El urbanismo barcelonés, una mirada a la vida cotidiana

Foto: Arianna Giménez

El Ayuntamiento propone rediseñar la ciudad para visibilizar la diversidad de actividades que se realizan en ella cada día, y no solo ni principalmente las centradas en la productividad. Desde el departamento de Transversalidad de Género se apunta que la ciudad actual está “centrada en el modelo del macho ganador de pan”.
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En el camino de desplazar el foco del urbanismo de la vertiente productiva a la humana cobra un relieve especial la perspectiva de género: se trata de conseguir un uso igualitario de la ciudad partiendo de la diversidad de género, origen, edad o funcional de la vecindad.

La calle Princesa se inauguró en noviembre de 1853, el mismo año en que el Ayuntamiento de Barcelona enviaba a Madrid el proyecto de demolición de las murallas, que comenzaría al año siguiente. Casi diecinueve siglos después de la fundación de Barcino, la ciudad se preparaba para su transformación urbanística más importante: la expansión hacia el Llobregat y el Besós. La construcción de la calle Princesa comportó el derribo de decenas de viviendas y algunas callejas medievales desaparecieron. Pero, para los dirigentes de la época, valía la pena: la apertura de la calle citada aseguraba una vía recta, directa y ancha para que los carruajes (militares) pudiesen cubrir fácilmente los 750 metros que separan la Ciutadella de la plaza de Sant Jaume.

Se buscaba esponjar la ciudad todo lo posible para evitar las revueltas populares en las callejas, en las que levantar una barricada era mucho más sencillo que en la esquina de la Gran Via con el paseo de Gràcia, por poner un ejemplo. El resultado fue una ciudad que facilitaba acudir al trabajo con un vehículo a motor, una ciudad que fue creciendo paralelamente a la consolidación del sistema capitalista y que tomaba como referencia para definirse el mundo público –el del hombre trabajador, el hombre público que lleva el sueldo a casa– frente al mundo privado –el de la mujer ama de casa, la mujer privada, que no ve ni un duro por su trabajo.

Las ciudades no son neutras; Barcelona, tampoco. Sonia Ruiz, jefa del Departamento de Transversalidad de Género del Ayuntamiento, apunta que hace falta un modelo de ciudad que responda a las necesidades y experiencias de la vida cotidiana: “La ciudad está centrada en el modelo del male bread winner [macho ganador del pan]. No está pensada para otro usos, los que no tienen en el centro tan solo el mercado laboral formal: es decir, los servicios públicos, las tiendas, las escuelas, los centros de asistencia primaria (CAP), entre otros”.

A fin de tener en cuenta otras necesidades y vivencias, imprescindibles para construir barrios, el Ayuntamiento de Barcelona se ha propuesto rediseñar la ciudad con el objetivo de visibilizar la diversidad de actividades, usos y tareas que realizan cada día las personas: desplazar el foco del urbanismo de la vertiente productiva a la humana. Este ambicioso objetivo necesita, pues, actuar de manera transversal –no solo desde el urbanismo– para asegurar que tales cambios tengan éxito. Al poco rato de conversar con Sonia Ruiz, esta necesidad sale a la luz: “Antes de poner en marcha algunas medidas, había que ordenar la casa”. En diciembre de 2015 (medio año después de iniciarse el mandato), la nueva administración municipal presentó la medida de gobierno de transversalidad de género, que tenía como objetivo “integrar la perspectiva de género en todas las fases de las políticas públicas”, explica Ruiz. Todo ello supone un proceso de cambio institucional que implica revisar procesos y rutinas para incorporar la igualdad como requisito, formar al personal del Ayuntamiento e incorporar expertos en feminismos.

Urbanismo con perspectiva de género

Foto: Arianna Giménez

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Las mujeres necesitan más imperiosamente una ciudad accessible porque son las que más la pisan, a menudo cargadas con el carro de la compra o con el cochecito del hijo o la hija.
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Ha sido, precisamente, el Área de Ecología, Urbanismo y Movilidad la que más ha trabajado la medida de gobierno “Urbanismo con perspectiva de género”, significativamente subtitulada “Urbanismo de la vida cotidiana”, que se presentó el 22 de marzo. El plan no se propone preocuparse solo de las problemáticas referidas a las mujeres, sino que pretende devolver el uso humano a la ciudad desde una perspectiva de igualdad teniendo en cuenta la diversidad de género, origen, edad o funcional de la vecindad. Una perspectiva que, justamente por basarse en la igualdad, se fundamenta en el feminismo: “Es cierto que tenemos más en cuenta a las mujeres porque hay una exclusión histórica, pero la medida no está pensada para las mujeres, sino que su objetivo es situar la vida cotidiana de las personas en el centro, con una perspectiva clara de género”, asegura Mercè Llopis, coordinadora técnica de la Dirección de Modelo Urbano (en el seno de la Gerencia de Ecología Urbana) del Ayuntamiento.

