone énfasis en la atención a los niños, los adolescentes y los jóvenes en su Plan de Salud Mental, como grupos de población más vulnerables al sufrimiento y a los trastornos psicológicos. Es la única ciudad de España y una de las pocas de Europa con un proyecto de este tipo. En su primer año de vida se han puesto en marcha más del 80 % de las medidas previstas, centradas especialmente en la prevención y el diagnóstico precoz.

En casa nadie entendía qué pasaba. Siempre había sido una niña sociable, con amigos, y que sacaba muy buenas notas. Y sin embargo un día empezó a decir que no quería ir a la escuela. Que no se gustaba. Que no había pasado nada, pero que no quería salir a la calle. Tampoco quería saber nada de sus amigas. Y ante la idea de ir a clase, vomitaba y temblaba y sentía verdadera angustia. Tenía entonces catorce años.

Sus padres no sabían qué hacer y, desesperados, buscaron ayuda en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) del barrio. “La niña empezó a sufrir ansiedad y mucho estrés, sin ningún desencadenante claro. Parece que no llegaba a los estudios como ella quería y se bloqueó”, recuerda Luis Miguel Martín, psicólogo responsable de los CSMIJ de Ciutat Vella y Sant Martí, que la atendió.

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Una niña espera su turno en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) del Hospital del Mar.
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Seguramente llevaba mucho tiempo sufriendo antes de que sus padres empezaran a sospechar nada. Es bastante habitual que los niños callen cuando se sienten mal. Lo hacen por miedo, por vergüenza, porque no saben si están enfermos, porque no entienden qué les pasa, porque no tienen lenguaje para expresarse y somatizan su sufrimiento.

“Lo que hicimos fue darle herramientas para salir adelante –afirma Martín–. De la misma manera que para correr un maratón antes hay que entrenarse y ganar músculo, para afrontar determinadas situaciones en la vida tienes que entrenarte cada día. Así que le pusimos un plan diario, incluso con la hora a la que tenía que levantarse, porque había invertido horarios y dormía de día y estaba en vela de noche, con pequeñas tareas sencillas y la obligación de estudiar las asignaturas que le gustaban más. También le dimos medicación para reducir la angustia y los síntomas físicos. Ahora aquella niña estudia bachillerato y hace poco vino para hacernos una entrevista para el proyecto de final de grado que prepara sobre salud mental. Está recuperada”.

Como esta chica, entre el 10 % y el 20 % de los niños y adolescentes sufren un trastorno mental, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el caso de Barcelona, solo en el año 2014 se atendieron 10.517 menores por sufrimiento psicológico. Y esta cifra ha ido en aumento en los últimos años, como corrobora el hecho de que, por ejemplo, en 2016 los CSMIJ de la ciudad visitaron a más de 12.300 personas.

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El doctor Luis Miguel Martín, director de la línea de primaria y programas especiales del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones (INAD), atendiendo a un joven usuario del Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) del Hospital del Mar.
Foto: Arianna Giménez

“La mitad de las enfermedades mentales empiezan antes de los dieciocho años. Muchas tienen una base genética, que no es determinante para sufrir una enfermedad, aunque sí que es importante para que la persona la desarrolle. Los factores ambientales influyen, y mucho. De ahí la enorme importancia de la prevención”, señala Víctor Pérez, director del servicio de psiquiatría del Hospital del Mar y coordinador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) de la red biomédica CIBER, un consorcio formado por veinticinco grupos de investigación de ocho comunidades autónomas, que tiene su sede en el Instituto de Salud Carlos III de Madrid.

Precisamente la prevención del sufrimiento y de los trastornos mentales en la población infantil y juvenil, y también la adulta, es el principal objetivo del ambicioso Plan de Salud Mental que el consistorio presentó hace un año. Es pionero en Cataluña y en España, y uno de los pocos que existen en Europa. Estará vigente durante los próximos seis años y consta de ciento once acciones a corto y medio plazo dirigidas

a mejorar el bienestar psicológico de los barceloneses. Solo en el primer año de vida, con un presupuesto de más de cincuenta millones de euros, ya se han puesto en marcha con éxito el 82 % de las medidas proyectadas.

