Dice que hace danza para huir de las lecturas de una sola dirección, de los significados unívocos, cerrados, indiscutibles. No es esto lo que desea Miquel Barcelona (ni tampoco Marc Vilajuana) para los espectadores que acuden a ver Parrà, el espectáculo que presentan en el Barcelona Distrito Cultural y que ha llegado al escenario de los Lluïsos d'Horta. O sea que no seremos nosotros quienes incumpliremos su manera de entender la danza y tan solo compartiremos algunas de las apreciaciones que ellos dos hicieron en un pequeño coloquio postfunció con los espectadores y que tiene bastante que ver con sus intenciones durante el proceso de creación: su voluntad de contraponer mundos opuestos como el de la iglesia y el de la fiesta, el del orden y el del caos...

Y unos y otros están en Parra, una coreografía cantada o una cantata bailada donde conviven los cantos del Llibre Vermell de Montserrat con los de Sibil·la, las carracas y el baile de bastones, el folclore y la danza contemporánea, para crear un espectáculo hipnótico, vital aunque su ritmo sea pausado, que regala imágenes rebosantesde poética y llena los corazones y las almas de una paz festiva, de una fiesta pausada.

Y el espectáculo, generoso con el espectador, concluyó con dos nuevos regalos: una tonada al estilo de las antiguas que quiere combatir los males de hoy y el coloquio osfnción ensado para que cada quien preguntara loque quisiera, a pesar de que ni Miquel Barcelona ni Marc Vilajoana dejaron entrever qué es lo que esperaban que el público leyera de su trabajo: cada quien es (y tiene que ser) amo de su mirada.