Redescubriendo el poder de la música

La verdadera acción musical no habla de resultados numéricos, sino del valor transformador de la música y de la riqueza del arte como catalizador de las necesidades sociales.

© Fabiola Llanos
Trombonista de la Sant Andreu Jazz Band, una formación nacida hace siete años en el seno de la Escola Municipal de Música Sant Andreu.

La enseñanza artística, y en concreto la musical, ha sido en los últimos años revisitada por diferentes miradas. No solo por la Administración o los educadores, sino también por los artistas, los educadores sociales y los propios alumnos. Por un lado, ha habido que revisar los contenidos de los programas tanto en la enseñanza obligatoria como en la superior con el fin de equiparar la música a otras materias, y como resultado de ello, Barcelona cuenta hoy con tres centros que ofrecen titulación de grado superior de Música: la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), el Liceu y el Taller de Músics. Por otro lado, han crecido el número de escuelas de música y la oferta de actividades extraescolares. Todo ello ha contribuido a cerrar un proceso de normalización de los estudios que nos ha permitido empezar a salir de una situación tan anómala como lo es el hecho de que el arte ocupe desde hace tiempo un lugar periférico dentro de la construcción de nuestra sociedad.

La verdadera acción musical, sin embargo, no habla del número de escuelas, de resultados numéricos ni de ventas, sino del valor transformador de la música y de la riqueza del arte como catalizador de las necesidades sociales. Esta es la razón por la que nuevas propuestas en el mundo del arte y de la educación artística han cobrado protagonismo. Son proyectos que miran a largo plazo, que buscan una salida solvente a una crisis espiritual y de valores; propuestas que innovan y abren nuevas vías; caminos que no se dibujan en torno a las mesas de los despachos, sino en la calle, en contacto con los niños y niñas, y que se convierten en fieles indicadores de las transformaciones de la sociedad a la vez que se transforman con ella.

En el debate del momento, diversas voces coinciden en un hecho que no puede eludirse por más tiempo: no se puede renunciar a la cultura si no se quieren perder los valores que contribuirán al crecimiento de las personas y a las aspiraciones identitarias de una sociedad. Si bien en otros campos, como el de la sanidad, es habitual tomar medidas para prevenir costes y paliar así los efectos futuros de los malos hábitos de la población, es aún utópico plantear herramientas similares que nos permitan ocuparnos del alma de la sociedad del mañana. Con la escasez de recursos, se evidencían las prioridades de la comunidad y de las personas. Educar a través del arte es una oportunidad que nos permitirá desarrollar aprendizajes significativos para construir la sociedad que se va conformando.

De un tiempo a esta parte, nuevas metodologías situadas fuera de los marcos establecidos proponen cambiar la consecución de objetivos por la concesión de un margen más amplio a la creatividad. Es partiendo de la experiencia en las aulas como empiezan a construirse nuevas propuestas que nacen con un carácter más flexible y más permeable a los cambios sociales a fin de poder responder constantemente a las necesidades de la comunidad, y que de esta manera otorgan, ahora sí, un verdadero rol de barómetro social a la educación artística y a la cultura.

Nuevas figuras profesionales aparecen también a partir de dichos cambios. Nace un nuevo perfil, entre creador y activista, que deberá compaginar las facetas de artista, docente, trabajador social y gestor. Alguien capaz de implicar y relacionar los responsables de ámbitos muy diferentes. Ellos son los responsables de impulsar una renovada acción musical y artística. Estos profesionales se vinculan y crean red: las entidades, los barrios, las escuelas; pero, sobre todo, están comprometidos con los niños y jóvenes y con sus familias. Una dedicación abierta, que aún no está del todo inventada, y con un amplio campo por recorrer. En las páginas que siguen exploramos algunos ejemplos.

Eva Vila

Música y directora de cine. Profesora de la UPF

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