Una vez acostumbrados a los alimentos de origen humano, los jabalíes ya no pueden readaptarse a la vida salvaje y la única solución factible es eliminarlos, por motivos éticos, legales y de responsabilidad civil, administrativa y sanitaria.
El jabalí (Sus scrofa) es una especie autóctona del medio natural catalán. En los últimos años, la proliferación de esta especie ha causado un aumento de incidencias relacionadas con su presencia en varias poblaciones del entorno de la sierra de Collserola, incluida Barcelona. El jabalí no es una especie urbana, y por lo tanto no debe estar presente en el medio urbano. Se debe trabajar para que permanezca como especie salvaje autóctona en el medio natural y para eliminarlo de la ciudad. Desde el año 2013 el Servicio de Ecopatología de Fauna Salvaje (SEFaS) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) viene firmando contratos con el Ayuntamiento para estudiar la urbanización de los jabalíes y cómo remediarla.
Cabría pensar que la presencia de jabalíes en el área urbana tiene que ver con un incremento de su población; pero, si los jabalíes no encontraran recursos para alimentarse, no se acostumbrarían a la ciudad. Las fuentes de alimento urbano (alimentadores, comida para colonias de gatos, basura, etc.) explican la colonización del medio urbano por parte de los jabalíes en un proceso de adaptación que se desarrolla a lo largo de varias generaciones.
Una vez acostumbrados a los alimentos de origen humano los jabalíes se vuelven irrecuperables para la vida salvaje, y la única solución factible es eliminarlos, por motivos éticos, legales y de responsabilidad civil, administrativa y sanitaria. Alimentarlos o facilitar su acceso al alimento de origen humano es condenarlos a muerte, a ellos y a su descendencia.
La estrategia reproductiva del jabalí consiste en tener muchas crías cada año para asegurar la supervivencia de algunas. Suministrándoles alimento en la ciudad en periodos de escasez logramos un doble efecto negativo: por un lado aumenta su población, porque las crías mejoran su capacidad de supervivencia, y por el otro, el animal se acostumbra a las personas y al entorno urbano. La sociedad urbana debe tomar conciencia de que la muerte individual de un animal salvaje es necesaria para regular su población.
A corto plazo, todo jabalí que cause incidencias en zona urbana debe ser eliminado por los riesgos que conlleva y porque es irrecuperable para la vida en el medio natural. A medio y largo plazo hay que aplicar medidas para disminuir la población de jabalíes en el macizo de Collserola y, al mismo tiempo, reducir la disponibilidad de alimento en el entorno urbano. Según estudios realizados por el SEFaS, corroborados por la experiencia en otros países europeos, la reducción de población es más eficaz cuando los esfuerzos se concentran en eliminar la población juvenil y subadulta.
Sin embargo, para evitar las incidencias en zonas urbanas no basta con disminuir la población de jabalíes. Esa medida debe acompañarse con una reducción del alimento disponible para alimentación directa o procedente de la comida de las colonias de gatos, de la basura y de la vegetación de las zonas verdes. Con tal objetivo hay que adoptar medidas sancionadoras de la alimentación directa y del suministro irresponsable de comida a animales domésticos y urbanos como los gatos, mejorar la gestión de las colonias urbanas de este felino y, también, modificar el diseño de las zonas verdes de manera que resulten menos atractivas para el jabalí, especialmente en puntos clave de los distritos limítrofes con Collserola.
El Ayuntamiento de Barcelona y el SEFaS están iniciando una campaña de divulgación y concienciación ciudadana para disminuir la tendencia al alza de la disponibilidad de alimento urbano para los jabalíes, campaña que incluye el seguimiento de las medidas aplicadas para evaluar su eficacia. Se trata de revertir un proceso de adaptación que ha tardado muchos años en llevarse a cabo. Pese a los esfuerzos invertidos, los resultados se harán esperar, pero hay que trabajar desde ahora mismo sin desfallecer.
* También firman el artículo: Raquel Castillo Contreras, Carlos González Crespo, Carlos Conejero Fuentes y Gregorio Mentaberre (Servicio de Ecopatología de Fauna Salvaje de la Universidad Autónoma de Barcelona).