Las ciudades como motor de la lucha contra el cambio climático

Ilustración © Eugènia Anglès

Las ciudades son esenciales para afrontar los desafíos del cambio climático, no solo por su papel en la generación de emisiones, sino también por su mayor libertad de acción frente a las tendencias geopolíticas y su capacidad de adaptación e innovación. Las acciones para reducir las emisiones o adaptarse a los impactos son fundamentales, pero es necesario que vayan acompañadas de una visión metropolitana integrada.

Cualquier artículo que leemos sobre ciudades y cambio climático comienza con unos datos similares, que nos demuestran la importancia que tienen las urbes en esta lucha global: concentran un 55% de la población mundial, y se prevé que este porcentaje siga creciendo, hasta llegar al 68% en 2050.[1] Como consecuencia, las ciudades son responsables de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), aproximadamente el 70% de las emisiones globales provienen de las áreas urbanas, que solo ocupan el 2% de la superficie terrestre.[2] Esto hace que tengan un papel central en la adaptación y mitigación de los impactos del cambio climático.

Los gobiernos locales son actores clave, y tendrán un papel aún mayor tanto a escala nacional como global, sobre todo con el resultado de las elecciones en Estados Unidos y las tensiones geopolíticas actuales.[3] Las ciudades ya están tomando la iniciativa para liderar la acción climática, impulsando soluciones climáticas urbanas, influyendo en las discusiones internacionales sobre el clima y demostrando estrategias innovadoras. Esto ocurre porque pueden actuar con mayor agilidad e implementar soluciones localizadas mientras eluden la parálisis que a menudo se ve en las negociaciones en el ámbito nacional e internacional.

En este marco, muchas ciudades han adoptado objetivos para ser neutras en emisiones, impulsando medidas como el fomento de las energías renovables, el transporte público y la eficiencia energética en edificios. Un ejemplo sería Copenhague, que quiere alcanzar la neutralidad en carbono en 2025 y que el año pasado ya había logrado reducir un 72% sus emisiones.[4] Otras muchas ciudades, Barcelona incluida, se han comprometido a ser neutras en 2050.

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En la región metropolitana de Barcelona (RMB), 15 de los 164 municipios que la integran declararon la emergencia climática en 2020. Un estudio elaborado por el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB)[5] destaca que, pese a esta declaración, la falta de visión metropolitana integrada dificulta la implementación de medidas eficientes, puesto que cada municipio actúa de forma independiente, con prioridades y enfoques diversos. Esto provoca la repetición de medidas sin coordinación, así como la ausencia de presupuestos asignados a los planes, lo que genera desigualdades entre ciudades. La falta de vinculación entre actores y de medidas obligatorias limita los resultados, mientras que existen municipios como Barcelona, L’Hospitalet de Llobregat y Sabadell con mayor capacidad para alcanzar sus objetivos.

Muchos de estos municipios han establecido también planes locales para luchar contra el cambio climático. Por ejemplo, L’Hospitalet de Llobregat tiene su propio Plan de Acción para la Energía Sostenible, al igual que Cornellà de Llobregat. El Área Metropolitana de Barcelona (AMB), igualmente, dispone del Plan Clima y Energía 2030,[6] que quiere fomentar y mejorar la coordinación con los municipios y otras administraciones para optimizar los recursos, compartir el conocimiento y aumentar la velocidad de reacción, sumando esfuerzos en el compromiso por el clima.

La más conocida, entre estas planificaciones, es el Plan Clima de Barcelona, una estrategia integral para abordar el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la ciudad. El objetivo es transformar Barcelona en una ciudad más sostenible y resiliente, con gran atención a la mejora de la calidad del aire, la energía renovable y la movilidad limpia. El plan contempla medidas para adaptar la ciudad a los efectos del cambio climático, como las altas temperaturas y las inundaciones, y también incluye la promoción de la eficiencia energética en edificios, la regeneración urbana y el impulso de la biodiversidad. A través de esta hoja de ruta, Barcelona busca ser un referente mundial en la lucha contra el cambio climático y conseguir la neutralidad de carbono para 2050.

