Los valores de la fauna urbana: salud, bienestar, convivencia y biodiversidad

La fauna y la vegetación urbanas no solo son un recordatorio del entorno natural, con el que nos conectan emocionalmente; cuidar de ellas es además una obligación para contribuir eficazmente a crear una ciudad funcional, conectada con los ciclos naturales y que ofrezca un espacio público habitable.

Foto: Vicente Zambrano

El Plan del verde y la biodiversidad es el marco estratégico que se ha dado Barcelona para recuperar la naturaleza. Con el plan se busca ampliar y mejorar los espacios verdes y construir una ciudad amiga de los animales. En la imagen, personas y perros comparten el espacio público en el parque de la Ciutadella, a la hora del paseo vespertino.
Foto: Vicente Zambrano

A la hora del desayuno, una pareja de currucas cabecinegras y otra de verderones picotean aquí y allá en el huerto urbano de la terraza, en la que ronda una abeja. De vez en cuando los acompaña un colirrojo tizón con su cola de fuego. La llegada de la primavera la anuncian el chillido y el vuelo ligero de los vencejos que regresan cada año a la ciudad (la llegada del verano, en cambio, se atisba cuando las diminutas flores de los tilos llenan la Rambla de Cataluña de un dulce e intenso aroma). Camino del metro, cada día, una lavandera blanca, una pareja de mirlos y unas cuantas tórtolas turcas hacen tímidas incursiones en la acera desde los jardines de la Universidad.

Por la tarde, un grupo de vecinos se encuentran en la calle mientras pasean a sus perros. Cotorras, palomas y urracas se entretienen en el frondoso níspero que el vecino riega delicadamente los fines de semana. Las gaviotas lo observan todo con detenimiento. Al anochecer un grupo de garzas reales, en estricta fila india, cruza el horizonte de regreso al delta del Llobregat, o tal vez vayan camino del Zoo, donde vive una extensa colonia. En ocasiones se hace el silencio, roto tan solo por los ladridos de Max, el perro de la vecina, y se vislumbra el vuelo elegante del halcón peregrino, reintroducido hace un decenio gracias al interés de un grupo de ciudadanos.

Estos encuentros diarios con la fauna salvaje de Barcelona, que convive con la fauna doméstica, no son ni un relato de ficción, ni un torpe intento de emular la niñez de Gerald Durrell en Corfú. Es el relato muy real de los encuentros cotidianos de un vecino de Barcelona que encuentra estos instantes de reposo y bienestar gracias a la fauna y la vegetación urbanas. Esta es, precisamente, una de las primeras funciones de la biodiversidad urbana: salud, disfrute y bienestar. ­Bienestar y salud colectiva y de las personas que conviven en casa con animales.

Las ciudades son una gran boca de alcantarilla que traga materia y energía, y generan externalidades (residuos, contaminantes del agua y de la atmósfera, ruido…). Las crecientes necesidades de energía y materiales hacen que la huella de la vida urbana se haga cada vez más intensa y tenga efectos más lejanos. En estos momentos, la humanidad está consumiendo anualmente un 52% más de lo que la naturaleza es capaz de reponer en el mismo plazo de tiempo. Desde 1970 superamos la biocapacidad de la naturaleza para abastecernos de los productos y servicios que nos ofrece. Desde 1970 se ha perdido el 30% de la biodiversidad mundial y han retrocedido muchos ecosistemas naturales.

Desde la ciudad debemos contribuir a frenar esta sangría. Por un lado, cambiando nuestro modelo de producción y consumo, utilizando menos materiales, no malgastando alimentos, reciclando, reduciendo nuestros residuos, utilizando el transporte público, generando energía renovable, utilizando eficientemente la energía en nuestros edificios… Por otro lado, a través de un giro drástico en la valoración, promoción y preservación de la biodiversidad urbana. La fauna y la vegetación urbanas no solo encarnan un recordatorio de nues­tro entorno, con el que nos conectan emocionalmente: cuidar de ellas es también una obligación si queremos contribuir eficazmente a la creación de una ciudad funcional, conectada con los ciclos naturales y que ofrezca un espacio público habitable para compartir.

Foto: Vicente Zambrano

Las acuáticas en el estanque del parque de la Ciutadella, ejemplo de fauna perfectamente adaptada a la vida urbana.
Foto: Vicente Zambrano

Calidad social y ambiental

La ciudad no es solo un conjunto de edificios, servicios y oportunidades económicas. También es el aire que respiramos, el agua que bebemos, el espacio en que vivimos. En consecuencia debemos imponernos que sea un lugar con un aire y un agua saludables, con un espacio público biodiverso y equitativo que favorezca el contacto y la deliberación. Las oportunidades que nos ofrece la ciudad no pueden ir desvinculadas de la calidad ambiental y social de este espacio. Debemos conseguir una Barcelona más equitativa, eficiente y diversa, y menos contaminada. La fauna urbana es un excelente indicador de este cambio necesario.

