Acerca de Marc Puig i Guàrdia

Director de Comunicación y Atención Ciudadana

Modelo de negocio, modelo de ciudad

La confluencia de la investigación hospitalaria y la universitaria se ha sumado a la creación de nuevos centros de investigación que han configurado un nuevo sector estratégico para Barcelona, un sector que tarde o temprano deberá tener un impacto real, tanto en la economía como en la calidad de vida de sus habitantes.

Instituto de investigación biomédica del Hospital Clínic (IDIBAPS).

La innovación y la creatividad han sido dos de los grandes activos de Barcelona durante los últimos años. En poco tiempo, la ciudad se ha convertido en uno de los referentes  de la investigación en el campo de la biomedicina y ha atraído talento investigador de alto nivel. El dossier central de este número está dedicado al boom de las ciencias biomédicas, que ha convertido a Barcelona y su área metropolitana en uno de los receptores de fondos europeos más importantes de Europa. La confluencia de la investigación hospitalaria y la universitaria se ha sumado a la creación de nuevos centros de investigación que han configurado un nuevo sector estratégico para Barcelona, un sector que tarde o temprano deberá tener un impacto real, tanto en la economía como en la calidad de vida de sus habitantes.

La emergencia de las ciencias biomédicas se suma a la efervescencia de las TIC, y muy particularmente del sector del móvil, que tiene desde hace unos años como epicentro mundial el Mobile World Congress celebrado anualmente en Barcelona. Hablamos de ello con la ingeniera Núria Oliver, directora científica de Telefónica I+D y referente mundial en inteligencia artificial, que en la entrevista de este nuevo número de Barcelona Metròpolis explica, entre otras cosas, cómo los datos que generamos con nuestro propio consumo desde el móvil nos permiten comprender las pautas de movimiento de la población, y a partir de ahí cómo se contagian enfermedades infecciosas de transmisión humana com el Ébola o la gripe. Es solo un ejemplo de los lazos que cabe establecer entre dos sectores estratégicos de la ciudad, la ciencia biomédica y la tecnología móvil, y de los beneficios que pueden aportar a la vida de las personas.

Instituto de investigación biomédica de Bellvitge (IDIBELL).

El debate sobre el modelo de ciudad que ha de tener Barcelona es apasionante y seguramente perfilará el discurso sobre la cosa pública en los próximos años. El futuro del planeta se construirá a partir de redes de ciudades y, por lo tanto, los modelos que se legitimen en esta nueva constelación serán determinantes. En un mundo ideal, el motor económico de una ciudad tendría que favorecer la prosperidad y el bienestar de sus habitantes. Cuando el modelo de negocio de un lugar va contra el modelo de convivencia o pide sacrificios excesivos a los que lo habitan, se genera tensión, malestar, marginación… Una ciudad es feliz, en cambio, cuando su modelo de negocio favorece su modelo social.

Sea cual sea el color de su gobierno municipal, Barcelona sabe que no puede confiarse en los réditos del turismo y que las ganancias de este sector deben revertir tanto en beneficios sociales como en estrategias sectoriales para hacer más competitiva la ciudad en un mercado global. Pensar que Barcelona solo se puede decantar hacia un lado, o que no se puede conciliar la cohesión social con el crecimiento económico, sería un falso dilema, un dilema claramente perverso. Fomentar la igualdad de oportunidades en un plano social es en este momento un cometido inseparable de la necesidad de diversificar el modelo de negocio de la ciudad. El futuro de Barcelona no pasa, pues, por desmantelar un modelo de ciudad basado en el turismo sino por regenerarlo y abrirlo gradualmente: también esto se conoce como redistribución de la riqueza e igualdad de oportunidades. Creer que nos hallamos ante una encrucijada sería un error. Abrazar los dos caminos e integrarlos en una sola ruta, en cambio, es la única vía posible.

El turismo responsable: una carta para navegar

© Vicente Zambrano

El turismo representa el 15% del PIB de Barcelona. Es un sector tan potente que por fuerza determina la vida de la ciudad. Y lo hace por su carácter transversal. Tanto si es de crucero como de congresos, cultural como deportivo, se ha convertido en una fuente de riqueza que hay que mantener y hacer compatible con la vida ciudadana para que revierta directamente en la calidad de vida de las personas.

En Europa hay dos modelos de ciudad: las capitales imperio (Roma, Londres, Madrid, París) y las burguesas (Milán, Ámsterdam, Múnich, Barcelona). Las ciudades imperiales disponen de avenidas amplias y notan menos la congestión turística. En las burguesas, los centros históricos se colapsan más fácilmente. Desde el Ayuntamiento se trabaja para reforzar la proyección de una imagen de ciudad con un perfil turístico equilibrado y complejo –alejado del simple “sol, playa y fiesta”– y para poner en valor su infinidad de puntos de interés, más allá de los clásicos que le han dado “gloria” y fama. Es lo que hemos llamado descentralización turística, que permitirá que el sector beneficie a toda la ciudad ayudando a repartir la riqueza generada entre los distritos y barrios y, a la vez, haciendo compatible el turismo con la vida diaria de la ciudadanía.

Se trata de un modelo de turismo responsable y sostenible que se ha concretado en los planes de turismo de distrito y en la campaña para potenciar “las 10 Barcelonas” (los diez distritos). A partir de aquí se han puesto en marcha actuaciones como salvaguardar el Park Güell y los entornos de la Sagrada Familia, potenciar la plaza de las Glòries, dar a conocer nuevas rutas verdes o mejorar la señalización turística para difundir la riqueza cultural de la ciudad. Pero la gestión compleja del turismo no puede ser solo patrimonio de las administraciones. Con el afán de convertirse en un consistorio abierto y transparente, con el que la ciudadanía se implique en la gestión del día a día, el Ayuntamiento organizó hace unas semanas la primera audiencia pública sobre turismo. Por primera vez en democracia, asociaciones, entidades y ciudadanos a título particular pudieron expresar su opinión sobre cómo debe gestionarse el fenómeno en beneficio de todos.

