Desde que obtuvo el Leopardo de Oro del Festival de Locarno con Història de la meva de mort, donde imagina el encuentro de Casanova y Drácula, Albert Serra no ha parado de recorrer el mundo con presentaciones y coloquios. Continúa la trayectoria de un cineasta de quien Olivier Père dijo que renovaba la manera de hacer cine de los pioneros y los soñadores.
Cuando nos encontramos para hacer la entrevista, Albert Serra acababa de llegar de Nueva York, donde Història de la meva de mort se proyectó en el MoMA y en el Lincoln Center en el marco del New Directors/New Films. Esta condición de viajero ya la había ejercido a placer años atrás a raíz del estreno de Honor de cavalleria, una aproximación desmitificadora y a la vez respetuosa a la figura del Quijote, y El cant dels ocells, film que se atreve con poesía y humor con los tres Reyes de Oriente. Las dos obras, que comparten unos personajes errantes y que Albert Serra realizó con una gran fe en el propio cine, revelaron a un cineasta que, en palabras de Olivier Père, su descubridor en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, representa la aparición cinematográfica más bonita de los años 2000 porque es completamente anárquica, impertinente, entusiasta e inesperada, y renueva la manera más antigua, justa y libre de hacer películas, la de los pioneros y los soñadores.
“Empezaré por decir que los festivales no me interesan –aclara el cineasta de Banyoles–. Tampoco me gusta viajar, y menos a lugares que no sean de Europa, exceptuando los EE. UU., que me fascinan. El caso es que soy eurocéntrico, siento que formo parte de la cultura europea y donde me encuentro a gusto es en ciudades como Londres, París o Roma. Dicho esto, recorro el mundo para acompañar las películas porque me debo a mis fanes, a la gente a quien gusto o, en fin, a quien le gusta mi cine. Además, si acompaño las películas se entienden mejor y la conversación es siempre interesante. Yo hago películas que dan para la conversación, que dan mucho juego al público de los festivales. ¿Por qué existen? ¿Qué representan en la historia del cine? Cada película tiene una singularidad y siempre hay motivos para la conversación’.
Me ha llegado que, cuando va por el mundo, no dice que es español, pero tampoco que es catalán; que siempre dice que es de Barcelona, aunque sea tan de Banyoles…
Banyoles se conoce poco. El caso es que si digo que soy de Barcelona no es por nada ideológico, sino porque todo el mundo conoce la ciudad y, además, quedo bien. Sería fácil decir que soy de España, porque la identifican, pero no quiero que me vinculen al cine español. Si digo que soy catalán he comprobado que mucha gente no sabe dónde está Cataluña y menos qué es, de modo que pierdo mucho tiempo explicándolo. En cambio, todo el mundo conoce Barcelona y muchos han estado aquí. Pero no es solo eso: la consideran una ciudad moderna, bonita, agradable. No he encontrado ni una sola persona a la que no le guste Barcelona. Hay una unanimidad favorable que hasta me sorprende. Tiene una imagen tan buena en el exterior que lo encuentro exagerado. Tanto entusiasmo me parece injustificado hasta cierto punto, aunque a mí Barcelona me gusta, sobre todo porque hace muy buen tiempo.
Si no habla de Cataluña por el mundo, se ahorra hacerlo del actual proceso político. No sé si quiere referirse a ello ahora.
Siempre leo con interés al periodista Antonio Baños, que ahora habla de la posibilidad de que con la independencia haya un cierto cambio social en Cataluña. Pero no me interesa la política. Soy apolítico total. Desde un punto de vista cultural, procuro hacer el bien a la humanidad de otra manera. Como hay tanto mal, se tiene que luchar en contra…
¿Cómo lo hace?
Autoinmolándome. Cuando hablo mal de otros directores, de los actores o de quien sea, se trata de una inmolación de mí mismo. Mucha gente piensa que cultivo a un personaje para salir en los diarios. Se equivocan. ¿Qué obtengo a cambio? Crearme enemigos, que no olvidarán nunca qué he dicho. Yo no saco ningún beneficio. No lo hago por mí, sino porque a la larga será un beneficio para la humanidad.
¿Lo dice de verdad?
No lo dudes. Yo apuesto por las obras que nos hacen mejores y que por eso mejoran a la humanidad. ¿Genera más cantidad de bien una película de Godard o una de Spielberg? ¿Sales mejor persona de un Straub o de un Scorsese? No sé por qué hemos de ser tan complacientes con las películas comerciales que tienen una influencia perversa. Olivier Père, ahora director de la unidad de cine de la cadena Arte, me decía que, después de ver El lobo de Wall Street, pensó que, más o menos a la misma edad que ahora tiene Scorsese, Bergman dirigió Fanny y Alexander. ¿Quién ha hecho más bien a la humanidad? Es lamentable que, a su edad, Scorsese haga estas chorradas que causan tanto daño. Quizás sería hora de que empezara a producir algo digno.
¿El arte, pues, puede cambiar a la sociedad?
