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Barcelona cultura

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Lali Álvarez: teatro, sostenibilidad y comunidad

Sáb 30/05/2020 | 01:15 H

Por Andreu Gomila

La directora y dramaturga Lali Álvarez es de las pocas personas que, a la hora de hacer teatro, se ha planteado preguntas incómodas y ha intentado responderlas. En estos momentos están trabajando con 'LIFE (de cómo los árboles nos salvaron la vida)', una pieza que hablará de medio ambiente y sostenibilidad, y del desastre climático que nos viene encima. Entre sus logros, tenemos 'Barcelona (contra la pared)', que se estrenó en el Grec 2016, y 'Ragazzo'.

¿El teatro contemporáneo es poco sostenible desde el punto de vista ecológico?
Pregunta trampa (risas). Toda nuestra sociedad contemporánea se sustenta sobre patrones de producción poco o nada sostenibles. El teatro no es una excepción. El teatro que hacemos es insostenible porque la vida que tenemos es insostenible. El teatro es insostenible a nivel de producción, pero también lo es la forma de distribución. No son sostenibles algunos conceptos que se impulsan sin descanso desde las instituciones, como "gran formato" o "internacionalización", no puede ser que los artistas tengan que estar de gira internacional y no sean contratados en sus propios territorios, esto añade una huella ecológica terrible al espectáculo. No es sostenible el uso de recursos y de la energía, pero tampoco son sostenibles las formas de trabajo y ensayo, ni ecológica ni socialmente. En nuestra profesión es muy difícil la conciliación, hay que perseguir una sostenibilidad ecológica y social. Si no podemos cuidar de nuestros cuerpos, no podremos tener cuidado del medio ambiente, y si no tenemos cuidado del medio ambiente, a largo plazo, el cuidado de los cuerpos será inútil.

¿Qué se puede hacer para que lo sea más?
No tengo ni idea. Yo solo tengo intuiciones y ganas de experimentar en este sentido. Como hago en mi vida cotidiana. Lo que veo claro es que cada nueva crisis te aleja de una de antigua que aún no has solventado. A veces estas crisis pueden ser una oportunidad, quiero decir, la precariedad del sector es uno de los factores que hace que las producciones sean más sostenibles a nivel ecológico: reciclaje de escenografías y vestuarios, menos gasto eléctrico con diseños de luces más pobres, por decir algo. Pero muchas veces estas oportunidades se desperdician, lo hemos visto ahora con la COVID19. Durante el confinamiento los niveles de contaminación han bajado drásticamente, ¡Barcelona olía a pueblo! La naturaleza ha tenido un poco de descanso, parecía que podíamos repensar nuestra manera de vivir, que habría un "antes" y un "después", pero todo es fachada. Por debajo, los mecanismos continúan operando. Ya en la fase 0 de desescalada los niveles de contaminación habían vuelto a sus números habituales y preocupantes. A veces me parece que en el teatro nos pasa un poco eso, hacemos teatro pobre hasta que podemos hacer teatro de despilfarro. Cuando tienes pasta de producción tiendes a tirar de diseños de producción que no tienen en cuenta la huella ecológica, y muchas veces tampoco tenemos en cuenta unos estándares mínimos de justicia social, y muchas veces esto lo hace quien luego llena el escenario de discursos, pero si miras como utilizan la pasta ves que nah, todo fachada. Y así todo. Y así nos va. Para trabajar de una manera sostenible hay que ir a los cimientos, y que las fachadas sean espejo.

"De momento nos hemos comprometido a cosas pequeñas, que sabemos que podemos hacer. Dejemos la política para cuando llegue, que llegará"

