Acerca de Joaquim Elcacho

Periodista especializado en ciencia y medioambiente

Protocolos para desarrollar las nuevas ciudades

La City Protocol Society ya está en marcha. Después de poco más de un año de preparación, en octubre de 2013 quedó formalmente constituido en California el consorcio internacional que promueve el denominado City Protocol, un conjunto de acuerdos y estándares para avanzar en el desarrollo de las ciudades inteligentes. Barcelona tiene un papel destacado en el proceso.

© Oriol Malet

San Ramón es una pequeña ciudad situada a unos cuarenta kilómetros al este de San Francisco (California, Estados Unidos) y a unos cincuenta al norte del corazón del Silicon Valley. No es tan conocida como Palo Alto, Cupertino, San José o Menlo Park, pero quizás lo será a medio plazo, porque San Ramón es la sede oficial de la City Protocol Society, una organización sin ánimo de lucro que promueve la definición y la adopción de estándares globales para la transformación progresiva de las ciudades en lo que se conoce internacionalmente como smart city o ciudad inteligente.

La localidad californiana de San Ramón acoge la sede oficial de la City Protocol Society, pero buena parte del alma del proyecto se encuentra en Barcelona, la capital que acoge también, hoy por hoy, el secretariado de esta joven entidad (en el recinto modernista de Sant Pau, en concreto).

“El proyecto surgió de una reflexión sobre el futuro de las ciudades inteligentes y la necesidad de compartir experiencias y soluciones”, recuerda Manel Sanromà, gerente del Instituto Municipal de Informática del Ayuntamiento de Barcelona y, desde el pasado mes de octubre, presidente de la City Protocol Society. “Las empresas diseñan su tecnología para dar soluciones a los problemas de las diferentes ciudades, pero como todas las ciudades tienen problemas similares, el resultado es que se aportan soluciones similares pero sin mucha colaboración entre las ciudades y sin disponer de recomendaciones o estándares que permitan llegar a las soluciones de forma más eficiente y ágil”, detalla Sanromà.

Esta reflexión sobre la realidad de las ciudades inteligentes dejaba en evidencia la necesidad de poner en marcha un foro donde las ciudades, las empresas, el mundo académico, los centros de investigación y la sociedad civil participaran en el estudio de los problemas y la propuesta de recomendaciones o estándares de uso común.

Organizar un proceso de este tipo –con miles de ciudades, empresas e investigadores trabajando en paralelo– no parece demasiado fácil, pero la experiencia de internet ofrece una posible respuesta. “El milagro de internet es que diferentes empresas, fabricantes y usuarios acabamos trabajando con unos mismos estándares, unos estándares de facto que no han sido impuestos, sino que se han creado de abajo arriba”, recuerda Manel Sanromà, buen conocedor del proceso de creación del Internet Protocol y de la Internet Society.

La reflexión sobre la realidad de las smart cities en proceso de desarrollo y la experiencia de internet llevaron a proponer la creación de un City Protocol, mediante un proceso que lideraría la City Protocol Society. La propuesta empezó a elaborarse en Barcelona en un encuentro celebrado en verano de 2012 en el que participaron más de 200 expertos y representantes de 33 ciudades, 15 universidades y medio centenar de empresas e instituciones.

Después de un año de preparación y trabajos, el pasado mes de octubre la City Protocol Society quedó constituida formalmente con el apoyo de unas treinta ciudades, empresas y centros universitarios o de investigación.

Manel Sanromà destaca, aparte del acto fundacional, que la parte fundamental del proceso “empieza ahora con la creación de grupos de trabajo para abordar temas concretos en ámbitos como la energía, la movilidad, el medio ambiente o la tecnología. Esta task force empezará a elaborar las recomendaciones, los acuerdos y, en el futuro, posiblemente también los estándares comunes para el desarrollo de las ciudades”.

Una parte esencial de este proceso consiste en la definición de un proceso participativo que lleve a la adopción de acuerdos y protocolos a escala mundial. El City Protocol puede afectar a muchos aspectos o niveles de lo que se denomina smart city, pero, seguramente, las áreas donde es más fácil llegar a definir estándares comunes son las relacionadas con las tecnologías. “Estandarizar la gobernanza es una tarea que se prevé difícil, pero tenemos que contar, por ejemplo, con el open data, con un sistema estandarizado para publicar los datos de las ciudades. Es posible plantearse la definición de estándares mundiales”, afirma el gerente del Instituto Municipal de Informática.

En temas de actualidad y con mucho futuro, como la utilización de los vehículos eléctricos en las ciudades, el City Protocol puede servir para establecer estándares con respecto a las características de los sistemas y los puntos de recarga. “Sin duda encontraríamos muchos ejemplos prácticos, pero lo importante es que el City Protocol se puede extender a todas las áreas de lo que consideramos la anatomía de las ciudades –declara Sanromà–. En algunos casos llegaremos a acuerdos y en otros nos tendremos que limitar a apuntar recomendaciones, pero en absoluto cabe imponernos limitaciones porque el campo de trabajo es muy amplio”, explica Manel Sanromà.

