Ciutat Vella frente al espejo

Fachadas de la calle de Botella, en el barrio del Raval. © Ajuntament de Barcelona / Laura Guerrero

Federico García Lorca decía que la esencia de la “gran, perenne e insobornable” Barcelona estaba en Ciutat Vella. En concreto, en la Rambla, que tenía “un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas al amanecer”. Hoy ese escenario lorquiano ha cambiado, pero las contradicciones persisten.

Ciutat Vella es a la vez el distrito que concentra la mayor parte de la oferta hotelera y cultural de la ciudad, y el que tiene menos renta per cápita y menos esperanza de vida. Es el centro de la ciudad y, demasiadas veces, contiene también los márgenes. Ha sido siempre y para todos los gobiernos municipales un rompecabezas difícil de resolver. También para el actual. El ejecutivo de Jaume Collboni se puso como prioridad del mandato impulsar una transformación a fondo del distrito. Una misión para la que se ha creado una herramienta específica: el Pacto por Ciutat Vella. Liderado por Ivan Pera —que es el comisionado del Pacto—, este organismo pretende, a grandes rasgos, promover el diálogo entre los diversos agentes que hay en el distrito para trazar una hoja de ruta que permita transformar los barrios del centro de Barcelona en una década.

Se trata, en el fondo, de que Ciutat Vella se mire en el espejo. Pero no solo para encontrarse los defectos, sino también, y sobre todo, para reconciliarse con sus oportunidades. “Debemos sacar lo mejor que tenemos para que sea palanca de cambio de todas las problemáticas”, explica Pera. El Pacto se presentó en sociedad el pasado 10 de julio, pero llevaba meses de trabajo a sus espaldas. “Durante el primer año nos hemos visto con más de 170 entidades. Este segundo curso debe acabar con una hoja de ruta sobre la mesa”, expone el comisionado. El objetivo es que, durante 2025, se haya definido un plan de acción estratégico con el horizonte de 2035.

Acto de presentación del Pacto por Ciutat Vella, en el auditorio del Conservatori del Liceu, el pasado julio. © Ajuntament de Barcelona / Ceci Fimia Acto de presentación del Pacto por Ciutat Vella, en el auditorio del Conservatori del Liceu, el pasado julio. © Ajuntament de Barcelona / Ceci Fimia

El primer paso será un diagnóstico conjunto sobre el distrito. Hasta el verano de 2025 se celebrarán varias jornadas, sesiones de trabajo y encuentros para definir cuáles son los principales retos y cómo abordarlos. Se dividirán en cuatro grandes ejes: personas —que incluye salud, educación, vivienda y cultura—, espacio público —con debates sobre seguridad, limpieza, movilidad y urbanismo—, economía —con el comercio, el turismo y el paro como debates candentes— y vínculo, cuyo objetivo es recuperar el orgullo del distrito y cohesionarlo.

Algunos datos a tener en cuenta de cara a este diagnóstico. Según el Observatorio de distritos de 2024, en Ciutat Vella viven actualmente 106.500 personas, de las cuales más de 47.000 lo hacen en el barrio del Raval, uno de los más densos de Europa. La esperanza de vida del distrito sigue siendo la más baja de la ciudad (82,4 años), al igual que la renta disponible de los hogares per cápita —15.157 euros, lejos de los 21.264 euros de media en Barcelona—. Pese a tener el índice de envejecimiento más bajo de la ciudad, hay más de 1.070 personas mayores de 85 años que viven solas en Ciutat Vella. A esto se suma el hecho de que el 80,3% de las viviendas del distrito son de construcción anterior a 1960, mientras que en toda la ciudad este dato tan solo es del 36,6%.

Caminar por el distrito acaba de completar la fotografía, con la drogodependencia y el sinhogarismo como problemas sociales más visibles a pie de calle. Todo ello supone un cóctel que desemboca en otro de los datos relevantes del Observatorio de distritos: durante 2023, 10.590 vecinos de los cuatro barrios fueron atendidos en centros de servicios sociales. Esto significa que un 11,1% de las atenciones realizadas en Barcelona se llevaron a cabo en Ciutat Vella, una cifra bastante superior al peso que el distrito tiene sobre la población de la ciudad (el 6,4%).

La gestión del turismo

A diferencia de otras ciudades que han concentrado la parte más vulnerable de la población en la periferia, en Barcelona se sitúa en el centro. Esto hace de Ciutat Vella un distrito contradictorio en muchos aspectos. Es uno de los epicentros del turismo en la ciudad, con casi uno de cada tres hoteles de la capital catalana, que absorben a buena parte de los turistas que llegan.

