Acerca de Mònica L. Ferrado

Periodista científica. Responsable de ciencia del diario Ara

Josep Maria Antó: “Nuestra salud y la del medio ambiente van unidas”

Una espada de Damocles cuelga sobre la cabeza de las generaciones actuales: la degradación del medio ambiente y el cambio climático. Su impacto sobre la salud humana tiene unos costes enormes: el factor económico no puede ser excusa para aplazar las medidas de preservación necesarias, sino todo lo contrario.

Foto: Pere Virgili

Foto: Pere Virgili

El campo de trabajo del doctor Josep Maria Antó (Cornellà de Llobregat, 1952) es la salud respiratoria y sus determinantes ambientales. Licenciado en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona en 1975 y doctorado en 1990, Antó dio el salto a la epidemiología en los años ochenta. Como responsable de epidemiología y salud pública de lo que actualmente es el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), al que se incorporó en 1987, participó de forma protagonista, junto con el doctor Jordi Sunyer, en el descubrimiento de la asociación entre la descarga de soja en el puerto de Barcelona y las epidemias de asma agudo de las que los medios se habían empezado a hacer eco unos años antes. La aparente epidemia desapareció cuando se pusieron los filtros adecuados en los silos donde se almacenaba la leguminosa.

Desde entonces no ha dejado de investigar en este campo. Y de crear escuela desde el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), que dirigió y que se fusionó el pasado junio con el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) para formar uno de los mayores centros de salud de Europa. Actualmente es el director científico de esta entidad, cargo que compagina con la enseñanza en la Universidad Pompeu Fabra (UPF), donde es catedrático de Medicina. El pasado mes de septiembre habló sobre el cambio climático y su impacto sobre la salud en el ciclo de conferencias “Futur(s)”, organizado por el Ateneu Barcelonès y la Obra Social “la Caixa”.

¿Cuál es el impacto del cambio climático sobre la salud?

El más claro son las olas de calor. Hace más de treinta años que tenemos evidencia de que cuando se dan días seguidos de calor aumenta la mortalidad. La ola de calor de agosto de 2003 en Europa produjo veinte mil muertos más de los habituales (quince mil en Francia y tres mil en España). Del mismo modo sabemos que la mortalidad crece con el frío. También es preciso considerar las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones y los incendios, que crean contaminación por partículas. Es decir, hay una segunda línea de efectos indirectos, porque el clima tiene un efecto multiplicador de los problemas habituales.

No estamos hablando de riesgos futuros, sino plenamente actuales, ¿no es cierto?

En el mundo mueren unos siete millones de personas que sobrevivirían si la contaminación atmosférica se mantuviese en los niveles admitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un 60 % de esta contaminación es causada por el tráfico rodado. Con el cambio climático aumentan las temperaturas y posiblemente los episodios de estancamiento aéreo. Cuando ambos fenómenos coinciden, sus efectos se multiplican mutuamente. Otro ejemplo son las enfermedades transmitidas por vectores como el mosquito. El cambio climático afecta a la distribución geográfica de los vectores y ello puede suponer también cambios en la distribución de la enfermedad, como es el caso de la malaria y del dengue.

¿El cambio climático puede tener otros efectos no esperados sobre nuestra salud?

Los más preocupantes son los efectos sistémicos y complejos; en relación a ellos vamos a ciegas. Por ejemplo, cómo influye el cambio climático en la biodiversidad, en los conjuntos de especies animales y vegetales que nos rodean y con las que convivimos. En mi campo, cada vez tenemos más evidencias del impacto del cambio climático en el número de especies vegetales y en las bacterias (el microbioma). Esta diversidad biológica influye en nuestro sistema inmunitario. Dado que son sistemas complejos, un pequeño cambio puede tener efectos desproporcionados. Hay evidencias –aún incipientes– de que, cuanta menos biodiversidad, más asma. Otro tipo de efectos complejos de gran importancia son las migraciones de especies.

Aun así, todavía no se aplican las reducciones de emisiones que serían necesarias.

Nuestra generación vive con una espada de Damocles sobre la cabeza, y es preciso tomar medidas urgentes. El acuerdo internacional adoptado en la Cumbre del Clima de París, COP21, es un importante primer paso para la reducción de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. Pero aún es difícil predecir cuál será su alcance.

El coste económico de estas medidas suele ser el principal argumento en contra. ¿Cómo se puede convencer a la sociedad de que defender el medio ambiente también es positivo desde el punto de vista económico?