© Vicente Zambrano

Y, también este año, el gobierno municipal ha impulsado un gran pacto local para la gestión y la promoción de un turismo responsable, que ha iniciado un proceso de participación abierto a entidades de la sociedad civil. Promovido por el Ayuntamiento y Turismo de Barcelona, se ha invitado a instituciones y expertos del sector para definir la estrategia de los próximos años. Del pacto y de las aportaciones de las entidades debe salir una carta para navegar en el futuro.

Actualmente, se expone en el Museo de Historia de Barcelona el fragmento de una carta de navegación del siglo xiv, obra del cartógrafo mallorquín Guillem Soler. Es uno de los primeros mapas de diseño verdaderamente realista. Estas cartografías surgieron y circularon primero en el Mediterráneo, de Génova a Mallorca y de Mallorca a Barcelona, y revolucionaron el modo de concebir el espacio. Cuando llegaron a Barcelona, la cultura catalana no se limitó a reproducir los modelos italianos, sino que los navegantes realizaron un proceso de interiorización para confeccionar un modelo cartográfico propio, que desembocó en el famoso Atles catalán de 1375, el mapa cartográfico más importante de la Edad Media, el primero que incorporó la rosa de los vientos y una de las joyas de la Biblioteca Nacional de París.

Pasará lo mismo con el turismo, que se redefinirá si somos capaces de generar una cartografía bien distribuida, sin guetos ni falsos atajos. Hay que conseguir que los espacios o monumentos considerados turísticos sean lugares de auténtica resonancia de cara al exterior, pero que, al mismo tiempo, sean considerados por los barceloneses un espacio propio del que nunca serán expulsados.

La ciudad educadora

La participación es indispensable para vertebrar la transformación de la ciudad. Y en la base de todas las nuevas formas de participación está la ciudad educadora.

© Antonio Lajusticia
Foto del 9N

Cerramos un año memorable, un año políticamente vertiginoso marcado por la fuerza de la participación ciudadana. Ahora que termina lo sabemos y lo sentimos: justo cuando conmemorábamos el Tricentenario de los hechos de 1714, uno de los episodios más dolorosos de la historia de Barcelona, hemos vivido también uno de los momentos más dinámicos, decisivos y esperanzados de nuestro tiempo.

El año 2014 ha sido un año marcado por la expresión de una voluntad colectiva. Las avenidas de Barcelona han sido el escenario de una de las manifestaciones más multitudinarias de la historia de Europa. Cientos de miles de catalanes han participado en un ejercicio de caligrafía insólito por las calles de Barcelona con el único objetivo de expresar un deseo popular. De todo ello, nos quedamos con la lección de que no hay cohesión sin colaboración.

Así como la política de un gobierno municipal emana de un mandato depositado en las urnas, la concreción de una agenda política solo puede hacerse realmente efectiva si la ciudadanía se adueña de ella y colabora. Y viceversa, solo cuando la capacidad de asociación de los barceloneses se ha expresado en voluntades inteligibles, ha sido posible traducirlas políticamente. Como dice Isona Passola en la entrevista que abre este número de Barcelona Metròpolis: “La gente se queja de la política, pero habría que recordarles que si tú no haces política, la harán por ti.”

No hay cohesión, pues, sin colaboración. Si la colaboración es la condición, el premio es la cohesión. El concepto de colaboración ha sido uno de los ejes de la revista Barcelona Metròpolis a lo largo de estos dos últimos años. Inmersos como estamos en el nuevo paradigma digital, la participación ciudadana se ha convertido en un vector indispensable para vertebrar la transformación de la ciudad, tanto si hablamos de smart cities, resiliencia urbana o ciencia ciudadana, como de la nueva economía del conocimiento. Y en la base de todas estas nuevas formas de participación, se encuentra la ciudad educadora.

Experiencia de lucha contra la exclusión social, que es un objetivo prioritario de las ciudades educadoras.

El monográfico de este número se centra justamente en el Congreso de Ciudades Educadoras, que el pasado otoño reunió en Barcelona a representantes de más de 470 ciudades de todo el mundo. Ciudad educadora es la que procura y vela por la formación de sus ciudadanos más allá de la escuela, la universidad y los ámbitos propios de la enseñanza. La ciudad educadora crea espacios para compartir y hacer llegar el conocimiento a la ciudadanía, sea en bibliotecas, ateneos populares, asociaciones de vecinos, centros cívicos, fábricas de creación, laboratorios ciudadanos… y, por qué no, incluso en prisiones. Es la ciudad porosa, que participa e innova con la voluntad de incluir, que busca fórmulas innovadoras de participar e incluye la innovación en todos los ámbitos de participación. De este triángulo formado por la inclusión, la participación y la innovación, la ciudad educadora hace un círculo virtuoso.

La ciudad educadora no es ninguna entidad supraciudadana, sino su gente; es la propia capacidad de las personas de generar un tejido ciudadano. Y Barcelona es una ciudad que se ha diseñado a partir de sucesivas planificaciones, pero que ha triunfado sobre todo cuando la transformación se ha hecho desde la cooperación de la gente. Y es de la base de donde han surgido también las voces críticas que han matizado el discurso oficial y que han enriquecido el relato de la ciudad. El trabajo de los gobernantes es también escuchar atentamente a estos ciudadanos que nos alertan ante maniobras de exclusión y nos recuerdan que no avanzamos de verdad si la ciudadanía se queda atrás. La ciudad educadora, en definitiva, también es eso: el derecho de la ciudadanía a formular su mandato democrático.

