Exposición

Amable informal

De 17 Enero, 2025 hasta 6 Julio, 2025

Artistas: Bárbara Sánchez Barroso, Blanca Gracia, Enrique Radigales, Fito Conesa, Irene Pe, Julia Puyo, Luz Broto, Marc Herrero, Radia Cava-ret (Samu Céspedes, Patricia Del Razo, Violeta Ospina Dguez i Yazel Parra Nahmens), Tau Luna Acosta, Xesca Salvà i Marc Villanueva

A cargo de Pilar Cruz

La amabilidad es uno de esos conceptos que todo el mundo parece tener muy claros pero nadie es capaz de definir con precisión. Nos falta vocabulario y solo se nos ocurren ejemplos. Tendemos a definir la amabilidad con alguna de las formas de la cortesía: sonreír a alguien, sujetar la puerta, por favor, gracias, no es molestia. Las formas de la cortesía, (la buena educación), son necesarios estándares de convivencia, en ocasiones costumbristas, que reflejan estructuras sociales. En este sentido, cambian con el tiempo, responden a los modos en que se estructura lo social y no son en absoluto universales, ni se ejercen de manera igualitaria o bidireccional.

Pero la amabilidad, en el sentido de dejarse ser y dejar ser, va más allá de la formalidad estandarizada en nuestra relación con los demás. Pensamos que la amabilidad es servil y complaciente, incluso naíf, pero tiene una enorme capacidad para desactivar el poder, y por tanto una enorme potencia política. Para el filósofo Byung-Chul Han, el poder es centralizador, tiene tendencia hacia sí mismo, y lo que le queda fuera o al margen es algo que se tiene que suprimir. La amabilidad desactiva esta tendencia y brinda espacios a lo múltiple. Para que haya multiplicidad, la cualidad de lo amable no solo tiene que guiar el comportamiento, sino que también debe servir para favorecer espacios físicos, mentales y simbólicos, que posibiliten la existencia.

Si las formas de la amabilidad pertenecen a espacios físicos y mentales obsoletos, no podemos pretender que nos sigan sirviendo sin cuestionarlas. La amabilidad es soberana en un territorio de convivencia: deberíamos dejar que mande en las reglas con las que convivimos. Ensanchar los territorios de la amabilidad es una tarea crítica del presente. Ir más allá de los confines de este territorio y reconocer absolutamente a todos los sujetos de este nuevo espacio como sujetos dignos de amabilidad, es decir, dignos de existir en sí mismos y ser reconocidos en ello.

Las obras presentes en esta exposición no tenían, a priori, cuando fueron creadas, la amabilidad como principal intención, pero a todas les cubre y les supura. Los artistas reflexionan sobre ella como praxis crítica, como modo de hacer y de mostrar, como punto de partida o, incluso, como consecuencia inevitable. Le aportan significado y adjetivos, y con ello amplían su campo semántico y, por tanto, nuestro imaginario sobre lo amable. Nos dan pistas para repensar y actualizar los modales a través de los cuales toma forma la amabilidad. La aterrizan en el presente, y sus propuestas se convierten así en lugares simbólicos de relación con los demás, casi como pequeños antídotos contra el pesimismo y la distopía.

La primera pieza que encontramos en esta renovada praxis de la amabilidad es Our Own Path Remains, de Fito Conesa. Tras una crisis artística y personal que le llevó a romper con su producción anterior, y tras varios años sin componer, el músico Arvo Pärt reinició su trabajo desde cero con Tabula rasa, composición que inauguró un nuevo género musical. Fito Conesa se inspira en este gesto para proponer esta concha acústica, un dispositivo para la escucha como experiencia trascendente. Conesa propone dejar atrás prejuicios y lugares comunes, y empezar de cero. La concha acústica representa el inicio de un viaje para eliminar las ideas preconcebidas sobre el sentido que le damos a las palabras y cuestionarnos las categorías en las que nos hemos movido hasta ahora. Permite inventar nuevos géneros y reiniciar nuestro lugar en el mundo. Nos facilita hacernos conscientes de nuestra individualidad para reconocer la de los otros. Esta estructura es un espacio amable, aunque produzca un cierto vértigo, como portal hacia una nueva amabilidad.

Un CUERPO doliente en un MUNDO herido, de Irene Pe, son una serie de piezas de técnica mixta que surgen a partir de unos poemas que la artista escribe cuando empieza a notar los primeros signos de la enfermedad crónica que actualmente padece. Cada poema y obra son mutaciones que corresponden a diversos estados de la enfermedad y su desarrollo en el cuerpo de la artista, y exploran los sentimientos y reacciones que le fueron provocando. Desde la rabia, el duelo y la incertidumbre, a la acogida, la comprensión y la exploración. Todos estos procesos los equipara la artista al mundo como cuerpo, enfermo por las violencias del sistema capitalista. La amabilidad hacia el propio cuerpo —no como ente productivo, sino como sostenedor de la propia vida—, la visión anticapacitista del ser humano y la visión antiutilitaria del resto de seres, se postulan como un resurgir necesario, tal como diría Donna Haraway, para vivir en un presente denso.

