La ciudad en diez pasajes

Cada pasaje barcelonés es un mundo diferente, por el origen, el uso actual, la situación y la morfología. En las líneas siguientes subrayamos la singularidad de esta vía a través de diez ejemplos muy diversos, uno por distrito.

© Andreu

¿Qué y cómo es el pasaje? ¿Cuál es su función? Tradicionalmente se consideran atajos que conectan dos calles, pero también pueden ser callejones sin salida. Unos son meramente residenciales, señoriales o populares, pero otros se han convertido en verdaderos ejes comerciales; atraviesan parques y huertos o rompen la trama urbana; pueden estar empedrados o carecer de todo tipo de pavimento, abrirse o no al tráfico, tener árboles o mostrarse yermos de vegetación. Los hay que son prácticamente invisibles o se esconden al fondo de porterías de vecinos, e incluso algunos no han llegado a existir aunque tengan un nombre asignado.

Con respecto a la tipología urbanística, en la derecha del Eixample rompen la trama regular ideada por Ildefons Cerdà y atraviesan manzanas horizontal o verticalmente; en la Sagrada Família o en el Poblenou los encontramos como resultado del aprovechamiento del espacio en terrenos industriales; los hay en forma de diagonal, en zigzag, de T o L, que separan el huerto y la casa, o bien formados por escaleras.

Hemos escogido un ejemplo de pasaje en cada uno de los diez distritos de la ciudad, intentando mostrar su singularidad y las diferentes tipologías.

© Albert Armengol
El pasaje de la Cadena, en los alrededores de la estación de França.

La Cadena de Ciutat Vella

Hay que llegar a la terraza interior del restaurante Bitácora para descubrir el antiguo pasaje de la Cadena, que todavía conserva la rotulación. Como se encontraba en torno a la estación de Francia, lo cerraban con una cadena por la proximidad de la línea del ferrocarril a Mataró.

Delimitaba el barrio de la Barceloneta por la parte norte, era de arena, tenía orientación diagonal y conducía directamente al Torín, la primera plaza de toros de la ciudad, abierta en 1834 y que funcionó hasta 1923. El comercio El Mas dels Arcs, en la calle de Balboa, 13, también mantiene su recuerdo, pues el almacén se ubica en una parte del callejón.

© Albert Armengol
El pasaje interior accesible desde el número 29 de la calle de Rocafort, sin nombre ni representación en planos y guías.

Once casitas blancas de L’Eixample

Tras pasar el acceso a la escalera del número 29 de la calle de Rocafort, nos hallaremos por sorpresa en esta delicia urbanística formada por once casitas blancas de planta y terrado, construidas en  un pasaje interior, sin nombre, que no aparece en ningún plano ni guía, formado por dos callejones llenos de plantas que han dejado los vecinos.

Se trata de viviendas de unos 35 metros cuadrados que en la parte de atrás tienen un pequeño patio cubierto lugar donde originariamente se encontraban las letrinas y la escalera que da acceso al terrado. Fue en 1924 cuando el propietario pidió el permiso de construcción al Ayuntamiento. Posiblemente eran habitáculos para los trabajadores de la Exposición Internacional del año 1929.

© Albert Armengol
El pasaje de Ministral, formado por 25 casas en el barrio del Coll.

Ministral, el encantador de Gràcia

Un gran portalón de formas redondeadas nos anuncia el encantador pasaje de Ministral, establecido en suelo privado, en el barrio del Coll. Lleva el nombre del propietario de los terrenos desde el año 1922. La construcción de las 25 casas es totalmente curiosa y original, ya que se salva la fuerte pendiente en tres niveles diferentes y las viviendas disponen de claraboyas de ventilación.

Se dice que la edificación fue residencia de trabajadores de la construcción, muchos provenientes de la pedrera del Turó de la Creueta del Coll, y que la parte más soterrada sirvió de refugio durante la Guerra Civil para un grupo de anarquistas.

© Albert Armengol
El pasaje escalonado del Dipòsit, en Can Baró.

Horta-Guinardó: el sorprendente Dipòsit

En la parte alta del barrio de Can Baró sorprende el pasaje del Dipòsit, formado por una escalera de 248 peldaños en fuerte desnivel. En la parte superior tenemos un mirador privilegiado sobre la trama urbana y el mar.

Mientras subimos observamos el antiguo depósito circular, situado a 95 m de altura, que le dio el nombre. Fue construido en el año 1870, después de la expropiación de terrenos de la finca de Can Baró por la Societat General d’Aigües de Barcelona, compañía belga fundada en Lieja en 1867.

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El pequeño barrio inglés de Les Corts, oficialmente pasaje de Tubella.