La ciudad autosuficiente

©Albert Armengol
El Citilab de Cornellà.

Este mes de setiembre conmemoramos el tricentenario de la Guerra de Sucesión. Durante los largos meses que duró el asedio a la ciudad, Barcelona dio muestras de gran autosuficiencia y organización ciudadana para resistir. Trescientos años después, aquella Barcelona heroica que, no obstante, tuvo suficiente autoestima para claudicar y salvarse de la destrucción, es una ciudad abierta, que ha ido superando todas las murallas físicas y mentales. Una ciudad que a lo largo de la historia ha ido sufriendo asedios y bombardeos y que no ha construido su fuerza en la derrota ni en la dependencia de fuerzas externas, sino en su capacidad para generar sus propios recursos. Sin embargo, si cada tierra hace su guerra –como dice el refrán catalán–, también es cierto que cada ciudad hace su mercado. Y todavía hoy, a pesar de su condición de ciudad abierta, Barcelona vive, paradójicamente, bajo la presión de un nuevo asedio.

Ya no se trata de un asedio militar, sino económico, que bajo el signo de la globalización ha comportado el desmantelamiento de la industria y la deslocalización de la productividad a países emergentes. Como muy bien expone Neil Gershenfeld, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en la entrevista de este número de Barcelona Metròpolis, el modelo productivo fabril de los siglos xix y xx ha dado paso a una economía de servicios, que ha provocado que en la misma medida que importamos productos se nos lleven puestos de trabajo. La crisis que vivimos es en buena parte el resultado de este asedio económico.

La noción del asedio económico nos remite al paradigma de la ciudad autosuficiente, que tan bien ha descrito Vicente Guallart, arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona e impulsor de los fab labs y de los ateneos de fabricación digital. “El reto de las ciudades del siglo XXI es que vuelvan a ser productivas –dice Guallart–. Ahora más que nunca nuestra autosuficiencia tiene que ser conectada, global”. Pueden sustituir autosuficiencia por soberanía y hallarán perfectamente expresada en una frase una salida política viable para la ciudad y el país.

“El reto, pues, consiste en pasar de un modelo de ciudad que recibe productos y genera basuras a otro modelo en el que entra y sale información. Una ciudad innovadora es aquella que permite a sus ciudadanos pensar globalmente y producir localmente”, afirma Gershenfeld, por su parte.

©Albert Armengol
Laboratorio de fabricación del Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña.

Barcelona no es inmune, pues, a los asedios globales. Como todas las grandes ciudades del mundo tiene que estar preparada ante las amenazas del cambio climático, que provoca tantos desastres naturales, o del terrorismo. No basta con que una ciudad sea muy autosuficiente si no pertenece a una red que permita establecer unos protocolos universales. Al fin y al cabo, la autosuficiencia conectada ofrece más resistencia al colapso global. No es casual, tampoco, que Barcelona se haya convertido en la capital mundial de la resiliencia urbana, una de las bases que deben permitir que las smart cities del futuro tengan una autosuficiencia energética más robusta y puedan hacer frente a apagones accidentales o sabotajes energéticos.

Ahora bien, una ciudad inteligente no es simplemente una ciudad con sensores. La capitalidad del móvil y los protocolos para convertir Barcelona en una smart city serán inútiles si no se acerca la ciencia y la innovación al ciudadano. No basta con crear unas aplicaciones que integren a las personas en las smart cities del futuro. Es necesario también que esta ciudadanía sea abierta y participativa, y, sobre todo, que esté dispuesta a compartir la innovación.

No hay muros que valgan para hacer frente a todas estas amenazas. No se trata, pues, de erigir nuevas barreras, sino todo lo contrario. Solo la imaginación y la cooperación ciudadana nos permitirán superar los asedios del futuro.

Ojos nuevos sobre Barcelona

Una de las imágenes más interesantes que podemos encontrar hoy en Barcelona es la de un turista curioseando una parada de Bicing. Es uno de los pocos servicios que ofrece la ciudad que le están prohibidos. Como nosotros, el turista coge el metro, el bus o un taxi, pero, muy a menudo, después de ver todas esas bicicletas alineadas con perplejidad, opta por hacer una de las cosas más antiguas del mundo: andar.

© Albert Armengol
Fachada del alamacén de maderas Pérez Ares, en el número 44 de Riera Alta.

Avezados como estamos a desplazarnos sobre ruedas con prisa, el turista nos puede enseñar a vivir la ciudad a otro ritmo, a contemplarla con ojos nuevos. La mirada que proyectan sobre nuestras calles y monumentos es un reflejo que nos devuelve una imagen de lo que somos. También es cierto que el recuerdo que se llevarán de Barcelona irá en buena medida ligado a nuestras influencias y orientaciones. De los turistas podemos aprender muchas cosas, sí, y una es volver a caminar por la ciudad prestando atención.

A menudo tendemos a creer que los turistas son hormigas gregarias que solo quieren recorrer los circuitos de la Barcelona gótica o modernista, pero la realidad es que hay muchos que tienen la suficiente curiosidad como para perderse por la ciudad y explorar barrios alejados del centro o rincones difíciles de encontrar en las guías. Y encuentran maravillas que nosotros ya no sabemos valorar.

En este número de Barcelona Metròpolis hemos encargado a nueve autores que nos descubran rutas alternativas e insólitas por la ciudad. La Barcelona de los pasajes o de los túneles convive aquí con la Barcelona masónica o la romana. Descentralizar el turismo no es únicamente una estrategia circulatoria, sino patrimonial.

