La Serie Barcelona encarna el modelo de fuente más habitual en nuestras calles. Se comercializa con diferentes nombres relacionados con la ciudad y se ha convertido en un icono urbano.
La única capital europea que aventaja a Barcelona en número de fuentes es Roma, que supera las 1.900 unidades, pero con una población mayor. Su densidad de fuentes por cada mil habitantes es de 0,69. París, que tradicionalmente también tuvo y conserva muchas fuentes, dispone de unas 820 unidades, con una densidad de 0,36. En Barcelona hay una fuente por cada millar de personas.
Cada ciudad posee un modelo que singulariza el paisaje urbano. En Roma la fuente característica es la llamada Nasone, un ejemplar cilíndrico de hierro fundido de unos 120 cm de altura, que empezó a fabricarse masivamente durante la década de 1920 a partir de un modelo inicial de 1872. El nombre proviene de la forma del caño, que recuerda una nariz. Es de chorro continuo, sin grifo, y desagua directamente a la alcantarilla. Hay que destacar el orificio superior del caño: si se obtura con la mano la salida principal, el agua brota hacia arriba y así se puede beber con más comodidad. Las Nasone llevan un escudo con la sigla del gobierno de la antigua Roma, representativa aún de la ciudad, SPQR.
La Wallace es la fuente emblemática de París, también de hierro fundido, y fue diseñada y producida en 1872.
En cuanto a Barcelona, la fuente más característica y habitual es la perteneciente a la Serie Barcelona, comercializada por varios fabricantes con nombres diferentes, pero siempre relacionados con la ciudad: Barcino, Condal y Barcelona son algunas de las denominaciones usadas por las fundiciones que aún la tienen en catálogo con pequeñas variantes y elementos distintivos. Se trata también de un modelo de hierro fundido que se monta sobre una base de hierro u hormigón en la que se apoya la reja del desagüe y la columna con el grifo. La producción es seriada, a base de módulos y piezas independientes que se montan en el taller. El conjunto completo pesa unos 250 kg. Su característica principal –acaso la que le ha permitido sobrevivir en una ciudad que durante años se consideró la capital del diseño, con un espacio público hoy totalmente modernizado– es la robustez y la capacidad de incorporar, sin modificaciones, diferentes grifos con mecanismos de ahorro de agua. Es un modelo muy popular que se ha convertido en un icono urbano; prácticamente la mitad de las fuentes públicas de nuestras calles pertenecen a esta serie.