Después de poner en marcha el proceso City Protocol y de la constitución legal de la City Protocol Society, el objetivo inmediato es “ir extendiendo la idea y el movimiento para conseguir sumar hasta un centenar de organizaciones este año 2014, incluyendo varias docenas de ciudades”, avanza Sanromà. De modo paralelo, la City Protocol Society continuará trabajando en la organización de su task force, grupos de personas de todos los sectores implicados que, en calidad de voluntarios, trabajan en la discusión de los problemas y en la preparación de propuestas y protocolos.

¿Qué es el City Protocol?
Se trata de un sistema de racionalización de la transformación de las ciudades basado en el diálogo y la búsqueda de informaciones, recomendaciones y estándares compartibles por todas las comunidades urbanas del mundo. La City Protocol Society (CPS), por su parte, es una organización internacional sin ánimo de lucro formada por ciudades, empresas, instituciones académicas y otras organizaciones sociales que tiene por objeto liderar la creación del City Protocol.

El City Protocol pretende trabajar en todas las áreas que afectan a la vida y al desarrollo de las ciudades y sus habitantes. Los grupos de trabajo encargados de elaborar las propuestas de acuerdos y estándares (City Protocol Task Force) se organizan en ocho áreas genéricas: medio ambiente (aire, tierra, agua), infraestructuras (información, agua, energía), edificios (hogares, edificaciones), espacios públicos (calles, plazas, parques), funciones (vivir, trabajo, salud), ciudadanos (personas, organizaciones), flujos de información (leyes, economía, metabolismos) y actuaciones (resiliencia, autosuficiencia, habitabilidad, seguridad e innovación).

Implicación de ciudades, entidades y empresas
“Barcelona ha promovido la idea y está decidida a seguir impulsando el proyecto con el máximo apoyo del alcalde Xavier Trias, pero hay muchas otras ciudades y entidades que están jugando muy fuerte en este proceso que ahora empieza y que habrá que ir extendiendo por todo el mundo”, destaca el presidente de la City Protocol Society.

La reunión constitutiva de la nueva sociedad se celebró el 31 de octubre del 2013 en Barcelona, y en su transcurso se designó una junta inicial formada por representantes de las ciudades de Ámsterdam, Barcelona y Quito, de las empresas Cisco y GDF Suez, del Instituto de Computación de la Universidad de Chicago y de la Academia de Ciencias de Nueva York. También son miembros las ciudades de Dublín, Génova y Moscú, así como las empresas y entidades Cast-Info, Cityzenith, Microsoft, Opticits Ingeniería Urbana, Schneider-Televent, el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC) y la Universidad Rovira i Virgili (URV).

Valentí Fuster. El compromiso social del médico

“Tenemos un compromiso ineludible con la sociedad”, afirma el doctor Fuster, director del Instituto Cardiovascular del Mount Sinai Medical Center, de Nueva York, y del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III, de Madrid. La vocación social ha llevado a este médico barcelonés, una de las máximas autoridades en cardiología, a realizar una gran tarea como divulgador y educador.

Fotos: Pere Virgili

Fotos: Pere Virgili

Permítame que empiece con una anécdota: hay algunas reseñas que indican que usted nació en Cardona…

Sí, ese es un error de algunas notas biográficas que se pueden encontrar en internet. Estoy muy involucrado con Cardona como hijo adoptivo y allí nació mi mujer, pero la verdad es que yo nací en Barcelona.

Su relación familiar con Barcelona no podía ser más estrecha: su padre, el doctor Joaquim Fuster i Pomar, fue director de psiquiatría del Hospital de Sant Pau; sus dos abuelos, médicos, y uno de ellos –Valentí Carulla i Margenat– rector de la Universitat de Barcelona de 1913 a 1923.

No pude conocer en persona a mi abuelo materno, Valentí Carulla, un hombre muy interesante y e implicado en la educación, pero me documenté mucho y tuve la oportunidad de escribir su biografía. Consiguió que a las escuelas de Cataluña pudiera asistir todo el mundo, independientemente de la situación económica familiar. Mi padre fue director de psiquiatría de Sant Pau y después dirigió el hospital mental de Sant Andreu. En Pedralbes tenía su clínica privada, muy cerca de casa. Mi abuelo paterno también era médico, en Mallorca. Mi hermano mayor es neurofisiólogo y trabaja en Los Ángeles.

¿Qué recuerdos familiares guarda de la Barcelona de la época de sus padres?

Mi padre era un intelectual y recuerdo muy bien las reuniones que tenía cada domingo con el grupo que llamábamos “la peña”. Era de Mallorca y vino a vivir a Barcelona; la familia se estableció en Pedralbes, donde tenía su clínica. Me supo dar libertad para mi desarrollo personal; eso lo apreciaré siempre. En cuanto a mi madre, me inyectó una fuerte inquietud social.

