Andreu Mas-Colell o el ‘big bang’ de la investigación catalana

La Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) nació en 2001 bajo el impulso de Andreu Mas-Colell. Su objetivo era atraer talento internacional a los centros que se proponía crear para competir en el primer nivel de la investigación.

© Frederic Camallonga / Archivo ICREA

El 7 de abril de 1999, un hombre entra por primera vez en un despacho situado en la séptima planta del número 33 de la Via Laietana, muy cerca de la catedral de Barcelona. Es un despacho amplio, sin lujos, presidido por una bandera catalana. El hombre tiene cincuenta y cuatro años y una carrera académica brillante tras de sí. Las decisiones que se tomarán en los años siguientes en ese despacho marcarán un antes y un después en la investigación catalana.

Andreu Mas-Colell recibe el encargo del presidente Jordi Pujol de relevar a Joan Albaigés al frente del Comisionado de Universidades e Investigación. Los rectores universitarios se han enfrentado a Albaigés y han ganado la partida. Con los rectores se puede negociar bien de uno en uno, pero, juntos, su poder es muy grande. Mas-Colell lo sabe y tendrá ocasión de comprobarlo. Por eso se alegra cuando en 2000 el comisionado se convierte en departamento del gobierno catalán: no ha venido a perder el tiempo ni a satisfacer ambiciones personales, tiene la voluntad de servir al país ejerciendo el poder que el cargo le otorga. No es un político de raza –por no ser, en esa época no es ni de Convergència–, pero tiene claros los tempos que marcan las citas electorales. Sabe que en 2003 vuelve a haber elecciones y quiere dejar el trabajo listo. Sabe también que transformar las universidades catalanas es una tarea larga y pesada, como cambiar el rumbo de un transatlántico. Ha vuelto hace poco de Estados Unidos y tiene claro que una universidad menos funcionarial es posible, pero solo si cuenta con la complicidad de los rectores.

En cambio, ve campo para correr en otro ámbito que lo apasiona, el de la investigación. Convencido de que el progreso de Cataluña pasa por un cambio en el modelo de I+D+i, dedicará plenas energías y esfuerzos a este objetivo. Aparte de contar con la confianza del presidente de la Generalitat y la admiración del mundo académico, otro factor le favorece: la crisis económica todavía no ha empezado y puede incrementar los recursos en unos porcentajes suficientes para que, bien canalizados, den frutos. Cabe añadir que, hasta entonces, los gobiernos de Pujol nunca habían dedicado mucha atención a la investigación.

El presidente del Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona), Joan J. Guinovart, habla de un triple milagro cuando se refiere a Mas-Colell: “El primero es que decidiera volver de Estados Unidos; el segundo, que Pujol se fijara en él por su contribución a poner en marcha la Universidad Pompeu Fabra y lo nombrara consejero del gobierno catalán; y el tercero, que su labor fuera tan incuestionable como para que el posterior gobierno tripartito decidiera mantener su línea”. Esto ha permitido mantener una política de investigación continuista durante quince años, que es una eternidad en política, si pensamos, por ejemplo, en las constantes reformas del sistema educativo. Guinovart añade un cuarto milagro: “Cuando llega la crisis económica, Mas-Colell es consejero de Economía y protege el sector”.

La imagen de sabio despistado, al estilo de un profesor Tornasol, favorece ciertos escepticismos. Pero pronto queda claro que Mas-Colell sabe tomar decisiones inteligentes y viables a la vez, virtud acompañada de una capacidad de trabajo imponente y de un gran talento para la gestión política y la dirección de equipos. Cuando en el despacho hace una pausa, deja las gafas sobre la mesa y esconde por unos segundos la cara entre las manos, sus colaboradores callan y lo observan expectantes.

 

Una apuesta para atraer talento

Una de estas decisiones es crear la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) en el año 2001. Mas-Colell no se cansa nunca de repetir la palabra excelencia. Si los nuevos centros de investigación que pretende crear tienen que ser excelentes y competir al primer nivel, se precisa una herramienta para atraer el talento internacional. La ICREA es esa herramienta: un programa que ofrece a los investigadores condiciones laborales y económicas lo bastante buenas como para atraerlos a Cataluña. Con la ICREA, el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), el Centro de Regulación Genómica (CRG) o el Instituto Catalán de Investigación Química (ICIQ) cobran una dimensión completamente nueva, por poner tres ejemplos de centros de nueva creación.

Hasta hoy, la ICREA ha atraído y retenido en Cataluña a 250 investigadores de primera línea, una cifra importante. Muchos son catalanes, pero unos dos tercios son extranjeros, para quienes la ICREA supone, a menudo, la posibilidad de volver a Europa desde Estados Unidos. Los investigadores firman contratos indefinidos, son evaluados cada tres o cinco años y obtienen aumentos salariales condicionados a esta valoración. El actual director, Jaume Bertranpetit, destaca las grandes virtudes de la institución: independencia de la Administración, agilidad, eficiencia y una evaluación internacional rigurosa (la famosa y aquí demasiado poco común accountability).

Con fondos públicos y funcionamiento privado, bajo la supervisión de un patronato, la ICREA ha creado un modelo  que la misma OCDE pone de ejemplo en los países del este de Europa. “Pagamos veinte millones de euros en sueldos, pero conseguimos sesenta más en convocatorias para poder hacer investigación”, explica Bertranpetit. El extraordinario éxito de Cataluña en las prestigiosas becas del Consejo Europeo de Investigación (ERC) no se explica sin la existencia de la ICREA y el talento que ha permitido captar.

A pesar de reconocer el acierto de la ICREA y calificarlo de auténtica revolución para el sistema de investigación catalán, Guinovart no se priva de recordar la raíz del problema: “lo que en el mundo es normal, en España es una anormalidad”. Según él, la ICREA y los nuevos centros de investigación impulsados por la Generalitat permiten huir del modelo de los centros españoles del CSIC, “basados en el funcionariado, las plazas rígidas y los designios del BOE”.

Además se demuestra que, si las políticas que hay detrás son acertadas, el dinero dedicado a investigar no es un gasto sino una inversión, y que con cantidades relativamente bajas se pueden conseguir resultados excepcionales. Algunos acusan estas políticas de elitistas, olvidando que para competir en la primera división mundial hay que ser excelente y que una política de café para todos tiene unos efectos devastadores en este sentido. El igualitarismo transversal favorece la igualdad de resultados en lugar de la igualdad de oportunidades. Así la investigación catalana tiene ahora la oportunidad de competir con los mejores y prueba, con resultados como las becas del ERC, que está capacitada para ganar.

Marti Estruch Axmacher

Jefe de comunicación del Departamento de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información (2000-2003)

Un pensamiento en “Andreu Mas-Colell o el ‘big bang’ de la investigación catalana

  1. Se puede ser más pelota del Poder que el autor. Pero más babosamente pelota, imposible. También es cierto que seguro que ha estado bien pagado por ello. Y que en esto se gasten los dineros públicos… no me extraña que el resto de los españoles hayan tenido que escotar para rescatar al gobierno autonómico

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