La música urbana, un grito generacional

Retrat de 31 FAM. © Arxiu DELIRICS

En los últimos años, Barcelona y el área metropolitana han sido escenario y testigos de un movimiento predominantemente juvenil y estilísticamente mutante que ha plasmado a través de la música, con estilos como el trap, el hiphop y el reguetón, las preocupaciones generacionales y nuestra relación con la ciudad. Son artistas que representan lo que se llama la urbana.

El debate sobre qué es la música urbana todavía continúa vigente hoy en día. Es una discusión compleja y encarnizada, y establecer los límites de este género no es nada fácil. Uno de los motivos es que sus fronteras no siempre son nítidas y se vuelven difíciles de definir. Bajo esta etiqueta se incluyen el reguetón, el trap, el hiphop, el rap y los ritmos propios de la música latina y negra. ¿Dónde empiezan y acaban el uno y el otro? A eso se suma un fenómeno adicional: con el avance de la tecnología, la mejora de la accesibilidad y el creciente dominio de la producción, los artistas del género urbano cada vez son más camaleónicos y trabajan con registros más variados. Como comenta Sr. Chen, músico y productor de confianza de Lildami: “La urbana hay que cogerla con pinzas. La escena tiene más que ver con lo que pasa fuera, el management, los premios, las discográficas, que con el artista”.

Más allá del rico ecosistema y la heterogeneidad de sonidos, la música urbana acostumbra a tener un denominador común: la protesta, la reivindicación de los derechos sociales y el inconformismo generacional. Barcelona, y por extensión Cataluña, ha sido zona volcánica con respecto a la actividad y la presencia de los estilos suburbanos. Algunos de estos nombres han trascendido al ámbito local y suenan en el resto del Estado español, e incluso se propulsan por todo el mundo.

Los orígenes: del rap de la vieja escuela a los nuevos ritmos urbanos en catalán

La ciudad de Barcelona ha sido siempre un escaparate exquisito y ha funcionado como fértil bioma musical, y la música urbana no ha sido la excepción. El rap entró en Cataluña a finales de los noventa gracias a la aparición de Violadores del Verso, SFDK o ToteKing. El hiphop en catalán debe su buena forma, en parte, a la musculatura de propuestas como El Disop, Porta y At Versaris, que no solo tuvieron el coraje de rimar en catalán, sino que de rebote también dinamitaron estereotipos y prejuicios lingüísticos.

Bajo la influencia de estos precursores surgieron con consistencia apuestas como la de Senyor Oca, banda de hiphop creada en 2012 en Barcelona, liderada por MC Sergi Sala, con cinco discos en el bolsillo y todavía en activo. Junto a Senyor Oca hay que destacar nombres actuales como Koers, grupo leridano con una madurez sonora hecha de reggae y dancehall, o los valencianos ZOO, que mezclan electrónica con rap y rock. En 2022 también vivimos el retorno de Adala, aplaudido por un sonido que tiene que ver con el afrobeat, los vientos y el reggae. Este año publica Klima y pone sobre la mesa preocupaciones morales y medioambientales.

Primero rap y después trap: la P.A.W.N. Gang como cuna

Los primeros trapers catalanes surgieron de YouTube y de la autoproducción. En este contexto irrumpen diferentes artistas, a través de las redes y con vídeos en internet. Es el caso de Pxxr Gvng, cuarteto que inició su proyecto cuando sus miembros coincidieron en Barcelona o de Dora Black (dúo formado por los barceloneses Pimp Flaco y Kinder Malo). También Cecilio G, que creció y se forjó en las calles del Poblenou, y que es emisor de letras marcadas por su paso por la prisión, la muerte del padre y la adicción. Pero si hablamos de los inicios del trap en Cataluña, debemos remontarnos a uno de los capítulos dorados de la música urbana en España. Un capítulo que tiene nombre propio: P.A.W.N. Gang.

Retrato de P.A.W.N. Gang. © Arxiu DELIRICS Retrato de P.A.W.N. Gang. © Arxiu DELIRICS

El trap se planta en España a través de este colectivo barcelonés. Aunque la primera aparición musical de la P.A.W.N. tuvo lugar en 2012 con el sencillo “A-Kuatra Set”, no fue hasta 2016 que llegó el primero de sus tres álbumes, Al final es asho, considerado todavía hoy el disco fundacional del trap español y, sobre todo, el replanteamiento de las reglas del mercado de la urbana en catalán. Sus integrantes —Teuma Thug, Monrra Straps, Lil Guiu, Good Jan, Yung Mare y Willfree— militan en la inconformidad a través de la rima, una decisión innovadora, ya que hasta entonces el catalán no parecía una lengua apta para a este género. Good Jan habla con toda naturalidad del uso del catalán: “Es nuestro idioma de toda la vida. Además, las rimas en castellano ya están muy gastadas. En catalán, en cambio, todo estaba por hacer”. El fenómeno P.A.W.N. Gang ayuda a entender la emergencia posterior de grupos, colectivos y artistas en solitario que seguirán sus pasos. “La música urbana se ha acabado integrando en la cultura catalana, pero nosotros veníamos de la segregación”, dice Teuma Thug. Además, hay un orgullo tras esta posición. A propósito del mixtape Oli d’uliba (2020), Willfree asegura que es un título que resume muy bien su denominación de origen. “Somos de aquí, somos catalanes”, dice.

