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"Es una pieza autobiográfica, pero también una perspectiva política y reivindicativa"

15/10/2020
Teatro
Anthony Kmeid explica su salida del Líbano y las dificultades con que se encontró para burlar la burocracia

Tuvo que marchar de su país, el Líbano, y para conseguir salir tuvo que vivir un infierno de burocracia y papeles que, una vez ya llegada a España, convirtió en un espectáculo que combina teatro, danza y audiovisual. Anthony Kmeid pudo crear Los papeles gracias a una residencia al CC Cocheras Borrell y ahora viajará por la red de centros cívicos de la mano de Barcelona Districte Cultural.

 

¿Cómo fue tu experiencia para salir del Líbano?, ¿por qué creíste que debías marchar del país?  

Más allá de que el fenómeno de la homofobia es algo global, es cierto que en el Líbano existen unas leyes que restringen la expresión de género y la orientación sexual con plena libertad. Crecer en una generación de posguerra implica curar heridas que fueron abiertas durante la guerra civil, y la realidad sociopolítica actual no es tan distinta a la que vivieron nuestros ancestros: sigue existiendo cierto sectarismo confesional dirigido por los líderes de la guerra civil, el racismo sigue presente con poca voluntad política por resolverlo, y los intereses internacionales no facilitan superar la herencia política que nació después de la guerra. Esta situación fue un motor importante a la hora de decidir que quería salir del país. 

A pesar de ello, siempre me he sentido parte del mundo más allá de mi identidad nacional. Crecí estando en íntimo contacto con el arte, y la imagen romantizada de las distintas culturas y paisajes alimentaron mi curiosidad por conocer diferentes maneras de vivir y de existir.

 

¿Cómo te habías formado como bailarín en el Líbano?

Desde muy pequeño el cuerpo era mi principal canal de expresión, y aunque mis padres no estaban de acuerdo en un principio, gracias al apoyo de una profesora, conseguí apuntarme a clases de baile a los 8 años. Llegué a ganar el campeonato nacional en baile de salón y a formar parte d las dos compañías más grandes del Líbano: Caracalla y El Rahbani. También participé en varios videoclips como bailarín, experiencia que me descubrió el interés por la videografía, formándome después en audiovisuales.

 

¿Tan duro fue conseguir los papeles que necesitaste convertir tu experiencia en espectáculo?

El proceso burocrático que tuve que sufrir para conseguir salir del Líbano me llevó a darme cuenta de lo absurdo e injusto que es definir a las personas a partir de un criterio claramente clasista y racista. Las personas que procedemos del Líbano y queremos viajar como turistas a España debemos demostrar que tenemos un capital económico y ser poseedores de propiedades, condiciones que no se exigen en el caso contrario.  

La entrevista en la embajada española es una experiencia especialmente desagradable. Cuando uno se ve analizado y juzgado por parte de una persona que no pertenece a tu propia comunidad, la violencia burocrática toma un tinte racista que se expresa con el sentimiento de inferioridad que sentimos la mayoría de los libaneses con respecto a las comunidades europeas. 

Cuando decidí explicar esta experiencia no fue en ese momento, sino cuando viví el racismo una vez llegado a España. Me sorprendió que el color de mi piel me permitía pasar de alguna manera desapercibido. Mi manera de vestir, bastante común en los círculos progresistas en el Líbano y que responde a una estética occidentalizada (que no occidental), provocaba que el otro me percibiera como una persona local. Pero cuando hablaba y se notaba mi acento, o cuando me preguntaban por mi país de origen, entonces su mirada cambiaba radicalmente. O bien expresaban con compasión católica su empatía por mi situación como migrante, o bien compartían una ignorancia absoluta hacia mi cultura estereotipando todas mis conductas y comentarios. Por supuesto estoy haciendo hincapié en las experiencias racistas y profundamente incómodas, que son las que, por incontables, me inspiraron a la hora de crear Los Papeles; pero no quiero obviar la suerte que he tenido de encontrar amistades y también personas concienciadas que se han acercado a mi persona desde la normalidad y la igualdad de trato.

 

¿Cómo creaste el espectáculo?

La formación que he recibido en el ámbito escénico y audiovisual nunca me ha facilitado mi proyección a nivel profesional. El mundo artístico es difícil de abordar, no sólo en el Líbano; también aquí los estudiantes se encuentran con este hándicap. Teniendo esto en cuenta, la creación de "Los Papeles" ha significado un largo recorrido en la búsqueda no sólo personal sino también escénica y profesional. 

El cuerpo es el primer canal de comunicación de todo ser humano y siempre me ha atraído su poder simbólico y de acción. Pero mi formación audiovisual ha influenciado en la relación que existe entre mi cuerpo y su puesta en escena, enriqueciendo su lenguaje y capacidad de expresión.

Entré en la residencia del Laboratorio Tísner de Cotxeres Borrell con una idea todavía muy ambigua en su formato, pero con un contenido que ya estaba claro y se presentaba de manera concisa. 

Los Papeles es una pieza autobiográfica que presenta mi experiencia, pero también una perspectiva política y reivindicativa. Tenía la necesidad de exponer cómo los prejuicios racistas y machistas no sólo existen en el Líbano; Por ejemplo, aquí he observado prejuicios que dan por supuesto que toda mujer que lleva velo es conservadora, cuando existen feministas lesbianas religiosas (con o sin velo) que lideran una lucha invisibilizada, pero no por eso menos potente y real.  Esta pieza pretende superar el prejuicio que recae sobre mi identidad como Libanes. "Los Papeles" es una historia de amor prohibido, pero eso no me impidió vivir la misma experiencia sexo afectiva que hubiera experimentado aquí como homosexual. Es cierto que la homosexualidad en Beirut no goza de la misma libertad que en Barcelona, pero la historia de amor es la misma, aquí y allí.  Beirut tiene una comunidad muy progresista que, a pesar de las restricciones sociopolíticas y morales, no esconde su orientación sexual y se enfrenta a violencias homofóbicas que no son tan distintas a las que experimenta la comunidad LGTBIQ+ de Barcelona.

 

¿Cómo lo has trabajado con distintas disciplinas: teatro, danza, audiovisual?

Durante el proceso creativo fui investigando entre todas las posibilidades que me ofrecían las distintas técnicas, así como las diferentes maneras de tratarlas y de relacionarlas entre ellas. Finalmente surgió un formato muy propio, que es un híbrido de cine, teatro físico, danza y texto. Durante la pieza se proyecta un vídeo personal sobre la relación íntima que mantuve con quien era mi pareja en Beirut, a la vez que el teatro y el texto juegan un papel fundamental para denunciar la violencia burocrática que sufrí durante el laberinto migratorio. La danza está presente a lo largo de toda la historia, como lo ha estado en mi vida.  

 

Llevas ya seis años en Barcelona, ¿te está siendo fácil integrarte en la escena local? ¿Qué es lo que está siendo más difícil?

Lo que está facilitando relativamente mi integración en la escena local es, por un lado, el hecho de que la temática migratoria árabe despierta cierta curiosidad entre el público local, y el hecho que la actual situación sociopolítica con respecto a las cuestiones de género está de "moda", que a pesar de los muchos peligros que esta esconde, supone también la oportunidad de generar un cambio social al trasladarse la lucha a la escena política.  

Por otro lado, y no menos importante, agradecer a Soledad Garzón, programadora del Centro Cívico Cotxeres Borrell, por su confianza en el proyecto y su ayuda inestimable a la hora de navegar por la marea que supone llegar a escena. 

 

 

 

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