¿Cómo lo haces tú para que sea así?
Yo hago muy poco. Ahora, con Hui Baza, mi compañía, hemos empezado a planteárnoslo en serio. Nos lo creemos de verdad, que hay que empezar a vivir de otra manera. Desde ya. Para empezar hemos estudiado algo qué dice la gente que ya ha pensado esto antes y hemos encontrado que se lo está planteando mucho el mundo del Teatro Universitario, como la gente de St. Lawrence Univeristy (www.sustainabletheatre.org), o de la Griffith University, y después hemos escrito un decálogo para nuestro nuevo proyecto 'LIFE (de cómo los árboles nos salvaron la vida)', con la intención de que este decálogo nos ayude a reducir la huella ecológica de nuestro trabajo. Intentar reducir al mínimo el consumo de electricidad, ensayando con luz de día, por ejemplo, y en el diseño de luces, ya pensando en luces que consuman energía que podamos generar en escena. Intentar que la energía consumida durante la producción y exhibición venga, en lo posible, de energías renovables, esto es algo que son los teatros los que se tienen que comprometer, pero ¿qué hacemos? ¿Nos negamos a actuar en los teatros que tengan contratada la luz a Endesa? Podríamos hacerlo. Quizás deberíamos hacerlo. De momento nos hemos comprometido a cosas pequeñas, que sabemos que podemos hacer. Dejemos la política para cuando llegue, que llegará. Todo el equipo se compromete a usar transporte público o transporte privado sostenible. Queremos intentar que el espacio de exhibición y el horario favorezca que los espectadores también asistan en transporte público. Solo usaremos escenografía y vestuario de segunda mano. Todos los fungibles que consumimos en escena o en ensayos deben ser de origen orgánico y biodegradable. Nos comprometemos al uso cero de plásticos, incluye botellas de agua, champús. El primer día de ensayo repartimos a todo el equipo botellas de agua de vidrio y champú sólido. Y sobre todo, nos comprometemos a hablar, a intentar contaminar la necesidad a otras creadoras de nuestro entorno. También creemos que es necesario diseñar acciones concretas para participar en revertir el cambio climático. La nuestra, en 'LIFE', es un poco ingenua y quizá errónea, porque nos puede hacer pensar que plantar árboles nos puede salvar la vida, cuando lo que hay que hacer es proteger los bosques originarios, pero nos hemos propuesto plantar diez árboles por cada bolo.

"En 'LIFE (de cómo los árboles nos salvaron la vida)' hablamos de la crisis climática. Y hablamos de los activistas asesinados en todas partes, activistas que muchas veces no son activistas como nosotros los imaginamos desde la comodidad europea

¿Cómo debería abordar el teatro el cambio climático?
Esta es como la eterna pregunta de si los artistas tenemos una responsabilidad social o política, y si tenemos que tratar "obligatoriamente" algunos temas en escena. Te diría que no, un tema lo tratas porque te interesa, te mueve. Si no, más vale que hables de amor. Una vez, mi hermano mayor me dijo: "a los artistas les corresponde el rol de visionarios", y no me siento capaz, pero tampoco lo olvido. Yo siento la necesidad de hablar de la emergencia climática en escena. Y me encantaría que más gente hablara de ella. Y se hará, seguro. Está muy bien que se hable, hablar de las cosas es básico para hacerlas presentes. Que estén presentes es básico para enfrentarse a ellas. Enfrentarse a ellas es el inicio de revertirlas. En 'LIFE (de cómo los árboles nos salvaron la vida)' hablamos de la crisis climática. Y hablamos de los activistas asesinados en todas partes, activistas que muchas veces no son activistas como nosotros los imaginamos desde la comodidad europea, sino que son personas que están defendiendo su casa, sus cultivos, los bosques que les dan la vida y nos la dan también nosotros. Hablamos de lo poco conscientes que somos como sociedad de la vulnerabilidad de los cuerpos y de las relaciones sociales, de cómo las relaciones interpersonales y la interdependencia, la conciencia de la interdependencia, puede ser un arma. Y hablamos del miedo, del miedo que nos hace incapaces como sociedad de encarar los retos que se nos acercan. Pero con hablar en escena no basta. Que los grandes teatros programen obras sobre el cambio climático, pero no abran sus almacenes de escenografía o vestuario para uso público me parece incongruente. Sobre todo, creo que hay que tratarlo en los círculos de artistas, y dentro de las compañías y empresas teatrales. Creo que hay que ponerse las pilas y asumir pactos incómodos pero responsables en términos de consumo, transporte, conciliación, etc. El futuro, o el presente, porque la crisis climática ya es una realidad hace mucho tiempo, debe ser un tema transversal en nuestras vidas, como lo debe ser el feminismo, y en nuestras prácticas artísticas. Si no, fachada, otra vez, y no me interesa.