Aparte de la tradición familiar, ¿cuándo decide que su carrera profesional estará dedicada a la medicina?

Estudié bachillerato en los Jesuitas de Barcelona. Quería hacer agricultura porque siempre me han gustado mucho la naturaleza y la investigación del terreno, pero por entonces no había estudios universitarios de agricultura en Barcelona y era difícil moverse del ambiente familiar. Al final me decidí por la medicina, influenciado también por el profesor Pere Farreras i Valentí, uno de los médicos de más proyección del país y también en el ámbito internacional.

Su hermano mayor escogió la misma especialidad médica que su padre. ¿Por qué se decidió usted por la cardiología?

El primer motivo es que el doctor Farreras sufrió un infarto, me parece que a los 42 años. Era mi tutor o mentor. Me dijo que la cardiología era un campo de la ciencia que no dominaba como los otros y que yo podía dedicarme a él. Este consejo fue absolutamente trascendental para mi carrera.

¿Cómo recuerda la Barcelona de los años sesenta, cuando usted estudiaba medicina en la Universitat de Barcelona, entonces más conocida como Universitat Central?

El aspecto más positivo que recuerdo es la relación intelectual con algunos compañeros, como el filósofo Eugenio Trías Sagnier, el arquitecto Manuel de Solà-Morales o Agustí Arana. Hacíamos reuniones como las que tenía mi padre con su peña.

¿Y de su breve paso por el Hospital Clínic, en su última fase de formación en Cataluña?

Había algunos catedráticos muy buenos, tres o cuatro… Pero otros se limitaban a trabajar con apuntes. Yo prefería estudiar con libros, por ejemplo, de lengua inglesa, y veía los apuntes como un recurso intelectualmente muy poco ambicioso. Tuve algunos catedráticos que no sabían motivar a sus alumnos. Esta fue una de las razones de que saliera de España; quería buscar algo que me motivara. El doctor Farreras me ayudó a ir al Reino Unido, donde se practicaba una medicina más sencilla, menos técnica. A la vuelta me marqué el objetivo de Estados Unidos, y allí me quedé…

¿Fue difícil la llegada a Estados Unidos?

No, muy fácil. Me escribieron unas buenas cartas de recomendación desde el Reino Unido y me aceptaron en la Clínica Mayo. Tuve que empezar de cero, pero valió la pena.

¿Cuál es –o era– la gran diferencia entre la investigación que se lleva a cabo en Norteamérica y la que se realiza en otros lugares, como por ejemplo en España?

La motivación. En Estados Unidos se da todo el apoyo a quien trabaja, desde el primer día. Es absolutamente fundamental en aquella cultura. Por otro lado, es un país que exige mucho. Si trabajas te dan dos, pero te exigen cuatro y seis…

¿Cuáles son los desafíos actuales en el mundo de la cardiología?

El primero de los grandes retos es pasar de tratar las enfermedades a promocionar la salud. La prevención es una pieza clave; los países desarrollados gastan miles de millones en tratar enfermedades que podrían prevenirse. La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en el mundo, ya que cerca del 40% de las muertes se deben a este tipo de problemas. Estamos ante una epidemia porque tenemos problemas de sobrepeso, de mala alimentación, de tabaquismo, de falta de ejercicio físico… Hay que hacer prevención, porque al ritmo actual será imposible hacer frente a los gastos que provoca el tratamiento de la enfermedad.

Comentaba otros retos desde el punto de vista médico…

Hay que avanzar y relacionar los estudios sobre el corazón y el cerebro. También estamos avanzando mucho en las tecnologías de la imagen, la genética y la regeneración tisular. Asimismo, es muy importante que sepamos trasladar nuestros conocimientos de forma rápida a los pacientes. Por último, de manera más general, tenemos que responder a nuestra responsabilidad social: los médicos tenemos un compromiso con la sociedad que no podemos olvidar.

Puesto que siempre estamos reclamando soluciones casi milagrosas, permítame que le recuerde una de las ilusiones actuales de los profanos en la materia: ¿cuándo conseguiremos regenerar un corazón dañado por un infarto usando células madre?

Muchos equipos de todo el mundo están trabajando con células madre. En el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, en Madrid, estamos llevando adelante algunas líneas en este campo. Seguro que tendremos resultados positivos, pero, aunque una parte de la sociedad y muchos periodistas preguntan constantemente por este tipo de soluciones, la fórmula más efectiva de avanzar está a nuestro alcance: adoptar hábitos de vida más saludables.

Fotos: Pere Virgili

Fotos: Pere Virgili

Usted hace especial hincapié en la educación infantil…

Es un elemento muy importante, porque lo que un niño aprende a los cuatro o cinco años es trascendental para su vida como adulto. Si aprende a alimentarse correctamente y a cuidar su cuerpo, eso perdurará durante muchos años.

