La ciudad como símbolo de sí misma

Barcelona, ciutat simbòlicaBarcelona, ciutat simbòlica
Autor: Miquel de Moragas Spà
Ayuntamiento de Barcelona
Barcelona, 2016

La ciudad transmite muchas informaciones que hay que saber leer. El urbanismo es una de ellas, que es la traducción de una determinada manera de entender el espacio en el que tenemos que vivir y hacer que pasen las cosas. Pasear por una ciudad es una continua descodificación de significados notorios y ocultos.

Ante la afirmación, en nuestros días tan cuestionada como recuperada, de la ciudad como un espacio para vivir en él, emerge un escenario que nos marcará a lo largo del siglo en curso: la ciudad como tema central del debate político, social y cultural. El catedrático de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona Miquel de Moragas Spà recorre las diferentes vertientes comunicativas y semióticas de la Barcelona de los años treinta hasta nuestros días.

Las ciudades son materia de estudio de diversas disciplinas. Esta pluralidad es el reflejo de la riqueza y la complejidad que suponen en nuestras vidas. La semiótica urbana se ocupa de analizar las comunicaciones humanas que sostienen diferentes individuos y colectividades en una misma ciudad a lo largo del tiempo. Vivir (en) una ciudad es interpretar mensajes (camina por aquí, compra esto, acuérdate de…), adecuarse a estos códigos e incluso participar en la creación de nuevos significados.

La ciudad transmite muchas informaciones que hay que saber leer. El urbanismo es una de ellas, que es la traducción de una determinada manera de entender el espacio en el que tenemos que vivir y hacer que pasen las cosas. Pero también tienen significados los monumentos (¿a qué?, ¿de quién?, ¿por qué?, ¿cuándo?), aceras, materiales, mobiliario, señalética y arquitectura, entre otros. Pasear por una ciudad es una continua descodificación de significados notorios y ocultos.

De Moragas analiza la imagen y las imágenes a través de las cuales se puede entrar en contacto con Barcelona. Porque el contacto no es solo vivir en ella, sino la imagen que nos llega de ella antes de pisarla por primera vez. Barcelona es una fuente de imágenes comunicativas, desde los primeros iconos y las primeras postales hasta la reducción semántica de Barça, mar y Gaudí. Pero, de puertas adentro, se trata de una urbe rica en creación de mensajes y discursos, de calidad urbana y de constante evolución y debate. Imágenes que se imponen frente a otras y, en definitiva, símbolos de las personas que las vivimos.

No debemos confundir la capacidad comunicativa de la ciudad con el hecho de ser escenario y museo de su propia historia. Está claro que la información que transmite (su nomenclátor, por ejemplo) es fruto de aspectos históricos concretos. Pero es que precisamente la ciudad es la forma que toman esta historia y estas intencionalidades comunicativas. A menudo es el mensaje que explica  determinados significados. Un ejemplo: ¿los Juegos Olímpicos se hubieran podido celebrar sin la limpieza de fachadas y su “Barcelona, posa’t guapa” [Barcelona, ponte guapa]?

Entrar en contacto con Barcelona está condicionado por el formato de los mensajes, nuestra capacidad interpretativa y también el momento contextual en que nos encontramos. La ciudad de Barcelona se transmite mediante mensajes y lenguajes audiovisuales que la explican al exterior o al desconocido.

Barcelona atrae, seduce y es objeto de fotografías, películas, grabados, novelas, poesías y canciones. Aprender a leerla es aprender a interpretar estas creaciones, diferenciando la admiración, la pertenencia, la crítica, la vampirización, la propaganda y la especulación.

Aleix Porta Alonso

Periodista

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