En una carta escrita en el año 1903 al director de El Liberal, Benito Pérez Galdós recuerda su primera estancia en nuestra ciudad, en el año 1868, cuando Barcelona ya había roto “la cintura de murallas que oprimían el cuerpo de la histórica ciudad y empezaba a estirar sus miembros robustos nutridos por sangre potente”. En aquel tiempo el mar y las montañas pasaron a ser las murallas de Barcelona, pero hoy, paradójicamente, la vía marítima se ha convertido en la puerta de entrada de turistas y la montaña cada vez será más transitable, una vez que la carretera de las Aigües se convierta en un gran corredor verde. Barcelona Metròpolis invita a romper unas murallas invisibles que hemos ido construyendo en torno a una idea fija de la ciudad.

© Albert Armengol
Pasaje escalonado del Dipòsit, en el barrio de Can Baró de Horta-Guinardó.

Barcelona ocupa la sexta posición de la primera clasificación mundial de ciudades con mejor reputación o marca, según se desprende del “Guardian Cities Global Brand Survey”, elaborado por Saffron, una consultoría de marca especializada en branding urbano, que ha confeccionado un índice de las 57 principales urbes del mundo. Este reconocimiento hay que agradecerlo a los esfuerzos de muchas personas, pero también hay que honorarlo estando a la altura y manteniéndonos fieles a lo que somos.

No hace mucho unas jóvenes estudiantes de historia del arte hicieron un descubrimiento singular en el paseo de Gràcia: unos operarios municipales que estaban embaldosando la acera con unos motivos de Gaudí encajaban mal las piezas del mosaico. Es un incidente sin más importancia, pero muy esperanzador, porque nos invita a creer todavía en una ciudadanía despierta que vela por la integridad y la autenticidad de nuestro paisaje. Una ciudad está viva si sus vestigios están vivos.

Si nos conformamos con los réditos de un turismo previsible, fácil o seguro, abocamos a nuestro visitante a la verdad banal, al tópico adocenado, a la postal de siempre, al truismo, en definitiva, que de tan conocido se vuelve falso. En cambio, enseñarle nuestros rincones más escondidos, descubrirle los secretos de nuestra historia, invitarlo a entrar a la ciudad que realmente es más nuestra casa será siempre un ejercicio de altruismo.

‘Smart city’: tecnología y gestión responsable

© Albert Armengol
Imagen de la edición del Mobile World Congress, celebrada en Barcelona el mes de febrero de 2014.

Vivimos un cambio de época. El concierto de las naciones va dando paso a un nuevo mundo en que las ciudades se erigen como ejes de una economía del conocimiento. En este mapa emergente de las ciudades inteligentes, Barcelona ocupa un lugar por méritos propios y, lo que es más, está demostrando una elogiable e ilusionante capacidad de liderazgo.

Capital Mundial del Móvil, y desde hace poco también Capital Europea de la Innovación, Barcelona ya ocupa el cuarto puesto en la clasificación Smart City 2013 y destaca como ejemplo de buenas prácticas en materia de inteligencia urbana por delante de ciudades como París, Londres o Estocolmo. Barcelona lidera también la City ProtocolSociety, que debe servir para consensuar recomendaciones y estándares compartibles por todas las comunidades urbanas del mundo. Asimismo, durante estos últimos años, la ciudad se ha convertido en un referente ineludible a escala mundial por su dinamismo y su capacidad de innovación, tal como lo es en otras materias.

Es paradójico que hayamos convenido en llamar inteligentes a las ciudades del futuro cuando todavía no somos del todo conscientes del alcance del cambio que comportará la revolución digital, seguramente porque los cambios se suceden de manera vertiginosa. De hecho, sin embargo, lo único que pretenden las políticas que denominamos smart es, en el fondo, intensificar la inteligencia colectiva –una inteligencia que siempre han tenido las ciudades– en un nuevo paradigma tecnológico orientado a ganar calidad de vida.

© Albert Armengol
Imagen de la edición del Mobile World Congress, celebrada en Barcelona el mes de febrero de 2014.

En este nuevo número de Barcelona Metròpolis exploramos las políticas smart que se están desplegando en la ciudad, tanto en el ámbito de las aplicaciones como en la salud, los transportes o la cultura… La implantación de las nuevas tecnologías afecta al medio ambiente, las infraestructuras, los edificios, los espacios públicos o los flujos de información. Pero la inteligencia tecnológica, que solo cobra sentido si comporta ventajas para hacer más fácil la vida de las personas, es únicamente una parte de la inteligencia que necesitamos.

A la Administración le corresponde pensar, actuar y gestionar la ciudad con inteligencia, y, evidentemente, la ciudadanía se lo tiene que exigir. Y al mismo tiempo esta exigencia implica corresponsabilidad en muchos de los comportamientos individuales en sociedad: reciclaje, ahorro energético, consumo responsable… Tecnologías y gestión responsable –pública y privada– tienen que constituir el círculo virtuoso que nos permitirá nuevas cotas de progreso.

La capacidad asociativa de los barceloneses, su inveterada voluntad de cooperar y participar es uno de los grandes valores que hacen hoy realista nuestra aspiración de ser una ciudad inteligente. Una smart city en mayúsculas, en todos los sentidos.

Todos somos Barcelona

El escritor norteamericano Raymond Carver tiene un cuento que se titula De qué hablamos cuando hablamos de amor. En este nuevo número de la revista Barcelona Metròpolis nos hacemos la misma pregunta a nuestra manera: ¿de qué hablamos cuando hablamos de Barcelona? Y para darle respuesta, nos hemos propuesto reflexionar sobre la marca Barcelona, un concepto que se ha ido instalando en el discurso público y que nos invita a revisar y poner al día la visión de la ciudad que queremos.