Explíquenos cómo empezó la campaña de educación de hábitos saludables para los niños a través de la serie de televisión Barrio Sésamo.

En una reunión de expertos que se llevó a cabo sobre el gran problema de la obesidad en Estados Unidos expuse mis opiniones críticas para con la industria alimentaria. A la salida vino a verme uno de los responsables de la productora de Barrio Sésamo y decidimos colaborar. Ahora trabajamos en programas de educación para la salud con niños de todo el mundo.

¿La experiencia se ha trasladado también a España?

La Fundación SHE y Sesame Workshop, con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso, llegaron a un acuerdo para producir una nueva serie de Barrio Sésamo en España. El año pasado se emitieron veintiséis episodios dirigidos a niños de tres a seis años, en los que los protagonistas son la nutrición, la actividad física, el conocimiento del cuerpo y del corazón y el bienestar socioemocional. Un equipo de expertos internacionales y locales ha elaborado el contenido, para inculcar a los más pequeños hábitos saludables que les beneficien a lo largo de su vida. La serie tiene un gran potencial para expandirse en otros países.

De ahí surgió el proyecto de su Fundación SHE (Science, Health and Education). ¿O son evoluciones diferentes?

Tenemos muchos programas y actuaciones paralelas en temas de educación sobre salud para personas de diferentes edades, y vimos la necesidad de concentrar toda la actividad en una fundación que se dedicase a trabajar sobre la base de la investigación científica para promover la salud mediante la comunicación y la educación. La colaboración con Barrio Sésamo se enmarca en uno de los proyectos de la fundación.

¿Y cómo funciona el otro de los grandes proyectos de SHE, el dedicado a la salud integral?

La Fundación privada SHE, que presido, tiene en marcha el programa SI! [Salud Integral!], que actualmente cuenta con la participación de más de 11.000 niños y niñas de 61 escuelas. El objetivo es ir más allá de la prevención de la obesidad, tratando la salud integral a partir de cuatro componentes básicos e interrelacionados: la adquisición de hábitos saludables de alimentación, la actividad física, el conocimiento del funcionamiento de nuestro cuerpo –y en especial el corazón–, y la gestión de las emociones y el fomento de la responsabilidad social como factores de protección frente a las adicciones y el consumo de sustancias como el tabaco o las drogas.

Su receta para la salud cardiovascular es tan fácil de enumerar como –para algunos– difícil de seguir. ¿Puede recordarnos los ingredientes básicos de la misma?

Como le comentaba, la pieza clave es la prevención. Pero si queremos saber en general cómo conseguir una vida más saludable, hay que destacar tres o cuatro cosas concretas: hacer ejercicio físico, evitar el sobrepeso y la obesidad, mantener una presión arterial adecuada y no fumar. ¿Cree que la gente no sabe estas cosas? Pues ahora lo importante es lograr ponerlas en práctica.

Antes empleábamos la palabra “receta”, y hay que recordar que usted ha escrito libros de divulgación acompañado de expertos y personalidades de muchos otros campos, uno de ellos, el prestigioso cocinero Ferran Adrià. ¿Qué recuerda en especial de esta colaboración?

Ferran Adrià ha realizado aportaciones muy destacadas a la cocina moderna y los últimos años también ha desarrollado una evolución importante para avanzar en otros campos como la cocina más saludable y más accesible. Nuestra colaboración en el libro puede parecer una paradoja, porque un investigador como yo habla de cocina y un cocinero como Ferran Adrià se acerca al mundo de la investigación. Ambos compartimos la necesidad o la obligación moral de salir a la calle y explicar cosas importantes como las formas más sencillas de evitar un infarto o los aspectos más básicos de la buena alimentación. El periodista Josep Corbella logró plasmarlo en el libro.

Dirigiendo centros de investigación a ambos lados del Atlántico y líneas de investigación de primer nivel mundial, ¿cómo se las arregla para, además, escribir libros y llevar a cabo divulgación de la ciencia?

Lo hago como contribución a la sociedad que tanto me ha dado. Es un gesto de responsabilidad. En el caso de los libros, he escrito en colaboración con personas destacadas como Ferran Adrià, como acabamos de comentar; el psiquiatra Luis Rojas Marcos [Corazón y mente], o el escritor y economista José Luis Sampedro [La ciencia y la vida]. El primero de esta serie de libros lo escribí con la colaboración del periodista Josep Corbella [La ciencia de la salud]. En todos los casos destacaría que me he encontrado con personas muy motivadas, muy comprometidas con la sociedad, aunque a veces pertenezcan a campos distintos y tengan formas de pensar diferentes a las mías.

En cualquier caso, defienda un poco su campo de trabajo: ¿la sociedad tendría que conceder un mayor reconocimiento a la investigación científica e invertir más en ella?

