Una paz que viene de lejos

En Barcelona hay una red asociativa muy fuerte que ha reaccionado ante las grandes crisis internacionales. Todo ello viene de lejos. La sociedad civil es la vanguardia, la que empuja a las administraciones y la que ha generado iniciativas para Grecia, Bosnia, Colombia, el Sáhara o el Líbano.

Foto: Pere Virgili

La manifestación que se llevó a cabo en Barcelona a favor de los refugiados el 19 de junio pasado, bajo el lema “Abrid fronteras, queremos acoger”.
Foto: Pere Virgili.

Cécile Barbeito hace trece años que trabaja en la Escola de Cultura de Pau, entidad fundada en 1999 por Vicenç Fisas, su director hasta hoy, y adscrita a la Universitat Autònoma de Barcelona. La paz, recuerda Barbeito, es un elemento arraigado en la cultura catalana, ya desde la Pau i Treva de Déu del siglo XI, un movimiento social liderado por la Iglesia y los campesinos para hacer frente a la violencia de los nobles. La sociedad civil catalana hace tiempo que ejerce la paz a través de esta democracia más profunda.

Uno de los proyectos más destacados de la escuela y sobre todo de su fundador ha consistido en participar de manera discreta en una reflexión sobre cómo se podían desmovilizar las guerrillas en Colombia. Eso implicaba conocer gente dentro y entender su manera de pensar para hacer propuestas razonables. Con este objetivo acogieron a cuatro exguerrilleros a través de un programa estatal de protección a personas amenazadas. Desde el inicio, efectivamente, la escuela ha estado implicada con Colombia y ha ofrecido becas a personas de movimientos sociales colombianos para que puedan aplicar los conocimientos adquiridos y generar un intercambio de información y de sensibilización; es de aquí de donde nació la Mesa Catalana por Colombia.

La Escola de Cultura de Pau ha desarrollado mucho trabajo sobre los grandes problemas relacionados con la paz y los conflictos: las guerras, los refugiados, el comercio de armas… Ha publicado una gran cantidad de materiales didácticos, como el libro 122 acciones fáciles (y difíciles) para la paz, o los que acaban de ultimar para el proyecto Audiencia Pública, donde adolescentes barceloneses reflexionan sobre un tema y hacen propuestas al Ayuntamiento de cómo tratarlo mejor. Los refugiados serán los protagonistas de la vigesimosegunda edición, un área que conoce bien Cécile Barbeito. Según explica, ahora hay sesenta y tres millones en el mundo, cuando hace cinco años eran cuarenta. Entre los diez primeros países que acogen, no hay ninguno europeo: Turquía encabeza la lista con dos millones y medio. En lo referente al número de desplazados internos, solo hay uno europeo en la lista de los diez que más tienen: Ucrania, con 800.000 personas desplazadas y 175.000 solicitudes de asilo en Europa.

La gestión de los refugiados

Formada por 737 personas, la ucraniana es la mayor comunidad de refugiados que acoge Barcelona. Lo explica Gloria Redón, coordinadora del Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados (SAIER), un organismo del Ayuntamiento de Barcelona –en cuya gestión participan diversas entidades– que se creó en 1989 para atender, inicialmente, a las personas que huían de las dictaduras latinoamericanas. Destaca el hecho de que la competencia de atención a los refugiados es exclusiva del Estado y la manera en que la gestiona es a través de ONG.

El SAIER es importante porque da confianza. Las personas que llegan han tenido que pagar dinero a mafias, han completado un trayecto muy largo y, por lo tanto, tienen mucho miedo a ser deportadas. Además, el proceso para solicitar el asilo es muy complejo y puede tardar hasta dos años. Hay peticiones de naturales de más de cincuenta países como Pakistán, Venezuela, Afganistán u Honduras, y también dan cobertura a los inmigrantes regulares cuando se deniegan las solicitudes. Para algunos colectivos, los manteros deberían recibir la ayuda, ya que muchos de ellos llegan de África, el continente con más guerras y refugiados del mundo (el Congo, Eritrea, Sudán…). Aun así, los ayuntamientos tienen un papel importante en esta crisis y se está impulsando una red local de la que ya hay cinco familias que se benefician.

