Quedamos un día en Can Batlló
En la puerta de entrada al recinto de Can Batlló un adhesivo recuerda las caras de los ocho mossos acusados de la muerte de Juan Andrés Benítez. Dentro, en varios puntos estratégicos de la calle Onze de Juny, hay tres o cuatro adhesivos más y algún póster con el mismo diseño y la frase ‘Ni oblit ni perdó’. También hay grandes pancartas con otras reivindicaciones: ‘Juntes contra l’especulació’, ‘Nosaltres també som el banc expropiat’…
Pasear por el interior de Can Batlló es una manera de ponerse al día sobre los conflictos más candentes que sacuden Barcelona. Incluso puedes sintonizar con lemas como ‘Un barri per a les veïnes, no per als turistes’ que, en este caso, denuncia el proceso de gentrificación del barrio valenciano del Cabanyal e informarte sobre el programa de La Monstra de l’Anoia, una muestra de cine rural que se celebrará en julio en Ca la Fou, una colonia industrial del siglo XIX situada en Vallbona d’Anoia.
El programa de actividades del quinto aniversario de Can Batlló no ha podido ser más fiel a su espíritu vecinal y reivindicativo. Ha habido comidas populares y juegos infantiles. Se han proyectado películas muy significadas con la lucha transexual (‘Tchindas’) y los efectos de la estafa global (‘Murieron por encima de sus posibilidades’). Incluso se invitó a los titiriteros detenidos en Madrid y se convocó una cena solidaria en su honor.
Surfeando con Motörhead
También se ha programado correfoc, cabaret, circo y por supuesto, una traca final de conciertos. Pero nada de cantautores protesta ni de grupos con mensaje. En un espacio como Can Batlló, todo el que sube al escenario ya está significado políticamente. De hecho, el sábado predominó la música instrumental y festiva. De entrada, el surf cañero de The Surfeiters, que se atrevieron hasta con Motörhead. Y después, los ritmos jamaicanos de la BCN Ska-Jazz Orquestra, abonada al repertorio de The Skatalites.
Al fin y al cabo, aquello era una fiesta de cumpleaños. Cinco años de autogestión vecinal. Cinco años construyendo la nueva familia. Y era todo tan familiar que The Surfeiters ensayan en una de las naves de Can Batlló. Era tan familiar que el camerino era una furgoneta. Era tan familiar que no había policía ni agentes de seguridad a la vista. Era tan familiar que, entre cables y más cables, durante el pase de la BCN Ska-Jazz Orquestra había una bolsa de Doritos. Era tan familiar y festivo que un camarero empujaba con el pie el barril de cerveza que tenía que reponer en la barra, pero lo empujaba a ritmo de ska.
Si el 11 de junio la calle Onze de Juny no estaba aún más llena fue debido las actividades de otros espacios autogestionados de la ciudad. El Ateneu de Vallcarca estaba enfrascado con la fiesta mayor en el Parc de la Creueta del Coll, en Can Vies se presentaba el fanzine ‘El cor pelut’, en La Farinera de El Clot celebraban el vigésimo aniversario de la revista ‘Enlace Funk’ y hasta en la Kasa de la Muntanya hubo sarao musical de los gordos. Sí, la agenda cultural paralela al circuito comercial barcelonés es frenética.
Conversaciones, ideas y proyectos
En Can Batlló la noche era espléndida y fresca tras un día de intenso calor. Costaba irse de allí, pero no había problema porque, a diferencia de las salas de conciertos, de aquí no te echa nadie. Billy Bragg dijo una vez que lo más importante en un concierto no es el grupo que actúa sino que haya servido como excusa para que la gente se reúna. Lo importante son las conversaciones, ideas y proyectos que surjan entre el público. Esta noche es justo así. Cada espectador participará en una, seis o quince conversaciones. ¿Y la música? Bien, cumpliendo, pero como un ingrediente más.
Un latero se acerca en busca de clientes, pero nadie le hace caso. Los precios en la barra son bastante imbatibles. Otro tipo ha improvisado un puesto de camisetas: las hay desde Laurel Aitken hasta Decibelios. Pasada la una de la madrugada toman el escenario cinco encapuchados con monos de color naranja. Van disfrazados de convictos de Guantánamo. Son Rage To Antonio Machín, un grupo de versiones de Rage Against The Machine. Cuando tocan ‘Fistul of steel’ piden al público que alce el puño. Obedecen seis o siete. Sigue la fiesta pero, sobre todo, siguen las conversaciones.
(Publicat el 12 de juny de 2016)