El ferrocarril eléctrico subterráneo de ámbito urbano llegó a Barcelona hace noventa años, el 30 de diciembre de 1924, para dar solución a un problema que todas las sociedades urbanas avanzadas se plantearon en su momento: cómo facilitar la movilidad de una población creciente, concentrada en unas áreas cada vez más extensas, liberando espacio, al mismo tiempo, en unas calles colapsadas por el transporte de superficie.
Noventa años de metro
Alguna vez deberíamos fijarnos en el letrero de una estación y preguntarnos qué significan esas palabras. Porque desfilan referencias históricas, geográficas, personales.
El 30 de diciembre de 1924 se inauguró la primera línea de metro de Barcelona –el Gran Metro, embrión de la actual línea 3– entre las plazas de Lesseps y de Catalunya. Los inicios de este medio de transporte fueron titubeantes, ya que el poco uso que se le daba comportó dificultades económicas a la compañía.
Túneles y estaciones en desuso, antiguos azulejos, publicidad de otro tiempo, rumores de agua y hasta leyendas de fantasmas cuentan la historia del metro de Barcelona, accesible ahora en directo a través de unas visitas guiadas.
Una de las arterias viarias más importantes de Barcelona, Via Laietana, esconde en su subsuelo dos paradas de metro, una de las cuales nunca llegó a funcionar.
El 30 de diciembre de 1924circuló el primer metro en Barcelona desde plaza Catalunya en dirección al paseo de Gràcia. Así comienzan las rutas por el metro que se llevan a cabo con motivo de los 90 años de este transporte.
Si cumples noventa años significa que has vivido mucho. En el caso del metro de Barcelona, ha sido una vida de crecimiento, maduración y actualización. El transporte se transforma una vez más para resolver la movilidad de una urbe que se proclama inteligente.