Es obvio que la sociedad no reconoce lo suficiente el trabajo de los investigadores y la importancia de la ciencia. Nuestro futuro depende de la educación y la ciencia, y por eso es necesario que los ciudadanos tengan una cultura científica más amplia, que la investigación sea un tema destacado. Los medios de comunicación y los periodistas tienen un papel importante que desempeñar, para hacer saber a la sociedad que la ciencia es el combustible del futuro de un país.

¿Cómo ve el futuro de la investigación científica en España en general y en Cataluña en particular?

Con preocupación. Durante mucho tiempo se ha estado trabajando intensamente para hacer avanzar la ciencia y ahora se plantean retos y problemas a superar de grandísimo relieve. De todos modos, tengo la esperanza de que se podrá mantener la línea positiva. En el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, que está en Madrid pero que se extiende a toda España y al extranjero, estamos trabajando en muchos proyectos que suponen avances importantes para la ciencia, y nuestra ambición es poder continuar por este camino. Cataluña es una de las regiones europeas en las que realmente hay investigadores de gran calidad y donde se hace muy buena investigación científica. Si se ejecutan recortes importantes en el presupuesto de investigación científica, estaremos poniendo en peligro el futuro.

¿No ha echado de menos nunca dedicarse plenamente a la medicina en Barcelona?

Tengo una relación muy estrecha con Barcelona. Trabajo en muchos proyectos relacionados con la investigación y la salud en la ciudad, y estoy muy contento de poder seguir con este trabajo.

Premio Nacional de Cultura 2012

El doctor Valentí Fuster ha sido galardonado en Cataluña con el Premio Nacional de Cultura de 2012, dentro del apartado de Pensamiento y Cultura Científica, por “sus aportaciones a la biomedicina en el campo cardiovascular y su incansable lucha por la concienciación social para la mejora de la salud mediante la prevención de las enfermedades del cuerpo”, según el jurado de la distinción, otorgada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CoNCA).

Nacido en Barcelona el 20 de enero de 1943, Fuster es doctor en Medicina por la Universitat de Barcelona y honoris causa en una treintena de universidades de todo el mundo. Inició su carrera de cardiólogo en Edimburgo (Reino Unido) y en 1972 se estableció en Estados Unidos. Fue profesor de medicina y enfermedades cardiovasculares en la Escuela Médica Mayo de Minnesota y en la Escuela de Medicina del Hospital Mount Sinai de Nueva York, y desde 1991 hasta 1994, catedrático de Medicina en la Escuela Médica de Harvard, en Boston.

Autor de casi un millar de artículos científicos y de dos de los libros de mayor prestigio internacional dedicados a la cardiología clínica y de investigación, su trabajo ha tenido un gran impacto en la mejora del tratamiento de pacientes con enfermedades cardíacas. Sus investigaciones sobre el origen de los accidentes cardiovasculares le valieron los premios más importantes de las cuatro grandes organizaciones mundiales de cardiología, incluido el Premio de Investigación 2012 de la Sociedad Americana del Corazón (AHA). En 1996 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación. J.E.

Anna Veiga: “Debemos esforzarnos y evitar que se paren proyectos científicos”

Tras la puerta de su despacho, en el perchero, descansan un jersey, una bata de laboratorio y medio centenar de colgantes con identificaciones para congresos y seminarios especializados en reproducción humana en los que ha participado Anna Veiga durante los últimos años. Uno de los encuentros científicos que han dejado su recuerdo en el perchero de la directora del Banco de Líneas Celulares es el congreso anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología, una entidad de primer nivel científico mundial que preside Anna Veiga desde el verano de 2011.

Anna Veiga

©Pere Virgili

La reunión anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología, celebrada en Estambul en julio de este año, ha servido para destacar que desde el nacimiento de Louise Brown, en 1978, han venido al mundo cinco millones de niños por fecundación in vitro (FIV)…

Sí, esta cifra demuestra que la fecundación in vitro es una técnica totalmente consolidada, con una metodología estandarizada que sirve para dar solución a muchos problemas de fertilidad. Es una técnica segura que arroja resultados similares a los nacidos sin reproducción asistida.

¿Sigue creciendo el número de tratamientos de fecundación in vitro en el mundo? En países industrializados en especial, por el retraso en la maternidad…

Es cierto que este es uno de los motivos del crecimiento de estas técnicas. No hay estudios que indiquen de forma clara que hoy en día existen en nuestra sociedad más problemas de esterilidad que antes. Las mujeres retrasan la edad a la que desean tener hijos, lo que comporta complicaciones a la hora de conseguir el embarazo. Muchos de los casos de infertilidad que se ven actualmente están motivados exclusivamente por la edad avanzada de la madre.

Anna Veiga

©Pere Virgili

¿Cuál es el área de trabajo de la Sociedad Europea de Reproducción Humana que usted preside?

Es una de las dos sociedades científicas más importantes del mundo en el ámbito de la reproducción humana; quizás podríamos decir que nos encontramos algo por delante de la sociedad norteamericana. Nuestro objetivo es apoyar científicamente las actividades de reproducción asistida, aportar evidencias científicas sobre la eficacia de las técnicas, recoger datos sobre la actividad del sector en Europa y ofrecer pautas para que los tratamientos se lleven a cabo de la mejor manera posible.

