En 1687 una plaga de langostas asoló Barcelona. La ciudad se encomendó a la Virgen de la Mercè y, cuando la plaga remitió, el Consejo de Ciento la proclamó patrona de la ciudad. Desde mucho antes de esa ocasión y hasta hoy, 333 años después, las fiestas y las tradiciones han servido para conjurar los miedos, para celebrar, aprender y compartir y para explicarnos cómo somos y cómo queremos ser.

A través de la cultura y del hecho festivo, del reflexivo y del común, hoy hablamos de nuestro papel en la Tierra, de la necesidad de un planeta y una Barcelona habitables, no solo compatibles con la naturaleza, sino promotores de su protección y de nuestra relación sostenible con ella.

Nadie mejor que los que habitarán el mundo que hoy estamos dejando para invitarnos a sustituir el miedo por la determinación: esa langosta amenazante se convierte hoy en este insecto que nos muestra una niña y, a través de esta Mercè contemporánea, hablamos de la naturaleza como algo que no hay que temer, sino que hay que cuidar y procurar su viabilidad y nuestra convivencia con ella en el ámbito urbano.

Por eso, este año en la cartelería creada por Reskate se despliegan ardillas, vencejos, abejas, salamanquesas o abubillas. Son estas vecinas las que nos invitan a reflexionar sobre la biodiversidad de la ciudad.