El impacto climático en la salud tiene unos costes astronómicos en términos de PIB. Las políticas a favor del medio ambiente generan riqueza porque salvan vidas y porque disminuyen la presión sobre el sistema sanitario. Es necesario considerar el medio ambiente como un factor económico más. Junto con ello, una economía ambientalmente sostenible es capaz de crear nuevos tipos de productos y servicios y de generar riqueza.

En los últimos años ha aumentado la incidencia de las enfermedades respiratorias. Según previsiones de la OMS, el cáncer podría aumentar hasta un 75 % en 2030.

Es cierto, y también han aumentado las enfermedades cardiovasculares y mentales, así como las alergias. En general son más frecuentes las enfermedades crónicas. ¿Por qué? Por un lado crece nuestra esperanza de vida, pero tenemos más riesgo de enfermar, dado que muchas de estas enfermedades están asociadas al envejecimiento. Con todo, las causas del incremento de la mayoría de las enfermedades son múltiples, y entre ellas se cuentan las ambientales. Por ejemplo, en el ámbito respiratorio ha crecido mucho la incidencia de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), que hace treinta años era poco frecuente; el incremento se asocia de modo claro con el tabaco. También sabemos que la contaminación atmosférica aumenta el riesgo de episodios graves y de muerte en los afectados de EPOC. En cuanto a la mayor incidencia de las enfermedades crónicas, sabemos dónde fallamos: una dieta con exceso de calorías y poco equilibrada, el consumo de tabaco, el crecimiento del sedentarismo y, especialmente, el de las desigualdades sociales, que constituyen una causa estructural.

¿Las zonas con un aire más contaminado son también las de peor salud?

Pocas veces se pueden establecer patrones geográficos para una sola causa de una enfermedad. Por ejemplo, en España hay un patrón claro de muerte por cáncer de vejiga, con mayor incidencia en algunas áreas de Andalucía y Cataluña en las que se han realizado actividades industriales y de minería. El aumento de mortalidad por cáncer de vejiga en zonas del Vallès sugiere firmemente una correlación con la presencia de industria textil. Otro ejemplo clarísimo es el aumento de casos de cáncer –como el mesotelioma– relacionados con la exposición laboral o ambiental al asbesto. En Barcelona existe una mancha clarísima, inapelable, y es la desigualdad social. La diferencia en esperanza de vida entre los barrios más ricos y los más pobres es de diez años, hecho que explica la mayoría de enfermedades. En los barrios más pobres la vivienda, la alimentación y las condiciones de trabajo son peores, se sufre más estrés vital, se fuma más… En Sarrià, Sant Gervasi o Pedralbes se vive más que en Ciutat Vella. Es un fenómeno común a todas las ciudades.

¿Y los barrios pobres también están más expuestos a la contaminación?

No, en Barcelona la contaminación atmosférica del tráfico no es mayor en los barrios pobres. Hay barrios con alto poder adquisitivo y mucho tráfico, en los que claramente la gente está más expuesta a la contaminación, y donde posiblemente también haya más ruido. El mercado quizás todavía no lo ha interiorizado, pero acabará haciéndolo.

¿Superamos a menudo los umbrales admisibles de contaminación atmosférica?

Existen dos umbrales importantes: uno, establecido con criterios de salud, fijado por la OMS, y que superamos ampliamente, y otro, el umbral legal que fija la Unión Europea, más laxo, en el que los criterios económicos y políticos van por delante de la salud.

¿Existe una correlación entre la contaminación y la actividad de las urgencias hospitalarias?

Cientos de estudios demuestran que, cuanta más contaminación atmosférica, más problemas de salud. Reducir en un 20 % la contaminación evitaría el 2,8 % de las muertes y los ingresos en urgencias por causas respiratorias y cardiovasculares, según estudios de nuestro centro. Incluso se ha registrado un aumento de ingresos hospitalarios algunos días en que los niveles de contaminación se encontraban por debajo de lo que marca la OMS; por lo tanto, estas recomendaciones también son cuestionables. Por poca contaminación que haya, tiene efectos. Y aunque individualmente sean pequeños, cuando se acumulan en millones de personas su impacto es grande.

¿Cuántas muertes se podrían evitar si mejorara la calidad del aire?

