Los retos actuales suponen una transformación de las desigualdades, que para el colectivo de mujeres, se traslada en una mayor polarización y un endurecimiento de las condiciones laborales por cuestiones no sólo de género, sino atravesadas por otras variables como la clase social, la etnia o la diversidad funcional. Una heterogeneidad que impone un modelo de relación laboral en el que de nuevo el sexo femenino se posiciona en una discriminación múltiple.

Los estudios del mercado de trabajo con perspectiva de género en las últimas décadas, no sólo evidencian la desigualdad existente, además ponen de manifiesto cómo la desigualdad de género es un hecho estructurante de unas relaciones laborales que más que reducir la brecha, transforman esta relación desigual hacia otros tipos de discriminación.