En este artículo pondremos ejemplos de cómo las ciudades pueden reducir sus emisiones y adaptarse a los impactos del cambio climático.

El reto del transporte

El Monitor Públic d’Emissions de Catalunya[7] ha sido noticia recientemente porque ha demostrado que la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero se está estancando. En 2024 descendieron un 0,9%, cifra que ya mostraba un freno respecto a la reducción, más significativa, del 5,4% conseguida en 2023.

Si lo miramos por sectores, la industria ha disminuido emisiones, especialmente en 2023, gracias a factores como la caída del consumo de gas natural por la guerra en Ucrania. El sector energético también ha experimentado una reducción en las emisiones, sobre todo por la disminución del consumo de gas natural en las centrales térmicas. Sin embargo, el transporte no ha reducido las emisiones en los últimos años, que se han mantenido en niveles similares a los de 2022.

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De hecho, el transporte es el emisor principal en Cataluña (representa el 32% de las emisiones), y también el que está costando más de descarbonizar, lo que demuestra que se deben redoblar los esfuerzos e implementar nuevas políticas. Para descarbonizarlo, podemos electrificar la flota de vehículos, pero eso no sería suficiente. Un cambio modal de los coches hacia medios de transporte activos o públicos (metro, bicicleta, ir a pie…) tiene el potencial de recortar significativamente la demanda de energía y conseguir reducciones de emisiones a corto plazo de forma más económica[8] Además, esto comporta beneficios como la disminución de la congestión, más espacios para las personas, más parques y rutas para andar o montar en bicicleta y menos contaminación del aire. Menguar el uso del coche es clave para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones marcados en Cataluña y en el mundo. En esto, las ciudades tienen un papel clave, porque concentran gran parte de la movilidad y pueden implementar soluciones y desarrollar infraestructuras para modos sostenibles.

Un ejemplo muy claro para reducir la demanda del transporte en coche es el peaje urbano. Desde 2022, varias entidades sociales y ecologistas se han unido en la demanda de esta medida en Barcelona[9] El objetivo es reducir el uso del vehículo privado y transformar el modelo de movilidad de la RMB, tal y como ya se ha logrado en otras ciudades europeas como Londres, Milán y Estocolmo, donde la disminución del tráfico ha llegado hasta el 30%. Barcelona, con una de las densidades de vehículos más altas y siendo la sexta ciudad más contaminada de Europa, registra 1,65 millones de desplazamientos diarios en vehículo privado, vehículos con baja tasa de ocupación y que provienen, en un 69%, de lugares donde llega el metro (es decir, parte de la RMB).

Los defensores de esta medida proponen complementarla con acciones adicionales, que incluyen más espacio para el transporte público, la bicicleta y los peatones, así como un aumento de la capacidad y competitividad del sistema de transporte público de toda la RMB.

Las ciudades europeas que han implementado el peaje urbano muestran que el apoyo social aumenta significativamente en cuanto se ven beneficios tangibles, como la mejora de la calidad del aire y la reducción de la congestión. Aunque al principio la medida puede tener pocos adeptos, una vez implementada los ciudadanos perciben sus ventajas y el apoyo social se convierte en mayoritario.

Adaptación a los impactos

Las ciudades mediterráneas están experimentando un aumento significativo de las olas de calor y de los eventos meteorológicos extremos como consecuencia del cambio climático. Según el programa de Naciones Unidas para el medio ambiente, la región mediterránea se calienta un 20% más rápido que el resto del planeta, lo que acentúa estos impactos.[10]

Este incremento de las temperaturas está provocando olas de calor cada vez más largas e intensas, con temperaturas que pueden superar los 40 °C, como se vio en ciudades como Barcelona, Valencia y Atenas en verano de 2021. Un artículo publicado recientemente en la revista Nature apunta a que Barcelona será la ciudad europea con más muertes por calor este siglo.[11] Además, las personas mayores, las que padecen enfermedades crónicas y las que viven en condiciones de pobreza son las más afectadas por estas temperaturas extremas.

