Dinámicas y retos del turismo urbano
Turismo, el peligro de morir de éxito
- Dosier
- Ene 25
- 14 mins
La percepción que tienen los residentes sobre la expansión del turismo urbano, que comporta una disolución de la frontera entre espacios turísticos y espacios locales, empeora cada vez más. Como resultado, ciudades como Ámsterdam i Copenhague han tomado medidas para evitar sus efectos negativos. Algunas están teniendo más éxito que otras, pero es necesario esperar para comprobar su efecto real.
Las ciudades siempre han tenido un importante papel en el turismo, pero la aparición de un sector específico de “turismo urbano” es relativamente reciente. En el sur de Europa, por ejemplo, los procesos de urbanización turística de los años sesenta y setenta se centraron en destinos turísticos de costa, con una población residente más o menos pequeña. La expansión del turismo recibió el impulso de un nuevo desarrollo urbanístico, que incluía la construcción de hoteles y bloques de apartamentos cerca del mar.[1]
La mayoría de los debates en torno al progreso turístico en esa época se centraban en los efectos medioambientales de la urbanización creciente. En el norte de Europa, las grandes ciudades empezaron a ser reconocidas como centros de turismo cultural en la década de los ochenta, cuando las presiones económicas animaron a las urbes en proceso de desindustrialización a pasar de la industria manufacturera a los servicios. También adquirieron cada vez mayor importancia como hubs del turismo de negocios, con la apertura de muchos centros de conferencias y exposiciones en las décadas de los años ochenta y noventa.
Así pues, con el cambio de milenio, en muchas zonas urbanas de Europa ya se había establecido un sector turístico reconocible. Sin embargo, el desarrollo de las actividades turísticas estaba relativamente separado de la vida cotidiana de la ciudad y sus residentes. Los enclaves de alojamientos turísticos se solían agrupar alrededor de los principales hubs de transporte o cerca de los distritos de ocio del centro de las ciudades. Esta situación fue descrita por Gregory John Ashworth i John E. Tunbridge en su modelo de “ciudad turístico-histórica”.
Sin embargo, con la expansión del turismo urbano, las divisiones entre espacios turísticos y espacios locales empezaron a disolverse. El estudio City Tourism & Culture. The european experience sobre turismo urbano y cultura, elaborado en 2005 por la Comisión Europea de Viajes / OMT, indicaba un crecimiento significativo de este tipo de turismo, con un aumento del 38% en las pernoctaciones en ciudades europeas entre los años 1993 y 2000. Un fenómeno que atrajo la atención de los responsables de las políticas urbanas, deseosos de obtener el máximo rendimiento de los turistas culturales de alto poder adquisitivo. Algunas ciudades, como Barcelona, también aprovecharon el desarrollo turístico impulsado por grandes celebraciones, como los Juegos Olímpicos de 1992 y el Año Gaudí de 2002, para atraer visitantes y apoyar iniciativas de placemaking.[2] El éxito de estas acciones animó a la capital catalana a organizar, en 2004, el Fórum Universal de las Culturas, un encuentro sobre el diálogo cultural promovido por la UNESCO.
En un principio, el turismo era visto con buenos ojos tanto por los responsables políticos como por los residentes. Pero en 2004 se experimentaron los primeros indicios de los cambios que estaban por venir. El Fórum generó un sentimiento negativo entre muchos residentes, que se sintieron excluidos por las elevadas tarifas de entrada, los precios inflados de la comida y el patrocinio empresarial. Fue una alerta prematura de las fisuras del “modelo Barcelona” postolímpico.
