Mandy Barker. La fotógrafa de los desechos plásticos marinos

© Dani Codina

Mandy Barker lleva quince años dedicada en cuerpo y alma a fotografiar la contaminación plástica en los mares y océanos. Ha expuesto en los más importantes museos del mundo —como el MoMA de Nueva York o el Victoria and Albert Museum de Londres— y ha publicado en medios como National Geographic o Time. Su obra refleja la demoledora paradoja existente entre la belleza de sus imágenes y la denuncia social que las acompaña.

Mandy Barker no es una fotógrafa rockstar ni figura en la lista de los artistas gráficos más famosos del planeta. En las distancias cortas, de hecho, parece tímida y le cuesta arrancar. Pero, cuando lo hace, desborda entusiasmo, y en su discurso se percibe a una mujer altamente comprometida con su trabajo: concienciar, a través de la fotografía, de lo perniciosos que son los plásticos cuando llegan al mar. Su incansable labor fotográfica, premiada en todo el mundo, es un reflejo de su compromiso con los océanos y del efecto demoledor que el plástico está causando en la fauna marina.

Esta mujer, que ama el mar desde que tiene uso de razón, aterrizó en Barcelona como punto final de la exposición Océanos. De Renoir a los Microplásticos, que ha arrasado en número de visitantes en el Museo Diocesano de Barcelona. Tanto es así, que se tuvo que prorrogar hasta mediados de septiembre. Más de doscientas mil personas han disfrutado de esta contundente reflexión de lo pernicioso que es el exceso de desechos plásticos vertidos al mar. “Vine a Barcelona hace ocho años y en aquella ocasión me dejé muchas cosas por visitar, pero esta vez he podido disfrutarla con más intensidad”, confiesa a modo de presentación. La siguiente pregunta resulta inevitable: ¿Y ha visitado la playa? “Por supuesto, estuve con un grupo de niños buscando plásticos, y junto a ellos creamos obras similares a las mías. Resultó un interesante trabajo inmersivo para estos jóvenes”.

La exposición Océanos. De Renoir a los microplásticos se ha podido ver en el Museo Diocesano de Barcelona, en el marco de la Regata Cultural que ha acompañado la celebración de la Copa América de vela en Barcelona. © Dani Codina La exposición Océanos. De Renoir a los microplásticos se ha podido ver en el Museo Diocesano de Barcelona, en el marco de la Regata Cultural que ha acompañado la celebración de la Copa América de vela en Barcelona. © Dani Codina

Un trabajo altamente gratificante, porque Barcelona no es ajena a una realidad: su ubicación en el Mediterráneo, un mar “cerrado”, y por ello más sensible a la presencia de desechos plásticos. “En 2005, el ecologista Boyan Slat nadó hasta el fondo del Mediterráneo y descubrió centenares de botellas. Este hallazgo permitió llevar a cabo mucha investigación sobre el plástico, y creó conciencia sobre lo contaminado que estaba el Mediterráneo”, cuenta Barker para contextualizar su inmensa labor, a medio camino entre la belleza artística y un ejercicio de concienciación colectiva.

Entre la belleza y la denuncia

Pero vayamos por partes para entender la figura de Mandy Barker. Nacida en 1964, se graduó en la De Montfort University, en Inglaterra, con un máster en Fotografía. Poco después empezó a investigar sobre los desechos plásticos en el mar, lo que la llevó a colaborar con el mundo científico. “Comencé hace quince años en la playa que hay cerca de mi ciudad, en el Reino Unido, recolectando madera flotante y conchas, cosas naturales, y luego, cuando volví unos años más tarde, encontré ordenadores, pantallas de televisión, grandes objetos de plástico llegados a mi playa”, recuerda. “Quería que la gente que no vive cerca del mar supiera lo que estaba sucediendo”, añade. Con un trasfondo alarmante: el 90% de los residuos marinos que se encuentran en las costas de todo el mundo está relacionado con los plásticos. “Se sabe que once especies diferentes de pájaros marinos ingieren plásticos”, subraya.