Con voz en Europa

Ignasi Calbó, director del Plan Ciudad Refugio, explica que se quiere ir más allá del plan de acogida temporal. De momento encuentran bastantes complicaciones en la gestión de los recursos y de la información por parte del Estado, pero pese a ello Barcelona se ha hecho un lugar de representatividad a escala internacional y actualmente forma parte de la mesa de trabajo sobre los refugiados de la Comisión Europea. Asimismo, es una interlocutora de prestigio en los foros internacionales; es la única ciudad que no es capital de estado que mantiene intercambios y debates con los alcaldes de Berlín, Helsinki, Atenas y Ámsterdam; con los representantes de los gobiernos de Italia, Grecia y Portugal, y con organizaciones de la sociedad civil y diversos organismos europeos.

Calbó reconoce la dificultad de acoger refugiados; es necesario un know-how que los estados no tienen, como el mismo Estado español, que hace competir a las ONG por los recursos y se reserva el derecho de actuar como quiera sin tener la capacidad de hacerlo.

Barcelona también forma parte de Eurocities, una red de ciudades europeas. Para el director del Plan Ciudad Refugio, el papel del municipalismo es clave porque nos encontramos ante una crisis urbana; son las ciudades las que tienen a la gente durmiendo por las calles y, en consecuencia, también se requieren soluciones desde los ayuntamientos.

Òscar Camps, director de Proactiva Open Arms, decidió comprar dos billetes con destino a Lesbos y ponerse a salvar vidas. Cuando llegó solo había fotoperiodistas y voluntarios. Todos tenían la misma determinación. Era septiembre de 2015 y cada día llegaban miles de refugiados a las playas; una situación de auténtica emergencia humanitaria.

Cuando escribíamos estas líneas, Camps estaba a bordo del Astral, en el canal de Sicilia, un enclave masificado –desde el 1 de enero habían entrado 70.000 personas, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Oímos su voz en la radio pública: los que llegan por mar huyen de la violencia y la guerra de Nigeria, Eritrea, Gambia, Costa de Marfil…

La sociedad civil, en la vanguardia

Esta crisis humanitaria, la mayor que vive Europa desde la Segunda Guerra Mundial, es una de las primeras gestionadas íntegramente por la sociedad civil. Allí donde los gobiernos no han querido actuar, ha llegado la conciencia individual, que se multiplica y multiplica.

En los años noventa, con la campaña “Sarajevo depende de ti”, Barcelona acogió a más de dos mil personas que escapaban de la guerra de los Balcanes, una idea surgida desde la base, cuando Pasqual Maragall era alcalde. En plenos Juegos Olímpicos se pidió una tregua al sitio de Sarajevo y Barcelona dio una respuesta solidaria. Una de las personas que lo vivieron de primera mano fue Manel Vila, el actual director general de Cooperación al Desarrollo y entonces gerente del Distrito 11, distrito creado por el Ayuntamiento para acoger simbólicamente a la capital de Bosnia-Hercegovina y, sobre todo, para canalizar hacia ella con más facilidad la ayuda solidaria.

Con más de veinte años de experiencia en el mundo de la cooperación, Vila recuerda una frase de George Bush en Camp David, a raíz de las manifestaciones masivas contra la invasión de Irak: “¿Qué pasa, en Barcelona, con Irak?”

En nuestra ciudad, en efecto, ha existido una red asociativa muy fuerte que ha reaccionado ante las grandes crisis internacionales. No debe extrañarnos que Cataluña disponga de una ley del fomento de la paz o de un Instituto Internacional de la Paz. Todo ello viene de lejos. La sociedad civil es la vanguardia, la que empuja a las administraciones y la que ha puesto en marcha iniciativas de actuación en Grecia, Bosnia, Colombia, el Sáhara o Líbano. En este último país el gobierno coordina con el Ayuntamiento un plan de acción entre las entidades catalanas allí presentes y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) para gestionar mejor la atención a los refugiados –un millón y medio–; es el país con la ratio de refugiados por habitante más alta del mundo.

Son acciones, en definitiva, que tienen que ver con esta cultura de la paz forjada durante siglos y que sitúan a Barcelona como referente mundial en este ámbito.

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