“Cuando entramos en el Ayuntamiento, en el informe que la Agencia de Salud Pública había elaborado con diferentes indicadores sobre la salud de los barceloneses, vimos que la salud mental suspendía. El 12 % de los ciudadanos padece un trastorno de salud mental, desde sufrimiento psicológico hasta trastorno grave. Era una cifra importante y teníamos que actuar”, afirma Gemma Tarafa, comisionada de Salud del consistorio.

Plan transversal con medidas sociales

Así pues, se constituyó una mesa de salud mental en la que estaban representados, entre otros, la Agencia de Salud Pública de Barcelona, los grupos políticos municipales, portavoces de las entidades sociales que trabajan en el ámbito de la salud mental y familias y personas afectadas. Durante siete meses trabajaron conjuntamente para elaborar la propuesta. “Consideramos que se requería una mirada transversal, no tan solo médica y sanitaria, entendiendo que determinados factores como, por ejemplo, la pobreza, la vivienda o el paro también influyen en la salud mental de las personas”, destaca Tarafa.

Por esta razón el plan prevé medidas como evitar desahucios y ofrecer pisos de alquiler social a familias en situaciones de riesgo, mejorar la inserción laboral de colectivos con situaciones socioeconómicas complejas o luchar contra la pobreza energética.

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Los niños, los adolescentes y los jóvenes son los grupos más vulnerables al sufrimiento psicológico.
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Y pone especial énfasis en los niños, adolescentes y jóvenes, el grupo de población más vulnerable. “Desde hace dos años tenemos datos específicos en el informe de salud sobre el colectivo de menores y observamos que se había producido un incremento de las cifras de sufrimiento psicológico entre el 2012 y 2016. Esto no significa que los menores tengan más trastornos mentales o enfermedades, sino que las condiciones en que viven les hacen sufrir más”, reconoce Pilar Solanes, directora del programa de salud del Ayuntamiento. En este sentido, el informe revela que en los distritos en peor situación socioeconómica los niños tienen un nivel más elevado de sufrimiento que en áreas de la ciudad con menos pobreza.

Del sufrimiento a la enfermedad

Los niños son los más vulnerables emocionalmente, porque, como explica Martín, responsable de los CSMIJ de Ciutat Vella y Sant Martí, les faltan recursos para afrontar y adaptarse a las situaciones difíciles que les rodean y tampoco tienen aún la madurez psicológica necesaria para elaborar las vivencias traumáticas vividas, como los desahucios de los padres, la violencia machista, la migración, la situación de paro en casa o las enfermedades.

“También hay que tener en cuenta los maltratos, los abusos de todo tipo, les vejaciones, que son mucho más frecuentes en los niños de lo que nos pensamos”, puntualiza Víctor Pérez, que es también patrón de la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña.

El sufrimiento se traduce en niños que no duermen, nerviosos, que se dedican a molestar a todo el mundo o que están tristes; que sufren trastornos somáticos y a veces crónicos como dolores o enfermedades intestinales, o incluso trastornos de conducta severos, como agresiones a los padres o a otros menores. Si este sufrimiento mental se cronifica, puede llegar a desembocar en enfermedad mental,como una depresión.

“Hay que proteger a los niños y a los adolescentes”, asevera Martín, que explica que en los CSMIJ cada vez atienden a más chicos y chicas con conductas autolesivas. “Intentan calmar el dolor o el desasosiego que sienten autolesionándose, como, por ejemplo, haciéndose cortes. No es que quieran suicidarse ni hacerse daño, sino que no saben gestionar reacciones o emociones adversas, carecen de una educación emocional, y de forma impulsiva adoptan estas conductas”, afirma el psicólogo.

Período de construcción de la personalidad

El Plan de Salud Mental establece una serie de medidas dirigidas a alfabetizar a la población en las emociones y a detectar precozmente el malestar psicológico o problemas mentales que puedan tener los niños, adolescentes y jóvenes, siempre desde la óptica de la prevención.