Esto tiene un impacto directo sobre los vecinos, que no solo sufren la masificación de algunas de sus calles, sino que ven cómo el tejido comercial se transforma decisivamente. La proliferación —ahora acotada— de tiendas de recuerdos, supermercados 24 horas, o tiendas cannábicas o de carcasas de móviles son algunos ejemplos. La vivienda acaba siendo, una vez más, uno de los principales campos de batalla de este choque de intereses. Al ser al mismo tiempo zona turística y vulnerable, Ciutat Vella sigue siendo hoy uno de los distritos de la ciudad con más desahucios.

Capítulo aparte merece el terreno de las percepciones. En 2023, los vecinos de Ciutat Vella puntuaban con un 6,41 sobre 10 la satisfacción de vivir en alguno de sus barrios, la nota más baja entre los diez distritos de la ciudad. Preguntados por los problemas más graves, los ciudadanos de los barrios del Raval, el Gòtic, la Barceloneta y Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera coincidían en señalar la inseguridad como el más destacado.

Los datos apuntalan esta percepción: Ciutat Vella fue, en 2023, el distrito donde más delitos se cometieron: 451 por cada 1.000 vecinos, la inmensa mayoría, hurtos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que también es el más concurrido por los turistas, por lo que la ratio de delitos por habitante no se ajusta a la cantidad de personas que pasan por él cada día.

Incertidumbre sobre el proceso

Con toda esta lista de retos, el trabajo del Pacto por Ciutat Vella es ingente. Todo ello, además, en uno de los distritos más diversos de la ciudad. Los extranjeros superan la mitad de la población (un 52,3%), el mayor porcentaje de Barcelona. Y en las últimas elecciones municipales de 2023 fue el distrito que menos votó, con un 47,2% de participación. Ivan Pera concede que hay trabajo por hacer, pero se rebela contra el discurso de que Ciutat Vella es una causa perdida. Lamenta que se haya “estigmatizado” el distrito. “Se ha estigmatizado de tal modo que parece que el centro de la ciudad se haya ido hacia arriba, hacia Gran Via - paseo de Gràcia, y lo que queda por debajo es ese territorio lleno de turistas y de problemas”, critica.

Ante esto, considera que el Pacto por Ciutat Vella representa una oportunidad para volver a transformar con decisión el distrito en la próxima década. Sin embargo, admite que los vecinos no pueden esperar tanto tiempo a encontrar algunas soluciones, y por eso defiende la doble vía que supone, por un lado, el trabajo diario del Ayuntamiento —con un presupuesto de 225 millones de euros en inversiones para Ciutat Vella durante el mandato y medidas ya en marcha, como el Pla Endreça, la renovación de la Rambla y de la Via Laietana, las inversiones en la Barceloneta o la elaboración de un nuevo Plan de Usos— y, por otro, el trabajo más a largo plazo que pueda realizar el Pacto.

La “mesa de los improbables”

El reto del Pacto es impulsar una gran transformación del distrito que, a diferencia de planes anteriores —como el que llevó a la creación del MACBA y el CCCB en los años ochenta o el que posteriormente desembocó en la nueva rambla del Raval—, no actúe solo sobre la piel del barrio con una gran operación urbanística, sino que vaya más allá. De entrada, habrá que poner de acuerdo a los agentes del distrito que participarán en él. Pera destaca la importancia de poder sentarlos en un mismo espacio de trabajo, y pone como ejemplo el hecho de que vecinos y restauradores puedan dialogar sobre aspectos como las limitaciones de ruido en la calle. Habla, tomando las palabras del filósofo Francesc Torralba, de crear “una mesa de los improbables” en la que se puedan poner de acuerdo varios actores.

Por ahora, las entidades miran con prudencia el proyecto. Desde Amics de la Rambla, el presidente, Pau Bosch, celebra que haya un foro como este porque “Ciutat Vella es un distrito que tiene mucha problemática”, aunque querría que fuera más deprisa. Por su parte, el presidente de Tot Raval, Óscar Esteban, también confía en que el Pacto pueda dar un impulso al distrito. Pero avisa de que hay que huir de las recetas “solo securitarias”, y reclama reforzar los servicios sociales e invertir en programas y acciones ya existentes. Coincide con él Enric Canet, del Casal dels Infants del Raval, que sostiene que lo más importante es “mantener a la gente en el barrio” y que puedan vivir “con dignidad”. Otras asociaciones, como la Xarxa Veïnal del Raval, la Associació de Veïns i Veïnes del Barri Gòtic o el colectivo de la Antiga Massana, han alertado del riesgo de que la participación de las entidades del barrio sea “meramente simbólica, sin capacidad real de influencia”.

Tras un año de preparativos, llega la hora de la verdad. El Pacto cuenta con un Consejo Asesor que incorpora 22 personalidades vinculadas al distrito —desde exconcejales hasta miembros de entidades, instituciones y representantes del movimiento vecinal— y al consistorio. Deberá velar por el correcto despliegue de las medidas con las que Ciudad Vella quiere encarar su transformación.

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