Algunos de los miembros de la P.A.W.N. han probado suerte con una carrera en solitario. Una de las más celebradas ha sido la de Teuma Thug, un buen ejemplo de la gran libertad creativa. Su música es más sofisticada en el aspecto instrumental e incorpora líricas que apelan a las preocupaciones generacionales. El artista busca la controversia, rompiendo tabúes y escribiendo sin pelos en la lengua, a pesar de las críticas que puedan comportar sus letras. Según el cantante: “La controversia depende del punto de vista. Un mismo contenido que en los Estados Unidos no es percibido como machista aquí sí que lo es, pero la P.A.W.N. Gang no somos machistas”, declaraba en Enderrock.

Retrat de Sofía Gabanna. © Agus Izquierdo Retrato de Sofía Gabanna. © Agus Izquierdo

El estallido metropolitano de la música urbana

Barcelona ha sido un nido de talento emergente y, al mismo tiempo, testimonio y espacio de cultivo para una serie de generaciones que hace años que trabajan para normalizar su música y hacerse un sitio en el circuito comercial y nacional. Podemos decir que lo han conseguido.

No podemos olvidar otros nombres más mainstream y de proyección mundial como Rosalía, Nathy Peluso, Sofía Gabanna o Bad Gyal. La última, con su extraña pero efectivísima mezcla de la música urbana, con estilos como el dancehall, el reguetón, el trap o el R&B, se ha convertido en un referente de feminismo desacomplejado. Desde 2016 ha publicado cuatro discos y diversos sencillos que se han situado en las listas, como “Indapanden”, “Internationally”, “Pussy”, “Tu Eres Un Bom Bom” o “Zorra”. Bad Gyal explica que al principio tuvo que proteger su música con “una energy” a la defensiva, en la que debía justificar y explicar sus mensajes. Eso ilustra muy bien cómo la urbana entró en Cataluña, de una forma violenta ante un público que primero se tuvo que aclimatar. A pesar de la virulencia, Bad Gyal se presenta como una “tía supernormal”, aunque la gente la vea representada como una diva.

Retrat de La Queency. © Agus Izquierdo Retrato de La Queency. © Agus Izquierdo

De Vilassar de Mar también ha salido Katta Lana, integrante del sello autogestionado y feminista El Pecado Records, que editó también en sus inicios a La Queency, nombre artístico de la tarrasense Francina Gorina, que acaba de publicar en solitario su primer EP, Pussy Roig (2021). La Queency es una artista satélite, en el sentido de que triunfa desde los márgenes y fuera de los circuitos más comerciales. La rapera, que no renuncia a tener éxito desde la contracultura, reivindica su compromiso social cuando dice que “ser de barrio no es hablar de cierta manera, sino tener conciencia de barrio: ir a manifestaciones y parar desahucios. El discurso de clase podría haber calado de una forma coherente aquí en Cataluña a través del trap, pero tengo la sensación de que se está cogiendo la parte más superficial y se está perdiendo su sentido más genuino y auténtico”.

En Terrassa también ha surgido uno de los nombres más relevantes de la música urbana en catalán en su vertiente más comercial: Lildami, nombre artístico de Damià Rodríguez, es graduado en Ingeniería de Diseño Industrial e irrumpió en la escena en 2017. Ahora el tarrasense puede presumir de una trayectoria intensa y frenética, con cinco álbumes y una decena de sencillos y EP. El último disco, Viatge en espiral (2021), sintetiza el mestizaje entre géneros musicales (un claro ejemplo es “Ramiro”, en el que se atreve con una habanera). La música de Lildami y sus escuderos (Mariona Batalla y Sr. Chen) encarna todo el potencial del trap y los ritmos bailables y, al mismo tiempo, mantiene la consonancia con el hiphop más clásico, el rap u otros subgéneros, con un sonido genuino, flexible y cambiable. Para construir su sonido se ha inspirado en grupos catalanes como Manel u Oques Grasses, pero sobre todo en música de los Estados Unidos, de donde obtiene referencias.

Retrat de Sr. Chen. © Joana de Querol Retrato de Sr. Chen. © Joana de Querol

Y hablar de Lildami es hacerlo también, en gran medida, de Sr. Chen, productor y artista con carrera en solitario que se ha convertido en una especie de artesano de canciones. Es uno de los responsables de la sonoridad de Lildami, pero también de nombres como Yung Rajola o El Noi de Tona. De procedencia leridana, Rajola ha sido clave para entender una nueva hornada de raperos en catalán que se han forjado un estilo peculiar y atípico. Ha publicado el álbum Cor trencat (2021) y en 2022 ha lanzado “La cançó + bonica que he escrit mai”. Por su parte, El Noi de Tona (que no es de Tona, sino de Valldoreix, Sant Cugat del Vallès) toma el nombre artístico del personaje y pregonero novecentista y trabaja en un producto musical en el que fusiona las nuevas corrientes urbanas con el hiphop más old school. También de Sant Cugat, y siguiendo con este linaje que sitúa el Vallès Occidental como un punto sísmico de la urbana en catalán, está Spxxn P, artista que se autodefine como multidisciplinar y que este año publicará el álbum Demà el món s’acaba (de momento, podemos escuchar un adelanto del disco: “Mermelada”). Al single “Travis”, Spxxn P rima con Pol Bordas, rapero gerundense que acaba de publicar el EP El dia més curt de la setmana, y se desmarca a través de un sonido original y sofisticado con muestreos, ambientes instrumentales contrapuestos y guitarras eléctricas.