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Sesión del programa de educación emocional que se imparte con carácter de prueba piloto en la escuela Nou Patufet de Gràcia.
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En este sentido, por ejemplo, se ha puesto en marcha una experiencia piloto en diversas escuelas de la ciudad con el objetivo de valorar su eficacia antes de extenderla al resto de centros. Consiste en un programa para educar en las emociones a niños y niñas de entre tres y seis años, “que es cuando se construye la personalidad y más podemos incidir desde un punto de vista preventivo”, apunta Solanes, quien considera que “esta franja de edad es un período crítico para poner las bases de una buena salud mental”.

“Se trata de darles recursos y habilidades de carácter emocional para poder actuar ante emociones como la rabia o la frustración, por ejemplo”, señala Tarafa. El plan también contempla la formación de profesorado, monitores de ocio, monitores de comedor y actividades extraescolares para que incorporen las emociones en su manera de trabajar. Asimismo, se plantean talleres con las familias para trabajar estas habilidades. Además, en los barrios con peores indicadores de salud mental infantil y adolescente, está previsto dotar a las escuelas de profesionales, como educadores sociales, que apoyen a los profesores, así como a los niños con dificultades.

Otra medida contemplada en el plan, en este caso dirigida a los adolescentes, son los espacios de consulta joven que estarán ubicados, en 2019, en los diez distritos de la ciudad. Se trata de espacios físicos a los que podrán acudirlos jóvenes y adolescentes para exponer sus dudas o sufrimientos a los psicólogos, psiquiatras y educadores sociales que, en caso de considerarlo necesario, les derivarán a centros médicos. Ya hay una experiencia exitosa en marcha en el barrio de la Marina, conocida popularmente como Zona Franca.

“Es muy importante la prevención en los adolescentes para evitar cronificaciones. Es un momento del neurodesarrollo muy importante y crítico para evitar posteriores complicaciones. Hay que atender a los chavales con un servicio de inmediatez y proximidad, para intentar evitar que su sufrimiento derive en un trastorno mental o un desorden emocional importante”, alerta Martín.

Promover la inserción laboral de los jóvenes

Según el informe de salud de Barcelona, uno de los factores que más impacto tienen en el bienestar psicológico de los jóvenes es el paro, sobre todo el de larga duración. Por tal motivo el plan incluye medidas para reforzar la inserción laboral de los jóvenes, empezando por aquellos que viven en los distritos más desfavorecidos. También se prioriza la inserción de los jóvenes que sufren un trastorno mental diagnosticado, como esquizofrenia o depresión.

En última instancia se trata de desplazar la diana de los esfuerzos desde el tratamiento hacia la prevención de la enfermedad mental. “Es una revolución que tenemos que llevar a cabo como sociedad. Debemos aprender a identificar qué nos pasa y a gestionar las emociones, las positivas y las negativas (la frustración, el rechazo, la ira); hemos de saber escucharnos y escuchar a los demás admitiendo que pueden tener razón”, señala Tarafa.

“Se trata de identificar un malestar, conocer sus síntomas y atribuirlo a un problema emocional para integrarlo en la vida y no vivirlo como algo extraño”, añade Martín. Y afirma que solo así podremos cambiar el panorama de la salud mental.

Silvestra Moreno: “He hablado con los amigos imaginarios de una enferma para llevarla al médico”

Nacida en Madrid hace ochenta y tres años, llegó a Barcelona durante la Guerra Civil. Silvestra Moreno Impulsó la primera Asociación de Familiares de Enfermos Mentales de Cataluña y más tarde fundó la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña, que acaba de cumplir un cuarto de siglo de vida. En el año 2000 recibió la Creu de Sant Jordi por su lucha en defensa de los afectados por estas enfermedades, que, insiste, “no son cosa tuya ni mía, sino de todos. Le puede tocar a cualquiera”. En este artículo nos narra su experiencia.

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Silvestra Moreno, entrevistada para este reportaje, que ha dedicado gran parte de su vida a la defensa de los enfermos mentales.
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Cuando me casé, como era lo habitual entonces, y tuve hijos, cuidé de ellos y también de mis suegros. Un día mi suegro, que tendría unos ochenta años, empezó a sufrir demencia senil. Y se volvió agresivo. Creía que los vecinos querían robarle, que habían entrado en su casa, y cosas así. Reaccionaba de forma violenta, tanto que los vecinos tenían miedo de que algún día les hiciese daño. Y me dijeron que, o buscaba ayuda, o lo denunciaban.

