La montaña de los periodistas

Montjuïc es la montaña de las pedreras que han construido Barcelona con sus añicos. Ha sido zona militar durante siglos con un castillo siniestro en el que se sufría prisión o se moría fusilado en sus cementerios. Es el solar con más museos de la ciudad. Es el escenario de pruebas deportivas de primer nivel a lo largo de su historia. También ha sido la cara oscura de la ciudad con la proliferación del chabolismo durante décadas. Fue la sede de la Exposición Internacional de 1929 y sigue siendo una gran zona de esparcimiento. Entonces y unos años antes también fue la montaña de los periodistas.

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19/01/2021 - 12:16 h - Cultura y tiempo libre Mupert

Los jardines de Laribal se descuelgan por el regazo de la montaña desde la Fundación Miró hasta el teatro Griego pasando por la Fuente del Gato. Es un espacio verde delicioso creado para la Exposición de 1929 por Jean Claude Nicolas Forestier, con caminitos, pérgolas, plazoletas y una espectacular escalera con barandillas por donde circula el agua a imitación de la escalera del Generalife, en Granada. La afición por la cultura árabe y su arquitectura la compartía Josep Laribal Lastortras (Barcelona, 18391904), al propietario que da nombre al jardín y que fue uno de los periodistas más destacados de Barcelona a las postrimerías del siglo XIX, cuando dirigió el diario popular El Diluvio. Laribal era propietario de una gran finca en la que construyó un palacete de estilo mozárabe que, cuando murió, alojó a la escuela del Bosque durante décadas, hasta que se construyó un edificio adecuado para la finalidad pedagógica. De hecho, el abogado y periodista llegó a diseñar el proyecto de un parque lúdico con atracciones de tiro al pichón, al conejo y a la gallina, peleas de gallos y tiros mecánicos para señoras y niños.

Cuatro años antes de morir, Laribal había participado en la fundación de la asociación de propietarios de Montjuïc, en la que también estaba Francesc Peris Mencheta (Valencia, 1844 Barcelona, 1916), otro periodista prominente de la ciudad. Era el editor del diario de tarde El Noticiero Universal y había llegado a Barcelona desde su Valencia natal después de vivir unos años en Madrid. La propiedad de Peris Mencheta en Montjuïc era muy próxima a la de Laribal. Recibía el nombre genérico de Santa Madrona e incluía la ermita del mismo nombre, que ahora es junto al Palau Nacional. En 1895 Peris Mencheta pidió permiso a la comandancia de ingenieros para restaurar la ermita y la dedicó al culto. La pequeña ermita de Santa Madrona hoy está cerrada al público y sólo se puede visitar un día al año, durante el encuentro que se celebra el cuarto domingo de pascua.

A muy pocos pasos de la ermita de Santa Madrona había la Casa Balaguer, que debía su nombre al periodista, escritor y político Víctor Balaguer (Barcelona, 1824 Madrid, 1901). En aquella casa, derribada en 1972 para construir la nueva sede del Museo Etnológico, se reunía la Colla del Arroz, una sociedad gastronómica y política presidida por el político liberal Josep Griera, que sería brevemente alcalde a finales de siglo. Los encuentros de la Colla, un domingo en el mes, consistían en una gran sartén cocinada por el chef del Restaurante Martín. Además de la comida, allí se cocinaban operaciones políticas en que participaba Víctor Balaguer, entonces gran figura de la cultura y la política catalanas. El hecho es que la casa que llevaba su nombre sirvió de base de operaciones a Forestier y sus colaboradores cuando trabajaron en la construcción de los jardines de Laribal. Más tarde la casa alojó una colección de objetos exóticos que se convertiría en el Museo Etnológico hasta que, como hemos visto, se decidió construir el edificio actual.

La figura de Víctor Balaguer proyectó su luz durante muchos años y así, en 1929, fue objeto de una conferencia en la Casa de la Prensa. Este edificio se encuentra en la avenida de Rius y Taulet, al pie de las fincas que hemos descrito hasta ahora. Fue el centro de prensa de la Exposición Internacional de 1929: allí se ofrecían a los periodistas servicios como cabinas de teléfono, telégrafo, laboratorio fotográfico, un salón de actos, comedor y también unas habitaciones para que algunos profesionales llegados de fuera pudieran pasar unos días. Después de la guerra, el edificio alojó a la Guardia Urbana, hasta que se marchó en los años 90. Desde entonces, la Casa de la Prensa se encuentra deshabitada. Se hicieron algunas propuestas de usos que no han salido adelante. Ahora hace cuatro años se constituyó una plataforma de vecinos del Poble-sec a la que se añadieron diversas organizaciones de periodistas para reivindicar que el edificio se convierta en una especie de centro cívico.

Reportaje elaborado por Gil Toll, secretario de la asociación Casa de la Prensa.