Sabater Pi y la sombra de Copito de Nieve

La aportación más importante a la ciencia del doctor Jordi Sabater Pi se relaciona con el descubrimiento de las áreas culturales de los chimpancés. Sus estudios y observaciones sobre este tema, publicados en las revistas científicas más importantes del mundo, han ayudado decisivamente a cambiar la visión antropocéntrica del universo.

© Colección Sabater Pi. Universidad de Barcelona.
Sabater Pi en las cataratas del río Mbia en los años sesenta.

De todas las personalidades literarias o científicas que he conocido a lo largo de mis años de profesión periodística, la del doctor Jordi Sabater Pi (Barcelona, 1922-2009) es una de las que más me ha fascinado. Su nombre fue conocido en todo el mundo en el año 1966 a raíz de la captura del gorila blanco Copito de Nieve, convertido enseguida en la mascota del Zoológico de Barcelona y, poco tiempo después, de la ciudad entera.

El doctor Sabater Pi tuvo una intervención decisiva en esa captura, como él mismo explica muy bien en el libro autobiográfico Okorobikó. En aquel momento era el responsable del Centro de Adaptación e Investigación de Animales de Ikunde, un pueblecito situado a dos kilómetros de Bata, la capital de Guinea Ecuatorial. El centro dependía del Ayuntamiento de Barcelona.

Sabater Pi se había instalado en la entonces conocida como la Guinea Española en el año 1940 –es decir, a los dieciocho años–, huyendo de los desastres de la posguerra y llevado por una pasión hacia África que se le había despertado en sus años de estudio en las escuelas francesas de Barcelona. Llegó a Guinea con una mano detrás y otra delante, y salió de modo definitivo –convertido en una figura mundialmente reconocida en el campo del estudio de los primates– en abril de 1969, pocos meses después de que el país consiguiera la independencia, cuando prácticamente toda la colonia blanca se vio obligada a emigrar.

© Dani Codina
Imagen de Sabater Pi de 2008, tomada en la sede de su colección, en la Universidad de Barcelona.

La obligación y la devoción

Pero esta, digamos, ascensión social, o profesional, no resultó nada fácil para Sabater Pi. Sin estudios universitarios, durante muchos años tuvo que compaginar el trabajo como capataz en diversas plantaciones y empresas agrícolas con su pasión por la flora y, sobre todo, la fauna de África. Sus primeros estudios de campo empezaron a publicarse en diversas revistas especializadas extranjeras hasta que llamaron la atención de los responsables de National Geogra­phic, que, como bien se sabe, es mucho más que una revista porque patrocina estudios, otorga becas, etcétera. Paralelamente había entrado en contacto con los responsables del Zoológico de Barcelona, pero la beca que consiguió de la revista norteamericana provocó más recelos entre sus superiores que mejoras en su situación laboral.

En Guinea, mientras tanto, Sabater Pi –todavía no doctor, ni siquiera licenciado– estaba consiguiendo pasar más horas en la selva que en la plantación. En este proceso resultó decisiva la presencia a su lado de su esposa Núria, con quien se había casado por poderes –ella, desde Igualada; él, desde Guinea– en junio de 1950. Se habían estado carteando cada día desde hacía cuatro años. Como las comunicaciones entre Guinea y la península no eran en absoluto diarias, él le enviaba las cartas por remesas y el padre de ella, en Igualada, las administraba y le daba una cada día a su hija.

En el campo profesional, ese año 1950 también resultó decisivo en la vida de Sabater Pi. Inicia la observación de los primates, entra en contacto con alguno de los ornitólogos más destacados del mundo y continúa el aprendizaje de la lengua fang, la lengua que hablaban –y deben de hablar todavía, si no se han españolizado o afrancesado del todo— los nativos de Guinea.