Mención honorífica merece el macarrismo de Baya Baye, que escupe un trap catalán de barrio, puro, punzante, sin filtros y muy gangsta. A pesar de su compromiso social, no se considera un rapero político: “Mi política es ir contra la política. No quiero ser el sonido de los independentistas”. Y también destacan Queralt Lahoz, que no deja de cautivar con la mezcla de sonidos flamencos y el hiphop, y a través de un compromiso social que la acerca a la canción de protesta: “Yo tengo una necesidad ahora de explicar cosas que me hacen daño y que me molestan”, explica. La barcelonesa Cooba (Carolina Costa) entra en la escena urbana con una apuesta firme, arriesgada y peculiar, y una tonalidad más nostálgica en la que las bases de pop dialogan con ritmos latinos y predominantes en géneros como el rap y el trap. “2000” es uno de sus temas insignia y hace poco publicó Pirineus (2021). Orbitando en la escena catalana también sobresalen nombres como Caldo, Noxtorn, Massaviu, Kharnassein, La Tia Figa, Lluc, Will.x.o o La Clika Pika.

Retrat de Flashy Ice Cream. © Arxiu DELIRICS Retrato de Flashy Ice Cream. © Arxiu DELIRICS

Sabadell: epicentro de la escena con 31 FAM, Santa Salut y Flashy Ice Cream

La cocapital del Vallès Occidental ha sido la punta de lanza en la música urbana gracias a un conjunto de artistas, agrupaciones y sinergias que han generado todo un movimiento. Así, Sabadell puede presumir de haber generado grupos como los Flashy Ice Cream. Sus álbumes Brillar o morir (2019) y Don Gelato (2020) han conectado con el público joven. Al reflejo generacional en sus letras se suma una posición firme con respecto al conflicto nacional, el desencantamiento político y la necesidad del uso de la lengua catalana: “Hemos vivido una de las mayores crisis. Hace falta un replanteamiento económico, social y cultural por parte de las nuevas generaciones”.

La sabadellense Santa Salut, nacida en 1998, se formó escuchando rap y hiphop durante su adolescencia, unos movimientos que asegura que estaban muy presentes hace años, incluso masificados. En 2019 publicó el EP Conversaciones Internas y actualmente es una de las voces más esperadas, aclamadas y esperanzadoras de la escena urbana actual. Se trata de una artista que destaca por un mensaje claramente feminista, antifascista y en defensa de la clase obrera, con canciones en las que deposita “la agresividad y la frustración que sienten las nuevas generaciones”.

Sin salir de Sabadell, pero en otra línea, los 31 FAM entran en la primera división de la urbana, combinando dancehall, R&B, trap, reguetón y beats latinos, y compartiendo sus canciones, que enseguida se convierten en virales en las redes. 31 FAM es el combustible que necesitan los adolescentes, y así lo demostraron desde el momento que debutaron, en 2017. Jetlag (2021) es su último trabajo discográfico, y pistas como “Nens del barri”, “Valentina” o “Inseparables”  exponen hasta qué punto son importantes para entender su influencia. Lil Didi, integrante de 31 FAM, sostiene que su éxito responde al hecho de que “había gente que no estaba contenta con el trap que se hacía en catalán, necesitaban algo mejor”. El poder de la música urbana no solo sirve para evidenciar los obstáculos de los más jóvenes, sino para acercarlos y conectarlos.

En una entrevista para El Nacional, los miembros de 31 FAM, Flashy Ice Cream y la P.A.W.N. Gang coincidían, con respecto a la visión del trap, entendiendo este tipo de música como vía de expresión para canalizar la reivindicación social y denunciar la miseria, más allá de cualquier etiqueta: “Hacemos música, hacemos lo que queremos y punto”, declaraba uno de los miembros de 31 FAM.

Sea como sea, la música urbana en Cataluña se encuentra en una fase de expansión y revalorización constante. Nos encontramos ante un movimiento vivo, orgánico, en el que los artistas se relacionan entre ellos y reaccionan al mundo que los rodea. Son, todos ellos, artistas que florecen, se fusionan y se entrelazan. Eso evidencia la necesidad de comunicación entre los más jóvenes, que ven la urbana como una herramienta accesible (la autoproducción ha ayudado mucho a esta democratización) para descargar la euforia, la rabia, la incomprensión y la confusión ante las contradicciones de nuestro tiempo. La urbana, pues, no es solo un canal de expresión artística, sino un testimonio fiel de lo que sienten, piensan y viven los jóvenes del presente.

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