¿Cuáles son los retos de futuro de la FIV? Hace unos años se decía que el gran problema eran los embarazos múltiples inducidos por esta técnica.

Los embarazos múltiples siguen siendo una complicación de las técnicas de reproducción asistida, aunque durante los últimos años hemos reducido mucho el nacimiento de gemelos. Hemos mejorado las técnicas y cada vez sabemos más sobre los casos en que está justificado transferir más de un embrión y en qué casos podemos transferir dos embriones, o tres, como máximo. En algunos países incluso han regulado este aspecto; en el estado español, por ejemplo, la ley dice que no se pueden transferir más de tres embriones en cada tratamiento.

La estadística demuestra que en los últimos años el número de nacimientos múltiples ha crecido de forma considerable, lo que se debe básicamente a la reproducción asistida. Sí, lo ves cuando vas por la calle: se ven muchos más gemelos. Fíjese si es un hecho real que incluso algunas campañas publicitarias utilizan el reclamo de los partos múltiples.

©Pere Virgili

Cuando en 1978 nació Louise Brown, usted estudiaba biología en la Universidad Autónoma de Barcelona. ¿Por aquel entonces ya pensaba que podría dedicarse a la investigación en reproducción humana?

No, la verdad es que no. Aquella noticia me llamó mucho la atención, pero entonces estaba interesada solo de forma genérica en temas de genética y cultivos celulares. Había un profesor que me motivó mucho en estos temas.

El fallecido profesor Josep Egozcue…

Exactamente. Terminé la carrera y por casualidad leí una entrevista con el doctor Pere Barri, de la Clínica Dexeus, que explicaba que estaban realizando inseminaciones, y me dije: este es un campo que está empezando y quizá estaría bien colaborar.

Entonces, ¿es verdad que todo empezó leyendo una entrevista en la revista Ser Padres?

A partir de esa lectura hice algunas consultas hasta que pude hablar con el doctor Barri para ofrecerle mis servicios. Era consciente de que no podría ofrecer gran cosa, porque apenas había terminado la carrera de biología, con carencias muy importantes de formación desde el punto de vista médico. Me atendió muy cordialmente y en un principio no me pudo ofrecer gran cosa porque aún no tenían un proyecto consolidado. Pero sí: allí empezó todo.

¿En su familia hubo antes otros investigadores?

En absoluto. Mi padre trabajaba en temas de publicidad: había trabajado en automoción y en periodismo relacionado con el motor. En mi casa no había ningún tipo de tradición científica, ni médicos, ni biólogos.

¿De qué barrio de Barcelona es su familia?

De Pedralbes. Mis abuelos y mi madre se fueron de la Gran Via durante la Guerra Civil para refugiarse en Pedralbes a una casa que la familia había utilizado para veranear. Allí me crié y después he vivido en diferentes barrios de Barcelona, pero ahora, al cabo del tiempo, he vuelto a la misma casa.

¿Han experimentado muchos cambios la casa y el barrio?

Evidentemente, han cambiado un poco, pero la casa es la misma. Me gusta volver al barrio donde he vivido toda la vida, y se vive muy bien.

La Barcelona científica quizás ha vivido transformaciones más trascendentales desde su época de estudiante…

Hemos progresado mucho; nos hemos puesto a la altura. Tomamos conciencia de que si un país quiere progresar tiene que avanzar científicamente. Había que dedicar recursos y disponer de todas las herramientas necesarias para hacerlo posible. Se pusieron en marcha centros como el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona, donde está el Centre de Medicina Regenerativa en que trabajo. Fue una época de gran crecimiento de la ciencia.

Y ahora ¿cómo ve el presente y el futuro?

La situación es dramática. Se recorta por todas partes y a nosotros también nos toca pagar el pato. En el caso de la investigación, hay que insistir en que cuesta mucho que un país alcance un buen nivel, pero muy poco volver atrás. Nos será muy difícil crecer de nuevo. Muchos países con problemas se esfuerzan por preservar la investigación a fin de garantizar el progreso a medio y largo plazo. Barcelona y Cataluña en general habían conseguido atraer a científicos de primer nivel mundial, y no solo porque aquí tengamos muy buen clima –que también–, sino porque poseemos un nivel científico razonablemente bueno. Es complicado, pero tenemos que esforzarnos por seguir adelante y que no se paren proyectos científicos.

Volviendo a su carrera profesional, ¿cuál es el recuerdo más intenso que conserva del nacimiento de Victòria Anna, la primera niña nacida por fecundación in vitro en el estado español, gracias en buena parte a su trabajo?

¡Todo, en general!

Aprovechando el nombre y la fecha, un 12 de julio –en concreto, de 1984–, usted dice que ese día fue su particular Día de la Victoria.