La primatología es un conocimiento que surge a partir de las aportaciones de Darwin, que fue el primero en defender que los primates forman parte del árbol filético del hombre. En el año 1950 era, todavía, una ciencia incipiente si tenemos en cuenta que los estudios sistemáticos sobre los primates no empezaron hasta 1924. Sabater Pi residía lejos de los centros académicos donde se había despertado el interés por la primatología, pero cerca de la selva, donde vivían los gorilas y los chimpancés. Gracias a sus conocimientos de la lengua fang pudo establecer muy buenas relaciones con los habitantes tradicionales de Guinea, que le sirvieron de guía, ya desde las primeras exploraciones. Para poder observar los gorilas tenía que caminar horas y horas por la selva, siempre siguiendo las indicaciones de un guía local, que era quien mejor sabía interpretar, a partir de pequeños rastros que los animales dejaban a su paso, la proximidad de estos. Se abrían paso a golpe de machete y a menudo la noche les caía encima –literalmente; en la selva no hay atardeceres– y tenían que improvisar un lecho.

Sin duda, la aportación más importante a la ciencia de nuestro personaje tiene relación con el descubrimiento de las áreas culturales de los chimpancés. Los estudios y las observaciones de Sabater Pi sobre este tema, publicados en las revistas científicas más importantes del mundo, han ayudado decisivamente a cambiar la visión antropocéntrica del universo.

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Dibujo de la colección Sabaté Pi: el gorila albino Copito de Nieve en el centro Ikunde de Bata, en 1966.

Fijémonos bien: lo que empieza siendo una pura observación, se transforma en verdad científica cuando la observación se hace con método, continuidad y rigor y acaba por introducirse plenamente en lo que llamaríamos el sentido de la vida. En efecto, una de las obsesiones del doctor Sabater Pi, cuando ya había conseguido un reconocimiento académico incontestable, era luchar contra la visión antropocéntrica del mundo. Por ejemplo, la idea del hombre como hijo de Dios es una idea más relacionada con la magia que con la lógica, porque la lógica nos dice que somos descendientes de los primates y que, por lo tanto, formamos parte de un anillo biológico que en ningún caso podemos despreciar si de verdad queremos entender el comportamiento de los humanos.

Eso no excluye –claro está– ningún tipo de creencia metafísica, sino que pretende ser un llamamiento a la, digamos, humildad biológica. Nunca podemos olvidar la pertenencia del género humano al gran anillo biológico del universo. El hombre, por ejemplo, es un animal que tiene miedo. Muchos antropólogos –explica Sabater Pi– consideran que la dimensión idónea de las colectividades humanas se sitúa en el umbral de las quinientas personas. Si se sobrepasa esta cifra, el individuo empieza a desarrollar unos mecanismos de autodefensa –sospecha o miedo, por ejemplo– que pueden llegar a ser violentos.

© Dani Codina
Dibujo de la colección Sabaté Pi: apunte del natural de un miembro de la etnia fang, del norte de Guinea Ecuatorial.

A partir de su retorno, en el año 1969, Sabater Pi empezó a estudiar en la universidad. Tenía cuarenta y ocho años y durante una temporada le tocó trabajar, en tareas en las que no era especialista, en el Zoológico de Barcelona. En el año 1975 se licenció y empezó a dar clases en la Universidad de Barcelona. En 1981 se doctoró con una tesis titulada Estudio comparativo de los chimpancés y los gorilas de Río Muni. Durante ese tiempo fue el introductor de los estudios de etología en las universidades del país. La etología es el estudio biológico de la conducta animal y humana desde una perspectiva evolutiva y descriptiva.

En los últimos años de su vida, el doctor Sabater Pi obtuvo algunos de los máximos reconocimientos catalanes y españoles: Doctor Honoris Causa por las universidades autónomas de Barcelona y Madrid, Medalla de Oro al Mérito Científico del Ayuntamiento de Barcelona, Cruz de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya. Murió en agosto del 2009, cuando acababa de cumplir ochenta y siete años. Algunos, entre los cuales me cuento, lamentamos que se marchara de este mundo sin la Medalla de Oro de la Generalitat.

Agustí Pons

Periodista y escritor

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