La música infantil no existe
El festival oscense Pirineos Sur sigue sumando ediciones (esta año ha sido la número 26) y adjudicándose debuts españoles de artistas llegados de los cinco continentes. Aquí cada año se renueva el listín de géneros musicales, pero hay algo que nunca cambia. Cada noche, en los conciertos gratuitos que se celebran entre semana en Sallent de Gállego, la primera fila está tomada siempre por niños y niñas de todas las edades. Esas vallas amarillas de obra que separan el escenario de la pista son suyas. Estamos ante la fila cero más joven de mundo.
Pirineos Sur no es un festival de música infantil. Sin embargo, los menores de edad tienen un protagonismo notable. A partir de las diez y media de la noche, y tras una jornada veraniega probablemente intensa y agotadora, toman posiciones en la valla. Algunos son tan pequeños que ven el concierto a través de los barrotes. Otros apenas alcanzan a apoyar la barbilla sobre la valla. También los hay adolescentes. Y bebés a hombros de sus padres o en brazos. Este año la novedad han sido esos dos preadolescentes durmiendo bajo la valla, sobre unas colchonetas enrollables de cámping. La primera fila de Pirineos Sur es lo nunca visto. Un milagro cultural.
Boquiabiertos y a su aire
De acuerdo, lo último que desea hacer un niño o una niña en verano es irse a dormir. Pero, ¿qué les atrae tanto de la música en vivo? Algunos tienen a sus padres al lado, pero otros se sumergen en ritmos y sonidos que jamás habían escuchado sin tener al típico adulto motivador que les pregunta una y otra vez: “¿Te gusta? ¿A que es chuli? ¡Baila con papá y mamá!”. Aquí los menores van a su aire. Cegados por los focos y embriagados por unos artistas que proceden de países que jamás han visitado, pasan una hora boquiabiertos, imaginando e improvisando cómo diantres bailar ritmos tan divertidos como el kuduro, la kizomba o el electro chaabi.
Si el martes tres niñas de unos 13 años sacudían todo el cuerpo y alzaban el brazo como traperas precoces mientras el egipcio Rozzma inyectaba bombo a su electrónica árabe, al día siguiente unos chavales alucinaron al saber que el guitarrista del angoleño Toto St. que hacía esas virguerías con las seis cuerdas tenía 20 años. Y el jueves, cuando el cantante del grupo de funk cósmico Golden Dawn Arkestra bajó del escenario a estrechar la mano con su público se encontró a un numeroso grupo de personitas en primera fila que podrían ser sus hijos e hijas.
Bailar kuduro con bufanda
Pirineos Sur quiere ser un escaparate de músicas de todos los rincones del planeta. Y para ello no se conforma con las versiones occidentalizadas de los distintos géneros. Este año, el kuduro ha tenido un especial protagonismo en la última semana del festival y Portugal es el principal exportador de kuduro. Pero este ritmo electrónico y frenético nació en Angola, asi que además de programar el kuduro rockerizado de los lusos Throes + The Shine, también invitaron a Elenco da Paz, un colectivo surgido en los suburbios de Luanda.
Eso sí, Pirineos Sur también es festival de contrastes climáticos y los angoleños tuvieron que salir a escena con bufandas. Uno de ellos llevaba hasta guantes de lana. Y es que por muy trepidantes que fueran sus bailes, y lo eran, necesitaban entrar en calor. Esto es el Pirineo oscense. Tanto si vienes de Colombia, Senegal, Puerto Rico, Mali, Etiopía o Ecuador. Y aquí alguna noche hemos estado a 11 grados. Pero ni el frío puede con esas ganas de descubrir música y recibirla con todo el cuerpo; no solo con los oídos y el cerebro, como tendemos a hacer los adultos, por desgracia, a partir de cierta edad.
El festival oscense también programa actividades familiares a lo largo del día: talleres de percusión, pasacalles, espectáculos circenses y sesiones de cuentacuentos. En todos, abunda el público infantil. ¡Abunda y arrasa! En cuanto la compañía egipcia Fekat Circus acabó el show, una plaga de criaturas tomó el escenario e intentó emular sus acrobacias.
Por la tarde también hay actuacionas más reposadas, como la de la argentina Diana Baroni, capaz de interpretar una tonada hallada en un manuscrito peruano del siglo XVIII y transportarte a los días de la trata de esclavos a partir de la cual nacerían todas las culturas afroamericanas. Ahí los menores brillan pos su ausencia. La piscina está a la vuelta de la esquina y la piscina no se perdona. Pero cuando cae el sol y empieza la programación adulta, los pequeños no se sienten excluidos, pues los conciertos suelen ser vistosos, bailables, amenos y sorprendentes. Sobre todo, para la juventud española, tan mal alimentada desde los canales informativos a base del siempre-lo-mismo. Pirineos Sur se nutre, en gran medida, de artistas desconocidos en España, pero eso no lo convierte en un festival para enterados.
Un territorio abierto y fértil
Por si fuera poco, músicos, acróbatas y payasos ofrecen actuaciones fuera de programación en distintos rincones de Sallent de Gállego. Nadie les multa por ocupar el espacio público. Es la mejor prueba de que este es un festival abierto y fértil que cree en el arte libre. Y, ojo, porque alguno rivalizan seriamente con los oficiales. El granadino Circo Mambo se metió al público en el bolsillo incorporándolo a su show. Los adultos sufrieron sus payasadas, pero los pequeños se aliaron con el payaso y actuaron con él sin dudar un segundo. Un niño, sin ni siquiera haber sido invitado, interrumpió su pase una y otra vez. Tan desesperado y desconcertado estaba el payaso, que acabó exclamando la pregunta del millón: ”¿¡Pero qué les pasa aquí a los niños!?”.