Hombres y mujeres no usamos la ciudad de la misma manera. El Plan por la justicia de género, publicado en julio de 2016, explicita que existe un “fuerte sesgo de género tanto en lo referente a los usos como en cuanto a las libertades y a los derechos asociados” a la ciudad. Además, el Plan muestra que las mujeres utilizan las tiendas de barrio, los CAP, las escuelas, las guarderías y los parques infantiles más que los hombres, que a su vez usan más los equipamientos deportivos y los de ocio. Una fotografía demasiado bien enfocada de los roles tradicionales: la mujer cuida de la familia, el hombre es el proveedor y disfruta de su ocio.

La Encuesta de Movilidad en Día Laborable realizada en 2014 por la Autoridad Metropolitana del Transporte, junto con el Ayuntamiento y la Generalitat, también muestra un uso diferenciado por sexos. Las mujeres, según la encuesta, se desplazan mayoritariamente por motivos familiares y en segundo término por motivos ocupacionales (15,6 %), mientras que los hombres se mueven sobre todo por motivos ocupacionales (19,4 %). Las mujeres realizan más trayectos, con más frecuencia y, sobre todo, de más proximidad. Aparte, las mujeres utilizan más el transporte público y caminan más, y los hombres, en cambio, usan más el transporte privado: un 32,3 % de los hombres utilizan el coche, por delante de un 25,4 % de las mujeres. Son las mujeres, pues, las que más necesitan una ciudad accesible porque son las que más la pisan, a menudo cargadas con el carrito de la compra o con el cochecito del hijo o la hija.

Ante esta situación, Sonia Ruiz, desde el Departamento de Transversalidad de Género, informa de que la estrategia a seguir tiene que ser dual: “Hay algunas actuaciones en que intentamos que las mujeres no sufran discriminaciones y otras en que el objetivo es equilibrar la participación de hombres y mujeres. Hay acciones positivas en espacios a los que nunca van mujeres, y otras en espacios a los que intentamos que vayan más los hombres, como las guarderías”.

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Los hombres, que se mueven sobre todo por motivos ocupacionales, usan más el transporte privado que las mujeres: un 32,3 % de los hombres utiliza el coche en sus desplazamientos, por delante de un 25,4% de las mujeres, según la última Encuesta de Movilidad en Día Laborable (2014) en el Área Metropolitana.
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Los patrones de movilidad de las personas cambian según la carga de cuidados que pese sobre ellas, una carga que es especialmente importante en el caso de las mujeres. Buena parte de las actuaciones urbanísticas previstas se pensarán desde esta perspectiva.
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Una de las actuaciones que contempla la perspectiva de género es la de los ejes transversales de la avenida Meridiana. El objetivo, según Mercè Llopis, es convertirla en una calle más amable con aceras más transitables y por la que no circulen tantos coches. En estas mejoras la perspectiva de género se manifestará en la conformación de los itinerarios que siguen principalmente las vecinas para atravesar la avenida de lado a lado: “Intentaremos que las rutas que la cruzan sean cómodas, que la gente que vive a un lado de la Meridiana pueda ir al otro y comprar, ir a la escuela o llevar a cabo la actividad que prefiera. Hay que dejar de concebir la Meridiana como un río difícil de cruzar”, manifiesta Llopis.

Contra la feminización de la pobreza

Sin embargo, para romper con esta narrativa de separación de género en los ámbitos urbanos se precisa actuar de raíz sobre el problema de la feminización de la pobreza, un impedimento estructural para conseguir más igualdad de condiciones. El 28 % de los habitantes de Barcelona se encuentra en riesgo o situación de exclusión y, de este total, un 55 % son mujeres. “La media de ingresos de las mujeres por rentas del trabajo es un 18 % inferior a la de los hombres”, se recoge en el Plan para la justicia de género en Barcelona. Además, debido a su responsabilidad desproporcionada en la prestación de cuidados y en el trabajo doméstico no remunerado, para las mujeres barcelonesas es más difícil salir de la precariedad. “La gentrificación también afecta más a las mujeres no blancas, de edad avanzada, pobres, familias numerosas, mujeres mayores, familias monoparentales femeninas y mujeres inmigradas, entre otras”, según la medida de gobierno de Urbanismo y Género.

