Política, economía y guerra

  • Política, economia i guerra
  • Colección La ciutat del Born. Barcelona 1700
  • Albert Garcia Espuche (dirección)
  • Ajuntament de Barcelona. Museu d’Història de la Ciutat
  • Barcelona, 2012
  • 286 páginas

El volumen titulado Política, economia i guerra (2012) de la colección Barcelona 1700 incluye artículos de Albert Garcia Espuche, Joaquim Albareda, Eduard Puig, Eduard Martí, Rosa M. Alabrús, Agustí Alcoberro, Neus Ballbé, Francesc Miralpeix y Miquel Gea, Laia Santanach y Juan Álvaro González. Estos tres últimos firman colectivamente un artículo dedicado a “La reconstrucció de la Ciutadella” [La reconstrucción de la Ciudadela] en el que explican no solo la detallada planimetría que empleó el arquitecto Joris Prosper van Verboom para proyectar la Ciudadela según el modelo de Vauvan, sino también su propio proyecto informático de reconstrucción en tres dimensiones de la Ciudadela, que puede verse ahora en El Born, como si fuese una maqueta de madera a escala 1/500.

Si los volúmenes de la colección Barcelona 1700 pueden enmarcarse dentro de la microhistoria y se abastecen fundamentalmente de los magníficos archivos notariales barceloneses, este volumen, en cambio, está mucho más centrado en las estructuras de poder anteriores a la guerra y en las consecuencias sociales y políticas de la derrota. Un historiador notará enseguida que el volumen recoge las líneas de interpretación de Joaquim Albareda, que colabora con dos textos: “Política, economia i guerra” [Política, economía y guerra] y “Ramon de Vilana Perlas”. Quedan muy atrás los tiempos en que se podía hablar de decadencia para referirnos a los siglos XVII y XVIII, y los estudios de Albareda han sido de una importancia central a la hora de explicar el cambio de modelo interpretativo que ha llevado a redescubrir una Barcelona centro marítimo del Mediterráneo, capaz de comerciar activamente con toda Europa y que se mira en el modelo político holandés.

En la Barcelona anterior a la guerra, el gobierno municipal barcelonés es expresión, en palabras de Albareda, de una “movilidad constante del personal político, lejos de ser ocupado por una casta hereditaria como sucedía con los concejales de las ciudades castellanas”. En esta Barcelona que dispone de un patriciado dinámico, y en una Cataluña muy vinculada a sus propias Constituciones, se hace posible una autoconciencia diferenciada que hoy, desde las tesis del republicanismo, identificamos como nacionalista integradora. Cuanto más se conoce la historia de los siglos XVII y XVIII desde las fuentes primarias, más obvio es que el catalanismo popular constituye el nervio del país a lo largo del tiempo.

La vinculación de la ciudadanía catalana con sus libertades se ha manifestado repetidamente, y a menudo en forma bélica, a lo largo de los siglos. Pero es muy significativo que la continuidad en la historia del país haya que entenderla en términos de libertades civiles. En palabras de Giovanni Botero, uno de los filósofos políticos más interesantes del Barroco, Barcelona “apar més república franca que ciutat vassalla” [parece más república franca que ciudad vasalla]. Y como escribe Albareda, “la ausencia real, un auténtico inconveniente en sentido político, significó una ventaja a la hora de definir una política en términos propios, más republicana”. De la lectura del texto se deriva una consecuencia bastante obvia. En un tiempo de tendencias absolutistas y centralizadoras, el poder absolutista no podía tolerar una Cataluña y una Barcelona dinámicas, comerciales y –esto era lo peor– vinculadas a sus tradiciones políticas propias, democráticas y autocentradas. Gran parte de la tragedia política de este país se fragua en los siglos XVII y XVIII cuando es obvio que las dos lógicas de poder (tradicional y mercantilista versus imperialista y centralista) resultan incompatibles entre sí.

La derrota de 1714 y la pésima defensa internacional del caso de los catalanes posteriormente hicieron que Pau Ignasi Dalmases escribiera: “Quedant esclaus los catalans i arruïnada Catalunya, haurem amb nostres desditxes fabricat lo benefici dels alemans, inglesos, holandesos i portuguesos” [Quedando esclavos los catalanes y arruinada Cataluña, habremos con nuestras desdichas fabricado el beneficio de los alemanes, ingleses, holandeses y portugueses]. Esta especie de “conciencia infortunada” ha acompañado a los catalanes a lo largo de tres siglos. Sencillamente, ya es hora de superarla.

Ramon Alcoberro

Profesor de Ética en la Universitat de Girona

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