Un espacio literario y mucho más

La red municipal de bibliotecas es uno de los puntales de la candidatura de Barcelona a la designación de Ciudad de la Literatura por parte de la Unesco, y forma parte del núcleo duro del proyecto desde sus inicios.

Albert Armengol
El espacio de lectura de la Biblioteca Xavier Benguerel, de la Vila Olímpica.

Un ágora cubierta, un espacio confortable que invita a leer, pero también a realizar otras actividades, todas enmarcadas por el calor de los estantes repletos de volúmenes de todo tipo. Este es el modelo de biblioteca establecido por el Plan Municipal de Bibliotecas de Barcelona, que se ha desplegado persiguiendo un solo reto: hacer atractiva la lectura. En casi veinte años la red ha crecido de dieciocho centros a los cuarenta actuales. El impacto sobre los barceloneses es evidente: se ha pasado de un 13 % de vecinos con carné a un 54 %. La red de bibliotecas se alza así como uno de los puntales de la candidatura de la capital catalana a ser designada Ciudad de la Literatura de la Unesco, y forma parte del núcleo duro del proyecto desde sus inicios.

“Representamos la parte ciudadana y nuestro objetivo es promocionar las lecturas desde diferentes ámbitos y soportes, pero queremos profundizar sobre todo en la literatura para niños y jóvenes”, apunta Assumpta Bailac, gerente del Consorcio de Bibliotecas de Barcelona.

Para ello se centran en dos ejes: por una parte, la elaboración de una extensa programación cultural en las áreas infantiles de las bibliotecas (1.100 actividades en 2014), así como el trabajo directo con escuelas e institutos (1.785 visitas en 2014). En segundo lugar, se vela por la divulgación del fondo extraordinario del Servicio de Documentación de Literatura Infantil y Juvenil, situado en la Biblioteca Xavier Benguerel, en la Vila Olímpica.

La cartilla del niño antifascista de Lola Anglada editada durante la Guerra Civil, una Caperucita Roja en acordeón de tres metros de largo de 1965, la colección entera de la publicación Patufet o todos los títulos de Folch i Torres quedan recogidos en esta colección de treinta mil documentos, dieciséis mil de ellos históricos. “Tenemos libros del siglo xix, clásicos de la literatura infantil y juvenil de todos los tiempos y en varias lenguas, todo un material inestimable para editores, ilustradores e investigadores, que vienen de todas partes a estudiarlo”, explica Neus Castellano. La directora de la Benguerel recuerda cuando los visitó Alberto Manguel y se emocionó al encontrar, revolviendo entre las vitrinas, el cuento que le leía su niñera alemana en Buenos Aires.

Albert Armengol
Una edición histórica de La Cenicienta de 1960, de la editorial Roma, con un desplegable tridimensional, que pertenece al fondo del Centro de Documentación de Literatura Infantil y Juvenil, situado en la Biblioteca Xavier Benguerel, de la Vila Olímpica.

El fondo, creado en 1940, proviene de la Biblioteca Sant Pau-Santa Creu y se ha ido alimentando de donativos muy seleccionados. El servicio entró en funcionamiento en 1975 y, por cuestión de espacio, se trasladó en 2005 a la Benguerel, una biblioteca inaugurada diez años antes y especializada en cine. De momento se han digitalizado doscientos ejemplares históricos que serán consultables en el Trencadís, el depósito digital de la Red de Bibliotecas Municipales de la Diputación de Barcelona. “Siempre que organizamos una exposición la vinculamos con el fondo histórico para hacer visible este patrimonio, al que no puede acceder el público general. Esto permite descubrir, por ejemplo, que ya a principios del siglo pasado se hacían auténticas maravillas con el pop-up, aunque pensemos que es una técnica nueva”, comenta Castellano, mostrando un libro-escenario de Alicia de 1940, expuesto hace poco en Món Llibre, y un Mickey Mouse desplegable de 1931.

La biblioteca es una de las más activas en la organización de actividades en torno al fondo, y propone, entre otros, talleres para los estudiantes de máster de literatura infantil y juvenil, así como las sesiones “Collita fresca” [Cosecha fresca], en que las editoriales presentan las novedades del sector a los bibliotecarios. La sala del área infantil, custodiada por Tintín, ofrece también lo mejor del álbum ilustrado actual con los trabajos más punteros, como los nostálgicos de Benjamin Lacombe o los minimalistas de Katsumi Komagata: todo ello suficiente para pasar una buena tarde descubriendo tesoros.