Absolutamente. Lo vivimos con una gran emoción. Eran unos momentos muy especiales por la novedad, por saber que se estaban abriendo nuevos caminos para solucionar problemas de fertilidad que afectan a muchas personas… El nacimiento de aquella niña demostraba que estábamos trabajando bien y que la técnica funcionaba correctamente.

Los recuerdos positivos lo superan todo, pero les costó alcanzar el éxito…

Nos costó, pero no más de lo que en aquella época les costaba a otros grupos. Recuerde que en aquellos tiempos formarse en esta especialidad, conocer cómo funcionaban las técnicas, era muy difícil. Ahora existen másters y cursos de formación que lo facilitan mucho.

A veces la memoria borra sensaciones negativas. Aunque muy minoritarios, en los años ochenta también había grupos y personas contrarios a la FIV.

A decir verdad, estos movimientos eran muy minoritarios y nos molestaron muy poco. La inmensa mayoría de la gente estaba encantada con el trabajo que estábamos realizando. Los problemas reales eran otros, los momentos en que las cosas no funcionaban técnicamente como esperábamos…

Explíquenos algunos detalles de este caso concreto en que está pensado…

Hablo del primer embarazo que nuestro equipo conseguía con fecundación in vitro. La prueba del embarazo había dado positivo y cuando se hizo la ecografía se vio que el embrión no se había implantado en la cavidad uterina, sino que estaba en la trompa, de modo que el embarazo no pudo seguir adelante. Fue solo una semana antes de que tuviéramos la prueba positiva de embarazo de Dolors, la madre de Victòria.

¿Tenían la impresión de que había equipos que les hacían la competencia?

No era una impresión, era una evidencia. Había una competencia muy grande entre dos grupos, el nuestro y el que lideraba el doctor Marina, también en Barcelona. Sabíamos perfectamente que hacían lo mismo que nosotros. En verdad, fue una carrera.

¿Por qué decidió ampliar su carrera profesional con la investigación en células madre?

Las cosas a veces son el producto de muchas casualidades o de una conjunción de diferentes situaciones. Tuve la suerte de conocer a Juan Carlos Izpusúa [director del Centre de Medicina Regenerativa de Barcelona desde su fundación]; en aquel entonces la ley dejaba abierta la posibilidad de investigar con células madre embrionarias y se empezaban a destinar recursos para poner en marcha centros de esta especialidad… Me encontré en el camino que me llevaba a implicarme en este terreno y no dudé en ningún momento. Fue un privilegio dar el salto hacia este nuevo campo, aunque nunca he abandonado la reproducción asistida, y la prueba es que presido la Sociedad Europea, aunque se trata de un cargo no profesional.

Además, sigue vinculada al Institut Dexeus…

Sí, soy directora científica del Servicio de Medicina de la Reproducción del Institut Dexeus.

¿Cuál es el cometido del Banco de Células Madre que dirige?

Empezamos creando células madre embrionarias. Establecimos convenios con diferentes centros de reproducción asistida que nos facilitaban embriones que las parejas ya no deseaban para reproducción y a partir de estos embriones conseguíamos células madre. A partir de ahí derivamos varias líneas celulares que están debidamente registradas y que se pueden poner a disposición de los investigadores que lo pidan. Posteriormente apareció la metodología conocida como IPS [por las siglas en inglés de las células madre de pluripotencialidad inducida], que permite obtener un tipo de células muy similares a las embrionarias pero sin utilizar embriones.

Las IPS fueron descritas internacionalmente entre los años 2006 y 2007...

Sí. Nuestro grupo publicó un estudio científico en 2008 en el que explicábamos una técnica para crear IPS. De forma resumida, la idea consiste en utilizar una célula cualquiera, de la piel, por ejemplo, para hacer que vuelva atrás en su programa y convertirla en una célula como si fuera embrionaria, que posea la capacidad de volver a convertirse en cualquier otra célula del cuerpo.

¿Siguen trabajando en estos campos?

Sí. Ahora además trabajamos para conseguir un salto directo de un tipo celular a otro. Damos un salto directo para hacer pasar una célula de la piel a una neurona. Este verano se ha publicado en una importante revista científica internacional un estudio encabezado por una investigadora del CRMB que explica cómo se ha conseguido convertir células del cordón umbilical en neuronas.

Este tipo de trabajos puede resultar útiles en enfermedades neurodegenerativas como párkinson o alzheimer?

A la larga, evidentemente. Hoy en día únicamente existen dos ensayos clínicos en el mundo con células madre embrionarias, no con IPS, y ambos trabajos están relacionados con enfermedades de degeneración macular. Por ejemplo, en uno de los estudios se consigue que las células madre embrionarias se conviertan en precursores de retina y estas nuevas células se inyectan en personas que padecen este problema en la retina, que las está dejando sin visión.

¿No se había iniciado también un ensayo clínico con células embrionarias para regenerar médula espinal?

