Anne Carson. El ser poético

Anne Carson ha participado en dos actividades del Festival Barcelona Poesía, en el CCCB y en el Palau de la Música Catalana. © CCCB, 2025 / Miquel Taverna

Existe cierta dificultad para encontrar un verbo que describa el paso de Anne Carson por Barcelona. Dirías que estuvo, o que pasó por la ciudad, recitó, leyó, habló. Y después de irse, quedó un signo de interrogación que va más allá de la pregunta y que es un cuestionamiento sobre quién es ella, qué es lo que hace exactamente y qué quiere explicarnos.

La calidad casi mística de la presencia de Carson va unida también al mito de la poeta famosa y al miedo casi atávico que desde tiempos inmemoriales sienten los adoradores por la “persona” adorada. Un ser que es como una serie de líneas, un ángulo recto, el blanco, el negro, se deslizó por la ciudad como un ángel que pasa y que solo te das cuenta de que ha pasado por el extraño silencio que deja detrás de sí. “¿Qué ha ocurrido?”, nos preguntaremos. “¿Quién ha pasado?”

Anne Carson, ¿quién?

Lo fácil sería decir que es poeta, pero ella misma cuestiona esta definición vital cuando, en los libros que publica, como única biografía dice: “Nació en Canadá y se gana la vida enseñando griego antiguo”. Es decir, no “es canadiense”, sino que “nació en Canadá”; no “es profesora de griego antiguo”, sino que “se gana la vida enseñando griego antiguo”. Toda una declaración de intenciones. Así es también lo que escribe, imposible de definir, y este es quizá el origen del juego del gato y el ratón al que juega con sus lectores-adoradores desde hace años, explicándose a sí misma en los textos, y a la vez engañándonos, jugando con la propia biografía para contarnos mentiras y que así creamos que sabemos quién es sin tener claro quién es realmente, o imaginando que quizá ni es una mujer, ni es humana, y que solo la has imaginado. Hay un ser casi irreal que alimenta el mito precisamente porque la persona sola hace mucho tiempo que dejó de tener importancia, la persona que “nació en Canadá y se gana la vida enseñando griego antiguo” no le importa a nadie, pero existiendo nos recuerda que está ahí.

El ser real

Efectivamente, la persona llamada Anne Carson existe. Sabemos cosas de ella. Sabemos, por ejemplo, que escribe. Lo demuestran las decenas de libros que ha publicado, básicamente poesía, pero también ensayo, y los premios que ha recogido por todo el mundo, como el T. S. Eliot Prize, el Griffin Poetry Prize, el National Book Award y el Princesa de Asturias de las Letras, entre otros; también ha recibido las prestigiosas becas Guggenheim y MacArthur y es una eterna candidata al Premio Nobel de Literatura. Forma parte de la élite literaria norteamericana, aunque es reacia a integrarse en sus círculos.

Sabemos que está casada con el artista Robert Currie, con quien colabora en proyectos artísticos como el acto que tuvo lugar en el CCCB, en el seno del Festival Barcelona Poesía 2025. Y también que ella y Currie viven una parte del año en Islandia. Y pese a que desalienta la lectura biográfica de sus textos, sabemos que su madre murió en 1997 (la autora le hizo un epitafio en Red Doc>) y que, con su hermano, adicto a las drogas y que murió en el 2000, tuvo una relación complicada (el epitafio por su hermano se llama Nox). Sabemos, finalmente, que hace pocos años fue diagnosticada con Parkinson, lo que no le ha impedido seguir haciendo vida normal, adaptada, por supuesto, a las circunstancias.

