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Raül Refree: “He tenido la suerte de trabajar con mujeres muy potentes”

Lun 10/07/2023 | 11:15 H

Por Andreu Gomila

Raül Refree es un catacaldos profesional, un músico capaz de ir del flamenco al fado, y después trabajar con Lee Ranaldo sin que le tiemble el pulso. Su último proyecto es con la cantante italiana Maria Mazzotta y tiene la tarantela como leitmotiv y las bacantes como inspiración. Lo presentan en el Grec con el acompañamiento de un dramaturgo shakespeariano igualmente inclasificable, Jordi Oriol.

¿Últimamente tienes una relación activa con el teatro?
Sí. Al final, creo que acabo yendo a sitios de una manera natural.

¿Cómo te has acercado al sur de Italia, a su música?
Como con el teatro, tengo la sensación de que, en los últimos años, mi carrera viene marcada por cosas que me proponen. Me proponen muchas cosas y acabo escogiendo algunas. Me pasó con el disco de fado que hice con Lina. He acabado en esta posición: viene gente y me proponen hacer cosas, trabajar las músicas tradicionales. Y voy encontrando cosas por el camino que no me esperaba.

"Con la música puedes perder la conciencia de ti mismo y es una manera de salir de tu propio ser y poder comportarte de una manera diferente, entrar en trance"

¿Y cómo fue en este caso?
Me contactó el mánager de Maria Mazzotta porque les apetecía trabajar conmigo y porque querían enseñarme la música del sur de Italia. Cuando escuché su voz, pensé que me interesaba. Hicimos un encuentro en la Apulia sin poner un nombre, ni de un disco ni de un espectáculo. Nos querían conocer. Coincidió con Semana Santa, un momento en que había mucha música en la calle. Tocamos dos días, con Maria. Y me explicó la historia de la pizzica taranta. Ha pasado en muchos lugares de Europa, pero quizás en Italia de manera más fuerte: se ha utilizado la música de una manera curativa. Con la música puedes perder la conciencia de ti mismo y es una manera de salir de tu propio ser y poder comportarte de una manera diferente, entrar en trance.

¿Por qué te pareció interesante?
Me gusta tocar cuando tengo esta sensación de perder de vista dónde estoy y quién soy. También entronca con cosas que había vivido. Por ejemplo, en Asturias, con Rodrigo Cuevas. Y esta cosa de lo que significa la música para muchas mujeres que, socialmente, estaban dejadas de lado y en la música encontraban un lugar en el que divertirse, pasárselo bien y dejar atrás esta sensación de estar encerradas en casa trabajando para los demás.

¿Qué encontraste en Maria Mazzotta?
Me cuesta explicar por qué una voz, una persona, me toca. No es una cuestión técnica. Pero de golpe escucho una voz y me llega. No lo pienso como productor o como músico, sino como melómano, que es lo que soy. Con Maria me pasó. Tiene algo que es hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Mucha música tradicional italiana es hacia fuera, hay muchísima seguridad. En cambio, en Maria hay una fragilidad que me gusta muchísimo y tiene algo de no querer gustar a cualquier precio.

"Cuando hurgas en la música tradicional, encuentras unas melodías espectaculares que llevamos grabadas en nuestra genética. Emocionan de una manera bestial"

Has trabajado con grandes mujeres, de Sílvia Pérez Cruz a Rosalía. ¿Cómo es?
Entiendo que en el mundo de la música la mujer se entiende de una manera diferente, que hay voces femeninas que toman un peso. He tenido la suerte de trabajar con mujeres muy potentes. Al final, tampoco son mayoría las mujeres entre la gente con la que he trabajado. Hay una paridad extrema. El último disco que he hecho es con El Niño de Elche. Hemos hablado de Rodrigo Cuevas. Hace cuatro días estaba con Lee Ranaldo en Oslo preparando material nuevo... Es cierto que si mencionas a Rosalía, Maria Mazzotta o Sílvia Pérez Cruz...

¿De qué manera entra Jordi Oriol en la producción?
Nos conocemos hace muchos años con Jordi. Tenemos muchos amigos en común. Siempre me ha gustado mucho y, cuando nos encontrábamos, comentábamos a ver si haríamos algo juntos. Cuando me vienen a buscar del Festival Clàssics para saber si quería hacer algo, el año pasado, yo acababa de volver de Italia, estaba muy emocionado con la historia de la pizzica taranta. El concepto era la metamorfosis, que nos pegaba. La directora, Sira Abenoza, nos sugirió que incorporáramos una dramaturgia. Entonces ya hablamos con Jordi Oriol. Él quería trabajar sobre las bacantes, que están muy ligadas al tema, porque tienen todo eso del tránsito, el contacto con la naturaleza, desprenderse de lo que uno es a partir del vino, de la sangre. Ya en la primera reunión coincidimos en todo. Encajamos muy bien.

¿Que él también sea músico ayuda?
Ayuda. Por ejemplo, cuando hablamos de lo que tiene que hacer el coro, le puedo enviar la partitura. Eso no lo puedes hacer habitualmente... No sé cómo acabará, pero me gustaría que también tocara, en el concierto.

¿Qué hermana tu trayectoria reciente, desde lo que has hecho en solitario hasta los proyectos a dúo, con este trabajo?
Soy un músico poco ortodoxo, porque he encontrado una actitud diferente en la música tradicional. Cuando veo a una mujer mayor tocando la pandereta o a un guitarrista que acompaña a Marchena en los años cincuenta, encuentro algo con lo que me siento muy cómodo: una actitud casi punk. Bruta, muy enérgica, donde lo más importante es la emoción. Eso es lo que siempre busco por encima de cualquier cosa. La técnica me tiene que ayudar a llegar a la emoción, pero nada más. En la tradición encuentro melodías que han quedado medio tapadas por una manera de entender la música en que la instrumentación pasa por encima. Cuando hurgas, encuentras unas melodías espectaculares que llevamos grabadas en nuestra genética. Emocionan de una manera bestial. Es como una búsqueda de la canción, del momento en que estás viviendo y tocando. Es igual si lo estás haciendo bien, si vas a tiempo. Hoy en día, con las herramientas que tenemos para hacer música, puedes conseguir la perfección: todo a tiempo, muy afinado. Cuando lo importante es la emoción.

En medio de todos estos proyectos con tanta gente, ¿dónde queda Refree, el cantautor, el músico?
Siempre está. Si miro atrás, no veo ninguna separación con lo que he hecho. Cuando hago de productor, sí que estoy al servicio de otro, buscas que ese artista dé un paso hacia un lugar interesante, pero también que se sienta bien y cómodo. Cuando es un disco propio o a dúo, te colocas en otra posición. Al final, todo está unido. Cosas que he aprendido en discos que he hecho solo las he puesto en práctica en discos hechos a dúo. Y, aunque suene egoísta, en algunas producciones he dejado de hacer cosas porque ya estaba aburrido. Todo es un aprendizaje constante hacia un lugar que no sé cuál es. Por suerte, ahora tengo una vertiente más internacional: edito con un sello de fuera, toco más fuera que aquí... Todo de una manera muy tranquila, sin ansia de hacer más. Refree es cuando me apetece y siento que tengo algo que decir.

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