Aprende a generar tu propio ruido
El Dinamo DIY Espai se trasladó a una planta baja del barrio de la Prosperitat al ver que ya no era viable seguir compartiendo local con Radio Bronka. (Breve paréntesis sobre la emisora Radio Bronka: son 30 años de emisiones, solo cuatro menos que Catalunya Ràdio). Este local nunca pretendió ser un búnquer antisocial, sino incorporar otro tipo de actividades al rico tejido asociativo del barrio. Por ello no es extraño que el Dinamo también se sumara a la fiesta mayor de la Prospe.
Días atrás, y mientras el Casal de Gent Gran celebraba una velada de baile en el plaza Ángel Pestaña, en los bajos de la calle del Molí, a apenas doscientos metros del bailódromo de abuelos y abuelas, el Dinamo DIY Espai programó un taller para aprender a construir un minisintetizador. Inicialmente, este espacio solo era un taller de serigrafía y distribuidora de discos y fanzines autoeditados, pero con el tiempo se ha ganado una sólida reputación como laboratorio de experimentación y aprendizaje para fabricar instrumentos analógicos de bajo coste: theremines, pedales, teclados y circuitos electrónicos armados con piezas de juguetes.
Este obrador de subversión sónica nació casi por casualidad. La artista chilena Constanza Piña impartió un taller tres años atrás y el éxito fue tal que ya han acogido una veintena más. No son clases magistrales sino encuentros en los que quien sabe construir algo muestra el camino al resto. Los álbumes de fotolitos que documentan los artefactos fabricados en el local son impresionantes: un infinito archivo de ideas y posibilidades, un museo de electrónica libre, una invitación a fantasear con el soldador y el hilo de estaño.
Hackear la cadena de consumo
Lo que pudiera parecer un simple taller de lampistería sonora freak tiene también su dimensión política. Entender porqué suena como suena el aparato que tienes entre manos te empodera como intérprete. Fabricar tu propio instrumento te libera de la cadena oficial de consumo, te permite imaginar otros sonidos e incluso abre las puertas de la creación a quienes no pueden comprar ordenadores ni sintetizadores. Es un universo en las antípodas de las masterclass sobre el software Ableton Live.
Hoy es justamente Constanza Piña quien impartirá el taller. La ideóloga de esta autoescuela de artes y oficios electrónicos vuelve a casa. La inscripción cuesta 25 euros. Se ha apuntado gente del barrio, pero también de Gràcia, Premià de Mar, Pamplona y Portugal. El plan es construir un minisintetizador a partir de un circuito impreso sobre el que se irán soldando cables. Es un proceso fácil que no requiere conocimientos previos. En cuatro horas, cada tallerista tendrá su instrumento. Ya podría montar su propio concierto de ruidismo.
En el receso previo al concierto, mientras unos fuman y otros recogen, se improvisa en la puerta del local una charla sobre el significado de talleres como este. ¿Tendrían el mismo sentido si los organizase el Macba? Piña lucha contra la elitización del saber. Por eso insiste en dar talleres en barrios populares. Lo suyo no está tan lejos de los talleres de autoreparación de tostadoras y radios. “La basura es un concepto capitalista. Todo se puede reutilizar”, suele decir.
Anarquía sónica
Como el Dinamo DIY Espai también es un punto de distribución de discos y fanzines autoeditados, surge en la conversación el tema del fanzine estéticamente impecable pero vacío de carga política. Aquí mismo se imprime ‘Sonic Anarchy’, el fanzine que recoge y divulga todo lo aprendido en este mundillo. Son fabulosos manuales de electrónica mutante que articulan una apología de la autonomía y la anarquía sónicas. Son fanzines políticos sin dejar de hablar de música y de electrónica. Y son el producto estrella de la casa: no paran de agotarse y de reimprimirse.
Acaba de llegar al local una mujer con los pelos de color rosa. No es una clienta cualquiera. Es Silvia Escario, cantante del grupo de punk de los años 80 Último Resorte. Trae su libro de poemas para ponerlo a la venta junto al resto de discos y fanzines. El punk y la electrónica autofabricada tienen conexión desde las disidencias ya que cuestionan los rituales habituales de la industria musical. La madre del punk barcelonés se quedará a ver la actuación de la chilena.
Brujería con hilo de estaño
En apenas media hora, el laboratorio de electrónica subversiva se convierte en una sala de conciertos. Constanza se transforma en Corazón de Robota y coloca en la mesa que antes acogió el taller decenas de cajitas con forma de corazón en cuyo interior, a lo largo de los años, ha instalado placas de cobre, cableados, resortes y botones. Se apaga la luz. Una linternita atada con celo al dorso de su mano será su varita mágica. Sobre la pared del fondo se proyecta ‘Haxan’, un clásico del cine mudo nórdico sobre rituales de brujería a lo largo de la historia.
Constanza no pone cara de genio concentrado mientras actúa. Juguetea con sensores y frecuencias generando un paisaje de ritmos y ruidos levemente bailable y sonríe dando microsaltos de alegría para celebrar cada hallazgo. Aquí no hay guión: el jaleo se va armando sobre la marcha. Los robóticos corazones palpitan, brillan y cobran alocada vida en una sinfonía de electrónica bastarda. Serán apenas veinte minutos de música libérrima. Mejor no alargarse más porque el local no está insonorizado y hay un fiel pacto de no agresión con el vecindario.
En cuanto se encienden las luces del local, el público se acerca a la mesa a curiosear. Y sucede lo que nunca sucede en los conciertos: la artista muestra su arsenal, toquetea los instrumentos, desvela algún truco y de la conversación con el público brotan nuevas anécdotas, nuevos delirios, nuevos impulsos con los que agrietar el opaco mundo de la tecnología musical. No solo eso: antes de marcharse, Piña invita a un tallerista a que lleve mañana sus prototipos a casa de una amiga común. Intercambiarán ruidos e ideas en una jam doméstica de anarquismo sónico. Otro foco de experimentación, creación y aprendizaje.
(Publicat l’11 de juny de 2017)