Un estudio realizado en 2007 por el CREAL mostró que en el área metropolitana de Barcelona se podían atribuir a la contaminación por partículas 3.500 muertes prematuras anuales de personas mayores de treinta años. En una investigación nuestra más reciente, el profesor Mark Nieuwenhuijsen ha estudiado la relación entre las muertes y estos cinco factores: la exposición a la contaminación, el sedentarismo, el ruido, el calor y la falta de espacios verdes. Barcelona podría evitar casi el 20 % de las muertes, y su esperanza media de vida aumentaría en un año, si se siguieran las recomendaciones internacionales al respecto.

¿Cómo puede contribuir la Administración?

Con una mejor planificación urbanística y del transporte. Los barceloneses solo realizan unos 77 minutos de actividad física semanal, cuando la recomendación es realizar 150. El aire contiene un promedio de 16,6 microgramos de partículas en suspensión por metro cúbico, cantidad que, según las recomendaciones internacionales, debería ser inferior a 10. Sufrimos también mucho ruido. Barcelona supera en 10 decibelios el umbral saludable, que las recomendaciones de la OMS sitúan en 55 decibelios. Y en lo relativo al calor, en el centro de la ciudad se puede llegar a superar en 8 grados la temperatura de la periferia. Y un tercio de los habitantes vive lejos de una zona verde.

En varios estudios han determinado de qué modo la contaminación del tráfico afecta a los niños en el colegio. ¿Qué herencia dejaremos a nuestros hijos si no actuamos?

El grupo de investigación de Jordi Sunyer, jefe del programa de salud infantil del CREAL, ha comprobado que la contaminación del tráfico afecta al desarrollo cognitivo de los niños y su rendimiento escolar. A partir de una muestra de más de 2.600 alumnos de primaria de 39 colegios de Barcelona, con una edad media de ocho años y medio, se han analizado los efectos de las partículas en suspensión (PM) en el aire interior de los colegios. Un incremento de 4 microgramos por metro cúbico de las partículas de menos de 2,5 micras de diámetro –las que suponen un mayor riesgo para la salud– está asociado con una reducción del 22 % en la memoria de trabajo.

Y no se adoptan medidas.

Tenemos una tradición política negligente con la evidencia científica. En Cataluña hemos trabajado con el Departamento de Salud de la Generalitat para incluir las evidencias en los planes de salud, pero las respuestas son siempre muy lentas. En el caso de los colegios la medida adecuada sería restringir el tráfico a su alrededor. En los países nórdicos se regula la ubicación de los colegios en función de la contaminación atmosférica.

Otro de los proyectos importantes en el CREAL es INMA, Infancia y Medio Ambiente, con grupos de madres e hijos a los que siguen desde hace más de diez años para ver cómo les afecta la contaminación.

La contaminación atmosférica influye en el peso que tendrá el recién nacido en el momento de nacer, que es más bajo cuanto más expuestas a la contaminación han estado las madres durante el embarazo. Comprobamos que por cada 10 microgramos más de dióxido de nitrógeno (NO2) o de compuestos volátiles por metro cúbico de aire a los que estaba expuesta la madre, el niño pesaba 91 gramos menos. Estos estudios son muy importantes y la Administración los debería tener en cuenta.

¿Puede que las PM acaben interfiriendo en el funcionamiento de todo el cuerpo, además de los pulmones?

Estos tipos de partículas tan pequeñas son las que más preocupan porque llegan hasta el fondo del pulmón, de allí pasan a la sangre, se incorporan al ateroma, producen inflamación crónica y se distribuyen por todo el organismo. Pueden pasar del bulbo olfatorio y dirigirse al cerebro. Estamos seguros de no exagerar, al contrario; hay fenómenos que todavía no se conocen lo bastante bien y los problemas pueden ser incluso más graves. Estamos empezando apenas a establecer relaciones con el Alzheimer o la diabetes.

Se dice que actualmente se usa menos el coche.

Los niveles de contaminación han bajado porque, debido a la crisis, el coche se utiliza menos. Pero, dado que no hay dinero para renovarlos, los vehículos envejecen y se vuelven más contaminantes. Hasta ahora no se ha hecho nada concreto para reducir su uso; esta es una de las medidas urgentes que tenemos aún pendientes. Es necesario que todos caminemos más, que vayamos más en bicicleta y que utilicemos más el transporte público.

Foto: Pere Virgili

Foto: Pere Virgili

¿Las supermanzanas son una buena medida de salud pública?