Desde la firma de los acuerdos de paz en 2016, Colombia se ha enfrentado al asesinato sistemático de personas, tanto activistas sociales como excombatientes de las FARC. Latencia, de Tau Luna Acosta, es una instalación en la cual encontramos una pieza textil que representa un mapa de los departamentos del Cauca, del Valle del Cauca y de Nariño, en Colombia. Los bordados fueron realizados en colaboración con familiares de personas asesinadas en esos territorios, que fueron especialmente golpeados por la violencia. Donde hubo un asesinato, colocaron una luz, que se enciende cuando conectas un sensor cardíaco a tu propio pulso. El recuerdo a esas personas se ilumina con el ritmo de tu corazón. La instalación se completa con una base de datos de personas asesinadas y desaparecidas desde 2016 hasta 2019; y un vídeo en el que escuchamos las voces de las personas mientras bordan y crean circuitos electrocardíacos por la memoria, el duelo y la restitución. El reconocimiento del dolor y la reparación son procesos que han de completarse para poder reiniciar la convivencia tras un escenario de violencia extrema.

El trabajo de Blanca Gracia se inspira en una fórmula legislativa medieval que castigaba a personas inadaptadas o que habían cometido pequeños delitos. Les condenaban a la «muerte cívica» y perdían su estatus humano, de modo que tenían que vivir en el bosque como animales, sin derechos y expuestos a violencias impunes. Pero en la máxima indefensión social, en el extrarradio de lo social, era donde, paradójicamente, alcanzaban la máxima cota de libertad. La artista propone, con Antidotum Tarantulae, un desfile orgulloso y carnavalesco de una serie de personajes disidentes que se celebran tal y como son, sin más imposiciones. El audio, con un fragmento del Derecho a la pereza de Paul Lafargue, nos coloca en ese bosque del destierro como lugar de amabilidad, como si momentáneamente hubiéramos sido expulsados de la sociedad normativa e hiperproductiva actual.

En la segunda planta, ya antes de entrar en la sala podemos ver un banco escultura de Enrique Radigales. Sensowifi es una pieza en la que te puedes sentar y, al hacerlo, unos micrófonos de contacto enviarán tus movimientos a una base de datos que te devolverá sonidos similares al clicking con el que se comunican las plantas entre ellas y con otras especies. También oirás, de forma aleatoria, una exhalación, como un protolenguaje vocal, así como un sonido de una composición barroca que imitaba el canto de pájaros, deformada hasta eliminar cualquier asociación reconocible. Sensowifi niega la centralidad de la palabra y la visualidad, te pide activar el revolucionario sentido de la atención a tu entorno y se centra en otras posibilidades de comunicación y conexión con lo que nos rodea. 

Ya dentro de la sala, otras piezas también se recrean sobre la conexión y la comunicación no lingüística, como la obra de Bárbara Sánchez Barroso. Se trata de una adaptación del registro de la acción Los nudos que anudamos, que realizó la artista junto a Adriana Vila Guevara en ARBAR (La Vall de Santa Creu). Consistió en una caminata hasta el mar en la que los participantes estaban atados con una cuerda. El camino se tenía que hacer en estricto silencio y, por tanto, debían comunicarse de manera no verbal para adaptarse al ritmo del grupo o sortear obstáculos. Las caídas de unos repercutían en los demás, nadie podía ir a «su ritmo» sin que ello afectara al resto. Ese hilo invisible que nos une, entre nosotros y con el entorno, se hacía tangible. La acción generaba corresponsabilidad y hacía patente nuestra interdependencia, entre nosotros y con el entorno. La conexión es la base para entender que, para convivir y sobrevivir, tenemos que ser más comunidad colaboradora que individuos dominantes.

Otra pieza que resuena con la conexión y la amabilidad entendida como generación de un espacio de corresponsabilidad hacia lo otro y los otros es El pensament salvatge, de Xesca Salvà y Marc Villanueva. Consiste en una placa de Petri en la que, al poco tiempo de haber inaugurado la exposición, se inocularán varios centenares de los microorganismos que viven en nuestras manos. Tal vez cuando leas estas líneas los microorganismos han crecido y se han reproducido hasta formar un pequeño planeta habitado por millones de seres desconocidos, cuyo zumbido incomprensible es captado por un sensor. Tal vez en este momento ese planeta ya se haya extinguido, en cuyo caso verás un registro fotográfico. Este pequeño mundo nos hace replantearnos la primacía del lenguaje —y de toda la civilización que se ha generado a su alrededor— como cúspide de la pirámide comunicativa. Estos microorganismos cuestionan nuestro modo de estar en el mundo, nos enseñan prácticas más responsables de convivencia con el entorno y, en última instancia, nos colocan ante la gran pregunta de qué significa la vida y cuáles son sus límites.

