Su culo es suyo y solo suyo
Los lavabos de un establecimiento público dicen mucho de su personalidad. Y en los del Koitton Club conviven pintadas tipo ‘Resistencia Indígena’, ‘Tourists Go Home’ y ‘El machismo mata’. El Koitton es un bar cooperativo de Sants que también acoge conciertos con una política alejada de las lógicas de las salas comerciales. Su programación es, también, un fiel espejo de esos valores que promueve desde el ocio y la cultura: diversidad, proximidad y espíritu crítico.
Este diciembre ya ha programado conciertos de reggae, salsa, hip-hop, rumba, funk, folk y una reunión de músicos africanos afincados en Barcelona. A principio de mes acogió a Émbolo, rapero recientemente denunciado por la policía madrileña, y antes de que acabe el mes recibirá a un grupo vasco. El Koitton es también el lugar al que acuden muchos grupos del barrio cuando quieren presentarse en vivo ante el vecindario. Y el Día de la Constitución proyectaron el documental ‘El gobierno del miedo: ¿quiénes son los terroristas?’. Por todo ello, y en apenas tres años, se ha convertido en un imprescindible pulmón cultural de Sants.
Es sábado y, pasada la una de la madrugada, empieza a formarse cola en la puerta. El precio no puede ser el freno. Son solo tres euros, pero quien no pueda pagarlos entrará igualmente. Esta noche hay una fiesta Booty Riots; la novena ya. Se trata de una velada de reggaeton, hip-hop y bounce con la que abrir una brecha en el machista contexto de las discotecas para que las mujeres pueden bailar (es decir, expresarse y descubrirse corporalmente) sin temer que algunos hombres interpreten sus movimientos como una autorización a hacer o decir según qué.
La sexóloga, la coreógrafa y el discjockey
Las inventoras de estas Revueltas del Trasero son la coreógrafa y socióloga estadounidense Kim Jordan, la sexóloga gaditana María Cabral y el discjockey granadino Fede Castro, alias Jahzzman Selektah. Hoy hay cierto nerviosismo porque Jordan, además de embarazadísima, tiene gripe. Esto significa que no podrán ofrecer sus breves pases de perreo profesional para mostrar a quien lo desee cómo liberar su cuerpo a través de la música. No es grave porque aquí lo importante no es perrear mejor que nadie sino hacerlo en un contexto no hostil.
A falta de Kim, el gran protagonista de la noche será Fede. Su sesión no solo es sabrosa, ágil, versátil y trepidante. Llama poderosamente la atención la de mujeres que nutren su repertorio. Pincha temas de Kid Ink y Bejo, pero también de Mavi Phoenix y Rosalía. Y de Diana King. Y de Kamaiyah. Y de Miss Bolivia. Abre el abanico incluso más allá de las dos sexualidades heteronormativas, pues también suena el reggaeton de la cantante lesbiana Chocolate Remix y el bounce del rapero gay Big Freedia.
Ahora suena ‘Equal rights’, de la jamaicana Ishawna. Según explica Pablo Tudela, otro discjockey del Koitton Clan, esta canción ha revolucionado la escena dancehall por tratar el sexo oral femenino, todo un tabú allí. “Tienes la boca limpia y unos labios sexy, trátame como una botella de Pepsi”, dice. Pero Fede alterna hitos del feminismo bailable con remixes de Ed Sheeran y clásicos del hip-hop para nadie se sienta despistado. ¿Quién podía imaginar en 1992 que un cuarto de siglo después se perrearía al son de los suecos Ace Of Base?
Las manos en el aire. Los culos rozando el suelo. Pechito con pechito. Cadera con cadera. Cogote con cogote. Mujeres con mujeres. Hombres con hombres. Los cortes se suceden a una velocidad endiablada. Muchos no duran ni un minuto. ‘Tengo un trato’, de Mala Rodríguez, causa un revuelo unánime. Todas lo cantan. María Cabral corre al escenario a bailar, pero cuando llega ya suena otra canción. Entre mezcla y mezcla, y sin perder la sonrisa, Fede aún tiene tiempo de atender al típico plasta que sube a sugerirle qué tema debería pinchar a continuación. El que sube a la tarima es un hombre, por supuesto.
Combatiendo privilegios
En una fiesta feminista es más fácil percibir algunos de esos privilegios que los hombres tenemos o nos autoconcedemos. Un grupo de varones ha ocupado el espacio central frente al escenario y sobre de la tarima. ¿Para bailar? No. Para estar ahí. Viendo el panorama, María toma el micrófono, recuerda a todos los presentes que esto es una fiesta feminista y suelta a esos que ni siquiera bailan un expeditivo: ‘Vinga va, fora de l’escenari!”. Se van con cara de pocos amigos. Uno de ellos, recrimina a María que le haya llamado la atención de ese modo. Y para arreglarlo suelta a la sexóloga un “oye, ¡que mi madre es feminista!”. Vaya.
Cabral trabaja en programas de prevención de violencia machista desde El Safareig, una organización sin ánimo de lucro fundada por el Grup de Dones Feministes de Cerdanyola en 1976. Asume que es imposible garantizar que en una velada Booty Riots no se produzca algún tipo de agresión machista, pero su intención es, como mínimo, visibilizar las molestias y explicitar las quejas para fomentar un empoderamiento creciente de las mujeres en estos espacios nocturnos. Hablando de privilegios: los lavabos del Koitton no están separados por sexo. Quien antes llega, antes lo usa. Así no se da esa escena tan asumida y discriminatoria: hombres que entran y salen mientras las mujeres siguen haciendo cola.
Perrear no es un crimen
Si algo escandaliza a la sexóloga María Cabral es la ola de puritanismo que nos acecha y esos análisis sesgados contra el reggaeton, el trap y demás géneros musicales de extracción popular a los que se acusa de sexistas sin considerar contextos sociales, de clase y de tradición colonial. Por otro lado, insiste en que suponer que cuando una mujer perrea lo hace para atraer al hombre es demasiado suponer. Implica, de nuevo, poner al hombre en el centro de todo lo que sucede y culpabilizar a la mujer por no calibrar los efectos de sus actos. De ahí el lema de las Booty Riots: ‘To twerk is not a crime’. Perrear no es un crimen.
No solo no es un crimen, sino que en un contexto de prevención ante las inercias machistas tan asentadas en contextos de ocio nocturno, es un ejercicio de lo más sano y liberador. “Esto es una fiesta para perrear en un ambiente feminista, igualitario, respetuoso y voluptuoso”, ha proclamado Cabral al inicio de la noche. El bar sigue hasta arriba. Cada vez huele más a todo. Entre el público está el librero del barrio, el periodista-activista, el músico con la guitarra a cuestas y decenas y decenas de mujeres de todas las estéticas imaginables bailando a su aire dentro de ese doble cordón de libertad que crea el Koitton y Booty Riots.
La noche se alarga prácticamente hasta las tres de la madrugada. En la calle, varias mujeres sopesan dónde seguir bailando ahora que cierra el Koitton.
(Publicat el 17 de desembre de 2017)