Acerca de Laura Basagaña

Periodista

De la tierra (y del mar) al plato

Comida flexitariana –vegetarianismo más pescado–, elaboración de pan con técnicas tradicionales y un enfoque innovador y agricultura rigurosamente ecológica son algunas de las propuestas que abren perspectivas gastronómicas en Barcelona y su área.

Jordi Barri es el introductor en Cataluña, a través del restaurante Flax&Kale, de la comida flexiteriana, concepto gastronómico nacido en Nueva York que combina el vegetarianismo con pequeñas dosis de pescado azul. Xavier Barriga, fundador de las panaderías de Can Turris, une el conocimiento de las técnicas más innovadoras con la preservación de las prácticas tradicionales para recuperar el sabor del pan de su infancia. Can Perol es un colectivo de seis familias de payeses de entre treinta y cinco y sesenta años que, en Sant Vicenç dels Horts, velan por la salud de las personas y por el medio ambiente con su oferta de productos del campo cultivados con las técnicas de la agricultura ecológica.

Foto: Albert Armengol
Jordi Barri, introductor en Cataluña de la cocina flexitariana y fundador del restaurant Flax&Kale.

Alta gastronomía en clave flexitariana

Jordi Barri (Lérida, 1979) nació el mismo año que el restaurante Paradís, regentado por sus padres: la chef vegetariana Teresa Carles y el empresario Ramon Barri. “Causó un fuerte impacto en tierras leridanas. Había siempre mucha gente, mayoritariamente personas procedentes de círculos intelectuales: profesores universitarios y escritores”, recuerda. Vegetariano de nacimiento y rodeado de manuales de cocina y platos deliciosos, a Jordi se le acabó despertando la curiosidad y el interés. “Hay quien se rebela y hace lo contrario que sus padres, pero yo me lo tomé como una oportunidad para dedicarme a lo que me gustaba y que podía transformar hacia mi verdadera vocación: las finanzas y la comunicación”. Jordi Barri se formó en estas dos disciplinas y, en el año 2011, puso en marcha en Barcelona –junto con su hermana Mar y sus padres– el moderno restaurante Teresa Carles: cocina vegetariana con un toque artístico. Entonces inició sus viajes por el mundo para reunir ideas culinarias y aportar innovación a los menús.

En el 2014 introdujo en Cataluña el concepto neoyorquino de cocina flexiteriana y fundó el restaurante Flax&Kale, “que parte de una base vegetariana, pero no cierra la puerta a pequeñas porciones de pescado azul, rico en omega 3: cocina saludable y flexible”. La filosofía del restaurante es apostar por la salud, por eso lo bautizaron con el nombre de dos superalimentos: la kale, un tipo de col con un alto contenido en fibra, muy antioxidante y antiinflamatoria, y el flax, que es el término inglés para referirse al lino, muy rico en el ácido graso omega 3. “La persona que viene al Flax&Kale es alguien que no quiere perder nada de vitalidad con la edad y empieza por incorporar a su dieta superalimentos que le ayuden a conseguir esta meta”.

En un entorno idílico, donde se pueden encontrar zumos verdes prensados en frío y en el que ofrecen verdaderas piezas de arte gastronómico con alimentos cocinados por debajo de los 46 °C –para conservar todas las enzimas–, platos sin gluten ni lactosa y postres con un bajo índice glucémico, el restaurante se muestra inspirador y es el cielo gastronómico de todo amante de la salud y la buena comida.

Foto: Albert Armengol
Xavier Barriga, impulsor de los hornos de pan Can Turris.

Pan nuevo y de siempre

El aroma de pan recién hecho invade el obrador de Can Turris, en la calle de Aribau. Xavier Barriga (Barcelona, 1969) ha querido recuperar el sabor del pan de su infancia. Regresa a los procesos de elaboración lentos, con largas fermentaciones y harinas de grano no refinado, y evita las semillas transgénicas. Siete años atrás, Xavier abrió el primer obrador en Barcelona y, más adelante, creó el Instituto Turris, donde diseña las variedades de pan que ofrece, que incluyen panes con harina ecológica o variedades sin gluten. “Solo utilizamos harinas de productores de proximidad y de confianza. Ahora estamos integrando los pseudocereales como el trigo sarraceno o el amaranto en el proceso”. También preparan panes nórdicos, hechos con centeno, pero una de las delicias que han puesto más en boga son los panes de primavera, invierno, verano y otoño. “Incorporan más fibra, porque incluyen tomate seco, zanahoria o brócoli”. Las especias y las semillas también acaban de dar un punto exótico a estas sorprendentes creaciones.

