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Sílvia Bofill, antropóloga: “El derecho de las personas a cuidar y ser cuidadas no puede ir en detrimento del derecho de jefa otra persona o colectivo”

30/09/2024 - 12:41 h

CUIDADOS. El 29 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Curas y el Apoyo, fecha proclamada por las Naciones Unidas.

Barcelona conmemora el Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo el sábado 26 de octubre con la jornada "En Barcelona, cuidamos a quién cuida", un encuentro para compartir, reflexionar sobre el derecho a cuidar y ser cuidado, y rendir homenaje a las personas cuidadoras.

Las tareas de apoyo y curas generalmente son asumidas por las mujeres, tanto a nivel familiar como profesional, donde destaca especialmente el papel de las mujeres migrantes. Hablamos con Sílvia Bofill Poch, antropóloga, profesora de la Universitat de Barcelona y miembro de la Red por el Derecho a Cuidados sobre el estado actual del sector de las curas y el cambio de modelo que proponen desde la Red.

 

Para ti, ¿qué significa tener derecho al cuidado? ¿Por qué es importante que se reconozca como un derecho de todos?

El cuidado es una necesidad básica para la reproducción de la vida. Sabemos que el actual modelo de cuidado es insatisfactorio e injusto, en tanto que no resuelve las necesidades de la gente y además se sostiene sobre profundas desigualdades sociales. Urge transformarlo. Reconocer el derecho a cuidado supone, por un lado, reconocer el derecho a recibir un cuidado digno y satisfactorio en distintos momentos del ciclo vital, y por otro, reconocer el derecho a cuidar, es decir, el derecho a cuidar de los nuestros seres queridos (hijos, padres, madres…) sin que esto suponga el empobrecimiento, la salida del mercado laboral o la renuncia a una vida propia. Hablar del derecho al cuidado implica hablar también de dignificar al sector del cuidado generando condiciones de trabajo dignas y justas. El derecho de las personas a cuidar y ser cuidadas no puede ir en detrimento del derecho de ninguna otra persona o colectivo. Cuando hablamos de derecho a cuidado hablamos del derecho a cuidar, del derecho a ser cuidado y del derecho a trabajar en condiciones dignas.

 

¿Qué crees que debería cambiar para que la tarea de cuidar fuera más valorada y respetada? ¿Qué podríamos hacer cada una de nosotras para contribuir a ese reconocimiento?

De entrada es necesario un cambio de paradigma. Debemos dar valor al cuidado. Históricamente el cuidado no ha tenido valor, ni económica ni socialmente. Ni siquiera ha sido reconocido como trabajo y cuando lo ha sido se ha considerado un trabajo especial. Hemos sido las mujeres de la familia, madres, esposas, hijas…, quienes lo hemos asumido sin remuneración ni reconocimiento, por amor o por obligación moral. Y esto ha tenido, y todavía tiene, un coste elevado en la medida en que ha precarizado también nuestra inserción en el mercado laboral y por tanto nuestra autonomía económica y capacidad de decidir. Pensamos en las residencias, el servicio de atención a domicilio, el trabajo de hogar y cuidados, o la asistencia personal. Cuando el cuidado se ha remunerado, se ha hecho de forma precaria y a menudo en la informalidad. Cuidar empobrece y no debería ser así. Por eso es necesario reconocer el cuidado como trabajo de pleno derecho. Es necesario profesionalizarlo. Es necesario dignificar los salarios y mejorar las condiciones laborales. Las trabajadoras del cuidado son trabajadoras pobres, en muchas ocasiones, usuarias de Servicios Sociales. A nivel individual debemos poner en valor el trabajo de cuidado, preguntarnos qué cuidado querríamos para nosotros…, no precarizando más de lo que ya lo está el sector, por ejemplo negándonos a hacer un contrato laboral a la trabajadora del hogar o en empadronarla si vive en nuestra casa. Sin embargo, también es cierto que el sistema nos aboca a la precariedad. Las familias no siempre podemos asumir el coste real del cuidado. Es el sistema el que debemos cambiar, dignificando las condiciones laborales de las trabajadoras, reconociendo la labor fundamental que realizan las cuidadoras familiares (reconociéndole derechos también), repartiendo mejor las tareas de cuidado entre hombres y mujeres, revirtiendo la feminización del sector, potenciando la Ley de dependencia, los permisos de maternidad y paternidad, los servicios de cuidado públicos y de proximidad (guarderías, centros de día, atención domiciliaria,…)

 

¿Nos puedes explicar en qué consiste la Red por el Derecho a Cuidados y cuál es el modelo de cuidado que propone?