Pretenden disminuir el volumen total de tráfico y, por tanto, de gases contaminantes. También aportan otro beneficio: el aumento de la “caminabilidad”. La actividad física ayuda a disminuir la obesidad, lo que tiene un impacto aun mayor sobre la salud. El sobrepeso y la contaminación atmosférica se encuentran directamente relacionados. Por muchas limitaciones que tenga el proyecto de las supermanzanas, supone una oportunidad única que Barcelona no puede perder. La salud planetaria tiene los años contados si entre todos no cambiamos el actual modelo de desarrollo. Las supermanzanas pueden ser una gran contribución.

Desde el CREAL también se ha estudiado la contaminación por productos químicos.

La dieta es la fuente principal. La contaminación del pescado por mercurio tiene un impacto en el desarrollo neurocognitivo de los niños, y ha llevado a establecer recomendaciones en la dieta de las mujeres embarazadas. También hemos realizado estudios sobre los disruptores endocrinos, las dioxinas, que son muy persistentes y no están suficientemente reguladas.

Todo ello a veces te lleva a pensar: ¿pero cómo seguimos vivos?

El organismo tiene una capacidad brutal de adaptación. Probablemente utilizamos más de ochenta mil productos químicos diferentes, de los que se han estudiado muy pocos, unos mil o dos mil. La mayor parte se encuentran en nuestro cuerpo aunque sea en pequeñas cantidades, y desconocemos sus efectos… todavía.

Llevan ustedes a cabo una investigación incómoda. Estudios difíciles sobre asuntos que a diferentes colectivos no les interesa que lleven a conclusiones claras.

Sí, es una ciencia molesta. Parte de nuestra investigación a menudo no agrada a las grandes corporaciones industriales y hacen todo lo que pueden para negar los estudios o quitarles importancia. En Europa la presión directa no es tan fuerte como en Estados Unidos, donde puede ocurrir que, si publicas un artículo muy negativo para una determinada industria, te pongan una denuncia. Lo hacen para que los demás investigadores se asusten, para tenerte ocupado defendiéndote y que así no puedas trabajar. Un clásico ejemplo es el del tabaco, en el que la industria ha utilizado estrategias inmorales para tratar de entorpecer la investigación y su aplicación.

Y los campos electromagnéticos que generan los móviles, ¿cómo nos afectan?

En el CREAL, los estudios de Elisabeth Cardis, profesora de Investigación en Epidemiología de la Radiación, han contribuido a que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) clasifique el uso del móvil como posible carcinógeno. Para llegar a conclusiones como esta se forma un panel con grupos de expertos que evalúan la evidencia científica y la industria también participa como observadora. El problema es que, cuando la IARC lo publica, aparecen muchos medios de comunicación y expertos poniendo en duda la evidencia y asegurando que los resultados no tienen sentido. Y sí lo tienen.

Así pues, una vez más, tendríamos que tomar medidas que no tomamos.

Las autoridades responsables deberían atender seriamente las recomendaciones de estos estudios. Muchos países tienden solo a establecer medidas preventivas, como aconsejar un uso menos intensivo de los móviles, que se utilicen sistemas de manos libres, que los aparatos no se acerquen a órganos vitales…

Líderes en ‘big data’ y biomedicina

La investigación en biomedicina no sería posible sin el uso masivo de datos. Es la única vía para hallar las claves de la lucha contra el cáncer, explicar cómo miles de neuronas estructuran nuestro cerebro o desarrollar ensayos virtuales de medicamentos. El big data garantiza que la medicina avance a pasos de gigante.

© Òscar Julve

Cataluña participa de modo relevante en algunos de los proyectos más ambiciosos sobre big data y biomedicina, como por ejemplo el genoma del cáncer (en concreto, en torno a la leucemia), el proyecto Human Brain y ENCODE, el consorcio para desvelar la utilidad de las partes más oscuras y desconocidas de nuestro genoma. También hay en marcha muchos otros proyectos para testar moléculas candidatas a convertirse en fármacos gracias a simulaciones que requieren el uso masivo de datos. Detectar candidatos entre muchos compuestos y simular sus efectos en un entorno virtual acorta el camino y ofrece más garantías de acierto antes de comenzar los ensayos clínicos.

En Cataluña trabajan unos ochocientos científicos en el ámbito de la bioinformática, algunos de ellos expertos reconocidos a escala internacional. También encontramos instalaciones punteras en almacenaje, análisis y producción de datos, como el Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC), con el Marenostrum recientemente actualizado y preparado para almacenar y analizar datos de gran volumen, o el Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG), que dispone de avanzada maquinaria de secuenciación.