Nacido en el seno de una familia de panaderos, su padre le hizo apreciar el proceso de elaboración del pan. “Desde la fragancia del pan recién hecho hasta el momento en que te enharinas las manos para amasar, estás siguiendo un proceso artesanal que tiene un punto de magia”, asegura. Cuando era adolescente se enamoró del arte de hacer pan en el obrador familiar, pero a los veintitrés años visitó Portugal, Italia, Francia y Dinamarca, donde se formó, asistió a cursos y empezó a colaborar en revistas especializadas.

El conocimiento de las técnicas más innovadoras, unido a la preservación de ciertas prácticas tradicionales, hace que el pan que hornea Xavier Barriga sea moderno, pero al mismo tiempo muy auténtico. “Hacemos la masa madre prescindiendo de la levadura, solo con agua y harina, que es el método natural y que se había utilizado para fermentar el pan en la antigüedad”, informa.

La masa se dejará fermentar a temperatura ambiente y se le irá añadiendo agua y harina de fuerza cuando convenga. Xavier explica que “una fermentación más larga permite que el panadero y su equipo puedan hacer vida de día y dormir por la noche”. El sabor del pan también es diferente: migas más prietas, corteza crujiente y con un toque caramelizado, matices ácidos y una textura robusta que evoca el pasado. “La paciencia, la lentitud y el respeto son buenos en el arte de hacer pan”, concluye el panadero.

Foto: Albert Armengol
Anna Molner, miembro de Can Perol, colectivo de agricultores ecológicos de Sant Vicenç dels Horts y el Tarragonès.

Agricultura ecológica con alma

Joan Raventós y Anna Molner forman parte de Can Perol, un colectivo de seis familias de payeses de entre treinta y cinco y sesenta años que velan por la agricultura ecológica, la mayoría ubicadas en Sant Vicenç dels Horts. Hijos y nietos de payeses, han heredado los valores del respeto por la tierra, que han convertido en su filosofía. “Hacemos agricultura ecológica porque es una forma de no echar a perder la tierra. Cultivamos unas tres hectáreas de huerta variada y de temporada y tenemos cuatro tipos de frutales: melocotoneros, mirobálanos, cerezos y olivos”, explica Anna.

Estas familias de agricultores se han asociado y ofrecen cestas ecológicas a escuelas, familias, cooperativas y compradores por internet. “Para evitar los pesticidas y los tóxicos que contaminan la tierra utilizamos los siguientes métodos: dejamos franjas entre cultivo y vegetación, para acoger a los insectos beneficiosos que se comerán el pulgón; no utilizamos abonos químicos ni semillas transgénicas; diversificamos y rotamos los cultivos para permitir una buena regeneración de la tierra, y utilizamos sistemas agroecológicos para evitar los insectos nocivos que se podrían comer verduras y fruta –explica Joan–. Para ello ponemos trampas con atrayentes alimenticios o esparcimos la feromona femenina del insecto desde dos cajitas que situamos a cada lado del frutal. La feromona atrae los insectos al interior de la caja y, de este modo, evitamos que piquen la fruta. No abusamos de los insecticidas naturales como el pelitre, solo los utilizamos en última instancia, aunque están permitidos en la agricultura ecológica y son biodegradables”.

Foto: Albert Armengol
Joan Raventós, miembro de Can Perol, colectivo de agricultores ecológicos de Sant Vicenç dels Horts y el Tarragonès.