Un cambio de percepción a lo largo de los años
La preocupación creciente de los responsables políticos llevó a Jordi Portabella, entonces concejal de Turismo, a encargar, a finales de 2004, un estudio sobre el posicionamiento de los residentes en relación con el turismo. Sin embargo, la investigación demostró que los barceloneses seguían siendo muy partidarios, en concreto, del turismo cultural: más del 90% eran favorables a un mayor crecimiento del turismo, y el 91% estaban de acuerdo en desarrollar el turismo cultural. Aunque los resultados iniciales no encajaban con lo previsto por los políticos, se decidió continuar supervisando el posicionamiento de los residentes, y la investigación en curso se incorporó al Observatorio del Turismo en Barcelona. El estudio proporciona una imagen longitudinal única de la relación entre el turismo y la ciudad, y muestra cómo han cambiado las opiniones a medida que el turismo urbano ha ido creciendo.

Si en 2005 y 2006, alrededor del 70% de los residentes apoyaron la idea de que Barcelona atrajera a más turistas, esta cifra cayó bruscamente hasta alrededor del 50% en 2007, lo que reflejaba un malestar en aumento respecto al ritmo de crecimiento del turismo. Entre 2007 y 2012 volvió a aumentar, probablemente por la influencia de la crisis económica de aquellos años. Desde entonces, el apoyo al turismo no ha dejado de disminuir, acompañado de un creciente porcentaje de habitantes que creen que Barcelona ha tocado techo. El punto de inflexión se produjo en 2016, cuando los posicionamientos negativos frente al turismo pasaron a ser mayoritarios. Desde la pandemia, el sentimiento antiturístico se ha mantenido alto: más del 60% de los residentes manifiestan que la ciudad ha alcanzado el límite, un nivel comparable al de 2019.
El cambio de posicionamientos también ha afectado los comportamientos. En 2011, alrededor del 60% de la población manifestaba, en la encuesta, que había tenido contacto regular con turistas en la ciudad. Esta cifra aumentó hasta el 70% en 2014 a medida que crecía el número de turistas. Sin embargo, a partir de 2015 el contacto con los turistas disminuyó, lo que sugiere que la población local los evitaba activamente, y rehuía las zonas turísticas.
Este análisis muestra que la preocupación por el crecimiento del turismo urbano es anterior a la llegada de Airbnb a Europa en 2011. Aun así, la plataforma ha llegado a representar muchos de los retos asociados a esta actividad. Ha sido pionera en un nuevo modelo, que integra a los turistas en el propio tejido de la ciudad: ya no están confinados en enclaves con hoteles e instalaciones orientadas al turismo, sino que ahora pueden penetrar en los barrios residenciales. Este cambio transformó el antiguo modelo de “ciudad turístico-histórica” de los años noventa en el concepto moderno de “vivir como los locales”. Los visitantes se han lanzado en masa a experimentar la vida local en ciudades como Barcelona, Lisboa y Berlín, gracias, en parte, a Airbnb y a las aerolíneas de bajo coste, como EasyJet y Vueling. En consecuencia, el coste de llegar a ciudades populares y alojarse en ellas se ha reducido drásticamente, dando paso a lo que se ha denominado “nuevo turismo urbano”.[3]
En 2004, Barcelona recibió 4,4 millones de turistas. En 2019, las llegadas habían crecido hasta los 20 millones.
El nuevo turismo urbano prospera en barrios cool, que ofrecen una mezcla atractiva de bares, restaurantes y cultura local. La encuesta de Time Out sobre los barrios más cool del mundo (World’s Coolest Neighbourhoods) sigue esa tendencia. En 2024, los resultados sitúan a Notre-Dame-du-Mont, en Marsella, Mers Sultan, en Casablanca, y Pererenan, en Bali, como los tres barrios más de moda del mundo. Barcelona ha aparecido seis veces en la clasificación en los últimos siete años, con barrios como Gràcia, el Clot y el Poblenou, zonas que antes no registraban un flujo turístico significativo.
