Silvestra Moreno: “He hablado con los amigos imaginarios de una enferma para llevarla al médico”

Nacida en Madrid hace ochenta y tres años, llegó a Barcelona durante la Guerra Civil. Silvestra Moreno Impulsó la primera Asociación de Familiares de Enfermos Mentales de Cataluña y más tarde fundó la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña, que acaba de cumplir un cuarto de siglo de vida. En el año 2000 recibió la Creu de Sant Jordi por su lucha en defensa de los afectados por estas enfermedades, que, insiste, “no son cosa tuya ni mía, sino de todos. Le puede tocar a cualquiera”. En este artículo nos narra su experiencia.

Foto: Arianna Giménez

Silvestra Moreno, entrevistada para este reportaje, que ha dedicado gran parte de su vida a la defensa de los enfermos mentales.
Foto: Arianna Giménez

Cuando me casé, como era lo habitual entonces, y tuve hijos, cuidé de ellos y también de mis suegros. Un día mi suegro, que tendría unos ochenta años, empezó a sufrir demencia senil. Y se volvió agresivo. Creía que los vecinos querían robarle, que habían entrado en su casa, y cosas así. Reaccionaba de forma violenta, tanto que los vecinos tenían miedo de que algún día les hiciese daño. Y me dijeron que, o buscaba ayuda, o lo denunciaban.

»Y así empezó todo. Era el año 1980. Llevé a mi suegro al ambulatorio y el médico, cuando lo vio, ya no le pudo dejar volver a casa. Lo trasladaron de manera definitiva al Institut Mental de la Santa Creu i Sant Pau. ‘¿Y yo qué tengo que hacer ahora?’, pregunté. ‘Usted, nada, ya está’, me respondieron. ‘Escuche, que yo no traigo un paquete, que es una persona. Es el padre de mi marido y el abuelo de mis hijos.’ Hasta que murió, lo iba a ver dos veces al día.

»El Institut, sin embargo, estaba muy abandonado. Faltaba personal, los enfermos no recibían la atención necesaria. Unos años antes, la Administración había empezado a cerrar los manicomios y a devolver a los enfermos a casa. ¡Personas que llevaban ingresadas veinte, treinta años! Un desastre. No se adaptaban y las familias tampoco. Y otros estaban solos, sin recursos. ¿Dónde podían ir?

»Yo hablaba mucho con los pacientes jóvenes, y me decía: ‘Tengo cuatro hijos; si alguno de ellos enfermara y le tuviera que traer aquí, me moriría’. Por eso y por mi suegro empecé a implicarme en la lucha. Las familias, con el apoyo de algunos profesionales, nos empezamos a quejar tímidamente, a manifestarnos. Hasta que, en 1986, creé la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales de Cataluña.

»Como presidenta de la entidad estaba informada de todo, de los enfermos que morían, de los que trasladaban, de los que enviaban a casa. E iba muy a menudo al juzgado a llevar los papeles, porque solo un juez puede autorizar que una persona con una enfermedad de Alzheimer avanzada o una demencia pierda su derecho a la libertad y lo ingresen en un psiquiátrico. El fiscal apreciaba mi trabajo y me propusieron que la asociación se hiciese cargo de la tutela de enfermos que no tenían familia. Y así lo hicimos. Llegamos a tutelar cuatrocientos.

»Al cabo de seis años decidimos profesionalizarnos y creamos la Fundación Enfermos Mentales de Cataluña, que justo ahora acaba de cumplir veinticinco años. Desde esta entidad básicamente se hacía de familia a los enfermos. Velábamos por que nadie decidiera sobre ellos sin tenerlos en cuenta, a ellos o a sus familias. Los íbamos a ver y les dábamos un poco de calor; queríamos que supieran que no estaban solos, y que, si necesitaban algo, desde la fundación les ayudaríamos en todo lo que pudiésemos. Conseguimos poder, algo que ahora desgraciadamente nos falta. Se nos escuchaba. Organizamos el segundo congreso europeo de asociaciones de familias de enfermos mentales. Y llegué incluso a presidir la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental.

»Veinticinco años ya de vida de la Fundación… Nunca imaginé que llegaríamos hasta aquí. Supongo que me dio fuerzas tener muy claro que la enfermedad mental no es ni tuya ni mía, sino que puede ser de cualquiera. Es cierto que las cosas, gracias a nuestra lucha, han cambiado un poco. Como mínimo ahora las personas están atendidas. Cuando empezamos con la Asociación y la Fundación, ¡había enfermos a quienes el psiquiatra solo veía una vez al año!

»Lo que no ha cambiado demasiado es el estigma. Y ahora, además, hay modas que hacen mucho daño. Como eso de ‘estar depre’. ¡Si supierais qué es tener una depresión de verdad…! Lo peor de una enfermedad mental es que el propio enfermo no tiene consciencia de ella, lo que hace que en su casa haya siempre una guerra declarada. Pobres familias. La empatía es clave. Yo he llegado a hablar por teléfono con una enferma y sus dos amigos imaginarios para lograr que fuera al médico. Si miro atrás, recuerdo las caras de muchas personas que se habían perdido y las reencontramos. Les ayudamos. Y eso me hace sentir bien”.

Cristina Sáez

Periodista especializada en ciència

Un pensamiento en “Silvestra Moreno: “He hablado con los amigos imaginarios de una enferma para llevarla al médico”

  1. La Silvestra ha estat una lluitadora extraordinària. Sense fer soroll, discretament ha aconseguit que tothom: administració, polítics, societats científiques, professionals de la Psiquiatria, pacients i familiars entenguessin com d’important es lluitar contra l’estigma i el patiment de la persona afectada d’un problema de salut mental. Avui encara presidint la Fundació Tutelar MM de Catalunya segueix donant testimoni.
    Gràcies Silvestra

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