© CCCB, 2025 / Miquel Taverna © CCCB, 2025 / Miquel Taverna

A partir de ahí, la persona deja de existir y se convierte en un personaje, o más bien en un no personaje. La forma en que se presenta al mundo la hace casi efímera, tiene un aspecto frágil y delicado que a menudo acompaña con un vestuario específico, pantalón, americana y corbata; el pelo, blanco, hasta el hombro. Unas gafas transparentes. En el fondo oscuro de un escenario, es una presencia irreal, casi un espectro. Ella lo sabe; lo que no sabemos nosotros es si esta intencionalidad de transparencia responde a una timidez natural, a una voluntad de hacer desaparecer a la persona para privilegiar el texto o a una actuación para dejarnos boquiabiertos con el misterio de la poeta efímera.

Todo esto es lo que sabemos, porque lo podemos ver, oír, notar. Todo esto es producto empírico de nuestros sentidos. Pero cuando termina la presencia comienza la irrealidad. Porque Anne Carson es conocida por lo que escribe, básicamente, y ha creado un canon poético propio que hace que sea difícil discernir en qué se basa. Sus conocimientos de griego antiguo y de la cultura clásica están presentes en todo lo que hace. Vemos el mito avanzar y retroceder en su obra como un nexo común entre el presente, el pasado y el futuro. Ahora bien, nos equivocaríamos si pensáramos que es una autora clásica, o que parte del canon literario y pretende seguir un camino marcado, o si viéramos en su obra una voluntad de formar parte de un entorno poético académico y reglado. Quizás por su relación (o su preferencia) por el arte, Carson pretende ser una descriptora de la contemporaneidad, por lo que sus textos sencillos y a la vez crípticos nos acercan a la intencionalidad artística básica, que podría ser la llamada a entender, y que no necesariamente debe ir unida a la comprensión.

Barcelona

Así, Anne Carson estuvo presente en Barcelona, y algunos afortunados pudieron constatarlo, aunque, al menos en el CCCB, pocos pudieron realizarle preguntas (la mayoría de las cuales respondió su marido, Robert Currie) tras una lectura performática de dos textos que son una declaración de intenciones. El primero, “Possessive Used as Drink (Me). A Lecture on Pronouns” (‘El posesivo como bebida (me). Una disertación sobre los pronombres’), lo leyó sentada, acompañada de una pantalla donde se veían bailarines, de un artista bordando y de una bailarina que entraba y salía del escenario.

El segundo poema, “By Chance the Cycladic People” (‘Por azar, el pueblo cicládico’), es una enumeración desordenada de datos curiosos sobre la ya desaparecida cultura cicládica, con énfasis en su imposibilidad de dormir. La autora leyó el texto, también sentada, siguiendo las enumeraciones de Robert Currie con un ruido blanco de fondo que acompañaba al texto, como en la lectura anterior.

En La Nit del Palau, acto de clausura del Festival de Poesía de Barcelona, la poeta simplemente recitó, o más bien leyó, un listado de “charlas breves” sobre el Homo sapiens. En este caso, mantuvo su imagen casi inexistente con el traje chaqueta negro y la camisa blanca, una mujer que puede parecer ausente, pero que está ahí por completo, o quizá demasiado incluso, y que se expresa mejor por escrito porque da la sensación de que está diciendo que el silencio puede decir más que las palabras.

Final

Y, al final, una presencia. “¿Por qué es famosa, Anne Carson?”, se puede preguntar cualquiera después de verla en directo. “¿Es poeta, Anne Carson?”, es otra pregunta. En una entrevista ha dicho que no se siente poeta, que la etiqueta le resulta pesada y presuntuosa. Afirma que deberíamos volver a la idea griega de poiesis: el poeta es alguien que hace. He aquí el final, la explicación que responde a la pregunta del principio. Anne Carson no es canadiense, no es profesora, no es poeta. Anne Carson, la persona, no sabemos quién es, se trata de un fantasma, de un mito, de un ser invisible. Podría no existir, podría ser una mentira. La Anne Carson que es famosa, la que conocemos, la que ella nos deja ver, la que hace de la emoción estética una fuente de verdad, existe solo como ser poético, un ser que no es, sino que hace: nace (en Canadá), se gana la vida (dando clases de griego antiguo), escribe poesía, viene a Barcelona.

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