De la presencia urbana de la naturaleza también se derivan beneficios ecosistémicos: reducción de la isla de calor, fijación de contaminantes y de dióxido de carbono, resiliencia… Es preciso, por tanto, mejorar e incrementar la cantidad y la calidad de los espacios verdes en los que prospera la fauna urbana. Cuanto más ricas y diversas sean la fauna y la flora urbanas, más habitable será nuestra ciudad.

El Plan del verde y la biodiversidad es el marco estratégico de esta recuperación de la naturaleza en la ciudad. No es sencillo ampliar el verde en una ciudad densa como Barcelona. Es preciso recurrir a todas las superficies disponibles. La naturalización de la ciudad requiere ampliar la superficie de espacios verdes (nuevos nodos y nuevos conectores), pero sobre todo impulsar un incremento del verde funcional, de la cobertura vegetal, de la calidad y la diversidad de las especies, tal como prevé por ejemplo el Plan de arbolado. También hay que contar con azoteas, fachadas y plazas. Hay que incorporar verde provisional a espacios previstos para otros usos mientras estos no se hacen efectivos. Es necesario adoptar el criterio y la cogestión ciudadana en este proceso de naturalización. Se precisa impulsar la agricultura urbana.

El abandono definitivo del uso del glifosato (herbicida) para la gestión del verde público desde enero de 2017 es también una medida en esta dirección: cambiará la fisonomía de la ciudad tal como la conocemos, para ofrecer alcorques y parterres llenos de vida. Todo ello con el objetivo de crear una red verde que conecte Collserola, el gran reservorio de biodiversidad de la ciudad, con el litoral.

Gestión ética de la fauna urbana

Mientras ampliamos los espacios verdes y construimos una ciudad amiga de los animales, debemos avanzar igualmente en la gestión ética de las poblaciones y en la mejora de la convivencia. Algunas especies se adaptan tan bien al hábitat urbano que pueden poner en riesgo la prosperidad de otras especies, o pueden alterar la comodidad de vivir en la ciudad, o afectar al patrimonio verde y construido, e incluso a la salud. Algunas especies hace muchos años que son tan urbanitas como nosotros. Otras, llegadas de tierras lejanas, se han instalado recientemente. Las hay que eran vecinas cautelosas y cada vez se adentran más en las áreas urbanas. Hay que abordar la gestión de las poblaciones de estas especies cuan­do esto sucede. El reto está en hacerlo desde una perspectiva preventiva y de manera ética.

Si el respeto, la valoración y la gestión ética de la fauna urbana son esenciales, tenemos otro reto fundamental: la convivencia. Es clave la tenencia responsable de animales, entendiendo que un animal no es un objeto, sino un ser vivo. Que los propietarios de animales son los responsables de un uso convivencial del espacio público. Que los animales urbanos no pueden ser un capricho, sino que son unos amigos para toda la vida. Que el abandono es un crimen. Que es mejor adoptar (el Centro de Acogida de Animales de Compañía de Barcelona –CAACB– da en adopción centenares de pe­rros y gatos cada año). Además de la tenencia responsable, es necesario que la ciudad ofrezca espacios y dé facilidades para cuidar a los animales urbanos (como, por ejemplo, las diez áreas de recreo de perros previstas para el año 2018 o las 695 colonias de gatos gestionadas por entidades sociales).

En definitiva, la fauna y la biodiversidad urbanas son instrumentos y signos de salud, habitabilidad, convivencia, ­bien­estar, civilidad y compromiso ecológico. Los retos: cuidarlas, potenciarlas, darlas a conocer, gestionarlas éticamente y desarrollar un modelo urbano que permita disfrutar de ellas.

Francesc Ximeno

Biólogo y técnico urbanista. Comisionado de Ecología del Ayuntamiento de Barcelona

Un pensamiento en “Los valores de la fauna urbana: salud, bienestar, convivencia y biodiversidad

  1. Bon dia! M ha agradat molt L article. Jo visc en un edifici de 9 plantes a balmes cantonada travessera de Gràcia i el terrat de la finca no crec q s utilitzi per res. Hi ha algun pla per incentivar fer un terrat verd o posar plaques solars… Ser una mica més sostenible? També a nivell econòmic per plantejar ho a una reunió de veïns…
    Gracies
    Natàlia

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