Conectados con el mundo

Desde su creación en 2001, el Consorcio de Bibliotecas de Barcelona tuvo muy claro que uno de sus objetivos prioritarios tenía que ser la cooperación internacional, una acción que permite un intercambio enriquecedor con otras ciudades del mundo. “Esta faceta es muy importante en la candidatura de Barcelona porque uno de los aspectos que más valora la Unesco, encargada de llevar la educación y la cultura a todo el mundo, es la relación Norte-Sur”, explica Juanjo Arranz, director de Cooperación y Programas.

En este sentido, la entidad ha desarrollado una buena red de proyectos y cuenta con varias ciudades colaboradoras. A través del programa “Ciutats prioritàries” del Ayuntamiento de Barcelona trabajó en el despliegue de las bibliotecas de Medellín (Colombia), ciudad con la que mantiene un convenio de colaboración desde 2010. “Les hemos asesorado sobre todo en temas de gestión de catálogo y funcionamiento del fondo, y a cambio hemos aprendido mucho sobre la programación cultural, ya que allí la trabajan con los líderes comunales y usan estrategias para llegar a los jóvenes que podemos adaptar a nuestra realidad”, indica Arranz. Con Medellín también han establecido un club de lectura internacional –que ya va por la cuarta edición–, en el que se leen obras de autores catalanes y colombianos y después se comentan por videoconferencia. La última, con la periodista y escritora Olga Merino, fue un éxito de participación. Dirigido a los niños, también se ha organizado el club de lectura internacional Letras al Mar, del que ya se han realizado tres ediciones.

Consuelo Bautista
El centro cultural Parque Biblioteca España, de Medellín, Colombia, una de las ciudades con las que Biblioteques de Barcelona tiene un convenio de colaboración.

Otras ciudades, otras realidades

A raíz de esta experiencia tan fructífera se han sumado otras ciudades colombianas, como Bogotá y Cali, con las que se están llevando a cabo programas similares. También se han establecido acuerdos de colaboración con Maputo, la capital de Mozambique, desde hace un año, y desde hace solo medio, con Tetuán, en Marruecos. “Hemos hecho un primer viaje de prospección a Tetuán y, a partir de las bibliotecas que tienen, todas relativamente nuevas, los podríamos ayudar en la elaboración de un plan estratégico de bibliotecas”, explica el director de Cooperación y Programas. Con Maputo la situación es diferente, vista la falta de centros: “Quieren poner en marcha un curso de formación para dar a bibliotecarios y maestros las herramientas básicas, y para que puedan establecer relaciones entre la biblioteca y las escuelas a través de clubes de lectura”.

Gracias a todos estos convenios de colaboración, y a pesar de no disponer de un presupuesto propio como antes de la crisis, la red de Bibliotecas de Barcelona se ha significado en la cooperación internacional con todo tipo de proyectos que ha planteado desde la innovación: “Esto nos ha permitido seguir trabajando a pesar del recorte de presupuestos y optimizar recursos con el Ayuntamiento”, afirma Arranz. Recuerda que el dinero que se generó a raíz de la última huelga general en 2012 se destinó a proyectos internacionales con Bogotá y Córdoba (Argentina).

Por otra parte, la red de bibliotecas se integra en una europea de mayor amplitud y mantiene un convenio con Bucarest, Rumanía, que facilita el intercambio de profesionales. Ni que decir tiene que todo este entramado de relaciones ayuda a la proyección de los escritores catalanes, al mismo tiempo que facilita la recepción de los extranjeros. Un ejemplo clave es la fiesta de Sant Jordi. Bibliotecas de Barcelona organiza cada año un pregón que a menudo asume un autor extranjero. En la pasada edición se invitó al irlandés John Banville y se habló de las cualidades de Barcelona para asumir el distintivo de Ciudad de la Literatura, prestando atención a Dublín, que lo es desde 2010. “Con las playas, el vino y las chicas en biquini aquí no podría escribir”, bromeó el escritor.

Valèria Gallard Francesch

Periodista cultural. El Punt

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