Costó muchos años que se aprobara la puesta en marcha de este ensayo, y finalmente se inició. Pero después, cuando se había empezado la primera fase de los trabajos con dos pacientes, la compañía responsable decidió pararlo y cambiar la estrategia de su negocio para dedicarse al cáncer.

¿Son las IPS una alternativa a las células madre embrionarias porque evitan la utilización de embriones?

La mayoría de personas que trabajamos en este campo tenemos claros los niveles éticos de nuestro trabajo. Las IPS están de moda porque representan una metodología nueva y constituyen un modelo excelente para entender cómo funcionan las cosas. Quizás ahora se está poniendo demasiada atención en las IPS, pero no debemos que olvidar que el estándar de pluripotencia de las células se halla en las embrionarias.

La “madre” científica de Victòria

Anna Veiga Lluch nació en Barcelona en 1956 y se licenció en biología en la Universidad Autónoma de Barcelona (1979), donde conseguiría también el doctorado cum laude (1991). Al poco de terminar la carrera empezó a colaborar con el equipo del doctor Pere Barri en la Clínica Dexeus y en julio de 1984 se convirtió en la madre científica de Victòria Anna, el primer niño nacido en el estado español gracias a la fecundación in vitro (FIV). Fue fundadora y presidenta (1993-2003) de la Sociedad Española de Embriología y directora del laboratorio de FIV del Institut Universitari Dexeus (1982-2004), entidad a la que continúa vinculada como directora científica del Servicio de Medicina de la Reproducción (desde 2005). Es profesora asociada del Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud de la Universitat Pompeu Fabra (desde 2002) y coordinadora del máster de biología reproductiva de la UAB. Ha sido galardonada con una veintena de premios y distinciones sociales y académicas, entre las que destacan la Creu de Sant Jordi (2004) y el Premio Nacional de Pensamiento y Cultura Científica (2006) por su contribución a la difusión y consolidación de los avances en ciencia, especialmente en el ámbito de la biomedicina. Anna Veiga es directora del Banco de Células Madre del Centre de Medicina Regenerativa de Barcelona desde 2005 y presidenta de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología desde el verano de 2011.

Òscar Tomico, reflexión sobre el diseño

Òscar Tomico

© Pere Virgili
Òscar Tomico

Los objetos que nos rodean son tan parte de nuestro mundo que, a veces, ni siquiera nos damos cuenta de que transforman nuestras vidas. El diseño de las herramientas y las máquinas, por ejemplo, no solo facilita o dificulta nuestro día a día, sino que determina la manera en que vivimos. En este sentido, el diseñador tiene una “responsabilidad ética” cuando decide dar forma a un objeto que será utilizado por millones de personas, explica Òscar Tomico, un joven investigador catalán instalado en la Universidad de Tecnología de Eindhoven (Holanda). No se trata de que el diseñador renuncie a hacer su trabajo y pase a ser un simple “facilitador” que dibuja de manera sencilla lo que algunos consumidores creen que quieren, sino que hay que llegar a un compromiso social para que el diseñador asuma su papel transformador de manera consciente y positiva. Tomico propone hacer una “correflexión” entre diseñadores y usuarios para confrontar las razones fundamentales del diseñador, las motivaciones de los usuarios y los valores sociales.

“Nuestro departamento no es un equipo de diseño industrial clásico, sino que nos centramos en las fases previas al diseño, en el estudio de la sociedad y en encontrar oportunidades para diseñar cómo puede ser el futuro”, afirma. Su propuesta pasa por “lograr una relación más natural y humana entre la persona y la tecnología; todo el cuerpo y los movimientos, incluso la ropa que llevamos, puede servir para comunicar nuestra identidad, para entender mejor el estado de nuestro cuerpo o para mejorar las capacidades físicas.”

Òscar Tomico nació en Barcelona en 1979. Se doctoró en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) en 2007 con una tesis basada en la psicología constructivista, en la que estudiaba la experiencia subjetiva aplicada al diseño de la interacción. Ha sido investigador invitado y conferenciante en varias universidades y escuelas de diseño, y fue codirector del proyecto “Reto creativo” de Philips (2009). Tomico ha sido comisario de la muestra que recientemente presentó en Disseny Hub Barcelona (DHUB) la Universidad de Tecnología de Eindhoven, donde trabaja desde hace cinco años; actualmente, trabaja como profesor adjunto del grupo de investigación Designing Quality in Interaction.

“En una zona con un tejido industrial como el del sur de Holanda tiene sentido un trabajo como el que lleva a cabo mi grupo. Cataluña está avanzando mucho y creo que la investigación que hacemos en Holanda se podría aplicar también en nuestro país, por ejemplo, en iluminación inteligente o en textiles”, señala Tomico, que concluye: “No es ningún lujo, la técnica de correflexión se puede aplicar en cualquier ámbito. He trabajado con gente de la Salle, de Telefónica y de Turisme de Catalunya en cosas parecidas.”