»Y así empezó todo. Era el año 1980. Llevé a mi suegro al ambulatorio y el médico, cuando lo vio, ya no le pudo dejar volver a casa. Lo trasladaron de manera definitiva al Institut Mental de la Santa Creu i Sant Pau. ‘¿Y yo qué tengo que hacer ahora?’, pregunté. ‘Usted, nada, ya está’, me respondieron. ‘Escuche, que yo no traigo un paquete, que es una persona. Es el padre de mi marido y el abuelo de mis hijos.’ Hasta que murió, lo iba a ver dos veces al día.

»El Institut, sin embargo, estaba muy abandonado. Faltaba personal, los enfermos no recibían la atención necesaria. Unos años antes, la Administración había empezado a cerrar los manicomios y a devolver a los enfermos a casa. ¡Personas que llevaban ingresadas veinte, treinta años! Un desastre. No se adaptaban y las familias tampoco. Y otros estaban solos, sin recursos. ¿Dónde podían ir?

»Yo hablaba mucho con los pacientes jóvenes, y me decía: ‘Tengo cuatro hijos; si alguno de ellos enfermara y le tuviera que traer aquí, me moriría’. Por eso y por mi suegro empecé a implicarme en la lucha. Las familias, con el apoyo de algunos profesionales, nos empezamos a quejar tímidamente, a manifestarnos. Hasta que, en 1986, creé la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales de Cataluña.

»Como presidenta de la entidad estaba informada de todo, de los enfermos que morían, de los que trasladaban, de los que enviaban a casa. E iba muy a menudo al juzgado a llevar los papeles, porque solo un juez puede autorizar que una persona con una enfermedad de Alzheimer avanzada o una demencia pierda su derecho a la libertad y lo ingresen en un psiquiátrico. El fiscal apreciaba mi trabajo y me propusieron que la asociación se hiciese cargo de la tutela de enfermos que no tenían familia. Y así lo hicimos. Llegamos a tutelar cuatrocientos.

»Al cabo de seis años decidimos profesionalizarnos y creamos la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña, que justo ahora acaba de cumplir veinticinco años. Desde esta entidad básicamente se hacía de familia a los enfermos. Velábamos por que nadie decidiera sobre ellos sin tenerlos en cuenta, a ellos o a sus familias. Los íbamos a ver y les dábamos un poco de calor; queríamos que supieran que no estaban solos, y que, si necesitaban algo, desde la fundación les ayudaríamos en todo lo que pudiésemos. Conseguimos poder, algo que ahora desgraciadamente nos falta. Se nos escuchaba. Organizamos el segundo congreso europeo de asociaciones de familias de enfermos mentales. Y llegué incluso a presidir la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental.

»Veinticinco años ya de vida de la Fundación… Nunca imaginé que llegaríamos hasta aquí. Supongo que me dio fuerzas tener muy claro que la enfermedad mental no es ni tuya ni mía, sino que puede ser de cualquiera. Es cierto que las cosas, gracias a nuestra lucha, han cambiado un poco. Como mínimo ahora las personas están atendidas. Cuando empezamos con la Asociación y la Fundación, ¡había enfermos a quienes el psiquiatra solo veía una vez al año!

»Lo que no ha cambiado demasiado es el estigma. Y ahora, además, hay modas que hacen mucho daño. Como eso de ‘estar depre’. ¡Si supierais qué es tener una depresión de verdad…! Lo peor de una enfermedad mental es que el propio enfermo no tiene consciencia de ella, lo que hace que en su casa haya siempre una guerra declarada. Pobres familias. La empatía es clave. Yo he llegado a hablar por teléfono con una enferma y sus dos amigos imaginarios para lograr que fuera al médico. Si miro atrás, recuerdo las caras de muchas personas que se habían perdido y las reencontramos. Les ayudamos. Y eso me hace sentir bien”.

Xavier Martí: “El estigma hace más daño que la propia enfermedad”

Uno de cada cuatro barceloneses tiene un problema de salud mental. Los más comunes son la ansiedad y la depresión y, de los que requieren ingreso hospitalario, la bipolaridad y la esquizofrenia. Muchas de estas enfermedades empiezan a manifestarse durante la adolescencia y tienen una base genética. Es el caso de Xavier Martí (nombre real), nacido en Barcelona en 1962, que sufre esquizofrenia paranoide. Empezó a tener episodios en el instituto y ahora está tutelado por la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña. Estas líneas, en que Xavier resume su vida, constituyen un testimonio sobrecogedor.