Barcelona tiene en todo el mundo un predicamento como no lo había tenido nunca. La admiración que despierta se nos puede hacer presente en situaciones extremas, tanto en un film de Woody Allen como en un niño de un campo de refugiados que lleva la camiseta de Messi. Pero la marca Barcelona no puede descansar solo en postales modernistas o en los éxitos futbolísticos del Barça. Somos mucho más que eso.

En general, Barcelona no se percibe principalmente como una ciudad para hacer negocios. Pero sí como un buen lugar para vivir. Una ciudad vinculada a la creatividad, con una potente oferta educativa y un incipiente potencial para ser un hub de innovación. Con todo, necesita articular y visibilizar un nuevo relato de ciudad y de marca: tiene que ser vista como una ciudad que inspira, y la inspiración puede afectar a casi cualquier terreno.

Tenemos sectores estratégicos que hay que defender y vincular a la marca: el diseño y la creatividad, la arquitectura y el urbanismo, la investigación biomédica, la moda, la cultura, la tecnología móvil, la ga

stronomía, sin olvidar la oferta universitaria, que convierte a Barcelona en uno de los campus más atractivos de Europa. Y añadimos además que el puerto no es tan solo un punto líder de atraque de cruceros turísticos, sino que tiene potencial para convertirse en la capital logística del sur de Europa.

Para consolidar una marca no basta con campañas de marketing. Ante todo tenemos que ser conscientes de lo que somos y creer en ello, y la visión de qué queremos ser –y de cómo queremos que se nos vea– ha de ser compartida mayoritariamente por toda la ciudadanía. La marca es lo que vendemos de lo que somos. En segundo lugar, no todo lo que somos nos gusta ni todo lo que fascina de la ciudad emana exclusivamente de nosotros mismos. Hay una parte de la marca Barcelona que ya escapa a nuestro control, porque está en manos –o mejor dicho, en la mente– de todos los que la han visitado, o la han conocido un poco o les han hablado de ella: una suma de percepciones que se superponen a la imagen que la ciudad se esfuerza por proyectar de sí misma. Barcelona, pues, no tiene una imagen única en el mundo y por eso hay que actuar decididamente con las herramientas de marketing y comunicación habituales hoy en día, que son con las que, bien afiladas, saben jugar las ciudades de la primera división mundial en la que participamos.

Son muchos los aspectos que la gestión del city branding comprende. Y somos muchos, Administración, ciudadanos individuales, corporaciones, asociaciones ciudadanas, empresas de todos niveles, los que contribuimos a difundirla y gestionarla, por activa o por pasiva. Las herramientas y el impulso para llevarlo adelante recaen, sin embargo, en los poderes públicos en tanto que depositarios de la representación ciudadana. Las generaciones futuras nos juzgarán a todos, igual que hoy juzgamos a los prohombres que en el siglo XIX crearon el Eixample o el Modernisme, o a los que concibieron el barrio Gòtic, o la ciudad postdictatorial y postolímpica, porque del fruto de su genio nació la semilla de la tan admirada “marca Barcelona” y de ella nos beneficiamos quienes hoy somos sus ciudadanos.

El viento de la historia

La bailaora Carmen Amaya.

Estamos a las puertas del Tricentenario del 11 de septiembre de 1714, una fecha señalada que marcó un antes y un después en la historia de Barcelona. Durante todo un año conmemoramos el asedio borbónico a la ciudad, unos hechos que supusieron la pérdida de los derechos políticos y las libertades civiles de los catalanes. El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Cataluña han impulsado una conmemoración ciudadana que ha de servir para redescubrir la ciudad del siglo XVIII, entender la dimensión de los hechos y ponerlos en relación con la realidad presente y las expectativas de futuro. La conmemoración del Tricentenario en Barcelona potenciará el diálogo entre pasado y presente con un extenso programa de actividades que incluirá exposiciones, debates, seminarios, publicaciones, itinerarios, fiestas ciudadanas y propuestas artísticas.

Desde Barcelona Metròpolis abordamos también los hechos de 1714 con la mirada puesta en el pasado, el presente y el futuro. En sus memorias, Manuel Azaña lanzó una frase que leída hoy cobra una dimensión totalmente ominosa: “Una persona de mi conocimiento afirma, como una ley de la historia de España, la necesidad de bombardear Barcelona cada cincuenta años. Esta boutade denota todo un programa político. De hecho, Barcelona ha sufrido más veces que ninguna otra capital española el rigor de las armas.” Los conflictos bélicos que ha vivido la ciudad de Barcelona no han sido nunca hechos aislados, ni puramente locales, sino que han estado relacionados con la escena internacional. Los hechos de 1714 representaron una jugada en una partida muy compleja que se disputaba en el tablero político europeo. El sitio de Barcelona cautivó la atención de un autor de talla universal, como es Daniel Defoe, que dio su visión de la Guerra de Sucesión en El capitán Carleton, una novela que este año se ha publicado en catalán. Más de doscientos años más tarde, durante la Guerra Civil española, Barcelona vivió el primer bombardeo aéreo de la historia sobre la población civil, un auténtico campo de pruebas de las atrocidades que se cometerían después durante la Segunda Guerra Mundial. De la resistencia de la Barcelona republicana ante los ataques franquistas hablamos también aquí reivindicando la figura de Miquel Serra Pàmies, un hombre que en una actuación heroica ante la inminente ocupación franquista evitó en el año 1939 la destrucción masiva de la ciudad por parte de las fuerzas comunistas, que habían planificado arrasar Barcelona en el momento de la retirada. Tenemos el deber de honrar a los ciudadanos que han arriesgado su vida por la ciudad en circunstancias tan extremas.

