La globalización ha supuesto un gran incremento de la movilidad y de los intercambios culturales en todo el mundo. Barcelona, que acapara gran parte de la inmigración de Cataluña, se ha convertido en un mosaico muy diverso de culturas y de lenguas. Es una responsabilidad compartida velar por que el patrimonio que aportan sea motor de riqueza y de oportunidades para todos. La historia de las lenguas, en efecto, muestra que las grandes innovaciones se dan en sociedades que han sido capaces de incorporar las aportaciones de otras culturas, que han aprovechado la llegada de otros grupos para transformarse y potenciar su creatividad.
Especialistas en lingüística y representantes de entidades vinculadas al estudio y la defensa de la lengua trazan en este dossier un retrato de la sociedad barcelonesa y apuntan vías para la resolución de los problemas derivados de este carácter plurilingüe. Se consideran ampliamente las relaciones entre los dos idiomas principales, el catalán y el castellano, en un contexto en que la lengua histórica, reintroducida en los ámbitos institucionales, tiene aún pendiente el reto de recuperar el mundo de la proximidad. Las relaciones entre las distintas lenguas, según se determina en uno de los artículos, se deberían ajustar a criterios de sostenibilidad. Una sostenibilidad que, reconociendo el aumento de la intercomunicación, reclamaría al mismo tiempo las condiciones que garantizasen el desarrollo de los diferentes grupos lingüísticos.
El dossier dedica un artículo específico a la situación en las aulas escolares, donde el catalán es la principal lengua vehicular pero la presencia del castellano dista mucho de ser anecdótica. Y se recuerda, asimismo, el vigésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos, que se aprobó en una conferencia mundial celebrada en la Universidad de Barcelona con el apoyo de la Unesco.