La afluencia de visitantes ha aumentado la presión sobre el espacio urbano. En 2004, Barcelona, con una población residente de 1,6 millones, recibió 4,4 millones de turistas. En 2019, las llegadas habían crecido hasta los 20 millones, para una población de 1,7 millones, lo que se tradujo en un aumento de la ratio de llegada de turistas por residente de 2,75 a 11,8, es decir, más de cuatro veces superior. Las cifras cayeron durante la pandemia, pero después, con 15,6 millones en 2023,[4] la ratio seguía siendo de 9,2 turistas por cada residente. Este incremento no puede atribuirse únicamente a Airbnb; también refleja el crecimiento del alojamiento en hoteles y plazas en líneas aéreas de bajo coste. Dicho de otro modo, es el resultado de un modelo turístico basado en aumentar el número de visitantes, en lugar de maximizar el gasto de cada turista o centrarse en grupos de visitantes concretos.
Algunas medidas integrales
En los últimos tiempos, este tipo de desarrollo turístico se ha convertido en el blanco de las críticas en otras ciudades. Una serie de protestas en Tenerife, Alicante o Ibiza, entre otras, han reclamado un cambio en el modelo turístico, al que algunos residentes culpan de problemas como el aumento de los alquileres, la subida del coste de la vida, la decadencia de las comunidades y la degradación del medio ambiente. Como respuesta, algunas ciudades han introducido medidas para afrontar estos nuevos retos. Entre las más integrales están las aplicadas en Ámsterdam.
Las medidas para controlar el turismo en esta ciudad neerlandesa se introdujeron a través de la política de “turismo en equilibrio”, desarrollada en 2019 después de que 30.000 residentes pidieran un nuevo planteamiento de la política turística. Actualmente, la ciudad impone una tasa del 12,5% del precio de los alojamientos turísticos, la más alta de Europa. Las acciones reguladoras también han incluido restricciones en Airbnb: los anuncios de pisos se redujeron de 16.648 en marzo de 2021 a menos de 3.000 en octubre del mismo año. También se prohibió que se abrieran hoteles nuevos. Además, la ciudad ha implantado la prohibición de fumar porros y beber alcohol en espacios públicos de zonas céntricas, y ha ilegalizado las beer bikes [bicicletas grupales con un bar incorporado para beber cerveza mientras se pedalea] y los tours turísticos con grupos grandes. Ámsterdam también ha intentado distribuir el turismo de un modo más uniforme por la ciudad, animando a los visitantes a explorar nuevos barrios y atracciones regionales. Los esfuerzos locales también incluyen campañas de desmarketing dirigidas a determinados grupos —sobre todo a los jóvenes británicos—, que utilizan las redes sociales para disuadir de comportamientos indeseables.
Un reciente informe sobre la aplicación de la tasa turística en Ámsterdam concluía que el impuesto debería ser unas tres veces superior para que tuviera un impacto real en el número de visitantes.
Sin embargo, todavía no está claro el grado de impacto que las medidas adoptadas en Ámsterdam o en otras ciudades puedan estar teniendo, y es que, pese a la subida de las tasas turísticas, los visitantes siguen llegando. En 2023, la ciudad registró más de 22 millones de pernoctaciones, pese al acuerdo del Ayuntamiento de restringir esa cifra a 20 millones. Un reciente informe sobre la aplicación de la tasa turística concluye que el impuesto debería ser tres veces superior para que tuviera un impacto real en el número de visitantes. Mientras, la oferta de anuncios de Airbnb ha vuelto a subir y ha llegado a casi 10.000 en el 2024. Aunque la cifra es inferior a los niveles registrados antes de los nuevos controles, paulatinamente está volviendo a las cantidades anteriores. También se siguen abriendo nuevos hoteles, ya que algunas licencias de desarrollo se concedieron antes de que se introdujera el stop en los hoteles, en abril de 2024.
Según el experto en turismo Stephen Hodes, los intentos de extender la afluencia de visitantes a zonas fuera de Ámsterdam tampoco han tenido mucho efecto. Hodes argumenta que los visitantes que se quedan en las afueras de la ciudad no hacen sino liberar espacio en el centro para más turistas. Además, los que se alojan fuera de la ciudad suelen desplazarse a diario, lo que aumenta la presión sobre los servicios de transporte.