Tanto en 1714 como en 1939, Barcelona tuvo que rendirse ante una fuerza incontestable que la sometería a una voluntad uniformadora y centralista. La Europa moderna se construyó sobre el estado nación y era muy difícil contravenir el sentido de la historia. Sin embargo, hoy el viento sopla en una dirección muy distinta y ha hecho emerger unas nuevas relaciones internacionales que van más allá de las fronteras de los estados. Hoy Barcelona tiene una voz propia en el nuevo diálogo global que rige el mundo. Es ejemplo de resistencia, pero también de apertura e integración. “Barcelona es una gran fábrica de hacer barceloneses”, afirma el escritor Albert Sánchez Piñol, autor de Victus, entrevistado en este número de Barcelona Metròpolis. Cuánta razón tenía Joan Sales cuando afirmaba que “las guerras que pierdes son las guerras que ganas”.

Formación, innovación, inspiración…

Oriol Tort con los muchachos de La Masia del Barça.

Oriol Tort con los muchachos de La Masia del Barça.

Con este número de primavera, la revista Barcelona Metròpolis llega al primer año de su nueva etapa. Coincidiendo con el final de curso escolar, esta vez centramos la mirada en la educación, y hacemos balance de uno de los sectores más activos y estratégicos de la ciudad.

No sabemos muy bien si vivimos los últimos días de una época o las primeras horas de un mundo nuevo. En cualquier caso, encaramos unos tiempos difíciles, pero también interesantes. Y la escuela no es inmune a esta transformación profunda, que abre la enseñanza a las posibilidades fabulosas y a la vez vertiginosas de la revolución digital. El mundo que viene ya está aquí.

Barcelona dispondrá muy pronto de una de las mayores redes de fibra óptica del mundo, que permitirá optimizar la conexión a internet en los centros educativos. El cloud computing no es una simple herramienta para virtualizar el software y optimizar costes, sino que cambiará progresivamente el modo en que nos relacionamos con el entorno. La irrupción de las TIC en las aulas nos obliga a revalorizar la figura del docente y, más que nunca, conviene preservar la atención del alumno como el bien más preciado, porque el esfuerzo y la concentración tendrán que garantizar el vínculo entre el maestro y el estudiante.

En la esfera de la formación superior, Barcelona bulle de actividad académica. Además de ser una de las sedes preferidas a escala mundial para celebrar congresos y convenciones, la ciudad acoge cada año a miles de estudiantes que acuden a estudiar a nuestras universidades. Asimismo, universidades extranjeras abren nuevas sedes para formar a sus alumnos desde aquí. Está a punto de inaugurarse, por ejemplo, el Institute of the Arts Barcelona, una escuela inglesa de artes escénicas que se instala en Sitges con la marca Barcelona y que se propone concentrar aquí a alumnos de todo el mundo. Al margen de esta propuesta, tenemos referentes propios, como el Institut del Teatre, que este año celebra cien años en plena actividad. Junto a instituciones centenarias, un sector educativo emergente consolida a Barcelona como una ciudad ideal para aprender y formarse.

El cardiólogo Valentí Fuster.

El cardiólogo Valentí Fuster.

Pero abordamos la educación en un sentido amplio, no únicamente restringido al ámbito de la escuela. El cardiólogo Valentí Fuster, entrevistado en este número, nos recuerda que la salud es inseparable de la educación. Tenemos que pasar de tratar enfermedades a educarnos para la salud. También exploramos nuevas formas de educar que salen de la norma y que han dado a Barcelona casos de éxito de proyección internacional. Sería, sin ir más lejos, el caso de La Masia, la escuela del Barça, que repasamos a través de la figura de uno de sus artífices, Oriol Tort, descubridor de jugadores como Carles Puyol, Cesc Fàbregas o Bojan Krki?. También dedicamos un dossier a nuevos proyectos de educación musical, como la Sant Andreu Jazz Band, una orquesta juvenil hoy conocida en todo el mundo que ha maravillado a las grandes figuras del jazz de la escena internacional. Y presentamos a Tiching, una plataforma originada en Barcelona y con una gran proyección más allá de nuestras fronteras, que invita a maestros, padres y alumnos a compartir recursos pedagógicos en una gran comunidad virtual que aspira a ser la gran red social de la educación.

La marca Barcelona es también una marca pedagógica. Barcelona inspira también en el terreno académico.

Un valor milenario con espíritu de ‘start-up’

Incubadora de empresas Glòries

@ Christian Maury
Incubadora de empresas Glòries.

Hemos entrado en el año 2013 con pies de plomo, con la prudencia de la crisis, pero ya estamos a las puertas de una nueva edición del Mobile World Congress, cita mundial de la telefonía que un año más sitúa a Barcelona en el epicentro de la innovación tecnológica. La ciudad hierve gracias a la creatividad de jóvenes emprendedores, de empresas que renuevan ideas y de personas que trabajan en las TIC y en nuevas aplicaciones móviles. Barcelona recupera aquel espíritu de empuje, fortaleza y creatividad que, durante la Renaixença del siglo XIX, hizo que pasara de ser una ciudad castigada política y militarmente a ser un polo de cultura, arte y progreso mundial en un ciclo que solo la guerra y la larga dictadura decapitaron. Barcelona vuelve a bullir. Vuelve a inspirar al mundo. A veinte años de los Juegos Olímpicos, sigue creciendo en liderazgo. Barcelona inspira.

Nos encontramos en el umbral de una nueva economía articulada en torno a la capacidad de conectar personas y construir comunidades, y Barcelona sobresale en este terreno. Hoy se impone de manera irrevocable un paradigma de productividad que consiste en hacer aflorar nuevas complicidades en un mundo en el que la información y todas sus mercancías agregadas circulan a una velocidad de vértigo. El campo de cualquier transacción es más abierto que nunca. Las posibilidades de internacionalización de la creatividad son también más reales. Vivimos en un planeta de ciudades que dibujan soberanamente un nuevo mapamundi de grandes urbes, cada día más emancipadas de las fronteras de sus respectivos estados.