Minería de datos genéticos

El big data no es nuevo para la biomedicina. “Las primeras bases de datos masivos se crearon en los años cincuenta, cuando se empezó a almacenar la secuencia de proteínas”, explica Roderic Guigó, coordinador del programa de bioinformática del Centro de Regulación Genómica (CRG), reconocido como uno de los principales expertos mundiales en bioinformática ya desde la obtención del primer genoma humano en el año 2000 (fue uno de los pocos europeos que participaron en este proyecto). Pero no fue hasta la aparición de los primeros ordenadores, en los años ochenta, cuando se pudieron explotar las primeras bases de datos electrónicas. “En 1983, haciendo minería de datos, se encontró el primer oncogén”, recuerda Guigó. Los tres mil millones de bases de un solo genoma humano ocupan tres gigas. “No parece demasiado, pero sí que lo es cuando hay muchos”, afirma.

Hoy en día la investigación en biomedicina sería impensable sin el big data, que plantea dos grandes retos, según Guigó: la potencia necesaria para realizar cálculos complejos y la capacidad de almacenaje. Cataluña tiene un papel fundamental a escala europea en los dos aspectos. No es casualidad que el Instituto Europeo de Bioinformática (EBI) haya depositado toda su confianza en Barcelona para establecer la sede del Archivo Europeo del Genoma-Fenoma (EGA), encabezado por el CRG. Este recoge datos genéticos de cien mil pacientes que han participado en más de setecientos estudios científicos sobre cáncer, diabetes, enfermedades autoinmunes y cardiovasculares, entre muchas otras patologías.

En el mundo tan solo hay otra base de datos genéticos con un volumen similar, liderada por el Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados Unidos. El archivo catalán cuenta con datos de trabajos realizados con enfermos y personas sanas que participan en ensayos en unos doscientos centros de todo el mundo. El EGA custodia genomas (datos genéticos) y fenomas (datos de fenotipos, es decir, desde el color del pelo o los ojos hasta las enfermedades que sufren las personas que participan en los ensayos).

A estos datos tienen acceso investigadores de todo el mundo que trabajen en instituciones sin ánimo de lucro. Solo durante los primeros cuatro meses de 2014 los datos almacenados en el EGA se transfirieron más de doscientas mil veces a casi cinco mil grupos de investigación de todos los continentes. Entre las muchas joyas que guarda la sede de Barcelona del EGA se encuentran los datos de uno de los proyectos más ambiciosos jamás ejecutados para estudiar siete enfermedades complejas, a cargo del Wellcome Trust, con datos de más de cinco mil personas. Los científicos disfrutan de acceso gratuito.

En el EGA también se encuentran los datos genéticos de los millares de genomas que se han secuenciado en el Consorcio Internacional del Genoma del Cáncer, un ambicioso proyecto de ámbito mundial que tiene como objetivo obtener un mapa genético completo de cada tipo de cáncer. En el consorcio, que se puso en marcha en 2008, se estudian más de cuarenta tipos de esta enfermedad, que se dividen en diferentes proyectos, uno de los cuales es el nuestro. Para cada proyecto se estudia a un mínimo de quinientos pacientes.

Desde Barcelona participan el Centro Nacional de Análisis Genómico, el Centro de Supercomputación e investigadores del Hospital Clínic. Elías Campo, responsable del equipo de investigación de oncomorfología funcional humana y experimental del instituto de investigación IDIBAPS del Clínic, codirige una de las secciones de este macroproyecto, el Consorcio para el Estudio del Genoma de la Leucemia Linfática Crónica (CLL). El equipo ha completado el genoma de ciento cincuenta individuos y el exoma de cuatrocientos. El exoma son las regiones del genoma donde se encuentran las partes codificantes de los genes, que formarán el ARN mensajero y que, al ser traducido por la maquinaria celular, dará lugar a las proteínas. Es la parte funcional más importante del genoma porque es la que finalmente determina cómo es un organismo.

© Albert Armengol
Roderic Guigó, coordinador del programa de bioinformática del Centro de Regulación Genómica (CRG), uno de los principales expertos mundiales en bioinformática.

Todo el cerebro dentro de un superordenador

Cada año se publican unos sesenta mil artículos científicos de gran calidad sobre el cerebro. Ahora bien, cada artículo explica solo una parte de la historia. Y por ello, pese a tales esfuerzos, el cerebro continúa siendo una caja negra muy impenetrable. El sueño de los científicos es integrar todos estos datos y construir un gran cerebro virtual donde se pueda recrear cada neurona, cada impulso eléctrico, cada neurotransmisor, cada circuito cerebral. Así se podría entender toda la maquinaria que se pone en marcha cuando, por ejemplo, se genera un pensamiento y se toma una decisión. También se podría conocer con todo detalle qué falla en las más de quinientas enfermedades relacionadas con el cerebro, muchas de las cuales hoy no tienen solución y afectan a un tercio de la población europea.