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Xavier Martí en las instalaciones de Ràdio Gràcia, donde tiene un programa propio cada jueves por la tarde, de 6 a 7.
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“Decía mi padre: ‘Mi hijo es poeta’. Mira, siempre me ha gustado leer y escribir. Es mi refugio. Y me han premiado por mis poemas, pese a que no tengo nada publicado. Yo era el alumno más brillante de la escuela. No lo digo yo, ¿eh? Lo decían los profesores. Cuando llegué al instituto, sin embargo, empecé a sentirme extraño. Mi hermano mayor, Martín, ya estaba con agresividad, con sus rarezas, y se volvió contra la familia. Yo aguantaba entonces como podía. Pero sufría mucho. Y entonces padecí lo que se llama un episodio autorreferencial. Jesucristo, el máximo exponente de la tradición judeocristiana, me vino a ver a casa.

»La esquizofrenia te lleva a pensar las cosas distorsionadas, pero no te hace perder del todo el contacto con la realidad, excepto cuando te encuentras en la fase aguda: entonces ves y oyes cosas que no son, y te coge mucho miedo. Temblando, se lo expliqué a mis padres, que no entendieron nada de nada. Así que opté por callar. Siempre callado. Incluso en la mili. Yo ya sabía que algo fallaba y fui a hablar con el médico de allí, pero creyó que quería librarme y me echó. La gente no te entiende.

»Al regresar de la mili no podía más. Un día me dio un ataque de risa y no podía parar de reír. Y me ingresaron por primera vez. Cuando salí de allí acepté trabajos odiosos. Yo quería escribir, soy poeta, pero la medicación me dejaba inútil. Trabajaba de carpintero en un centro especial de trabajo. Me encontraba muy mal. Pensé en suicidarme. E intenté tirarme por el balcón de casa. Entonces me cambiaron la medicación. Todos los tests decían que yo tenía grandes capacidades, pero me llevaron a trabajar de lavaplatos. Una mierda de trabajo.

»Tengo que aguantar. Tengo que ser fuerte. Tengo que aguantar. Ahora tengo que hacer de cuidador, de mi madre y de Martín. Mi madre es mayor y tengo que acompañarla a todas partes, y Martín, de sesenta y tres años, tiene una insuficiencia renal crónica y necesita ser el centro de atención. También tiene esquizofrenia paranoide y él, además, una demencia precoz. Yo nunca he sido agresivo como él. Pero a mí me han ingresado dos veces y a él ninguna. Ya ves.

»Tengo otro hermano, Toni, que no tiene la enfermedad. Me quiere mucho. Si me ve un poco nervioso, me pregunta si me he tomado la medicación. Eso es típico. Pero no puedo enfadarme, porque los que tenemos una enfermedad mental no podemos enfadarnos, porque si nos enfadamos es porque no nos hemos tomado la medicación. Toni lo ha pasado muy mal por la situación que tenemos en casa. Ha llorado mucho.

»¿Qué más da si es genético o no? A estas alturas de la vida… Y además, yo no tendré hijos. Pero nunca me han hecho ningún análisis del genoma. A mi padre le daba igual lo que me pasara. Como si yo fuese culpable. Mi madre todavía no lo entiende. Para la gente de su generación, los locos no somos personas normales. Una persona con cáncer es una persona normal. Pero una persona con enfermedad mental, no es normal.

»Como los jueces, que dicen que yo no puedo decidir a quién votar, como si fuese un niño. ¿Puedes creértelo? Cuando leí la sentencia judicial que me incapacitaba…, ¡por el amor de Dios! Me dolió mucho que me lo hiciesen. Hasta aquel momento nunca me había enfadado con la psiquiatría.