Teniendo en cuenta que parece que los controles económicos, normativos y espaciales han tenido hasta ahora poco impacto en Ámsterdam, quizá haya que adoptar planteamientos más creativos. En este sentido, Copenhague ha destacado entre otras ciudades por tomar una serie de medidas basadas en la persuasión, más que en los controles directos. En 2021, la ciudad introdujo la estrategia Tourism for Good. Se trata de un planteamiento más amplio del desarrollo turístico, con objetivos de sostenibilidad basados en tres pilares: el turismo debe acelerar la transición ecológica, crear encuentros enriquecedores y generar mayor valor socioeconómico para más personas. Dado que el control no empezó hasta 2022, aún es pronto para saber si la estrategia tendrá éxito. Sin embargo, Wonderful Copenhagen, la organización de marketing turístico de esta ciudad, está haciendo esfuerzos para que el sector del turismo se sume y ha creado un “laboratorio de legado”, cuyo objetivo es fomentar que los eventos de la ciudad tengan un mayor impacto en el territorio a largo plazo.
Habrá que esperar para ver si los esfuerzos de Copenhague influyen en el volumen o la calidad de su turismo urbano. El seguimiento de las tendencias en este terreno ha sido especialmente difícil debido al impacto de la pandemia de la covid-19, que redujo drásticamente estos flujos turísticos. Sin embargo, los primeros datos turísticos para 2024 sugieren que la mayoría de las ciudades ya han recuperado o superado los niveles de visitantes de 2019. El aumento medio del número de visitantes de las ciudades que nutren la base de datos TourMIS[5] ha sido del 5,5% en los primeros ocho meses de 2024. De igual modo, el número de visitantes a las atracciones turísticas de las ciudades europeas aumentó casi el 14% de media en 2023. Estas cifras parecen indicar que las urbes siguen experimentando los efectos del “turismo de venganza” a consecuencia de la covid, con consumidores deseosos de aprovechar las oportunidades para viajar. Los datos sugieren que el turismo urbano seguirá creciendo y, asimismo, crecerán también las presiones asociadas, que probablemente se verán exacerbadas por el aumento de la población residente en muchas ciudades. En el futuro, los planificadores tendrán que idear soluciones todavía más creativas para hacer frente a retos inevitables.
Referencias bibliográficas
Gerritsma, R. “Overcrowded Amsterdam: Striving for a balance between trade, tolerance and tourism”. Overtourism: Excesses, discontents and measures in travel and tourism, 125-147. CAB International, Wallingford, 2019. via.bcn/qLnK50Uo51x
Richards, G. Rethinking Cultural Tourism. Edward Elgar, Cheltenham, 2021. via.bcn/MZ8k50UnCSq
[1] Clavé, S. A. y Wilson, J. “The evolution of coastal tourism destinations: A path plasticity perspective on tourism urbanisation”. Journal of Sustainable Tourism, 25(1), 96-112. 2017.
[2]Richards, G. “Placemaking in Barcelona: From ‘Paris of the South’ to ‘Capital of the Mediterranean’”. MNNieuws, 8-9. 2016. via.bcn/eAxq50UnE2C
[3]Füller, H. y Michel, B. “‘Stop Being a Tourist!’ New Dynamics of Urban Tourism in Berlin-Kreuzberg”. International Journal of Urban and Regional Research,38(4), 1304-1318. 2014.
[4] Observatorio del Turismo en Barcelona, 2024.
[5] TourMIS. Monitor de recuperación del turismo urbano en Europa. 2024. www.tourmis.info
Publiaciones recomendadas
Small cities with big dreams Greg Richards y Lian Duif Rouletge, 2018
Eventful cities Greg Richards y Robert Palmer Rouletge, 2010
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