Quizás no lo parece a corto plazo, pero sí a la larga, y por eso se debe hacer de una manera exigente, radical, en cuanto a la forma: los artistas que han seguido ese camino a menudo han sido difamados y despreciados en su época, pero son los más reconocidos con el paso del tiempo porque se ha puesto en evidencia que sus obras nos hacen mejores. Se tiene que valorar lo que mejora y se tiene que denunciar lo que es perjudicial. He sido criticado por mi intervención en los Premios Gaudí cuando, al dar el premio al mejor montaje, defendí a los montadores y las montadoras, una gente infravalorada en el mundo del cine, aunque su trabajo es determinante para el resultado de la película. Tanto o más que el de los actores, que son mucho más visibles y están mejor pagados.
Quizás no era necesario que, para defender a los montadores, sugiriera que los actores fueran expulsados de la Academia y enviados a Guantánamo…
¿Era necesario que, para defender a los actores, Eduard Fernández manifestara pena por la muerte de Philip Seymour Hoffman entre los aplausos del público? Ese actor era un egoísta integral que, muriendo de una sobredosis, ha causado mucho dolor a su familia. Si lo comparamos con los montadores, gente humilde y a menudo malpagada, ¿es mejor que ellos ese actor podrido de dinero con un apartamento de multimillonario en Manhattan y que se gastó miles de dólares comprando droga?
Quizás tampoco hay que compararlos.
Tú me dices eso, pero yo te contestaré otra cosa. ¿Qué han hecho en contra de Guantánamo los asistentes a los Gaudí que se indignaron con mi comentario? Diría que lo mismo que yo: nada de nada. Añadiré algo más. Después de la entrega de los premios fui a la fiesta. Había técnicos, directores e incluso productores, pero vi a pocos actores. De hecho, solo a tres actrices. ¿Qué pasa? ¿Los actores no se mezclan con el pueblo? ¿No les importa el resto de la gente del mundo del cine? No soy precisamente un entusiasta de este tipo de fiestas, pero hago un esfuerzo y el caso es que hablé con gente muy variada, a pesar de que no me interesa el cine que hacen o producen o en el que participan.
Dice que mucho del cine que se hace no le interesa porque proviene de gente que parece influida solo por el cine. Y que este no es su caso.
Es una cuestión de metodología. Si vienes del surrealismo o te gusta Dadá, sabes que una cosa que se hace por diversión o para provocar puede convertirse en una obra de arte. Y que para eso no necesitas prepararte académicamente. En fin, yo no he ido a ninguna escuela de cine. Y los músicos de rock tampoco han ido a ninguna escuela de música para serlo. También sabemos que en los conciertos, en unas condiciones que no siempre son óptimas, a veces se crea una magia que la misma gente no consigue en un estudio, grabando con todos los medios. Eso también pasa en la vida: puedes preparar una fiesta de cumpleaños y aburrirte mucho; en cambio, puedes encontrarte por casualidad con dos o tres amigos y pasar una de las noches más mágicas de tu vida. Yo procuro que los rodajes (e incluso el montaje, en el que voy escogiendo sin ideas previas entre todas las posibilidades que ofrecen las imágenes) sean una performance: me aburriría si todo estuviera calculado, si no hubiera riesgo, si todo estuviera supeditado a la técnica. Al final, como sabes, lo importante es la visión del artista. Gracias a esta, del caos sale lo que tiene que salir, como si fuera algo mágico inevitable. Mis películas dependen de mí y serían igual de buenas si las hiciera con otra gente. Cada vez intervengo y hablo menos en los rodajes. No hace falta.
De algún modo ha expresado la idea de que el artista puede convertir la mierda en oro, como pasó de manera literal y a la vez metafórica en Història de la meva mort con los excrementos de Casanova.
Ya hemos hablado alguna vez de que mis películas están elaboradas con detritus: los actores no son profesionales y tampoco lo son parte de los técnicos. Además, ruedo con las peores cámaras. Sin embargo, ciertamente, el talento todo lo puede.
Resulta curioso que consiga mantener el espíritu de la performance en la creación de una película, que es un proceso largo, que requiere una organización del rodaje, que pasa por la laboriosidad del montaje –que es una manera de ordenar–, aunque en su caso diga que prevalece el elemento aleatorio.
En cada momento ha de ser posible descubrir una belleza nueva. Si hago cine es para ser libre, para vivir una vida diferente, más divertida y más loca, por vivir cosas más inte-resantes que en la vida real. Eso se contagia, porque también lo quieren vivir los que hacen cine conmigo. No debió de ser casual que, durante el rodaje de mi última película o bajo su influencia, cinco de los que participaban en ella cambiaran de pareja. El arte te cambia haciéndote enfrentarte al caos de manera armónica. Es un contraste armónico. Con respecto a mi manera de trabajar, siempre procuro ponerme en la piel del escritor. Por mucho que estudie normas de escritura, un escritor como es debido no se hace. No tienes que copiar un estilo, ni seguir una metodología académica. En todo caso, te puedes dejar influir por una actitud. Tengo muy presente que un escritor debe estar concentrado y que nadie puede escribir por él. Aunque en una película trabaje mucha gente, soy yo quien tiene que realizarla. Hay muchos directores que se ayudan con muletas, como los actores profesionales o los directores de fotografía. Quieren que estos les hagan la película y, por lo tanto, no asumen su trabajo, que es exponerse a la hoja en blanco, igual que un escritor. También hay quien copia, que es una manera de no ir a ningún lado. Otros quizás no quieren copiar, pero se les notan demasiado las influencias.