»La segunda vez que me ingresaron fue una liberación. Entonces fue cuando me di cuenta de que tenía un problema; hasta ese momento no lo había aceptado. Mi padre me ayudó a que me dieran la disminución. E hice unos cursos de copistería en la Fundación Joia. Y llegué a trabajar en una copistería tres años. Entonces a mi padre se le declaró un cáncer y pensó que alguien se tendría que hacer cargo de nosotros cuando él falleciera. Y nos pusimos en contacto con la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña, que nos tutela. Controlan el dinero, hacen actividades en las que participo como, por ejemplo, las cenas de Navidad, y tomo un café de vez en cuando con los referentes tutelares de la fundación, que me acompañan también a las visitas al médico.

»Me gustaría escribir. No he publicado nada, pero tengo muchas recopilaciones de poesía. He impartido talleres de escritura en asociaciones y centros cívicos, he puesto en marcha talleres de creación poética, de escritura en general. Ahora, en la Asociación de Vecinos del Coll-Vallcarca, tengo cuatro alumnos. Y colaboro en Ràdio Gràcia, cada jueves por la tarde de 6 a 7.

»Antes tenía amigos, incluso una amiga, una chica que me quería mucho y de quien estaba muy enamorado. Cuando me vio al volver de la mili no quiso saber nada más de mí. Se casó con otro. Ya no quiero más relaciones con mujeres, no quiero sufrir. Los compañeros del instituto, cuando empezaron a ver mis rarezas, me llamaban loco y me dejaron de lado. Loco, me gritaban. El estigma. Hace más daño que la propia enfermedad.

»Recuerdo cuando trabajaba en un centro especial de carpintería, que venía un psiquiatra a darnos conferencias. Era en 1987. Y nos dijo que nos tendrían que esterilizar para no propagar la enfermedad. ¡Como si fuésemos unos apestados!

»Ahora vuelvo a estar deprimido. Como hacía muchos años que no lo estaba. Me falta ánimo. La situación política también me afecta. ‘Esto que piensas ahora, Xavi, ¿lo sientes realmente, lo sentirás mañana por la mañana?’, no dejo de preguntarme. Pero no quiero más medicación. Así que después de la cena, aunque sea temprano, me pongo la música que me gusta, me tomo las pastillas y me estiro en la cama. Me siento tan cansado…”

Radiografía de la salud mental de los barceloneses

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

El sufrimiento y la enfermedad mentales incrementaron su incidencia entre 2011 y 2016, en relación con periodos anteriores. Los parados y los sectores sociales más desfavorecidos resultaron especialmente vulnerables. Los problemas de salud mental también afectan más a las mujeres.

A partir de los datos recogidos en el Plan de Salud Mental de Barcelona 2016-2022 obtenemos la siguiente imagen de la salud mental de los barceloneses. Entre 2011 y 2016 el sufrimiento y la enfermedad mentales experimentaron un repunte, sobre todo en el caso de los hombres de entre dieciocho y sesenta y cuatro años, en que la prevalencia pasó del 11,5 % al 16,2 %. Con todo, estos problemas de salud siguen afectando más a las mujeres, con una prevalencia que en este período pasó del 16 % al 18,9 %. En esta franja de edad, la prevalencia de mala salud mental en las personas en paro es de más del 25 %, y también entres las clases sociales más desfavorecidas, con una prevalencia del 27,3 % entre los hombres y del 31,3 % entre las mujeres.

En cuanto a la población mayor de sesenta y cuatro años, entre 2011 y 2016 la prevalencia de mala salud mental pasó del 13,5 % al 17,6 % en hombres y del 24,9 % al 23,8 % en mujeres.

Si nos centramos en dos de las franjas de edad consideradas prioritarias por el Plan de Salud Mental, la infancia y la adolescencia, un 42 % de los ingresos en urgencias psiquiátricas del Hospital Sant Joan de Déu fueron por conductas autolesivas, según datos presentados en el VI Congreso Catalán de Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia, celebrado en CosmoCaixa en 2017. El 9,9 % fueron por conductas suicidas. Un 34,4 % de las consultas y un 36,6 % de los diagnósticos sobre salud mental de niños y adolescentes son por motivos de trastorno de la conducta.

El 58 % de los trastornos mentales en general se desarrollan en jóvenes mayores de doce años, seguidos de la franja de edad de entre cinco y doce años, que supone un 39 % de estos trastornos. Los niños de entre cero y cinco años solo representan el 3 % de los casos.