¿No crees que es un tema que no está sobre la mesa?
Pienso que sí está sobre la mesa, pero en un rincón. En aquel rincón donde guardamos las cosas que no podemos asumir, las que ya haremos mañana, las que nos obligarían a transformarlo todo, porque no estamos preparados para renunciar a nuestros privilegios. Con la crisis sanitaria que acabamos de vivir pienso que hemos entendido muchas cosas. Hemos entendido que cuando la cosa es gorda, cuando se trata de una emergencia, no hay manera de escapar. De escapar de las consecuencias de lo que está pasando. Con la crisis climática tarde o temprano nos pasará lo mismo. De hecho ya está pasando pero aquí en Europa no somos conscientes de la cantidad de personas de todo el mundo que ya se enfrentan a las consecuencias, y no hablo de "ostras, este verano, qué calor, tendremos que estar en la piscina todo el tiempo, o tendremos que encender el aire acondicionado a tope". Hablo de personas que ya han tenido que abandonar su casa, refugiadas climáticas, de personas que están siendo asesinadas por sicarios de grandes corporaciones para intentar detener la destrucción de sus hábitats y su entorno natural, lugares que son pulmones para el planeta, por la biodiversidad. Sin biodiversidad, las crisis como la de la COVID19 serán cada vez más seguidas. De todo ello habla la prensa, habla la ciencia, habla el activismo, si no hablamos nosotros es porque vivimos en la cara privilegiada de la Tierra, y nos podemos permitir hablar de otras cosas, todavía. Pensamos que no nos va la vida.

"Todo el mundo tiene la capacidad de crear arte, y como además de la capacidad, muchas personas tienen ganas, mola ofrecerles el espacio público del que nosotros disfrutamos para que lo hagan"

Tu trabajo, como directora y dramaturga, busca siempre la implicación de la comunidad, de la gente 'de la calle'. ¿Por qué?
De alguna manera u otra sí, siempre. Supongo que porque "la gente de la calle" soy yo. La implicación de la cultura en el desarrollo comunitario me parece imprescindible. Y la participación de la comunidad en la realización de los procesos culturales también. La cultura debe estar al servicio de la sociedad. Y porque la realidad que me rodea es mi máxima fuente de inspiración. La realidad y el insomnio. (Risas) Y supongo que también hay una parte de ego, de que necesito sentirme útil. Y, sobre todo, necesito sentir que formo parte de algo. Que hay algo que sobrepasa mi yo. La comunidad me hace sentir que hacemos algo trascendental, de alguna manera. Para mí, desde hace mucho tiempo, es vital en mi práctica artística, pensar en la comunidad. Pensar como el arte se vincula. En mis proyectos, o bien me inspiro en la realidad y entonces escribo algo que luego montamos con la compañía, en este sentido la comunidad es objeto de nuestra creación, o bien la comunidad pasa a ser sujeto, en los procesos de creación comunitaria que imagino que son a los que te refieres con esta pregunta. En este tipo de procesos de creación, parto de la idea de que todo el mundo tiene la capacidad de crear arte, y como además de la capacidad, muchas personas tienen ganas, mola ofrecerles el espacio público del que nosotros disfrutamos para que lo hagan, y compartir con ellas nuestras herramientas. Son proyectos muy sabrosos, donde el acompañamiento que desarrollas como artista, se convierte en un aprendizaje constante.

Tú que has trabajado en un lado y otro, ¿qué te aporta la 'gente' que no te aportan los actores profesionales?
Eh, que los actores profesionales también son personas (risas). Quiero decir, que yo trabajo más o menos igual con profesionales que con no profesionales. Los actores de mi compañía son creadores también. Yo escribo para ellos y no para nadie más. No es normal que yo escriba algo que no sé quién lo interpretará. Y lo escribo partiendo de ellos. Somos familia, nos conocemos bien, hablamos mucho de qué cosas queremos que estén en escena, yo hago de canal. Los trabajos con no profesionales también son una cura de humildad, te des-centran en el mejor de los sentidos, de repente te das cuenta que no tienes nada tan interesante para decir, que es mucho más interesante formular un campo de juego donde se trazan relaciones, donde hay personas dispuestas a desnudarse emocionalmente, a desnudar su pensamiento y sus historias para ofrecer emoción a quien venga a compartirlas. Diría que no profesionales y profesionales, en este sentido, me aportan lo mismo. Me abren la mirada y la mente.