Ha comentado que, en todo caso, puede influir positivamente una actitud.
Tal como he explicado, a mí me ha influido el surrealismo. Y la literatura, que es una cosa seria. En todo caso, en relación con la actitud, sobre todo me inspiran dos personas: Fassbinder, aunque sus resultados no siempre me convencen, y Warhol, cuya obra me gusta más. Trabajaban concentrados, intensamente, siempre con las mismas personas. Fassbinder y Warhol hacen una mezcla con Buñuel, Carmelo Bene y Straub, de quien admiro el rigor formal. Pero mi estilo no tiene nada que ver con ellos. No lo he copiado de nadie. En el fondo es un reflejo de mi personalidad. Y es intransferible, como el de estos cineastas con una actitud que me ha influido. Son inimitables, y si alguien los ha querido imitar no le ha salido bien. Esto pasa claramente con Warhol. A Buñuel y Carmelo Bene nadie les ha influido y tampoco han influido verdaderamente en nadie. No pueden tener seguidores. Quizás es lo que sucede con muchos de los grandes cineastas. Si nombro a Godard me dirás que…
… incluso ha influido a Tarantino, que, en realidad, copia de todos.
Pero en el fondo nadie lo puede seguir porque Godard siempre es más radical que sus seguidores. Ese radicalismo es el que me interesa. Vuelvo a decir que no sé por qué tenemos que intentar que el cine comercial nos resulte interesante. Hay quien se esfuerza en ello. Yo no. Recuerdo que George Sadoul, un crítico ahora totalmente desprestigiado, decía que la humanidad le debe mucho más al cine marxista que al cine comercial. A mí no me interesa tanto la cuestión ideológica como la radicalidad formal que ha hecho aportaciones a la historia del arte y, por lo tanto, a la humanidad. A partir de ahí, afirmo que la importancia de Scorsese o de Coppola no está ligada a la historia del arte, sino al poder de los EE. UU. sobre el mundo. Te diré algo más: no es improbable que de aquí a cien años se reconozca que yo soy más importante que Coppola y Scorsese para la historia del arte.
¿Qué lo hace probable?
Que no hago concesiones que me podrían resultar convenientes a la hora de hacer o de vender una película. Mira, he recorrido mucho mundo, y empiezo a pensar que no hay persona más incorruptible que yo. No hablo solo de pensamiento, sino de acciones. Quizás hay muchos que acaban contratando actores profesionales conocidos porque las televisiones pagan mejor, o que aceptan introducir algún cambio para complacer el gusto de la gente, a pesar de los propósitos iniciales que tenían. Pero yo, sin someterme, hago lo que quiero, y eso no solo me permite ser libre, sino que me convertirá en más importante que Spielberg, Scorsese y Coppola. Algo extraordinario, pero no imposible.
Siempre me ha admirado la fe que tiene en el propio cine.
Si no la tuviera, no lo podría hacer. Se necesita mucha convicción para dar vida a mis películas. Esto es posible porque tengo una productora. En realidad considero más inverosímil lo que he llevado a cabo como productor que como director. Es más fácil hacer mis películas que hacerlas posibles. Si no creyera en ellas, ¿cómo podría sacarlas adelante? ¿Tendría sentido? Una cosa que me parece importante destacar es que, con convicción, estás tranquilo. El talento, la capacidad para hacer las cosas, ayuda. Me parece que fue Prosper de Mérimée quien, con una cierta envidia, dijo que Stendhal escribía tranquilo y nunca se enfadaba con nadie. También debía de ser un hombre convencido de lo que hacía.
Hablando de Stendhal, que escribió sobre cómo la experiencia estética puede trastornarnos, su próxima película girará en torno al mundo del arte, pero dice que sobre su cinismo…
El proyecto está en marcha, pero necesita recursos para materializarse. Estamos trabajando en ello, mientras todavía tengo pendientes algunos bolos con Història de la meva mort. Tengo ganas de un poco de vacaciones. Cuando llegue el verano iré con mis amigos unos días a Cadaqués. ¿Sabes cuándo soy más feliz? Dentro del mar y mirando hacia la montaña, en la playa del Llané. Una vez también fui muy feliz volando en Ryanair a Madrid. A punto de llegar, hubo una gran tormenta. Fue un momento de gran plenitud vital, física y espiritualmente.
Feia temps que no llegia tanta coherència en un mateix article. Albert Serra aposta per l’èsser humà, i fer-ho no vol dir parlar a favor seu, sinó crear missatges (de la forma que siguin) on la singularitat sigui premiada enfront la vulgaritat… i n’hi ha pocs que fan aquesta aposta.