Se trata de una red ciudadana que impulsamos a un grupo de académicas, profesionales y activistas en favor del reconocimiento del derecho al cuidado. En 2021, justo después de la pandemia, organizaron en Barcelona un primer Foro social del cuidado. Fue un éxito. La gente necesitaba encontrarse, expresar necesidades no cubiertas, poner demandas en común… A partir de aquí nos constituimos como Red, para abrir un espacio permanente de encuentro de personas que cuidan y somos cuidadas, agentes y organizaciones diversas, trabajadoras, cuidadoras familiares… para hacer frente común y pensar estrategias para alcanzar el derecho al cuidado. El sector del cuidado no se reconoce como sector, falta conciencia de sector. Las cuidadoras familiares ni siquiera se reconocen como trabajadoras. En 2023 nos invitaron al Parlament de Catalunya y allí expusimos las razones por las que pedimos un Sistema Nacional de Cuidado, qué pensamos que necesitamos. Al igual que en su momento se hace un esfuerzo por la Sanidad, la Educación o las Pensiones, ahora es el momento del cuidado. Es necesaria voluntad política. Pedimos una apuesta clara y decidida por el cuidado. Necesitamos un sistema que permita coordinar, articular y reforzar las políticas de cuidado.

 

¿Cómo podríamos romper con los roles tradicionales que hacen recaer la responsabilidad del cuidado principalmente en las mujeres?

De entrada debemos repartir mejor las responsabilidades de cuidado entre hombres y mujeres. Los hombres no se han implicado en el cuidado. Es cierto que las cosas van cambiando despacio. Hoy hablamos de nuevas paternidades, de masculinidades cuidadoras… los hombres empiezan a hacerse cargo del cuidado de los hijos, tenemos permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles. Sin embargo, no se ven tantos cambios en el cuidado de personas mayores o con diversidad funcional. Aquí es donde la desigualdad se hace aún mayor. Cuidar de una persona en situación de dependencia avanzada suele suponer importantes renuncias, a veces absolutas. Cuesta más llevar a los hombres hacia aquí. La carga la llevamos las mujeres. Tenemos todavía un largo camino por recorrer. Las cifras laborales son abrumadoras. Continuamos siendo las mujeres quienes mayormente asumiendo jornadas parciales o jornadas reducidas o saliendo del mercado laboral para cuidar, no sólo hijos, también padres y madres en situación de dependencia. Es necesario democratizar el cuidado y la implicación de los hombres es fundamental, para que deje de ser un sector feminizado, para revertir las brechas salariales y de pensiones. Es necesaria la implicación de los mercados y por supuesto de las administraciones públicas.

 

¿Por qué crees que es importante que las personas cuidadoras se cuiden a sí mismas? ¿Qué podrían hacer la comunidad, las entidades y las instituciones para asumir su parte de responsabilidad en los cuidados y apoyar a las personas que cuidan?

Hay que cuidar a las personas que cuidan. En esto estamos todas de acuerdo. Pensamos en mujeres mayores que cuidan a mujeres (u hombres) aún mayores (madres, suegros…), mujeres que han tenido que renunciar a todo para seguir cuidando, que han desarrollado patologías, que se han quedado solas, que el cuidado las ha empobrecido. Su sufrimiento, sus necesidades y sus renuncias no están en el centro del diseño de la política pública. Son invisibles. Es necesario desplazar el foco también hacia ellas. A raíz de la pandemia se ha empezado a hablar de desinstitucionalización. Tenemos asumido que las personas mayoritariamente queremos ser cuidadas en casa. Éste es nuestro modelo cultural, todavía vigente. Vamos a la residencia a regañadientes, cuando no nos queda más remedio, a menudo ante situaciones de claudicación familiar. Podemos hablar de envejecer en casa, podemos hablar de desinstitucionalizar, pero si no se ponen los recursos necesarios para acompañar y garantizar también el bienestar de las personas que cuidan en casa, estaremos volviendo a reproducir un sistema injusto, segregado por razón de género, clase y racializado.

 

El Día Internacional del Apoyo y Cuidados se celebra cada 29 de octubre. ¿Qué mensaje crees que deberíamos destacar para hacer entender a todo el mundo la importancia de cuidar y cuidarse?

Hace un año el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó la primera resolución sobre el derecho al cuidado, donde se afirma la importancia del cuidado y la necesidad de abordarlo desde una perspectiva de derechos humanos. Ésta es la perspectiva desde la que debemos trabajar. Sin cuidado no hay vida. Todos necesitamos cuidado a lo largo de nuestra vida. El cuidado es un derecho humano fundamental. El contexto actual requiere un cambio de modelo urgente. Las necesidades de cuidado aumentan (vivimos en una sociedad envejecida), sin embargo la disposición de mujeres para el cuidado seguirá reduciéndose, porque nuestras circunstancias vitales han cambiado, porque nuestras aspiraciones y disposiciones son otras, porque el pacto intergeneracional ha cambiado. Se necesitan cambios urgentes y profundos para revertir un sistema insuficiente, insatisfactorio e injusto. Y somos nosotros, la ciudadanía, quien debe poder decirlo alto y claro.