"Las personas no profesionales con las que he trabajado son diversas, esencialmente, quiero decir. No hay un patrón"

¿Qué buscas, a nivel estético, con esto?
Hay algo a nivel estético que pienso que es indudable. La diversidad. Las personas no profesionales con las que he trabajado son diversas, esencialmente, quiero decir. No hay un patrón. No voy mucho al teatro, la verdad, cada vez me da más pereza, pero cuando iba más, tenía la sensación de que las personas que veía en escena respondían a patrones establecidos, hablaban de una manera, se movían de una manera, tenían unos físicos determinados dentro de un espectro no tan diverso. Y, sobre todo, veía a artistas hablando de cosas de artistas. No sé si se me entiende. No sé tampoco exactamente si sé lo que quiero decir con esto. Te hablo de una sensación. He visto algunas piezas de teatro comunitario donde la presencia de no profesionales en escena es anecdótica, porque los proyectos responden a una estructura vertical donde está el Artista, en mayúsculas, que utiliza los no profesionales para expresar algo concreto. Digamos que son objetos, no me interesa. He visto proyectos comunitarios donde no había una verdadera investigación estética, y los he vivido también, donde los no profesionales eran, digamos, destinatarios del proyecto. Ahora tampoco me interesa.

"No es lo mismo hablarle a 3000 personas que a 300, que a 30, que a 3. Buscamos una fórmula que nos permita hacer esto, adaptar la pieza a la relación que establecemos con el público

¿Qué te hace inclinarte por un proyecto?
Dices inclinarme como si tuviera donde elegir. (Risas) No es el caso. No recibo tantas ofertas. No sé... Los proyectos me brotan, por decirlo de alguna manera, y desde la compañía los desarrollamos. Con Aina Juanet, la productora de la compañía —ella es quien muchas veces me ha puesto los pies en el suelo y me ha hecho inclinarme para priorizar un proyecto u otro— y con toda la compañía—con Pau Matas, con Sonia Espinosa, David Teixidó, Clara Garcés, Alba Saez— los vamos desarrollando a nivel artístico. Y, sobre todo, como te decía antes, nos tiene que interesar. Tenemos que ver la necesidad en nosotros mismos de decidir hablar de un tema, o trabajar con un colectivo concreto, o elegir un espacio donde queremos trabajar, o cuál es la locura que queremos investigar. A partir de aquí hacemos propuestas a programadores o espacios, y alguna conseguimos que salga adelante, normalmente con 'partners' como FiraTàrrega, que ha sido un buen campo de pruebas en mi recorrido, o con festivales como el Grec. En el Grec, de hecho, hicimos el preestreno de 'Barcelona (contra la pared)'. Compañías como la nuestra necesitan espacios que nos permitan experimentar. Porque a veces fallamos y nuestros resultados no se venden, nos pasó con 'Tha Tzpar (la espera)'. En este sentido es clave también nuestra residencia en la Nau Ivanow, que siempre nos ha apoyado y animado a soñar. Ahora estamos en la investigación de lo que puede ser el 'AudienceSpecific'. Si en el Site Specific, los espectáculos se modifican según el lugar donde están representados, en el AudienceSpecific se modifican según la relación que se traza con el espectador. No es lo mismo hablarle a 3000 personas que a 300, que a 30, que a 3. Buscamos una fórmula que nos permita hacer esto, adaptar la pieza a la relación que establecemos con el público.

¿Qué diferencia hay entre tu trabajo actual y lo que hiciste en 'Ragazzo' o 'Barcelona (contra la pared)'?
Diferencias... ninguna, me parece. Y si hay alguna tiene que ver con que ahora trabajamos con un poco, un poco muy pequeño, de más comodidad. 'Ragazzo' lo ensayamos en mi casa y con 30 euros de producción. Ahora somos un equipo de nueve personas y todas, poco, demasiado poco, y tarde, pero cobramos. Pero los motores son los mismos: un tema que despierte mi curiosidad, que me toque, que me de miedo, y que me rebele, normalmente en este orden, y personas que amo con quien trabajarlo. Ganas de aprender y poca seguridad para decir algo que valga la pena, pero todo el esfuerzo para que, quien venga a compartirlo cuando lo hacemos público, no salga igual que como ha llegado y todos, aunque se enfaden con nosotros, no sientan que han perdido el tiempo.

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