Los payeses de Can Perol también trabajan por la recuperación local de especies hortícolas. “Hemos contribuido a recuperar la berenjena blanca, los espigalls [flores] y los brotes de la col brotonera, el garbanzo pequeño o la judía del ganxet”, añade Joan Raventós. Algunas de estas variedades se habían perdido porque no eran tan resistentes a los insectos como otras más comerciales. “Tenemos productos de temporada: nuestro lema es seguir el ritmo de la tierra y su calendario natural agrícola. Cuando no es época de tomates, no los ofrecemos. Eso sí, al trabajar en red unos nos dedicamos más a la fruta y otros a las hortalizas. Los productos que vendemos son de proximidad, porque los integrantes de Can Perol estamos ubicados en el Baix Llobregat y en el Tarragonès”.

Rubèn Garcia apuesta por los huertos urbanos y la ecoemprendeduría

© Dani Codina
Rubèn Garcia, impulsor de Growinpallet.

Antes de dedicarse a la emprendeduria, Rubèn Garcia trabajó en el ámbito de la investigación durante un año en la Universidad de Twente (Países Bajos). Pero tenía ganas de dar un giro a su carrera profesional: trabajaba de químico, aunque cada vez le interesaba más el sector de las energías renovables. Después de estudiar un máster y trabajar durante cinco años en una empresa del sector energético, decidió poner en marcha su proyecto personal. “Cuando comprobé la especulación existente en el sector energético y los intereses políticos que hay detrás, decidí lanzarme a la aventura de emprender un proyecto que promoviera una economía social y sostenible.” Fue entonces cuando nació Growinpallet, que consiste en “extender en las azoteas de la ciudad de Barcelona una red de huertos urbanos, que produzcan hortalizas ecológicas y minimicen la contaminación ambiental”, explica. “Por un lado, los vegetales captan el CO2 de la atmósfera y, por otro, se reduce el transporte porque los habitantes de la ciudad consumen un producto de kilómetro cero.”

El proyecto ganó el primer premio del programa Incubaeco Barcelona 2013, destinado a impulsar la ecoemprendeduría. “Growinpallet instala los huertos en mesas de cultivo, creadas con materiales reciclados, que no implican reformas en las azoteas. Esto hace que la instalación sea rápida”. Ciudades como San Francisco ya se han mostrado interesadas por la propuesta y poco a poco se está extendiendo por Barcelona. “No queremos ser una empresa más de huertos urbanos –afirma Rubèn Garcia–. Nuestro proyecto se basa en gran parte en el servicio de mantenimiento de los huertos, impulsor de un nuevo perfil laboral, el agricultor urbano, que asesora a las comunidades que contratan el servicio”.

Comunidades de vecinos, restaurantes, hoteles, empresas, escuelas o residencias de la tercera edad son sus clientes potenciales: “Un ejemplo muy interesante son las guarderías y las escuelas que organizan prácticas vinculadas con el material didáctico. La educación es clave para que se produzca un cambio a gran escala que haga que las nuevas generaciones tomen conciencia de la importancia de la sostenibilidad y el medio ambiente”. ¿Otros interesados? “Hay empresas que han contratado el servicio, para mejorar la productividad de los empleados y, también, restaurantes ecológicos que abaratan costes cultivando sus vegetales”, explica el creador de Growinpallet.

Tati Guimarães, la mirada que reinventa la realidad

© Dani Codina
La diseñadora Tati Guimarães.

El mundo del diseño atrapó a esta artista brasileña a la edad de seis años. “Era muy pequeña, pero ya me gustaba fabricar mis juguetes y hacía regalos para toda la familia. De algún modo ya tenía clara mi vocación. Pero no sabía en qué profesión podía encajar”. Primero empezó estudiando publicidad y al cabo de dos años se pasó al diseño. La conciencia ecológica fue surgiendo poco a poco: “Siempre he sido una persona muy vinculada a la naturaleza. A los catorce años empecé a interesarme por los alimentos orgánicos y me cuestionaba la procedencia de los materiales, las telas y los alimentos. Cuando empecé a trabajar en agencias de publicidad me preocupaba de si la tinta era tóxica y reutilizaba y aprovechaba al máximo los materiales. Esta siempre ha sido mi manera de hacer diseño, que también es un reflejo de mi vida personal”, confiesa. Para Tati Guimarães la ciudad de Barcelona es inspiradora. La diseñadora brasileña lleva quince años viviendo en la capital y en esta ciudad es donde hizo nacer su estudio Ciclus en el año 2001.

