Barris, veïns i democràcia. El moviment ciutadà i la reconstrucció de Barcelona (1968-1986)
Autor: Marc Andreu
Els Llibres de L’Avenç
Barcelona, 2015
512 páginas
Les ciutats invisibles. Viatge a la Catalunya metropolitana
Autor: Marc Andreu
Els Llibres de L’Avenç
Barcelona, 2016
200 páginas
Dos libros recientes del periodista e historiador Marc Andreu, publicados por Els Llibres de L’Avenç, nos acercan a la realidad de las ciudades catalanas de la segunda mitad del siglo xx e inicios del siglo xxi.
Uno es Barris, veïns i democràcia. El moviment ciutadà i la reconstrucció de Barcelona (1968-1986). Resultado de la tesis del autor, constituye un análisis detallado del “movimiento ciudadano forjado en los barrios durante la dictadura”, que fue “uno de los componentes destacados de la lucha antifranquista que hizo posible la transición a la democracia y la defensa de los intereses de las clases subalternas en el proceso de cambio político e institucional”.
El otro, Les ciutats invisibles. Viatge a la Catalunya metropolitana, reúne los artículos que el autor publicó en L’Avenç entre el otoño de 2014 y el otoño de 2015 bajo el lema de la obra de Italo Calvino Las ciudades invisibles. Como el gran Khan, que desconocía sus ciudades, el libro de Marc Andreu se dirige a los catalanes que desconocen la realidad de las suyas, porque “ciudades invisibles lo son también muchos de los barrios o lugares metropolitanos de la Cataluña de hoy donde viven miles y miles de personas” a las que los “medios de comunicación […] dedican poca atención” (Les ciutats…, p. 187).
El punto común de los dos libros es el barrio, entendido como la parte de la ciudad directamente vivida por los ciudadanos: el lugar de residencia, de acceso a los servicios básicos, de sociabilidad inmediata. Como escribe Jordi Évole en el prólogo de Les ciutats invisibles, “allí estaba mi escuela, mi campo de fútbol improvisado […], mi abuelo, mi abuela, mis yonquis, mis vecinas, mi plaza, mis amigos… Allí estaba todo” (Les ciutats, p. 12).
En Barris, veïns i democràcia los protagonistas son los vecinos de los barrios de Barcelona que supieron organizarse durante la transición a la democracia en un potente movimiento que exigió una política urbanística al servicio de los ciudadanos y no al servicio de la especulación. Y al mismo tiempo que exigían una gestión democrática de la ciudad y alcanzaban éxitos muy tangibles en el ámbito del urbanismo, fueron inspiración para el conjunto de España y condicionaron la propia dinámica de la Transición. El Estado respondió a la presión de las asociaciones de vecinos con concesiones, pero también eliminándolas de la Constitución, con la represión apoyada en la violencia ultra, o atrasando las elecciones municipales, todo por miedo a sus “propuestas de democracia directa”, opinión en la que coincidieron PSOE y UCD (p. 387).
No debía resultar extraño, por tanto, que desde 1979 el ayuntamiento barcelonés de hegemonía socialista (primero con el apoyo del PSUC y después de ICV) se opusiera a la participación efectiva de los vecinos en los plenos municipales y renunciase a la transformación profunda de la estructura social de la ciudad, a la vez que, en opinión del autor, el posterior proyecto olímpico transformaba el “modelo Barcelona” de urbanismo redistributivo y relativamente participativo en “simple marca Barcelona” (p. 434).
El análisis de estos tiempos recientes enlaza con el segundo libro que comentamos, muy diferente del primero en la forma, pero no tanto en el fondo. Efectivamente, Les ciutats invisibles es una narración del viaje del autor por los barrios metropolitanos de Cataluña que sirve para explicar una realidad demasiado alejada de las agendas políticas gobernantes y de los medios de comunicación. El viaje, sin embargo, no es una narración literaria, sino que bajo esta apariencia hay preguntas pertinentes y preocupación teórica: las condiciones de vida, la composición social y étnica de los barrios, las lenguas usadas, los sentimientos identitarios, la capacidad (poca o mucha) de movilización social, la contraposición entre algunos macroproyectos de ciudad y la vida cotidiana de los barrios.
Y es que los dos libros forman parte, en definitiva, de un mismo proyecto académico y político: devolver a la historia y al presente la existencia de unas realidades demasiado invisibles que son, de hecho, las realidades de los “sectores populares” catalanes (p. 83), de los que sería necesaria, según expresión de Xavier Domènech citada por el autor, una “fotografía más real”.
No hay duda de que ambos libros contribuyen a elaborar esta fotografía, y del mismo modo que Barris, veïns i democràcia tendría que pasar a ser una referencia básica de la historia de los movimientos sociales en Cataluña, Les ciutats invisibles debería contribuir, como quiere su autor, a hacer renacer la “crónica social y urbana” como género periodístico (El País, 2/6/2016). A la vez, puesto que los dos libros forman parte de un mismo proyecto académico y político, dibujado desde una sensibilidad política muy precisa, tienen una misma debilidad, que es la tendencia a la idealización de los barrios (a no preocuparse por la representatividad real de la Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona –FAVB–, y de sus asociaciones miembros, a considerarlos más “reales” que otras realidades igualmente existentes –“en el barrio es donde están las mejores historias”, dice Évole) o a su descontextualización de la economía global.
Y es que, de forma muy matizada en un libro (el modelo académico obliga) y de forma más clara en el otro, lo que se nos propone es una verdadera construcción discursiva del barrio que es profundamente política, es decir, una manera concreta de entender qué son los barrios metropolitanos que coincide con la apuesta partidista del autor: por la propia selección de los barrios (de los diez municipios más pobres del área metropolitana de Barcelona, el autor escoge siete, esquivando Sant Vicenç dels Horts, y ninguno de los diecinueve más “ricos”), por su desconfianza ante las iniciativas económicas de alcance internacional, por su contraposición entre el derecho a decidir y el derecho a existir (matizado en el autor, contundente en el prólogo de Évole), por la falta de alternativas económicas claras en el modelo que se rechaza.
Pero tiene razón el autor cuando afirma que “las ciudades invisibles y lo que palpita dentro de ellas” se hacen notar “cada vez más” (p. 187) –aunque eso no tenga ni mucho menos una única traducción política, ni tampoco una única base social, como demuestra el hecho de que muchas de las iniciativas solidarias que emergen lo hagan en barrios de clase media. Y es que, como escribía Toni Soler en el diario Ara (25/5/2015), en Cataluña, efectivamente, hay más de un “proceso”. Cada uno con sus mitos y sus idealizaciones, contrapuestos a los de España (o a los del liberalismo), y con alianzas que escapan a la lógica académica.