Sin duda, los ejes de desigualdad habituales (edad, origen, clase, identidad u orientación sexual) generan las experiencias de pobreza más flagrantes: “Así, la falta de permiso de trabajo y de certificación de estudios y la transexualidad excluyen a las mujeres del mercado laboral formal”, recoge la Estrategia contra la feminización de la pobreza y la precariedad, publicada en julio de 2016. Este plan, que busca reducir a medio y largo plazo la pobreza femenina en la ciudad, estudia las realidades socioeconómicas diferenciadas por género: “Las mujeres mayores, a consecuencia de una trayectoria laboral intermitente o centrada en el hogar, reciben pensiones contributivas en un 38 % menos de casos que los hombres, y las familias monoparentales encabezadas por mujeres sufren un riesgo de pobreza elevadísimo, del 40 %”.

Las políticas de austeridad y los recortes de derechos que han supuesto las reformas laborales y de las pensiones, junto con la reforma del artículo 135 de la Constitución o la firma del rescate bancario con dinero público han provocado una reducción de los presupuestos y del personal de los servicios públicos que afecta más a las mujeres, porque son las que más necesidades tienen.

Esta situación de desigualdad en el reparto de la riqueza se vio agravada con la disminución del gasto público destinado a los servicios de cuidados –debido a la congelación de la Ley 39/2006 de Autonomía Personal– y la reducción de plazas públicas en las guarderías. Con este panorama, y sin perder de vista el enfoque urbanístico, el Ayuntamiento trabaja por democratizar y sociabilizar los cuidados: no los pueden seguir llevando a cabo mayoritariamente las familias y, dentro de ellas, las mujeres, sino que deben responsabilizarse más de ellas los hombres y la Administración. O, como mínimo, se propone ayudar a cambiar la cara a la ciudad para que sea más amable e inclusiva con las personas que ejercen los cuidados.

En esta línea, la Concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI preparó una medida sobre democratización de los cuidados que se presentó en plenario a finales del mes de mayo. Marta Cruells, asesora de políticas de igualdad de género de la Concejalía, asegura que esta medida se ha preparado durante un año y medio, realizando un diagnóstico con personas que son cuidadas y personas que cuidan, con grupos y servicios que proveen de cuidados, de crianza compartida y con organizaciones que cuidan de las personas mayores, entre otros.

La medida tiene como objetivo reconocer los cuidados y ponerlos en valor teniendo en cuenta, tal como explica Marta Cruells, que desde que nacemos y hasta que morimos “todas las personas necesitaremos ser cuidadas y, probablemente, todas también cuidaremos a alguien”. Una manera evidente de reconocer socialmente esta actividad es contabilizarla: “Los cuidados suponen un porcentaje de un 25 % del producto interior bruto de una sociedad”, asegura Cruells. Es, pues, mucho dinero para una actividad que a menudo no está remunerada.

La medida contempla más de setenta actuaciones, la primera de las cuales fue la realización de un mapa con todos los programas y los servicios que ya ofrece el Ayuntamiento a la hora de proveer de cuidados. Buena parte de las actuaciones urbanísticas se pensarán desde la perspectiva de los cuidados, ya que, como explica Marta Cruells, los patrones de movilidad cambian según la carga de cuidados que pesa sobre las personas: “Es una manera más de entender la ciudad desde la vida cotidiana”. Entre las medidas concretas que se proponen se cuentan la construcción de cinco espacios familiares más y la ampliación en diez el número de guarderías.

Seguridad y prevención

Los cambios estructurales en materia de transversalidad, lucha contra la precarización, movilidad y cuidados no tendrán nunca éxito si no se acaba con las violencias machistas. El Área de Prevención y Seguridad llevó a cabo una auditoria de seguridad y género en 2013 para transversalizar la perspectiva de género en la recogida de datos sobre seguridad y en la implementación de políticas públicas de seguridad y prevención en Barcelona. A raíz de la auditoria se formó al personal técnico municipal en la metodología de marchas exploratorias de seguridad con perspectiva de género. Las marchas sirvieron para empezar a diagnosticar los espacios que crean percepción de inseguridad y establecer actuaciones para mejorar el espacio público con el fin de errradicar las violencias machistas urbanas.

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El Plan de barrios prevé realizar marchas exploratorias de mujeres en todos los barrios para detectar los factores que les crean inseguridad.
Foto: Arianna Giménez

Sonia Ruiz, jefa del Departamento de Transversalidad de Género, valora la única marcha exploratoria que se ha realizado durante el presente mandato, el 24 de noviembre de 2016, en la Colonia Santiveri del barrio de la Mare de Déu del Port, en la Zona Franca: “Las demandas de las asistentes –unas veinte vecinas, técnicas y activistas, entre otras– eran muy asumibles, como por ejemplo alumbrado, escaleras, poda de árboles o limpieza”. Los lugares más peligrosos acostumbran a ser los puntos oscuros y las zonas con mucha vegetación, donde las mujeres son más vulnerables, allí donde no pueden ver ni ser vistas: “Por eso procuramos que a las marchas exploratorias asistan los actores que tienen el poder de ejecutar las mejoras; por ejemplo, Guardia Urbana y Parques y Jardines”.