El barrio inglés de Les Corts

El pasaje de Tubella hace referencia al nombre del comerciante que construyó la urbanización a partir del año 1925,  un conjunto de 22 casas unifamiliares de dos plantas, con un pequeño jardín enrejado delante y con patio interior. Cabe destacar el estilo, con una mezcla de influencias modernistas y novecentistas, y los diferentes colores que presentan. Están muy bien conservadas y, si exceptuamos dos bloques de nueva construcción, forman una unidad estilística y armónica.

Pensadas para dar alojamiento a unos técnicos ingleses que tenían que trabajar en la fábrica textil de Joan Tubella, finalmente las casas se vendieron a obreros cualificados de las diversas industrias que se instalaban en Les Corts y en Sants.

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El vial de la Esperança, en el lado oriental de Virrei Amat.

La Esperança de Nou Barris

En el lado oriental de la plaza del Virrei Amat se sitúa el pasaje de la Esperança, formado por quince viviendas unifamiliares adosadas que datan del año 1927. Son casas de estilo novecentista con planta baja y un patio posterior, que siguen la misma tipología arquitectónica con pequeñas variaciones.

La urbanización del pasaje se hizo bajo iniciativa de la Sociedad Cooperativa de Cargadores y Descargadores de Algodón. Igual que otros colectivos profesionales, la sociedad se acogió a las leyes impulsadas durante la dictadura de Primo de Rivera para paliar el déficit de vivienda de la ciudad con casas a precios asequibles.

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El pasaje de Ártemis, en el barrio de Navas.

Sant Andreu: el pasaje de las magnolias

En el barrio de Navas, entre las calles de Olesa y de Juan de Garay, se abre el tranquilo pasaje de Ártemis, repleto de magnolias a ambos lados. Podemos descubrir un conjunto bastante uniforme de viviendas que siguen la misma tipología, construidas en torno al año 1932, formadas por semisótano, piso principal y primera planta con balcón, y patio posterior.

El nombre hace referencia a la diosa griega de la naturaleza y la caza, hermana melliza de Apolo y símbolo de la belleza virginal, que a menudo se representa armada con un arco y una saeta de oro. Un tramo del antiguo torrente de la Guineu, que dio nombre al barrio del Guinardó, y que nacía en la popular Font del Cuento, atravesaba este vial.

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El pasaje de Robacols, en el Clot, accesible desde el número 37 de la calle de Rossend Nobas.

Sant Martí: vestigios del mundo rural

Por el portalón del número 37 de la calle de Rossend Nobas, en el barrio del Clot, se accede al curioso pasaje de Robacols, un claro ejemplo de los últimos vestigios de la Barcelona rural y uno de los conjuntos de arquitectura popular más sencillos. Aunque muy abandonado, conserva nueve casas adosadas, de planta baja y piso, todas ellas situadas a la derecha; al otro lado se ven restos de antiguos patios, antes ocupados por pequeños huertos o jardines, y ahora repletos de plantas y trastos viejos.

El pasaje se urbanizó en el segundo tercio del siglo XIX y se dedicó a viviendas para los trabajadores del barrio. El nombre hace referencia al sobrenombre popular de la familia Casas, propietaria de numerosas tierras en el barrio del Clot y en el Camp de l’Arpa.

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El pasillo de la Bordeta.

Sants-Montjuïc: el pasillo de la Bordeta

La construcción de viviendas en pasadizos muy estrechos, los llamados pasillos, era habitual para buscar una solución a la falta de vivienda desde finales del siglo XIX. Uno de los últimos que sobreviven en la ciudad está en la Bordeta, en la calle de Bartomeu Pi, un antiguo fabricante de objetos de cuero que era propietario de los terrenos.

El pasaje no tiene nombre y lo forman diez viviendas muy sencillas, de unos 30 metros cuadrados, que se construyeron entre 1925 y 1930 en unas caballerizas o almacenes de forraje de una antigua fábrica.

© Albert Armengol
El pequeño vial de Mallofré, que une Major de Sarrià y la calle del Clos de Sant Francesc.

El atajo de Sarrià-Sant Gervasi

El pequeño vial semicubierto de Mallofré, abierto entre los años 1866 y 1870, comunica las calles Major de Sarrià y del Clos de Sant Francesc. Lleva el nombre del bolsista Josep Mallofré i Trius, que compró los terrenos ocupados por un edificio que había sido un cuartel, y que servía de garaje para los coches de una compañía de transportes.

Tras derribar las edificaciones existentes se construyeron tres casas: una en la calle Major, otra en el Clos de Sant Francesc y una tercera en el interior, de manera que formaran un pasaje que al mismo tiempo era un atajo para comunicar las dos calles principales.

Neus Bergua Joanpere

Gestora cultural. Autora de Barcelona insòlita (2010)

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