Ciencia ciudadana

© Eva Vázquez

Barcelona ha sido este año la primera Capital Europea de la Innovación, nombramiento que hace aún más pertinente la voluntad municipal de integrar las nuevas tecnologías en la vida de los ciudadanos y de conectar con la red de las grandes ciudades que definirán las dinámicas del siglo xxi.

La capitalidad del móvil y las iniciativas políticas para hacer de ella una smart city quedarían cojas si no se acompañaran de una estrategia para acercar la ciencia y la innovación al ciudadano. Se necesita una ciudadanía abierta y participativa, y sobre todo dispuesta a compartir la innovación.

Barcelona quiere ser también un referente en fabricación digital, y ya se ha convertido en la primera ciudad del mundo con una red pública de ateneos de fabricación digital. La X Conferencia Internacional de Fab Labs ha reunido en el Museo del Diseño a representantes de este tipo de talleres de todo el mundo. La ciudad también ha puesto en marcha el BCNLab, integrante de una red europea de laboratorios urbanos, y el iCity, un proyecto que permitirá el acceso a los sistemas públicos de información para facilitar la cocreación de servicios, tanto públicos como privados.

Nos encontramos ante una revolución, que marcará un antes y un después en la manera como generamos y compartimos información. La ciencia ciudadana nace de una necesidad colectiva y de la convicción de que la creatividad es más potente cuanto más interconectada está. Y es también una forma de proceder más democrática, más transparente y alineada con el concepto de laboratorio ciudadano.

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