Joan Bagés nos acerca a la música acusmática

© Fabiola Llanos
El compositor o “artista sonoro” Joan Bagés.

Joan Bagés se autodenomina artista sonoro, un concepto que, considera, refleja de manera más completa la tarea del creador musical de hoy, ya que entiende su obra como un proyecto transversal, interdisciplinar, paralelo al concepto de artista visual y que queda lejos del compositor que desarrollaba una tarea artesanal.

Bagés, que se ha formado en Barcelona y París y ha hecho sonar su música en diferentes rincones de Europa y América, hace interaccionar el sonido y el silencio con la revolución visual y tecnológica, como oportunidad de ampliar la paleta de recursos compositivos. Su música se considera holofónica, un concepto que se encamina a una textura global e incluye recursos performáticos que funcionan conjuntamente en un todo de relaciones que aglutina las artes visuales y plásticas, la instalación, la danza, el vídeo, la música electroacústica y la acústica, con o sin microfonía. Últimamente se interesa en cultivar un fenómeno sonoro puntero, la música acusmática, una corriente depurada de la música electroacústica, en la que el elemento performativo convierte al artista en un director que, en la mesa de sonido, controla las dinámicas de los diferentes altavoces dispuestos a conciencia.

En la medida en que no podemos amortiguar el sentido del oído como hacemos con el de la vista cerrando los ojos, las sensaciones que percibimos con esta música, a menudo, nos imponen respeto, porque no identificamos la fuente. Por ello Bagés considera que la gran revolución sonora de las últimas décadas radica en la forma de escucha. En la acusmática, el creador trabaja con la yuxtaposición de elementos, de modo que los sonidos nos sorprenden constantemente y cualquier expectativa que nos forjamos sobre qué oiremos a continuación es susceptible de ser truncada, ya que el canon se ha disuelto en múltiples posibilidades de texturas y morfologías musicales y metamusicales que conducen a una pérdida del confort del auditor.

La música electroacústica representa una revolución compositiva que permite al artista oír instantáneamente el resultado de su trabajo e interaccionar con él, sin tener que pasar por el tamiz del tiempo que supone que lo ilustre un instrumentista. Por tanto, el resultado final es conocido en el momento creativo porque se consigue un feedback entre la acción y la percepción. Un proceso que integra todos los elementos de la cultura fast –el cambio constante de texturas alude al zapping, por ejemplo– y, yendo más allá, la pérdida de referencias auditivas nos permite apreciar el pulso de una crisis ideológica global.

Aina Vega

Crítica musical

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