Acerca de José A. Donaire

Universidad de Gerona

Cuatro escenarios turísticos futuros

Los procesos turísticos son causa y efecto de muchos otros que operan como un reloj. Para analizar los efectos del turismo se precisa un estudio amplio de la estructura económica, social y cultural.

© Maria Corte

En esta década, por primera vez en la historia humana, residirán más personas en la ciudad que en el campo; un efecto más del estallido del fenómeno urbano en los últimos veinte años. Las ciudades son la lectura geográfica más evidente de la globalización. En veinticinco años Barcelona ha conseguido pasar del anonimato a la escala global. Es un salto violento y súbito que lógicamente genera desequilibrios y también una sensación de vértigo.

Las ciudades atractivas tienen el poder de captar talento, inversiones, residentes, estudiantes, congresos internacionales, ferias, cruceros, festivales o start-ups que pueden cambiar el mundo. Y, lógicamente, también turistas. Las grandes ciudades turísticas son ciudades globales, que se perciben como centros de iniciativas, experiencias y oportunidades. Las estadísticas consideran que un programador que asiste al Mobile World Congress, un arquitecto que contacta con proveedores locales, un ucraniano que contrata un servicio de oftalmologia o un estudiante que asiste a un congreso son tan turistas como una familia que pasa dos días en la ciudad después de un crucero. Por ello no es posible un debate sobre el modelo turístico de Barcelona sin debatir sobre el modelo de ciudad.

El éxito de la ciudad se basa en la internacionalización de algunos de sus iconos centrados en un periodo concreto (finales del siglo xix y principios del xx) y, especialmente, en un autor, Antoni Gaudí. En un estudio realizado por INSETUR a partir de las imágenes almacenadas en el portal Flickr, hemos podido constatar que un tercio de las capturas sobre la ciudad se dedican solo a cuatro elementos: la Sagrada Família, el Park Güell, La Pedrera y la Casa Batlló. El tráfico turístico está extremadamente concentrado. Hay, por lo tanto, dos ciudades: una que aglutina toda la actividad y otra que vive al margen. Muchos de los efectos negativos del turismo en la trama urbana y el tejido social se explican por esta extraordinaria concentración.

El turismo metropolitano es una rara avis en la dinámica turística. Genera una oferta de alojamiento de nivel medio-alto, con estancias cortas, un gasto medio elevado y una escasa incidencia de los procesos de estacionalización. Más allá de estas pautas generales es difícil hablar del modelo turístico metropolitano y, por lo tanto, del de Barcelona. En los espacios metropolitanos conviven productos turísticos que no tienen ninguna relación entre sí. El turismo de cruceros, el médico, la atracción de la Fira, el turismo profesional, el deportivo, los acontecimientos musicales de gran formato o el turismo de lujo tienen lógicas, circuitos, sistemas de contratación y de promoción, imágenes y efectos completamente diferentes. No existe el modelo turístico de Barcelona porque es el marco en el que tiene lugar la convivencia de productos turísticos (y, por lo tanto, de consumidores turísticos) extraordinariamente diversos. Uno de los errores más frecuentes a la hora de analizar el turismo en la ciudad es considerarlo como un modelo compacto y cerrado, habitualmente reducido a la caricatura.

Los análisis sobre el impacto del turismo se simplifican a menudo en una ecuación con el efecto económico y los efectos sobre la vida cotidiana y social. Además, con frecuencia se plantea como una compensación entre los beneficios del turismo y los perjuicios para la población local, como una balanza con dos brazos. Pero los sistemas metropolitanos son por definición abiertos y complejos. Ello quiere decir que los procesos turísticos son causa y efecto de muchos otros procesos sociales y económicos que operan de forma simultánea como un mecanismo de relojería. El análisis de los efectos (positivos y negativos) del turismo solo es posible con un estudio más amplio de la estructura económica, social y cultural de Barcelona.

En resumen, el debate sobre el turismo en la ciudad requiere matices, complejidad y lecturas cruzadas. Como en el viejo debate que propone Umberto Eco entre apocalípticos e integrados, la valoración sobre el turismo en la ciudad siempre se sitúa en uno de los dos extremos. Ha llegado el momento de los grises en la valoración del turismo metropolitano, porque solo un diagnóstico preciso nos puede proporcionar una estrategia de respuesta minuciosa. Aún es más difícil proyectar el escenario de 2025. Pero permítanme un ejercicio de futurismo. Me temo que no hay una respuesta posible, porque la complejidad de los mecanismos turísticos no permite proyecciones simplistas.

Escenario 1. La ciudad colapsada

Todas las proyecciones de los organismos internacionales prevén un incremento violento del número de turistas en los próximos años. En un escenario inercial es fácil imaginar que los problemas de congestión se multipliquen y que la especialización turística de unos cuantos barrios acentúe la frontera entre la ciudad turística y la ciudad residencial. Al margen de los conflictos urbanos, la sobresaturación de estos espacios debilitará la competitividad del turismo y comprometerá su viabilidad.

Escenario 2. La ciudad secundaria

En un contexto de competencia urbana, se consolidan las ciudades clásicas y se incorporan nuevas metrópolis, especialmente asiáticas y sudamericanas. Barcelona pierde relieve internacional y se convierte en un espacio metropolitano secundario. Esto estabilizará la atracción turística, pero la ciudad perderá capacidad de atracción y algunas de las anclas que pueden sustentar su estrategia de futuro. Es posible que recupere su condición de capital mediterránea y refuerce sus atributos regionales en detrimento de su proyección mundial.

Escenario 3. La ciudad innovadora

Barcelona consolida su proyección internacional como espacio de innovación y consigue atraer empresas, estudios y residentes vinculados al ámbito de la innovación, lo que hace que el turismo de negocios aumente de forma exponencial. Entre 1990 y el 2015, el turismo de negocios se ha duplicado, mientras que el de ocio se ha multiplicado por diez. Barcelona se convierte también en la capital de la innovación turística y refuerza su condición de laboratorio a cielo abierto de las nuevas vías del turismo, del llamado turismo colaborativo al turismo electrónico y, especialmente, al turismo móvil. La ciudad es un referente cosmopolita y universal, pero tiene dificultades para mantener su alma tradicional.

Escenario 4. La ciudad abierta

La estrategia de descentralización, la fuerza centrífuga del turismo, hace que la ciudad pase de dual a polinodal. Los barrios adquieren protagonismo en detrimento de la concentración nodal. El turismo se dispersa y también consigue establecer enlaces con otras ciudades catalanas. El paso de la concentración a la dispersión permite aligerar la presión sobre unos determinados barrios y, al mismo tiempo, ayuda a integrar los elementos locales en la identidad turística de la ciudad.

La Barcelona turística del futuro será el resultado de combinar dos fuerzas. En primer lugar, las externas que explican la probable emergencia de nuevas ciudades-  mundo y el incremento de los flujos turísticos y no turísticos a escala global. En segundo lugar, las estrategias públicas y privadas que sean capaces de combatir los principales efectos negativos (concentración, gentrificación, especialización funcional, pérdida de tejido tradicional, banalización) y potenciar los efectos positivos (innovación, distribución, identidad, capacidad de atracción y apertura).