Adyacente, encontramos la pieza Degrowth, de Julia Puyo. Es una escultura hecha con tubos de cobre, en la cantidad necesaria para transmitir un mensaje. El cobre es conductor de energía, y es fundamental para la electrónica, las telecomunicaciones y el transporte. Pilares básicos del sistema de producción actual.
Bruno Latour nos sugería que nos convirtiéramos en «interruptores» de la globalización: que nos empecemos a imaginar pequeños gestos insignificantes o gestos barrera contra ese sistema, pero no para modificarlo, sino para salir de la producción como el único medio posible de relación con el mundo. ¿Es posible empezar a pensar con amabilidad en todo aquello que sustenta nuestra vida? Es indudable que el planeta ha sido amable con el ser humano. ¿Seremos capaces de devolver esa generosidad y pensar en lo material como una entidad a la que se le debe reconocimiento y respeto?

¿Hay un lugar social más amable que un karaoke? Un espacio en el que la convivencia es forzada a través de la voz de otros, en el que te conviertes en otra persona, coreas la canción de los demás. Convives festivamente en el respeto por el turno, en la, no solo aceptación, sino incluso celebración de las habilidades, normalmente escasas, ajenas y propias, de la performatividad de los otros y la tuya propia. Eres y dejas ser en jolgorio. El colectivo Radia Cava-ret (Samu Céspedes, Patricia Del Razo, Violeta Ospina Dguez y Yazel Parra Nahmens) presenta un flyer o abrebocas de su proyecto (Orquesta vacía) Karaoke inmigrante, que se realizará como taller-performance participativo en el primer trimestre de 2025. Este abrebocas muestra los elementos más reconocibles del karaoke y te invita a cantar las letras de éxitos ya hackeadas en anteriores acciones del colectivo, que muestran preocupaciones y reivindicaciones respecto al control migratorio, el racismo y las leyes de extranjería.

En el centro de la sala encontramos la Estructura amb cúpula de la Terribilitat de la carn, donde Marc Herrero ha recreado una versión actualizada del Juicio Final, inspirada en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Si en el Renacimiento, el final de los tiempos se representaba como una rendición de cuentas ante Dios, en este caso la máxima jueza sería la diosa Gaia. En una estructura cupular, pero que también recuerda a un gimnasio, un panóptico o incluso una jaula, Herrero plantea un repertorio iconográfico propio del tiempo contemporáneo: en lugar de apóstoles y santos, representa en los paños de la cúpula alegorías de los abusos que ha cometido el ser humano para provocar un más que probable apocalipsis no muy lejano. El consumismo, el liberalismo, la explotación, el extractivismo... quedan manifestados como síntomas corporales mutantes, en una actitud que no se sabe bien si es de acoso o de ruego del perdón. En la base, por contra, cambia a ángeles y penitentes por una serie de situaciones en las que la naturaleza se abre paso triunfante, recupera su agencia y se infiltra en las huellas de la civilización. En una situación de colapso ecológico solo accederemos a la salvación si dejamos que sea la naturaleza quien invada y colapse todos los espacios, tanto los terrenales como los del mundo de las ideas.

Finalmente, cerrando el recorrido y al otro lado de la sala, encontramos la instalación Contactar cristales enfrentados, de Luz Broto. El punto de partida del proyecto es la coincidencia entre la ventana de la habitación de infancia de la artista, en un pequeño pueblo, y la de su vecina, justo enfrente. Luz Broto reúne este par de ventanas y, a partir de ahí, va por otros lugares de la ciudad de Barcelona preguntando a conocidos y desconocidos: «¿hay una ventana frente a tu ventana?». Así consiguió el resto de pares de ventanas aquí presentes (en las casas se sustituyeron por cristales nuevos), de personas que, tal vez, no se habían hablado en su vida. El hecho de colocar los cristales de estas parejas de ventanas con la cara exterior tocándose acerca a los vecinos, eliminando las distancias, y por tanto las diferencias entre ellos. De manera figurada, pero también real, por el intercambio y diálogo que esta acción genera. Saber quién vive enfrente es un gesto muy radical de convivencia en una gran ciudad. Simbólicamente, refuerza la idea de que lo que tenemos en común en realidad es más que aquello que nos separa, que el espacio urbano puede ser un territorio para la convivencia de lo múltiple y que aquello que construimos para protegernos también puede servir para unirnos.

Pilar Cruz Ramón​​

Programación