Galardonada con el Premio IDEA/Brasil de ecodiseño por su producto Cavallum, que también fue designado uno de los nueve productos más innovadores del año 2009 según la selección del Global Innovation Report de Londres, Tati Guimarães ha sido reconocida internacionalmente con diversos premios. En el año 2011 fue mencionada en la Taiwan Design Week como ejemplo de profesional del diseño que potencia el bienestar, la sostenibilidad y la humanización en sus creaciones. Sus diseños han sido expuestos en el Salone Satellite de Milán, y este año el MoMA de Nueva York ha seleccionado su producto Bakus –un salvamanteles elaborado con tapones de corcho de botellas de vino– para entrar en el catálogo del museo y poder ser distribuido internacionalmente bajo el sello y la firma de la diseñadora.

¿Cómo entiende el ecodiseño? “Principalmente se trata de una actitud: utilizar el mínimo posible de material, agua, energía y transporte. A ello se une la idea de seleccionar materiales certificados y locales, y la realización de procesos productivos limpios, que generen el mínimo impacto.” Uno de los aspectos creativos que más la satisfacen tiene que ver con la selección de materiales. “Busco que sean coherentes con la funcionalidad y durabilidad del diseño y, también, que aporten belleza y armonía”, detalla. Se inspira “observando la cotidianidad” y le encanta reinventar todo lo que ve.

Marc Folch, ecoviviendas y bioconstrucciones para vivir mejor

© Dani Codina
El arquitecto Marc Folch.

Después de pasar por la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, viajar a Suecia –al Instituto de Tecnología de la Universidad de Lund–, ser becado por la NASA para participar en el programa “Space for Living – Living in Space”, desarrollado en Houston por la agencia norteamericana y la citada universidad, y formarse en Israel con el arquitecto Ze’ev Baran, Marc Folch vuelve a Barcelona para cofundar con Pilar Calderon el estudio Calderon-Folch Arquitectes, al que más adelante se incorporará Pol Sarsanedas. Su tendencia a la concepción de una arquitectura sostenibilista ha proporcionado grandes éxitos a su estudio, que este año ha sido finalista de los Premios Catalunya Construcció y de los Premios AVS y que también ha sido galardonado con el Prix régional de la construction bois (Francia).

El año pasado, el estudio Calderon-Folch-Sarsanedas ya fue reconocido con el Premio Eficiència Energètica ISOVER y el Premio AJAC de Joves Arquitectes de Catalunya. “La sostenibilidad no solo significa reducir el consumo y minimizar la contaminación, sino que también significa que el bienestar, la salud y el confort recuperan la centralidad del discurso arquitectónico”. Marc Folch proyectó la Casa MZ de Barcelona, que “es un ejemplo de cómo se puede rehabilitar energéticamente una vivienda centenaria en Barcelona reduciendo su consumo energético un 90%”.

El diseño bioclimático se fundamenta en una buena interpretación del entorno natural y permite generar espacios con el máximo confort ambiental y la mínima –o nula– dependencia energética auxiliar”, subraya. “Sabemos que vivimos en un planeta con recursos limitados y si podemos actuar causando el mínimo impacto medioambiental, ¿por qué no hacerlo?” Pone sobre la mesa unos cuantos datos: “De acuerdo con el Programa Medioambiental de las Naciones Unidas (UNEP), se estima que los edificios contribuyen en un tercio al total de las emisiones de gases responsables del efecto invernadero y consumen el 40% de la energía del planeta”.

La arquitectura de Calderon-Folch-Sarsanedas Arquitectes es responsable, comprometida y solidaria con el entorno y con las generaciones futuras. En este sentido, Marc Folch describe la ciudad como un “modelo y fuente de inspiración” para el mundo, pero subraya que “si queremos seguir siendo punteros y revalorizar nuestro patrimonio, tenemos que potenciar modelos de nueva generación. Y ciertamente en el campo de la sostenibilidad tenemos una gran oportunidad, tanto en la arquitectura como en el urbanismo”, expone.