Por otra parte, los acontecimientos meteorológicos extremos, como las fuertes tormentas, las inundaciones y los ciclones mediterráneos, también tienen un gran impacto en las ciudades de esta región. El temporal Gloria, de enero de 2020, fue un claro ejemplo de cómo las fuertes lluvias y vientos pueden causar destrucción masiva en las infraestructuras urbanas. El episodio más reciente, que sigue en la actualidad, ha sido la DANA de 2024 en Valencia, cuando las precipitaciones alcanzaron 230 mm en solo 24 horas, provocaron inundaciones que causaron la muerte a 224 personas[12] y afectaron al transporte y la red eléctrica, además de causar pérdidas económicas por valor de 17.000 millones de euros.[13] El World Weather Attribution (WWA), un centro de investigación especializado en los estudios de atribución, destaca que las lluvias de la DANA en Valencia fueron “un 12% más intensas” y son “el doble de probables” debido al cambio climático.[14]

Las ciudades ya están tomando medidas para afrontar los impactos del cambio climático, especialmente las olas de calor y los eventos meteorológicos extremos. En Barcelona, por ejemplo,[15] en 2020 se aprobó el Pla Director Integral de Saneamiento (PDISBA), que replantea el sistema de alcantarillado y drenaje para adaptar la infraestructura a los efectos del cambio climático: incorpora sistemas de drenaje urbano como zonas verdes no pavimentadas, la mejora del alcantarillado y depósitos que permiten gestionar el agua excedente. Estas acciones serían necesarias en toda la región metropolitana, que vivirá impactos similares a los identificados en Barcelona.

Asimismo, es necesario invertir en la sensibilización ciudadana y en planes de respuesta rápida ante estos eventos, ya que, tal y como hemos visto con la DANA de Valencia, la preparación y la capacidad de respuesta pueden minimizar los daños sufridos por un evento de estas características.

Las ciudades son clave en la lucha contra el cambio climático, pero es necesaria una visión metropolitana integrada para garantizar una respuesta coordinada y efectiva. Esto permitirá evitar duplicaciones y asegurar que las acciones lleguen a todas las comunidades.


[1] Naciones Unidas, 2018. via.bcn/mjNR50UZbAw

[2] Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC). Sixth Assessment Report, cap. 8. via.bcn/zsvp50UZbF3

[3] Brown, K. “Trends in climate and geopolitics for 2025”. E3G. 2025. via.bcn/vyq650UZbL2

[4] Se pueden consultar las diversas acciones que está poniendo en marcha la ciudad de Copenhague en este enlace: via.bcn/GEXw50UZbRp

[5] “15 de los 164 municipios de la RMB disponen de declaración de emergencia climática oficial y otros 9 se encuentran en el proceso”, PEMB, 2020. via.bcn/VHgu50UZbVU

[6] Plan Clima y Energía 2030. Área Metropolitana de Barcelona. vía.bcn/7sqe50UZcE6

[7] Monitor Públic d’Emissions de Catalunya. monitorco2e.cat

[8] Winkler, L. “The effect of sustainable mobility transition policies on cumulative urban transport emissions and energy demand”. Nature Communications. 2023. via.bcn/gF5t50UZcOx

[9] www.barcelona22.net

[10] Mediterranean Action Plan. Barcelona Convention, 2021. via.bcn/96ol50UZe2H

[11] Calero, C. “Barcelona serà la ciutat europea amb més morts per calor aquest segle, segons un estudi”. 3cat. 2025. via.bcn/6WCi50UZe5M

[12] Última actualización de los datos oficiales con fecha de 6 de febrero de 2025. via.bcn/L4qe50UZe97

[13] Gil, J. “100 días de la dana: la imposible normalidad con 4.660 ascensores sin funcionar”. El País. 2025. via.bcn/SjTJ50UZecg

[14] “Qué dicen los primeros análisis sobre la influencia del cambio climático en la DANA de Valencia”. Maldita.es. 2024. via.bcn/mM8Y50UZei2

[15] Pla Director Integral de Sanejament de la Ciutat de Barcelona (PDISBA). via.bcn/Jv8j50UZeiY

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