Trabajar para conseguir hacer realidad este sueño es lo que ya hacen los más de ochenta centros de investigación de todo el mundo (europeos la mayoría) que participan en el proyecto Human Brain (HBP). Lidera el ambicioso trabajo el Swiss Federal Institute of Technology (EPFL) y en él participan dos centros de investigación catalanes, el Centro de Supercomputación de Barcelona (BSC) y el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona).

El BSC y el IRB investigan para modelizar la complejidad molecular que se establece entre dos neuronas. “Una neurona es como un interruptor –explica Modesto Orozco, al frente del proyecto en el IRB Barcelona, que facilitará los datos matemáticos al BSC para que pueda realizar las modelizaciones–. Nuestro objetivo es simular interacciones entre neuronas a escala atómica. Esto permitirá modelizar el estudio de fármacos que modifiquen las propiedades de transmisión de la sinapsis”.

Se trata de transformar en modelos matemáticos los potenciales eléctricos y la generación de moléculas entre neurona y neurona. Entre otros aspectos se estudiarán los canales iónicos, una compleja maquinaria de proteínas que se abren y cierran para permitir u obstaculizar la circulación de iones entre neuronas. “Queremos visualizar y modelizar cómo funciona la sinapsis, cómo se puede bloquear o potenciar su efecto”, puntualiza Orozco. Estos canales pueden alterarse por causas externas, como el consumo de drogas, los efectos secundarios de algunos fármacos o alguna enfermedad.

A partir de los modelos que se puedan crear, se obtendrán datos que explicarán, por ejemplo, por qué hay personas con depresión que responden a los fármacos y otras que no, o por qué a algunas les producen importantes efectos secundarios mientras que a otras no tanto. También se podrán entender mejor otras enfermedades, como la esquizofrenia o el alzhéimer. “Podremos reconstruir la arquitectura de la memoria –afirma Orozco–. Y, en definitiva, conocer a escala molecular qué nos hace humanos”.

Tecnologías que mejoran la logística y los desplazamientos

La dimensión smart del puerto empieza por convertir cada gesto en información de valor. Ya hace más de quince años que el puerto de Barcelona aplica iniciativas pioneras que han permitido generar servicios más eficientes y competitivos y con un impacto ambiental más bajo. Conseguir una mejor planificación de la movilidad con el uso de las tecnologías inteligentes es también uno de los grandes retos actuales del gestor del transporte metropolitano.

© Oriol Malet

Cada día, en las terminales del puerto de Barcelona entran de 1.500 a 1.800 camiones para cargar y descargar mercancías. Esto implica el trabajo de unos 20.000 trabajadores. Orquestar todas las operaciones que se entrecruzan en todos y cada uno de estos tráficos de forma rápida y eficiente requiere de mucha inteligencia colectiva. Las tecnologías de la información son una pieza fundamental. Ya hace más de quince años que Port de Barcelona aplica iniciativas pioneras que han permitido generar servicios más eficientes y competitivos y, al mismo tiempo, reducir el impacto ambiental.

La dimensión smart del puerto empieza por convertir cada gesto en información de valor. “Sensorizar los movimientos es la mejor manera de identificarlos e integrarlos”, explica Catalina Grimalt, directora de sistemas de información de Port de Barcelona. Cuando llega un camión, un sensor lee la matrícula. Esta operación, sencilla a primera vista, que dura un segundo, permite integrar y recuperar toda la información relacionada con el vehículo. “El Port Community System es un sistema de mensajes inteligentes que sustituye muchos de los trámites de antes. Operaciones que tardaban minutos ahora son instantáneas, lo que permite reducir las colas y las esperas y también, por lo tanto, las emisiones de CO2”, añade Grimalt. Antes, toda esta operativa devoraba mucho tiempo y papeleo, pero desde hace un tiempo ha bajado drásticamente el gasto de papel. Todavía hay otro beneficio: las cámaras que leen las matrículas están conectadas directamente con la Guardia Civil.

