Barcelona ha sido pionera en prohibir las corridas de toros y el uso de animales en el circo, y ahora lo es en el desarrollo de un nuevo modelo de zoológico que ahorre padecimientos a los animales. Tanto la lucha antitaurina como el impulso de renovación del Zoo se han visto favorecidos por la complicidad de una administración especialmente sensible en este ámbito. Se trata de luchas y proyectos que cobran todo su sentido cuando se insertan en una defensa amplia del bienestar de la fauna y de la biodiversidad, factores que son indicadores de salud colectiva, civilidad y compromiso ecológico. Pero a menudo imaginamos a los animales en espacios naturales o recluidos en zoológicos, sin ver que a nuestro lado existe también una fauna urbana muy rica y mayoritariamente libre.
El ruido, la contaminación o el afán predatorio no juegan a favor del equilibrio entre los humanos y las otras especies que hallan su modus vivendi en el ecosistema urbano. Velar por la protección de estas especies –y por el control de las invasoras– es un deber cívico y una manera de preservar nuestros vínculos con la naturaleza. Expertos y activistas nos descubren en las páginas siguientes la riqueza de este tesoro natural de Barcelona, inmediato pero también recóndito.