En el marco del Plan de barrios está previsto llevar a cabo, como mínimo, una marcha de estas características en cada barrio. “La previsión es completar diez más durante los próximos dos años”, informa Sonia Ruiz. Una de estas tendrá lugar, probablemente, en la calle de Pi i Margall, en el marco del plan de remodelación de esta vía. Mercè Llopis, desde el Área de Ecología Urbana, asegura que se ha abierto un proceso de participación en el que se han implicado vecinos, comerciantes y, especialmente, los consejos de mujeres de los dos distritos afectados, Gràcia y Horta-Guinardó. El peligro radica en la posibilidad de que esta participación no contemple la perspectiva de género: “Dependiendo de la hora en que se realice el encuentro y si no ponemos herramientas para asegurar la participación de las mujeres (como un espacio de atención para cuidar de los niños pequeños) asistirán muchos más hombres que mujeres –argumenta Sonia Ruiz–. Y lo más probable es que los hombres, cuando les preguntes en qué tendría que consistir la renovación de su calle, respondan que se necesitan más plazas de aparcamiento”.

El 29,9 % de barcelonesas han sufrido a lo largo de su vida una agresión machista grave y el 16,3 % la ha sufrido en la calle; un 29 % procura no salir nunca sola, y solo un ­0,4 % de las mujeres victimizadas ha denunciado los hechos. Son datos de la Encuesta de violencia machista publicada en 2011; unos datos aterradores que ponen de manifiesto el aprendizaje de numerosas estrategias de autoprotección que son exclusivamente femeninas (más de un 9 % lleva encima algún objeto de autodefensa, como por ejemplo un espray) y que se basan en limitar la exposición a los riesgos del espacio público, lo que, de paso, limita su libertad de movimientos y su autonomía personal.

Los movimientos sociales y feministas del barrio del Poble-sec, avanzándose a la institución, establecieron un protocolo de acción durante las fiestas mayores del año 2015 para actuar ante las agresiones sexistas que pudieran producirse. El protocolo fue galardonado por el Consistorio con el Premio 25 de Noviembre (Día Internacional para la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres). Tras esta experiencia, durante el año 2016 se ha ido trabajando en el resto de distritos para poner en funcionamiento protocolos similares, pero adaptados a la idiosincrasia de cada fiesta: “Desde la Concejalía –explica Marta Cruells– hemos pedido que todos los protocolos incluyan unos mínimos elementos comunes, como la impartición de una formación básica a todas las personas responsables de la organización de cada fiesta. No es lo mismo una fiesta macro como la de Gràcia que una más pequeña como la de Nou Barris, que prácticamente no tiene conciertos”.

Durante las fiestas de la Mercè de 2016 se actuó siguiendo otra línea. Se colocó un stand en la avenida de la Reina Maria Cristina, que es donde se llevaban a cabo los conciertos que atraían a un público más joven. Dos personas atendían el stand y dos más deambulaban por la zona de conciertos. “Si presenciaban alguna situación de agresión o si alguien les reclamaba, actuaban directamente. Lo hicieron en un par de ocasiones. También se dirigieron personas al stand para informar que habían sufrido una agresión y pidiendo ayuda. En total hubo una decena de casos”, recuerda Marta Cruells.

Este mismo modelo también se puso en funcionamiento en las fiestas de la Lali Jove, el 12 de febrero, y el stand se instalará de manera permanente en la Vila Olímpica, una zona de ocio nocturno intensivo con abundancia de bares y discotecas, con mucha población extranjera que viene a pasar unos días de fiesta a Barcelona y muchos estudiantes universitarios con becas Erasmus. “Los Mossos –informa Cruells– detectaron un aumento de los datos de denuncia por agresión sexual en esta zona de la ciudad”.

Una de las actuaciones que se propusieron para las fiestas del Poble-sec consistía en detener la música cuando se produjese una agresión sexista y se informara del hecho a los asistentes por la megafonía. Que el motor del modelo urbanístico barcelonés se detenga del todo y vuelva a arrancar con una mirada diferente es algo que solo será posible gracias a la labor de vanguardia de los movimientos sociales y a la conciencia política de un consistorio con perspectiva de género.

Gerardo Santos

Periodista

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