Su trabajo mantiene un curioso equilibrio entre la belleza y la denuncia. Nadie mejor que ella para definirlo con precisión. “Es un enfoque contemporáneo para representar un problema actual del cambio climático. Tomo objetos que encuentro en la costa, los saco de contexto, los llevo al estudio, los fotografío sobre un fondo negro, para que destaquen, para que la gente se sienta atraída por ellos. Cuando se sienten atraídos, leen el pie de foto y se dan cuenta de lo que estoy representando. Y luego sienten el impacto de lo que realmente es”, explica. Un certero mecanismo emocional para atraer al espectador y luego informarlo sobre lo que está ocurriendo en el mar. “Uso Photoshop como elemento de unión de las imágenes, pero no hay manipulación ni alteración del color ni de los movimientos. Simplemente es una unión de objetos, porque me gusta pensar que, al dejarlos caer al azar, es como si estuviese replicando el océano”, sintetiza.

Una perturbadora contradicción entre la belleza de las imágenes y el dolor de lo que proyectan. Por ejemplo, los 52 millones de toneladas de vajillas de poliéster que cada día (sí, cada día) acaban en los vertederos de Hong Kong. O la maravillosa composición realizada con 24 pelotas de fútbol recogidas en distintas playas del globo. Cualquier objeto extraído del mar es susceptible de ser fotografiado si incluye plástico. Un cartucho de impresión de tinta Epson T0782, una caja Happy Meal de McDonald’s, una cuchara de leche de fórmula de Nestlé, un cepillo de dientes, globos de colores de una fiesta infantil. “Sí, es una contradicción. Es la belleza estética mezclada con el horror de la realidad para atraer a la gente. Les muestro lo bello y luego les doy una ‘puñalada por la espalda’, un shock total respecto a lo que representa”, cuenta. “La gente ha llorado en mis exposiciones, porque se sorprende por la cantidad de objetos diferentes con los que se encuentra. Todos sabemos que las botellas o bolsas de plástico son perniciosas, pero cuando el público entiende que lo que muestro procede de los estómagos de criaturas marinas es cuando se siente devastado”, insiste.

Resulta complicado preguntar a Mandy Barker cuál es su fotografía favorita porque es casi como preguntar a una madre cuál es su hijo predilecto. Pero ella, ante el reto, se crece. “Tengo varias favoritas, pero una serie que creo que resuena especialmente es Still (FFS), porque fue el primer proyecto que hice sobre la naturaleza y tuvo un impacto importante”, arranca. “Previamente, había expuesto el plástico en sí mismo, pero eso no mostraba a la criatura marina que había sido afectada, aunque no quería representar al pájaro abierto en canal, con todos los objetos dentro”, justifica. De ahí que el éxito de esta serie, por la que siente devoción, se deba precisamente a que a la gente le cueste creer que estos pájaros alberguen tanto plástico en su interior. Y lo muestra en una correlación de información gráfica y científica abrumadora. “Es una excelente forma de enseñar cómo el plástico afecta a los animales”, se congratula.

Arte y activismo

¿Qué papel cree que tienen los artistas en el activismo medioambiental? “Es sumamente importante para intentar cambiar las cosas. Creo que el arte puede ser muy poderoso, porque la mayoría de la gente no se sumerge en la lectura de investigaciones científicas y nosotros podemos completar parte de ese espacio para concienciarlos”, se alegra. “Si los artistas podemos crear arte que informe y eduque, entonces estamos haciendo un trabajo positivo que conducirá a un cambio y luego a la acción”, destaca.

La siguiente pregunta es, pues, inevitable: ¿Qué impacto espera que tenga su trabajo? “Simplemente, deseo que la gente lo vea y piense que los objetos de plástico que usan en casa, desde un cepillo de dientes hasta un cartucho de impresora, podrían terminar en el estómago de un pájaro o de una foca. Pero, sobre todo, me interesa que la gente entienda que todos estos plásticos comienzan como objetos más grandes y luego se descomponen en pequeños microplásticos, que ahora ya están en nuestra sangre, en nuestros órganos. Creo que, como especie humana, tendremos serios problemas en el futuro con los plásticos dentro de nuestro cuerpo”, concluye la fotógrafa.

De momento, Mandy Barker no tiene ninguna intención de bajar la guardia. Sus exposiciones, incómodas y de una belleza incontestable, recorren el mundo para poner el foco en los peligros de los desechos plásticos en el mar. Mientras, sin embargo, ya da forma a su siguiente reto. “Mi último proyecto está basado en la moda rápida. Toda esta ropa que se produce muy barata, que está hecha de plástico, y que la gente usa una o dos veces y luego la desecha”, cuenta. “Ahora no encontramos algas o cosas naturales en el agua, estamos encontrando ropa”.

Publicaciones recomendadas

  • Altered ocean Overlapse, 2019

El boletín

Suscríbete a nuestro boletín para estar informado de las novedades de Barcelona Metròpolis