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Nazareth Panadero: “Cuando Pina Bausch murió, eché de menos la vibración creativa que tenía con ella”

Mié 13/07/2022 | 15:30 H

Por Andreu Gomila

Nazareth Panadero es, sin duda, una leyenda de la danza contemporánea europea, una mujer que entró en el Tanztheater Wuppertal de Pina Bausch en 1979 y que ha bailado muchas de las coreografías originales de la añorada artista alemana, desde '1980', la primera pieza de Bausch que aterrizó en Barcelona, en el Mercat de les Flors, en 1985, hasta 'Café Müller', del 2008, en el Liceu, última actuación de la bailarina y coreógrafa en nuestro territorio. Ahora, a los 67 años, continúa al pie del cañón: es bailarina invitada del Tanztheater Wuppertal y ha creado sus primeras piezas. La veremos en el Grec, en el programa doble formado por 'Two die for' y 'Mañana temprano'.

¿Qué sientes en el escenario cuando bailas?
Me parece un gran privilegio llegar a mi edad al escenario. Cuando eres mayor puedes hacer menos cosas, pero sabes más. Y disfruto mucho de ese equilibrio, de esa línea gris, de una historia. Estoy satisfecha de haber sido bailarina toda la vida, de todas las personas que he conocido. Es una cosa muy bonita.

¿Cuándo conociste a Pina Bausch?
La conocí en 1979. Y ella, entonces, que tenía unos 40 años, ya lo había hecho todo. De hecho, lo hizo todo varias veces en la vida. Era ya una persona sabia, una joven anciana con todo hecho y todo por hacer, que sentía una gran empatía hacia la humanidad. Fue bonito, por ejemplo, estar con ella en la inauguración del Mercat de les Flors en 1985. Por ahí había pasado antes Peter Brook y oíamos que estábamos ayudando en la construcción de algo importante y nuevo. Con ella también bailé 'Café Müller' la última vez que estuvo en Barcelona, pero tengo que decir que, tanto si bailaba como si no, siempre estaba. Su presencia era, por supuesto, parte del espectáculo, y ofrecía una mirada de mucha confianza y comprensión. Poco después de morir, teníamos programados algunos bolos de 'Café Müller' y parecía imposible hacerlos sin ella, pero pudieron sacarlos adelante gracias a la cover de Pina, Héléna Pikon. Fue muy bonito y reconfortante. Y comprobaron cómo ella seguía presente en sus piezas.

"Mi historia, no quiero separarla de mí, ni lo haré. Tiene mucho que ver con Pina. No me siento coreógrafa, sino performer y bailarina creativa"

¿Cuándo decides ir por tu cuenta?
'Two die for'7 nació en el estudio creativo de la compañía, el lugar que teníamos los bailarines para soltarnos. Michael Strecker y yo siempre habíamos querido crear algo juntos y pudimos estrenar la pieza en el 2009 en una galería de arte de Wuppertal. Poco antes de la pandemia, tuvimos la idea de hacer una velada entera. Necesitábamos otra pieza y pensamos hacer en equipo 'Mañana temprano', gracias a la iniciativa de Adolphe Binder, exdirectora del Tanztheater. Pudimos ensayar en Berlín, Suecia y Polonia, hasta que el pasado febrero estrenamos el espectáculo en Madrid.

¿De qué manera continúas ligada a Pina Bausch?
Mi historia, no quiero separarla de mí, ni lo haré. Tiene mucho que ver con Pina. No me siento coreógrafa, sino performer y bailarina creativa. Cuando murió, eché de menos la vibración creativa que tenía con ella. Por eso empecé a hacer cosas con Michael Strecker. Ahora, la nueva estructura que hemos creado nos ha permitido salir de la zona de confort.

¿El miedo es el centro de Two die for y Mañana temprano?
No únicamente. El miedo es algo muy productivo y creativo. La vida va en paralelo al miedo. Es un motor. Dialogar con tus miedos hace que estés en movimiento. Te paraliza, pero también te hace avanzar... Y siempre tienes que tener en cuenta que lo que haces está muy ligado al momento. Y estas dos piezas tienen que ver con esos momentos de miedo e incertidumbre que hemos vivido en los últimos años, aunque soy de las que piensan que las obras, una vez hechas, tienen que hablar por ellas mismas. Además, soy de las que las veo al final. Me digo: “¿Me reconozco?”. Y son ellas, las piezas, las que te dicen a dónde van.

Utilizas música de los siglos XIX, XX y XXI...
Cuando empezamos a trabajar, no sabíamos qué haríamos. Y fuimos poniendo temas en un archivo, que se fueron colocando solos, así que las acciones se fueron definiendo. Hasta que se produjo el diálogo entre la acción y la música. Se llamaron unas a otras. Es como tejer un tapiz.

Podremos oír a una violinista ucraniana en el metro de París.
Eso es un pequeño milagro. En verano del 2019, estábamos en París para estrenar una pieza de Alan Lucien Øyen, 'Bon voyage, Bob'. Y habían pasado muchas cosas en la compañía. El Théâtre de la Ville estaba en obras y hacían las funciones en el Théâtre des Champs Elysées, por lo que teníamos que coger el metro para ir. De repente, un día, apareció una violinista ucraniana. Yo tengo mucha relación con el Este, ya que mi marido es polaco... La grabé en vídeo y hablé con ella. El vídeo no lo tiré. Así, en noviembre del 2019, cuando empezamos a rehacer 'Two die for', vimos que teníamos que utilizar aquella grabación sin pensar, ni mucho menos, en lo que tenía que pasar después... Y pasó que el 24 de febrero estalló la guerra en Ucrania, justo el día de nuestro estreno en Madrid. Así trabajamos: tarde o temprano todo cuadra.

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