En este mapa emergente, Barcelona se ha ganado un puesto singular. Una singularidad obtenida por méritos propios, sin jugar en contra de la marca España pero también sin ningún tipo de sumisión a ella; una marca, por otro lado, conocida en todas partes y llena de atributos que ahora no es necesario detallar. La creación de empresas capaces de instaurar nuevas realidades y desempeñar un papel decisivo en el campo del emprendimiento y la innovación es una característica del prolífico vivero empresarial de Barcelona Activa, como se apunta en el dossier central de la revista.

© Christian Maury
Equipamiento de la Business Factory.

Destino turístico de primer orden, es también un punto de irradiación cultural y tecnológica que la convierte en una denominación reconocible en todo el mundo. Y esta percepción internacional no es atribuible solo a Gaudí o a los recientes éxitos del Barça, sino a una fuerte personalidad que viene de lejos, como demuestra Jordi Graupera en este número, repasando las referencias a la ciudad aparecidas desde los años veinte en la revista norteamericana The New Yorker.

A cada oleada de la historia Barcelona se ha reconstruido y ha redefinido su identidad. Por ello tiene muchas capas, que podemos descubrir con la magnífica Carta Arqueológica de Barcelona (http://cartaarqueologica.bcn.cat), un mapa virtual impresionante que el Ayuntamiento pone al alcance de quien quiera hacer un repaso de los estratos de nuestra historia. La ciudad de hoy también tiene muchas capas. Conviviendo con las elites emprendedoras que asisten al Mobile World Congress, hay personas que la crisis ha dejado atrás y que corren riesgo de exclusión social. Barcelona tiene que estar conectada al mundo pero también debe estar vinculada a sus propias bases, sobre todo cuando hay colectivos y barrios que necesitan el auxilio de los demás para salir adelante. Por ello el emprendimiento social se convierte en un imperativo, pero también en una oportunidad de crear negocios encaminados a luchar contra la crisis y las lacras sociales. Lejos del modelo de beneficencia, el emprendedor social se propone crear negocios sostenibles e incluso rentables que contribuyan a la emancipación de los más desvalidos. Y también en este terreno Barcelona está dando un ejemplo de liderazgo.

Es una capital en transformación, vibrante e inspiradora. Y la revista Barcelona Metròpolis vuelve a hacer el esfuerzo de documentar su energía en catalán, castellano e inglés, porque quisiera religar la ciudad con el hilo de la esperanza y ser su difusora en casa y donde pudiera ser necesario.

Barcelona, marca catalana

Este año celebramos el decimosegundo aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Aquella efeméride impulsó la transformación de la ciudad con una renovación urbanística y arquitectónica que fue acompañada de beneficios de un valor más intangible. Barcelona cobró una nueva identidad como marca, y a partir de aquel momento a los catalanes nos fue mucho más fácil presentarnos ante el mundo.

Mercat San Antoni 1960

© Ritma / AFB
Vista aérea del mercado de Sant Antoni en 1960

Los que habían viajado al extranjero antes del año 1992 recordarán lo pesado y recurrente que resultaba a veces explicar Cataluña al mundo exterior. La inevitable referencia a los toros o al flamenco obligaba a dar un sinfín de explicaciones. Con los Juegos Olímpicos se comprobó que, paralelamente al mapamundi de países y capitales, también cotizaba el mapa intercontinental de las ciudades, y la cita olímpica hizo aflorar Barcelona como una marca de agua en esta constelación urbana global.

Mercat de Sant Antoni l’any 1960

© Ritma / AFB
Mercado del Born

A partir de aquel momento la cosa cambió. Si alguien nos preguntaba de dónde éramos, decir simplemente que veníamos de Barcelona simplificaba la conversación. De repente descubríamos que Barcelona era una palabra eufónica, de una cadencia prolongada y feliz, que llevábamos como una flor en los labios, una palabra de tan fácil pronunciación como Rambla, Gaudí o Picasso.

Mercat San Antoni

© Albert Armengol
Mercado de San Antoni en obras

Desde entonces la marca Barcelona se ha ido consolidando. Y no solo gracias a la marca olímpica, sino también por la marca arquitectónica del Modernismo; la marca gastronómica de chefs catalanes, como el Bulli, Santamaria, Roca o Ruscalleda; la marca literaria de Jaume Cabré o Ruiz Zafón; la marca tecnológica que nos da el Mobile World Congress, y sobre todo la marca de la Champions, con Messi y Guardiola como referentes. Pero todos sabemos que la marca no es un objetivo en sí mismo, ni nos podemos permitir hablar de Barcelona únicamente en términos de branding, dejándonos llevar por las fluctuaciones de la bolsa o la moda. En definitiva, aquel antiguo dicho catalán que reza “Barcelona és bona si la bossa sona” (Barcelona es buena si la bolsa suena), se podría traducir en términos actuales más o menos así: “Barcelona suena si la marca es buena”.

Mercat Santa Caterina

© Vicente Zambrano
Mercado Santa Carerina

Barcelona tiene hoy la oportunidad de capitalizar muchos valores. La cocina mediterránea es uno de ellos, y los mercados de Barcelona son uno de los motores de esta cultura alimentaria basada en el producto fresco de proximidad. Dedicamos este número de Barcelona Metròpolis a explorar pasado, presente y futuro de un modelo de mercados que se ha convertido en ejemplo para otras ciudades, que han venido a observar su funcionamiento para adaptarlo a sus necesidades.