Hasta un 30 % de la patología mental en edad adulta está vinculada con el maltrato, tanto físico como psicológico, y abusos padecidos durante la infancia.

Envejecer con más calidad de vida

Los avances científicos del último siglo han aumentado la esperanza de vida en treinta años. El incremento, sin embargo, comporta un peaje: las enfermedades asociadas al envejecimiento, como el cáncer, el párkinson o el alzhéimer. Los investigadores centran sus trabajos en intentar evitar su avance.

© Òscar Julve

Si hubiéramos nacido hace un siglo, seguramente lo habríamos tenido bastante más complicado para llegar a viejos. Los avances de la ciencia a lo largo del siglo, que han conseguido erradicar algunas enfermedades y cronificar otras, han permitido que vivamos, por término medio, treinta años más. Este aumento, sin embargo, va acompañado de un peaje: el incremento de la prevalencia de enfermedades asociadas a la edad, como el cáncer, la diabetes y las cardiopatías, y también las neurodegenerativas, como el alzhéimer y el párkinson.

En este escenario, la ciencia, y en concreto la biomedicina, se revela como una herramienta primordial. Cataluña, según el último informe Biocat 2013, ocupa una posición puntera en investigación e innovación en este sector en España. Concentra un gran número de parques científicos y centros de investigación, claves para la investigación de frontera, y está considerada una de las regiones biomédicas más importantes de Europa. Algunos de los científicos que investigan en Cataluña sobre envejecimiento y enfermedades asociadas son referentes a escala internacional.

Es el caso de Pura Muñoz-Cánoves, investigadora ICREA en la Universidad Pompeu Fabra, que ha publicado en la revista Nature un estudio que cambia la visión que la ciencia tenía del envejecimiento. “Vamos decayendo poco a poco, de manera casi imperceptible, pero después se produce un declive brusco y dramático, irreversible, que coincide con la entrada en la edad geriátrica, cuando los tejidos pierden su capacidad de regenerarse”, explica esta experta. Muñoz ha descubierto que, al menos en los músculos, el tejido que ella estudia, este punto de no retorno se produce cuando aparece en escena una proteína denominada P16. En experimentos con ratones ha observado que, si se bloquea esta molécula, puede restaurarse la capacidad regenerativa de las células madre, de modo que se consigue un cierto efecto rejuvenecedor.

Albert Armengol
Personas mayores hace ejercicio en las instalaciones de gimnasia situadas tras el Parque de Investigación Biomédica.

Epidemias del siglo xxi

Dos de las enfermedades en las que el envejecimiento es el factor de riesgo más importante son el alzhéimer y el párkinson, ambas consideradas por los expertos epidemias del siglo xxi. De estas enfermedades, denominadas complejas, se desconocen las causas y también el origen, y no tienen cura, solo tratamientos para paliar los síntomas y tratar de evitar su avance. En el caso del alzhéimer, afecta a una de cada diez personas mayores de sesenta y cinco años y su prevalencia va en aumento. En un estudio realizado el año pasado, la Federación Internacional de Asociaciones de Alzhéimer estimaba que en 2050 habría 135 millones de personas con demencia en el mundo y el alzhéimer sería la más común.

Natàlia Carulla, investigadora del Ramón y Cajal, centra su trabajo en el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) en una de las proteínas que están implicadas en la enfermedad, la beta amiloide. Ha desarrollado herramientas y metodologías para estudiar esta molécula en el laboratorio. Se sabe que hay un momento en que la célula secreta beta amiloide en más cantidad; como es muy pegajosa, se une consigo misma y empieza a formar cúmulos con diferentes estructuras. “Queremos saber si hay determinados patrones de beta amiloide que sean más tóxicos para la célula que otros y si están implicados en la muerte neuronal. Conocer estos patrones sería clave para desarrollar moléculas terapéuticas que eviten su formación y, por lo tanto, su toxicidad”, explica Carulla.