La sensorización del espacio también resulta útil para prever los temporales. “Un sistema de sensores y algoritmos permite adelantarse en 24 horas a cualquier inclemencia. Esto facilita la logística del traslado de las embarcaciones a otros puertos, cosa especialmente importante desde el punto de vista de la seguridad en el caso de los cruceros: ante un vendaval podemos llevar el crucero a un lugar más seguro”, explica Grimalt. Por el puerto de Barcelona pasan cada año 2,6 millones de cruceristas.

El puerto también dispone de un sistema que, mediante la detección de los móviles, permite reunir datos sobre la cantidad de personas presentes y su situación. Por otra parte, desarrolla un proyecto para recoger las señales de los barcos que pasan –radar y AIS– para prever incidentes.

La eficiencia y el ahorro que comporta esta gestión de la información también se traducen en una mayor competitividad ante otros puertos. “Son servicios que benefician a las personas y que también nos llevan a ser más eficientes y competitivos –afirma Jordi Torrent, jefe de estrategia de Port de Barcelona–. Gracias a las TIC, podemos disponer de todo tipo de informaciones, que después ponemos a disposición de nuestra gente. Son indicadores que pueden ser útiles para los proveedores y que se incorporan al Efficiency Network, la marca de calidad para los operadores especializados en mercancía por contenedores”.

Calcular la huella ecológica

Exportar un contenedor desde Ginebra, Suiza, a Yeda, Arabia Saudí, vía puerto de Barcelona, incluyendo el transporte por el suelo –camión y ferrocarril– genera 910 kilos de emisiones de CO2. Si este mismo contenedor viajara desde Amberes, uno de los puertos competidores de Barcelona, las emisiones serían mucho mayores, de 1,5 toneladas. Es decir, que el transporte a través del puerto de Barcelona supone un ahorro de un 41 % en las emisiones de CO2 y, por supuesto, de combustible.

Este cálculo lo hace posible la Ecocalculadora, una herramienta en línea libremente accesible en www.portdebarcelona.cat/ecocalculadora, que facilita datos exactos sobre la huella ecológica de cualquier mercancía. Presenta las rutas sobre Google Maps y genera un informe que facilita la elección.

Más allá del impacto ambiental, la herramienta muestra que el puerto de Barcelona es muy competitivo y eficiente, sobre todo como puerta de entrada a Europa desde Asia. Una mercancía de China con destino al centro del continente europeo requiere tres o cuatro días menos de navegación si se descarga en Barcelona.

La apuesta de TMB por facilitar el movimiento de las personas

© Vicente Zambrano
La estación de metro de Universitat se convirtió durante el Smart City Tour (noviembre de 2013) en una smartstation que incorporaba las nuevas tecnologías al servicio del usuario.

Paradas de autobús que interpretan los gustos de los usuarios, les ofrecen publicidad a medida e, incluso, permiten hacer compras con el smartphone. Un espacio de videoconferencia en las estaciones de metro donde comunicarse cara a cara con personal dedicado a su atención. Y esté donde esté el usuario, aplicaciones con las que planificar rutas, horarios y tener noticia de los imprevistos. Son solo algunos de los servicios en que Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) trabaja como pieza clave en la configuración de la ciudad inteligente. Otros servicios  como la información en tiempo real a través de pantallas ya están presentes.

Cada día casi dos millones de personas se mueven por Barcelona en transporte público. El peso del transporte en las interrelaciones de los ciudadanos es muy grande y la información es clave para favorecer el movimiento diario de las personas. “Por este motivo las políticas de atención al cliente son muy importantes; tenemos la obligación de buscar soluciones –afirma Jordi Nicolás, director ejecutivo de Presidencia de TMB, entidad que en el año 2008 desarrolló el primer plan director de tecnologías–. Entonces se sumaron la crisis y la emergencia de las nuevas tecnologías. Teníamos que reducir gastos en comunicación y la introducción de estas medidas ha hecho que gastemos cinco veces menos, y también sabemos, por las encuestas que hemos hecho, que la satisfacción de los usuarios ha aumentado”.

En la Zona Franca y en la Sagrada Família se sitúan equipos de profesionales dedicados exclusivamente a la gestión de todos los canales de comunicación. Desde MouTV, con 1.800 pantallas, hasta las redes sociales –60.000 personas siguen TMB en Facebook y en Twitter– o los códigos QR. “Son una buena herramienta para recoger y monitorizar la opinión de los usuarios –explica Mònica Jiménez, responsable de atención e información digital de TMB–. Creemos que en un futuro mucha de esta información pasará por el móvil, desde la que puede ofrecer una smartquesina hasta las aplicaciones”.