Dedicamos también un dossier especial a la novela sobre Barcelona, que nos brinda un recorrido por la ciudad que es tan literaria como real, puesto que cada vez son más los turistas que llegan a ella con la idea fija de reconocer un paisaje urbano que han conocido de la mano de un escritor. La marca literaria de Barcelona ha vivido dos eclosiones literarias recientes, La sombra del viento, de Ruiz Zafón, y Yo confieso, de Jaume Cabré, ambos profusamente traducidos.

© Albert Armengol
Mercado el Ninot en obras

Pero la marca va siempre ligada a una identidad y a una historia. Y Barcelona debe actuar también como capital de la catalanidad. La modernidad, la innovación, la creatividad no están reñidas con la defensa de la identidad. En su Oda a Barcelona, Pere Quart le decía a la ciudad: “Escabellada, ronca, / perds la vergonya i la senyera, / però et guanyes la vida, / entre la mort i la follia.” [Despeinada, ronca / pierdes la vergüenza y la bandera, / pero te ganas la vida, / entre la muerte y la locura.] No es así como la queremos.

La marca es también un estímulo a nuestra autoexigencia. Esta revista lleva en su cabecera el nombre de Barcelona. Nos esforzaremos por estar a la altura que los tiempos reclaman.

Mercat de la Barceloneta

© Vicente Zambrano
Mercado de la Barceloneta

Una capital en transformación

Barcelona Metròpolis empieza una nueva época con el propósito de mostrar la ciudad tal como es, la capital que empuja y hace avanzar, que lidera y acompaña al país, que recibe sus energías pero que pone incondicionalmente su masa crítica a su servicio. Barcelona Metròpolis se propone también dar testimonio de cómo quiere la ciudad cumplir estas obligaciones inherentes a la condición de capitalidad: evolucionando, adaptándose, mejorando. Por eso hablamos de una capital en transformación. Todo el mundo está de acuerdo en que en las últimas décadas Barcelona ha hecho méritos para estar donde está. Ha subido posiciones en el ranking de ciudades, se ha ganado una atención positiva a los ojos del mundo y ha consolidado una marca propia mucho más conocida –hoy por hoy– que la denominación Cataluña y mucho más cotizada que la de España. Los Juegos Olímpicos nos situaron en el mapa mucho antes de que la emergencia de los smartphones nos obsesionase por la geolocalización. El aura olímpica y el ascendente gaudiniano son ingredientes de un glamour internacional que ha crecido gracias a los éxitos del Barça, la feria mundial de móviles y la exportación de la cocina catalana, entre otros.

Este prestigio no debe hacer que nos durmamos en los laureles. Vivimos tiempos convulsos, que nos obligan a resituarnos en círculos cada vez más amplios: en Cataluña, en la Península y en el Mediterráneo, en Europa y en el mundo. Barcelona no es solo el centro neurálgico de un área metropolitana, sino la capital de un país que se extiende más allá del cinturón industrial. Entre una Barcelona que se alimente solo de la inercia y la autocomplacencia y otra que integre las fuerzas vivas de Cataluña y las abra al mundo, nos quedaremos con la segunda opción. Barcelona es hoy un polo de atracción no tan solo de Cataluña, sino de todo un corredor urbano o megarregión que coincide plenamente con el país catalán. Por eso Barcelona Metròpolis quiere mostrar sin complejos al mundo la catalanidad de la ciudad.

No vivimos una época de cambio, sino un cambio de época. Todos nos damos da cuenta de que el mundo ha cambiado y de que nada volverá a ser como antes. Barcelona ha sido durante años una ciudad en construcción, permanentemente levantada por las obras tras décadas de parálisis involuntaria con raíces de posguerra. Ha vivido una etapa de expansión inmobiliaria que ha topado con sus propios límites. Hemos descubierto demasiado tarde y con estupor que construcción no era sinónimo de crecimiento ilimitado ni de creatividad. A partir de ahora será la creatividad la que nos dará juego y visibilidad en un mundo multipolar.

En la etapa anterior esta revista ha contribuido al análisis crítico de los modelos de ciudad que hemos probado, puesto en práctica y consolidado. En esta nueva etapa nos proponemos recentrar el debate sobre Barcelona en tres ejes: de dónde venimos, dónde estamos y adónde vamos. Desde la formulación de estas tres preguntas ignacianas tenemos que discernir en cada caso si la pulsión que nos anima es fruto de una inercia del pasado o de un impulso presente.

Barcelona Metròpolis mantiene la periodicidad trimestral y se publicará una sola edición trilingüe. El nuevo director, Bernat Puigtobella, tiene el encargo de hacer llegar la revista a las personas, de aquí y de fuera, que no la leían, ignorando o no su existencia. Esto pasa por dar también voz y tribuna a las nuevas generaciones, jóvenes nacidos poco antes o después de los Juegos Olímpicos, que serán los actores de la Barcelona que estamos creando hoy. Con este espíritu de hacer más accesibles los contenidos, también hemos renovado la página web. Potenciamos así la edición digital de la revista, más dinámica y permeable en las redes sociales, especialmente en Twitter, donde Barcelona Metròpolis ya cuenta con más de mil seguidores. La digitalización también permitirá consultar la hemeroteca de la revista. Y sobre todo, abre las posibilidades de participación de los lectores. Invitamos a los ciudadanos a dar su opinión, a conversar, afirmando la autoestima sin caer en la autocomplacencia y sin perder el espíritu crítico. Una capital en transformación tiene que estar abierta a la participación, para aprender a transformarse, y para ser verdaderamente capital.

Panorama de Barcelona a lo largo de 438 años. Fotografía incluida en el libro Refotografiar Barcelona amb Mark Klett, catálogo de la exposición del mismo título organizada por el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB), que se pudo visitar hasta el 19 de mayo.
© Mark Klett / AFB