También en este centro, pero desde una aproximación completamente opuesta, el investigador ICREA Patrick Aloy, al frente del Grupo de Bioinformática Estructural y Biología de Redes, estudia el alzhéimer. No obstante, en lugar de centrarse solo en uno de los actores implicados en la enfermedad, se enfrenta a ellos de manera global, uniéndolos en una especie de red de interacción de proteínas y genes. “Esperamos poder crear un modelo informático dinámico de la enfermedad que nos permita representar la evolución a escala molecular, de forma que podamos entender su origen y cómo progresa, para, al final, desarrollar fármacos que bloqueen su progresión”, afirma Aloy.

Uno de los avances más importantes se ha producido en los últimos seis años, al descubrirse que, aunque los síntomas aparecen en la vejez, el cerebro empieza a alterarse hasta dos décadas antes. Detrás del importante hallazgo está José Luis Molinuevo, neurólogo del Hospital Clínic de Barcelona y director del BarcelonaBeta Brain Research Center, de la Fundación Pasqual Maragall. “Hace diez años empezamos a estudiar a personas sanas en las que, al hacerles una punción lumbar y analizar el líquido cefalorraquídeo, encontrábamos concentraciones anormales de las proteínas que sabemos que están implicadas en el alzhéimer. Descubrimos que su cerebro ya estaba alterado, que funcionaba de modo distinto, e incluso con resonancia magnética funcional podíamos ver que tenían un menor grosor de la corteza cerebral”, explica Molinuevo.

Saber que la enfermedad empieza a gestarse a partir de los cuarenta años ha supuesto un cambio de paradigma: ahora el énfasis no se pone tanto en tratar de curarla, sino en prevenirla. “Se trata de llevar una vida saludable, vigilar el colesterol, el peso, la hipertensión, el azúcar. No fumar, practicar deporte cardiovascular a diario, dormir ocho horas al día y también estar activo socialmente”, recomienda Jordi Camí, director de la Fundación Pasqual Maragall, una entidad que ha iniciado un estudio pionero llamado ALFA (Alzhéimer y Familias). En el proyecto participan como voluntarios 2.700 hijos de enfermos de alzhéimer, de entre cuarenta y cinco y ochenta años, a los que seguirán durante años y les practicarán diversas pruebas, desde test cognitivos hasta pruebas de imagen cerebral y punción lumbar para intentar ver qué procesos ocurren en el cerebro para que se produzca la neurodegeneración.

El párkinson es otra enfermedad asociada al envejecimiento. En el mundo hay 6,3 millones de personas afectadas, según la Asociación Europea de la Enfermedad de Parkinson (EPDA). Suele aparecer a partir de los sesenta años, aunque un 10 % de los pacientes se les diagnostica antes de los cincuenta. Las alteraciones del movimiento se deben a una pérdida progresiva de un tipo de neuronas que producen el neurotransmisor dopamina, un elemento clave del circuito que controla el movimiento.

Albert Armengol
Eulàlia Martí, investigadora del Centro de Regulación Genómica.

En el Centro de Regulación Genómica, la investigadora Eulàlia Martí coordina una línea de investigación propia sobre las ARN no codificantes, un tipo de moléculas que, aunque se encargan de producir proteínas, tienen una importante función como moduladores de la expresión y la función de otros genes. Las ARN no codificantes son esenciales para el correcto funcionamiento de las células, y los científicos han comprobado que cuando se altera su función pueden llegar a provocar procesos patológicos.

Martí estudia muestras de cerebros en diferentes estadios de la enfermedad, y también sanos, con el objetivo de encontrar eventuales alteraciones en la expresión de estas moléculas. “En estadios preclínicos, antes de que la persona haya sido diagnosticada de párkinson, la expresión de las moléculas está perturbada”, indica la investigadora. También ha efectuado experimentos in vitro donde hacen crecer neuronas en placas y manipulan su ARN no codificante imitando el patrón de regulación que ven en el cerebro, y así se comprueba que las células “reproducen procesos típicos de la enfermedad de párkinson”. La investigadora explica que “seguramente son perturbaciones iniciales que después participan en la evolución de la enfermedad. Esto puede ser relevante para comprenderla mejor y porque nos abre una ventana terapéutica”.

Aunque por ahora no hay cura ni tratamiento eficaz para estas patologías, los expertos son optimistas y creen que en un futuro no muy lejano habremos conseguido entender mejor las bases para prevenirlas y actuar contra ellas.