Las paradas de metro y autobús ya cuentan con dispositivos para anunciar el tiempo de espera. Las aplicaciones para móvil TMB Maps y TMB Virtual cuentan ya con más de 300.000 descargas. Se ha dado un gran paso adelante al crear TMB Open Data, un espacio que pone los datos de transporte de la ciudad a disposición general, un hecho de especial interés para los profesionales de las nuevas tecnologías.

Doctor Smart al teléfono

Las enfermedades crónicas suponen entre el 70% y el 80% del coste público sanitario en los países de la OCDE. Las nuevas tecnologías de la comunicación permiten mejorar la asistencia y reducir gastos.

© Oriol Malet

Actualmente, en Barcelona y en el mundo, hay en marcha diferentes experiencias piloto de eSalud, el uso de las tecnologías de la comunicación en medicina con objetivos administrativos, educativos o clínicos.

Entre nosotros, el Hospital Clínic de Barcelona y el Barcelona Digital Centro Tecnológico han sumado esfuerzos para desarrollar nuevas aplicaciones a través del programa Barcelona Virtual Health Practice. “El paciente crónico tiene unas necesidades muy concretas, queremos aumentar los contactos y reducir las visitas cara a cara”, explica Joan Escarrabill, director del Programa de Atención a la Cronicidad del Clínic.

El control rutinario de pacientes crónicos (diabéticos, con insuficiencia cardiaca o enfermedad respiratoria, entre otros) se puede hacer a través de aplicaciones para móviles o consultas por internet. Ingenieros de Barcelona Digital y médicos del Clínic han creado una aplicación de prescripción y monitorización de este tipo de pacientes, que practican ejercicios controlados, como andar o subir y bajar escaleras, con sensores conectados al móvil. Los datos sobre el ejercicio que recibe el médico le permiten saber con exactitud el rendimiento físico del paciente. La aplicación también tiene un papel motivador: establece rutas virtuales y propone actividades adecuadas a cada paciente. Incluso, “hay un muñeco que se pone triste o contento, según lo que hagan durante el día”, explica Felip Miralles, jefe de I+D+i Salud en Barcelona Digital Centro Tecnológico. Por sencillo que parezca, mantener el muñeco contento resulta motivador para los pacientes, la mayoría personas mayores. De momento, se ha llevado a cabo una experiencia piloto con diez personas con muy buenos resultados. “Aumenta el porcentaje de pacientes que hacen ejercicio: sin la aplicación, un 30% lo hacen; entre los que tenían la aplicación, la adhesión fue del 70%”, explica Miralles. “El uso de la tecnología por sí misma no arregla el problema, pero es útil en el contexto de un paquete asistencial”, observa Escarrabill.

La e-consulta

La e-consulta, una experiencia pionera de consulta virtual que llevan a cabo una veintena de médicos y diecisiete enfermeras en doce centros de atención primaria (CAP) de Barcelona, permite hacer todas las consultas a través de una plataforma digital creada específicamente para el proyecto que garantiza la confidencialidad de los datos. Los profesionales reciben una alerta en el correo electrónico con cada nueva consulta y tienen un plazo de 48 horas para responder la petición. Sin embargo, actualmente el tiempo de respuesta se sitúa en nueve horas.

En colaboración con Telefónica, en el 2010, el Hospital del Mar puso en marcha un proyecto de telemedicina para el seguimiento de enfermos de alto riesgo con insuficiencia cardiaca, que evita a los pacientes acudir al hospital o al CAP. En su domicilio, el paciente tiene una pantalla táctil, una cámara web, una báscula para pesarse y un aparato para tomar la tensión. Los datos llegan al hospital para monitorizarlo y la visita se hace por videoconferencia. La enfermera hace el 80% de las visitas, siguiendo los algoritmos de las guías europeas, y deja al cardiólogo la validación y las decisiones más sofisticadas. Según los resultados preliminares del proyecto, con este dispositivo se reduce la mortalidad un 34%, se reduce el coste por paciente un 68% y la satisfacción del paciente es mucho mayor.

La historia clínica compartida también abre camino a un gestión distinta de la información sobre el enfermo, de modo que puede contribuir a un tratamiento integral e, incluso, a la detección precoz de algunas enfermedades. El Servicio de Nefrología del Hospital Universitario de la Vall d’Hebron ha desarrollado un proyecto pionero, EPIRHOS, que mediante una aplicación informática permite detectar los posibles casos de enfermedad renal no conocidos.